Publicado 2025-05-29
Palabras clave
- enfermo-cuidador,
- sistemas de creencias,
- sentido de trascendencia,
- Sierra Tarahumara
- Sick-caregiver,
- belief system,
- sense of transcendence,
- Sierra Tarahumara
- Doente-cuidador,
- sistema de crenças,
- senso de transcendência,
- Sierra Tarahumara
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Derechos de autor 2025 Irma Gabriela Fierro Reyes, Francisco Moriel Herrera

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Resumen
Este trabajo de investigación emprende una reflexión antropológica y teológica de carácter interpretativo, sobre la relación que existe entre los sistemas de creencias y los modelos de salud, desde el binomio enfermo-cuidador en el contexto de la Sierra Tarahumara; región ubicada en el norte mexicano, en donde se amalgaman tradiciones culturales distintas: la indígena y la mestiza. A partir de una metodología etnográfica, y a través del uso de técnicas cualitativas como la observación participante, la bola de nieve y la documentación de relatos de vida, se recopilan los testimonios de un conjunto de enfermos crónicos y sus cuidadores, quienes conforman el universo de estudio. Lo anterior, con el objetivo de retratar la experiencia de padecer y cuidar una enfermedad crónica ligada a la vejez. Los resultados obtenidos generan una multiplicidad de hechos significativos, que pueden sintetizarse a partir de dos hallazgos: 1) el proceso en el que se implica tal binomio de actores sociales se enmarca en el empleo de modelos de atención a la salud diferenciados –el hegemónico y el alternativo–, produce dolor y estigma social, lo que comprueba lo planteado por los grandes especialistas en el tema; y 2) tanto enfermos crónicos como cuidadores encuentran un “sentido de trascendencia” a todo aquello que se experimenta, el cual tiene razón de ser a partir de la fe que profesan, y que a su vez les proporciona una disposición abierta hacia lo que denominan como: “voluntad de Dios”, incluyendo el advenimiento de la muerte.
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Citas
- Se puede decir que es tan antigua como la propia experiencia humana (Boyer, 2002).
- El interés por analizar e interpretar tal conexión cobró mayor relevancia durante la segunda mitad del siglo XX; especialmente, desde los campos de la Antropología, la Ecología y la Biología Humana (Fernández-Ríos y García-Fernández, 2000).
- Los académicos de tales disciplinas han caracterizado el papel que juegan las creencias y las prácticas religiosas como factor restitutivo de la salud. Algunos de ellos, desde los “servicios” que representan, como alternativas cercanas –y eficaces–, frente al sistema médico hegemónico (Menéndez, 1988).
- Otros más, centrándose en la producción de comportamientos proactivos en los individuos que benefician su estado de salud, lo cual se enmarca en hallar “sentidos de vida” que motivan cambios de hábitos (Cohen y Koenig, 2004).
- Una línea de estudio poco explorada aborda las prácticas de sanación y autocuidado, propuestas por las manifestaciones de espiritualidad contemporáneas; esto, desde la movilidad y la resignificación de lo sagrado, como parte de la corporeidad (Ramírez, 2020).
- Un marco de creencias puede proporcionar sentido a un estado de dolor crónico (Barragán, 2008).
- La enfermedad cobra razón de ser dentro de una significación espiritual más amplia, configurándose como una representación social que obedece a contextos, interpretaciones y símbolos concretos (Ricoeur, 1996).
- El cuerpo figura como unidad de análisis (Vázquez, 2018).
- Su unidad de análisis concierne al ser humano, su naturaleza, comportamientos, vida en sociedad y sus prácticas; parte desde las subjetividades de los individuos, los grupos de estudio, la adaptabilidad y la transformación (Salinas y Cárdenas, 2009).
- ideas, representaciones, imaginarios y percepciones que los colectivos construyen para dar sentido a sus cotidianidades, y transmitir componentes culturales. Su empleo retrata el entorno abordado y reflexiona sobre él. Para Vain (2012), “supone, por un lado, la construcción de sentido, y, por otro, modos diferentes, diversos, singulares de construir ese sentido” (p. 39).
