DOI: 10.29112/ruae.v10i2.2579
Artículos libres
«Las imágenes de mi pueblo». Aripao y sus significados según los niños de esta comunidad afrodescendiente, edo. Bolívar, Venezuela
«Images of my hometown». Aripao and its meanings through the eyes of the children of this Afro-descendant community, Bolívar State, Venezuela
«Imagens do meu povo». Aripao e seus significados segundo as crianças desta comunidade afrodescendente, Edo. Bolívar, Venezuela
Berta E. Pérez1 ORCID: 0009-0004-9986-8770
1 Laboratorio de Estudios Afroamericanos, Centro de Antropología J.M. Cruexent, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), Caracas, Venezuela. bperez21158@gmail.com.
Resumen
Los seres humanos no solo establecen una estrecha relación con aquellos lugares de los cuales son parte, sino que además les otorgan significados que pueden representar sentimientos positivos, como sentido de pertenencia, o negativos, como sensación de angustia o miedo. Por ello, el propósito de este artículo es presentar los resultados obtenidos de un estudio preliminar sobre los significados que los niños aripaeños le atribuyen a su pueblo natal y en el cual aún residen, conocido como Aripao, una comunidad afrodescendiente de descendientes de cimarrones, ubicada en el Bajo Río Caura, estado Bolívar, Venezuela. Consideramos que la inclusión de los niños en este tipo de estudios es importante, por ser agentes activos en la construcción de su entorno físico y cultural. Argumentamos que los significados que los niños aripaeños le asignaron a Aripao como «sentido(s) de lugar», ya sea al pueblo como unidad o a un sitio en particular, representan sus propias percepciones y actitudes y, son culturalmente reveladores al reflejar estrechos vínculos de arraigo histórico-cultural y una identidad étnico-racial con su comunidad.
Palabras clave: sentido(s) de lugar, arraigo histórico-cultural, identidad étnico-racial, niños, afrovenezolanos.
Abstract
Human beings do not only establish a close relationship with the places of which they belong, but also bestow them with meanings that could represent positive feelings, such as a sense of belonging, or negative ones, such as a feeling of anguish or fear. The purpose of this article is to present the results obtained from a preliminary study conducted on the meanings that the Aripaeño children attribute to their hometown, known as Aripao, an Afro-descendant community of maroon descendants, located in the Lower Caura River, Bolívar State, Venezuela. We consider that the participation of children in this type of studies is important as they are active agents in the construction of their own physical and cultural environment. We argue that the meanings the Aripaeño children assigned to Aripao as 'sense(s) of place', whether to the town as a whole or to a particular site in it, represent their own perceptions and attitudes, and are culturally revealing as these express close ties of historic-cultural roots as well as an ethnic-racial identity with their community.
Keywords: sense(s) of place, historic-cultural roots, ethnic-racial identity, children, Afro-Venezuelans.
Resumo
Os seres humanos não apenas estabelecem uma relação próxima com os lugares aos quais pertencem, mas também lhes atribuem significados que podem representar e emanar sentimentos positivos, como o sentimento de pertencimento, ou negativos, como a angústia ou o medo. Portanto, este artigo tem como objetivo apresentar os resultados obtidos a partir de um estudo preliminar sobre os significados que as crianças aripaeños atribuem à sua cidade natal e onde ainda residem, conhecida como Aripao, uma comunidade afrodescendente de descendentes de escravos fugitivos, localizada no Baixo Rio Caura, estado de Bolívar, Venezuela. Acreditamos que a inclusão de crianças neste tipo de estudo é importante, pois elas são agentes ativos na construção de seu ambiente físico e cultural. Argumentamos que os significados atribuídos a Aripao como «senso(s) de lugar», seja para a cidade como uma unidade ou para um local específico, pelas crianças Aripao que participaram desta pesquisa, representam seus próprios conhecimentos, percepções, atitudes e experiências e são culturalmente reveladores, pois refletem laços estreitos de raízes histórico-culturais e identidade étnico-racial que eles compartilham com e entre outros povos Aripao.
Palavras-chave: sentido(s) de lugar, raízes histórico-culturais, identidade étnico-racial, crianças, afro-venezuelanos.
