Publicado 2019-05-07
Como Citar
Resumo
En La formación de la clase obrera en Inglaterra, Edward Thompson (1963; 1989: 251) afirmaba que todavía en 1830, “el obrero industrial característico no trabajaba en una fábrica o factoría, sino (como artesano o “trabajador manual”) en un pequeño taller o en su propia casa, o (como peón) en empleos callejeros más o menos eventuales, en solares para edificación, en los muelles”. Y en Clase Obrera e industrialización, John Rule (1990: 21-26) sostenía que “la mayoría de los que trabajaban en la industria en 1851 no lo hacían todavía en fábricas, ni en cualquier forma de establecimiento que emplease un gran número de obreros bajo un mismo techo o en un mismo lugar”, para pasar a sugerir “que en Inglaterra hasta mediados del siglo XIX la industria de bienes de consumo acabados se hacía en su mayor parte a pequeña escala y sin mecanizar”.
Si la implantación de la fábrica y los obreros industriales aún no era hegemónicos en 1850 en la cuna de la revolución industrial, los historiadores estamos obligados a indagar en la persistencia en el resto de Europa tanto de otras formas productivas como de los propios trabajadores y trabajadoras que estaban tras ellas. En esta línea, ya Thompson y Rule ponían sobre la mesa la importancia del estudio de los artesanos para poder comprender cómo se produjo la revolución industrial que acabó convirtiendo a Inglaterra en la fábrica del mundo. Los historiadores hemos tardado en asumir ese reto. Y no fue hasta los años ochenta del siglo XX que se comenzó a fraguar un cuerpo de investigaciones tendentes a valorar el papel de los artesanos no solo durante el siglo XIX, sino también en el período precedente.