- Estas son las narraciones que hacen los sujetos sociales acerca de sus prácticas y sus discursos y las narraciones que hacemos los investigadores a partir de lo que observamos y de lo que los sujetos nos cuentan acerca de lo que hacen. (p. 40)
- Epele (2017) asegura que abordar etnográficamente los procesos de enfermedad en poblaciones que viven en marginalidad, pobreza y violencia, ha dado como resultado la proliferación de orientaciones y análisis que no obedecen a lo establecido por la biomedicina. El posicionamiento resultante es:
- […] las posiciones etnográficas están atravesadas por los modos de escuchar, observar, poner en palabras, entender, escribir y regular los estatutos de verdad y legitimidad de las experiencias de padecer y sufrir, por las perspectivas locales sobre los sistemas expertos y los modos de tratarlas por los propios conjuntos sociales. […] debido al carácter artesanal y a escala real de la etnografía, sus resultados aportan un gran nivel de detalle y de complejidad sobre la cotidianeidad de poblaciones segregadas, con amplias consecuencias en el diseño de políticas, programas y tratamientos de los problemas de salud. (Epele, 2017, p. 363)
- Cada sujeto destaca lo que a su juicio resulta más significativo, mientras que el investigador conduce la formulación del relato (Cornejo, Mendoza y Rojas, 2008).
- se emprendió un proceso de inmersión a la realidad sociocultural desde la observación participante, para luego elaborar una narrativa descriptiva en profundidad (Jociles, 1999).
- el mayor de estos pueblos originarios, en términos demográficos, es el rarámuri, con un aproximado de 100, 000 habitantes (INEGI, 2020).
- Menéndez (1988), como precursor en el área, describe grosso modo tales sistemas de atención. Advierte que el hegemónico se refiere al sistema hospitalario, que puede ser privado o público, y que atiende generalizadamente las enfermedades diversas. El autor afirma algo de suma relevancia para este estudio: la existencia de una “medicina de segunda que está en relación con pacientes de segunda” (pp. 3-4).
- Aquellas personas que no tienen más opción que tratarse en el sistema mencionado, por sus condiciones de precariedad económica, buscan complementar tal atención con modelos alternativos propios de cada cultura; esto, desde el autocuidado y autodiagnóstico, valiéndose de los conocimientos populares ostentados por familiares y amigos; mecanismos que se constituyen como la primera instancia de tratamiento (Barragán, 2005). A tales esfuerzos se les denomina como la “carrera del enfermo” (p. 69).
- "Sistemas de nociones, creencias, orientaciones y actitudes que los conjuntos sociales expresan respecto de una realidad social determinada, donde se sintetizan contenidos ideológico-culturales determinados históricamente” (Barragán, 2005, p. 62).
- Es también “una forma de conocimiento específico, el saber de sentido común. Constituyen modalidades de pensamiento práctico orientadas hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social, material e ideal. son una forma de pensamiento social” (Knapp, León, Mesa y Suárez, 2003, pp. 156-157).
- Kleinman (1984 citado en Osorio, 2001) dice sobre las representaciones sociales en el marco del padecer que: La enfermedad y el padecimiento […] deben ser entendidos sólo dentro del contexto de significado de las relaciones sociales. Son modelos explicativos anclados en los diferentes sistemas explicativos y en los arreglos de la estructura social que involucra a los diferentes sectores de atención a la salud. (p. 33)
- Barragán (2008) clarifica la naturaleza de esta realidad afirmando que: “El dolor tiene un lenguaje propio, compuesto por expresiones verbales y no verbales, un lenguaje metafórico propio del imaginario cultural” (p. 34).
- se tiene que dejar en claro que el lenguaje presenta sus límites, y el dolor se vuelve por sí mismo indecible; la misma Barragán (2008) describe este fenómeno como un “fracaso del lenguaje” (p. 36).
- Barragán (2005) lo define como: “una compleja experiencia de percepción que tiene un componente fisiológico periférico y un componente central de dimensiones psicológicas que integran la experiencia dolorosa” (p. 59).
- Barragán (2005) asegura que se caracteriza por ser una especie de “epidemia silenciosa” (p. 27).
- el tipo de dolor que padezca el enfermo, también se presentan factores psicosociales que colocan al sujeto en “los márgenes” (Barragán, 2005, p. 59), reduciendo sus interacciones con otros individuos, sus obligaciones y derechos. Así, el enfermo pasa a ser un estigmatizado (Goffman, 2006).
