Narrativas alrededor de la cuerpa y la sexualidad de las mujeres en la Tierra del Sol/Colombia

Resumen

El municipio de Suacha, Cundinamarca, se encuentra sobre la cordillera Oriental, al suroriente de Bogotá —Capital de Colombia—. Limita al sur con Sibate y Pasca, al norte con los municipios de Bojacá y Mosquera, al este con Bogotá y al oeste con Granada y San Antonio del Tequendama. Cuenta con una extensión total de 184,45 km², de los cuales 165,45 km² corresponden al área rural y 19 km² al área urbana. El clima presenta una temperatura promedio de 11,5º C (temperatura máxima 23º C y mínima de 8º C). Se resalta su amplio potencial a nivel ambiental, cultural y arqueológico. Los objetos, lugares y vestigios que se conservan en Suacha nos permiten tener un imaginario de lo que pudieron ser las formas de vida de los pueblos originarios Mhuysqas, su lengua, sistemas culturales, espiritualidades no antropocéntricas y costumbres cotidianas. Ahora bien, Suacha se debate entre el intento por conservar su patrimonio cultural y natural.
A finales del siglo XX Suacha se convierte en un municipio albergue dado que su ubicación es estratégica en sentido de la cercanía que mantiene con la capital del país, el conflicto armado y el abandono estatal que ha mantenido Colombia a lo largo y ancho del tiempo, llevó a que muchas personas fuesen despojadas de sus tierras y llegaran así a habitar en el municipio, uno de los que más desplazadxs forzadxs ha recibido en el territorio nacional. Todo ello, configura un panorama difícil, sumado a los fenómenos de crecimiento demográfico y en paralelo el crecimiento de la ciudad, la ampliación de la frontera agrícola, la sobreposición de enclaves mineros e industriales en el municipio, que no se han acompañado de un proceso de justicia social y ecológica ni de un ordenamiento territorial que pueda coexistir con la naturaleza y otras formas de vida, a la vez que dignifique la condición humana.
En este sentido, Suacha es un municipio atravesado por múltiples elementos que marcan realidades complejas en términos de luchas populares, procesos de defensa y conservación ambiental, generación de memoria colectiva y posibilidades de gozar de calidad de vida y bienestar. Esta contextualización primera, en definitiva, resulta importante para situar por lo menos desde el lenguaje el territorio donde habitamos, una apuesta colectiva que busca hacer memoria.