Bibliográficas

Bonaudo, Marta, Mauro, Diego; Simonassi, Silvia (2020). América Latina entre la reforma y la revolución: de las independencias al siglo XX

Facundo Álvarez Constantín
Universidad de la República, Uruguay

Claves. Revista de Historia

Universidad de la República, Uruguay

ISSN-e: 2393-6584

Periodicidad: Semestral

vol. 7, núm. 13, 2021

revistaclaves@fhuce.edu.uy

Bonaudo Marta, Diego, Simonassi Silvia. América Latina entre la reforma y la revolución: de las independencias al siglo XX. 2020. Madrid. Editorial Síntesis. 272pp.


Al momento de su lamentable fallecimiento, el 6 de diciembre de 2020, Marta Bonaudo preparaba algunas presentaciones y entrevistas junto con Silvia Simonassi y Diego Mauro, del libro que se acababa de editar. Esta obra colectiva fue la última de una extensa carrera como historiadora, que empezó en la década de 1960 al calor de la renovación historiográfica llevada adelante en Rosario, Santa Fe. La dictadura de 1966 en Argentina la obligó a buscar espacios alternativos de formación hasta que ganó una beca en Francia y partió hacia Europa a hacer el doctorado bajo la dirección de Georges Duby. Al retorno de la dictadura, tuvo oportunidad de organizar y dirigir la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Rosario y, ya en la década de 1990, fue vicedecana de la Facultad de Humanidades y Artes. Era investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y titular honoraria de la cátedra de Historia Argentina II. Fundó la Unidad Ejecutora en Red Investigaciones Socio-Históricas Regionales y fue su directora entre 2008 y 2016. A modo de pequeño homenaje, esta reseña pretende recordar a Bonaudo a un año de su fallecimiento, y a su trabajo destacado dentro de la historia regional, social, cultural y política.

Las páginas de América Latina entre la reforma y la revolución: de las independencias al siglo XX recorren la historia de Latinoamérica desde el momento en que se producen los primeros intentos revolucionarios a inicios del siglo XIX hasta la coyuntura actual marcada por los nuevos desafíos que presenta el heterogéneo mapa político y social. El libro articula las singularidades de cada región con las generalidades del subcontinente. Las comparaciones, por lo tanto, ayudan a echar luz sobre los períodos, permiten medir su intensidad, así como también calibran los esfuerzos de los actores involucrados. Para ello, cada capítulo profundiza en casos concretos, que son sintomáticos y están cuidadosamente seleccionados con la intención de marcar las diferencias respecto a las demás realidades.

Las revoluciones que abren el siglo XIX son producto del resquebrajamiento del orden monárquico, momento cuando se produce la retroversión de la soberanía y pasa a residir en los pueblos. Este período, expuesto en el capítulo primero, termina con las independencias, que en su mayoría se consolidan en la segunda década, a excepción de Cuba, Puerto Rico y Panamá, cuyos ciclos revolucionarios se prolongaron hasta bien avanzado el siglo. La pugna entre el centralismo y la confederación, como modelos políticos antagónicos, se mantuvo en el escenario interno de la mayoría de las regiones. Por otro lado, el aspecto territorial es rescatado en tanto que constituyó un problema para las flamantes naciones y que perduró durante buena parte del siglo XIX. Bajo las premisas de orden y progreso, la realidad de los indígenas y de los esclavos —los excluidos— es analizada en función de la necesidad de las elites de apartarlos de cualquier tipo de participación.

El proceso que inició en 1825 hasta el último cuarto de siglo, arrastró muchos problemas de aquel momento inicial. Esta nueva etapa, descrita en el segundo capítulo, pautó la importancia de elaborar pactos constitutivos y reformas políticas para afrontar el nuevo orden. Los desafíos de las nacientes repúblicas consistieron en culminar la inserción en el mercado internacional, pautado por nuevas formas del capitalismo, construir al ciudadano, impulsar el derecho al sufragio, asegurar las libertades políticas y económicas e integrar a los inmigrantes provenientes de Europa. El capítulo rescata la discusión suscitada en torno al problema de las elites políticas para compatibilizar el derecho al sufragio con la necesidad de perpetuar el «gobierno de los mejores».

Ese nuevo orden marcó la necesidad de los sectores dominantes de perpetuarse en el poder hacia el último cuarto de siglo XIX. Las fisuras manifestadas en los conflictos intraelite dieron paso al surgimiento de nuevos sindicatos, movimientos sociales y campesinos, y se vieron acompañados, paralelamente, por procesos de reforma, como en el caso de Argentina, Uruguay y Chile, o de revolución, como es el ejemplo de México. Las claves de las primeras décadas del siglo en el subcontinente, expuestas en el tercer capítulo, tienen que ver con el debilitamiento de la política notabiliar y del liberalismo, lo que explica entre otras cosas, el surgimiento de corrientes socialistas y nacionalistas. Asimismo, se asistió a un cambio de signo respecto a las consideraciones de los procesos inmigratorios y de un surgimiento de movimientos o partidos de derecha preocupados por el avance del socialismo y comunismo.

En los años treinta, Latinoamérica padeció las consecuencias de la crisis económica de 1929 y los efectos resultan un mojón importante. La clave de este período consiste en averiguar por qué el Estado adquirió un rol cada vez más protagónico y regulador. La salida estuvo, por un lado, en el giro tecnocrático, plegado a la corporación militar y, en ocasiones, a la eclesiástica. Por otro lado, la salida revolucionaria cobró vigencia con las experiencias de El Salvador y Cuba y, finalmente, el autor y las autoras identifican en los nacionalismos populares otra vía de salida a la crisis cuyos casos más importantes son la experiencia peronista, Brasil con Vargas y México con Cárdenas.

El capítulo quinto analiza los procesos revolucionarios de Bolivia, Cuba y Nicaragua; movimientos reformistas fuertes, como la experiencia guatemalteca de Jacobo Arbenz y profundiza en las salidas democráticas de cuño socialista como la de Chile. Enfatiza, además, en las reformas propuestas en el marco de la Alianza para el Progreso a inicios de la década de 1960 y son entendidas en su doble intención: si bien es cierto que surgen en un contexto de crisis, de profundización de las desigualdades y que promovió incentivos al desarrollo, su objetivo fue detener las experiencias socialistas en Latinoamérica.

En 1964, Castelo Branco y en 1966, Onganía, abren el ciclo de las «nuevas dictaduras». Estos procesos tuvieron origen en Brasil y Argentina respectivamente y se caracterizaron por la presencia militar en los resortes de la política y por asumir la Doctrina de Seguridad Nacional como premisa fundamental. En el capítulo sexto se enfatiza en que estos procesos autoritarios tuvieron un diferencial a las anteriores en tanto que asumieron una escala mucho mayor respecto a las muertes, desaparecidos, presos políticos y exiliados, así como también desde el punto de vista cualitativo. La transición democrática en la década de 1990 trajo aparejados múltiples desafíos relacionados con la imposición del neoliberalismo y con la redemocratización, aspecto que se vincula con los reclamos de verdad y justicia y con la lucha por el Nunca Más.

Esta obra de síntesis de algo más de dos siglos de historia de América Latina propone un hilo conductor que permite hilvanar espacios disímiles a través de la exposición de coyunturas y momentos referidos a las historias nacionales. El autor y las autoras reflexionan en la conclusión acerca de los desafíos actuales del subcontinente, jalonados por políticas sociales, intentos de distribución de los ingresos y, también, desde otro lugar, por modelos conservadores, regresivos y antipopulares. ♦

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