- "el intercambio social rutinario en medios preestablecidos nos permite ‘tratar’ con otros previstos sin necesidad de dedicarles una atención o reflexión personal” (p. 12).
- autores como Martínez (2012 citado en Yáñez y González, 2018) apuntan que: “el cuidador es considerado un enfermo siliente al acumular una serie de malestares que son enmascarados detrás del alto nivel de exigencia del [...] enfermo” (p. 145).
- Barragán (2008) considera que: “tanto los hombres como las mujeres que ejercen cuidados al paciente pueden convertirse en poseedores del enfermo, e incluso llegan a ejercer su venganza a través del maltrato psicológico o físico del enfermo” (p. 123).
- El sentido colectivo de las nuevas formas religiosas, así como el espacio de referencia en donde se anclan a una autoridad legitimadora de una tradición que brinda un principio de identificación social y la posibilidad de incorporación a una comunidad creyente. (De la Torre, 2012, p. 511)
- “La mixtura entre varios sistemas religiosos: las cosmovisiones indígenas familiarizadas con […] el curanderismo, y […] el catolicismo articulador de la devoción a los santos y vírgenes, el milagro y el ritualismo” (De la Torre, 2012, p. 510).
- más allá de lo preestablecido por la biomedicina, se ha comprobado que allegarse a alguna doctrina, pensamiento o práctica religiosa otorga un nivel de tranquilidad al enfermo, pero también a quienes le rodean, incluyendo a su cuidador principal (Valiente-Barroso y García-García, 2010).
- Vázquez (2018) afirma que “las prácticas religiosas dan motivación, relajación, consuelo y aceptación ante lo inevitable del constante deterioro físico de alguna enfermedad” (p. 120).
- Navas (2006 citado en Rivera, 2018) asegura que “todas las formas de oración producen una respuesta de relajación que disminuye los niveles de estrés” (p. 135).
- Golombek (2022), menciona que poner en práctica ciertos rituales religiosos tiene el potencial de mejorar el estado de salud de los individuos. Esto se debe a que “las personas religiosas pueden vivir más, en promedio –quizá por los beneficios que ocasiona la reducción del estrés al ceder algunas decisiones a otros líderes, terrenales o celestiales–” (p. viii).
- Barragán (2008) asegura que los pacientes sobrellevan de mejor manera sus procesos de enfermedad cuando acuden de forma recurrente a sus creencias religiosas y a las prácticas que las materializan.
- “la predisposición a la creencia religiosa es la fuerza más poderosa y compleja de la mente humana” (Valiente-Barroso y García-García, 2010).
- "sensibilizar al conjunto de la teología para las historias de sufrimiento, así como enfocar con precisión la mirada de la teodicea del cristianismo a la situación de nuestro mundo” (Metz, 2007, p. 46).
- Jürgen Moltmann (2010), en consonancia, afirma que: La teología cristiana encuentra su relevancia en la esperanza […] y practicada de cara al reino del Crucificado, padeciendo ella con el sufrimiento de este tiempo y apropiándose del grito de la criatura atormentada, referida a Dios y a la libertad. (Moltmann, 2010, p. 42).
- la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo figuran como un aliciente de esperanza, capaz de superar cualquier dolor (Juan Pablo II, 1993).
- La certeza sobre el descanso eterno es el signo de gracia y alivio, lo que viene a coronar la experiencia al final del camino (Benedicto XVI, 2007).
- Tal actitud deberá ser en solidaridad y aprecio por la vida, en aras de preservar la dignidad; en este caso, la del enfermo (Juan Pablo II, 1982).
- “en Él [Jesús] encontraréis la fuerza para afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen en vosotros. […] Él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre” (2020, p. 2).
- “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
- “el sustantivo persona está antes que el adjetivo enferma. […] no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico que conlleva la enfermedad” (2020, pp. 3-4).
- Ricardo Robles S.J. menciona que los vivos tienen la obligación de ayudar al recién fallecido: “en su peregrinar durante el tiempo que aún permanecerá en este mundo” (Marzal, 1994, p. 79).