Introducción
Este artículo tiene la finalidad de presentar los resultados obtenidos de un estudio preliminar sobre los significados que los niños aripaeños le atribuyen a su pueblo natal y en el cual aún residen, conocido como Aripao, una comunidad afrodescendiente de descendientes de cimarrones, ubicada en el margen derecho del Bajo Río Caura, estado Bolívar, Venezuela (Figura 1). La inspiración de esta investigación radica a partir de una plática sostenida entre la autora y Susana,[1] una niña de 7 años, descendiente de madre aripaeña, quien le atribuyó importantes significados histórico-culturales al pueblo de Aripao, es decir, «sentido(s) de lugar», sin que ella haya nacido ni vivido en él necesariamente.
Figura 1: Ubicación de Aripao
Fuente: elaborado por Yheicar Bernal
Sostenemos que los seres humanos no solo establecen una estrecha relación con aquellos lugares de los cuales son parte, sino que además les otorgan significados que pueden representar y emanar sentimientos positivos, como sentido de pertenencia, o negativos, como sensación de angustia o miedo (Wood, 2018). Esta estrecha relación que los seres humanos establecen con estos lugares, se caracteriza a través del concepto de sense(s) of place o ‘sentido(s) de lugar’, término muy utilizado en las distintas disciplinas de las ciencias sociales, como geografía cultural, urbanismo, arquitectura, sociología y antropología (Castree, 2009; Feld y Basso, 1996; Matthews, 1992; Relph, 1976; Tuan, 1974; Vanclay et al., 2008; Vujakovic et al., 2018; Walmsley y Lewis, 1984; Wood, 2018).
Por la temática que atañe a este artículo, consideramos que la definición de sentido(s) de lugar elaborada por los antropólogos Steven Feld y Keith Basso (1996) es la que más se acerca:
Las formas experienciales y expresivas en que los lugares se conocen, se imaginan, se anhelan, se sostienen, se recuerdan, se expresan, se viven, se disputan y se luchan; y las múltiples formas en que los lugares están ligados metonímica y metafóricamente a las identidades (p. 11).[2]
Consideramos que la inclusión de los niños en este tipo de estudios es importante, por ser participantes y sujetos activos en la construcción de su entorno físico y cultural. Por ello, argumentamos que los significados asignados a Aripao como sentido(s) de lugar, ya sea al pueblo como unidad o a un sitio en particular, por parte de los niños aripaeños que participaron en esta investigación, representan sus propios conocimientos, percepciones, actitudes y experiencias, y son culturalmente reveladores al reflejar estrechos vínculos de arraigo histórico-cultural e identidad étnico-racial que ellos comparten como y con otros aripaeños.
Metodología
Aripao está conformado por un total de setenta viviendas aproximadamente, compuestas en su mayoría por familias extendidas. Visitamos casa por casa, con el fin de seleccionar a aquellos niños que estuviesen interesados en participar. La recolección de la muestra estuvo entonces delimitada por dos factores: 1. el permiso de participación por parte de los padres o representantes; y 2. el entusiasmo a participar en el estudio por parte de los niños. Por ello, se obtuvo una muestra de 25 niños: 18 varones y 7 niñas, entre los 7 y 12 años de edad, sin alcanzar un número equitativo en cuanto al sexo y los grupos etarios.
Con el fin de aprehender los conocimientos, percepciones, actitudes y experiencias que estos niños tienen de Aripao como sentido(s) de lugar, utilizamos y adaptamos a nuestro estudio el enfoque de mosaico (Clark y Moss, 2001)—o multimétodo.[3] Por ello, este estudio consistió en tres actividades, pero la segunda actividad involucró cuatro fases.
La primera actividad consistió en realizar un grupo focal con los niños aripaeños seleccionados, para 1. desarrollar y establecer una confianza (rapport) mutua entre las partes, es decir, el equipo de investigadores y los niños aripaeños; 2. obtener una opinión concertada de los linderos del pueblo Aripao y su entorno; 3. determinar los contenidos del pueblo, como sus edificaciones, espacios socioproductivos tradicionales, sus animales, sus árboles, sus morichales y otros, y 4. preparar social y emocionalmente a los niños para la segunda actividad programada del estudio.
La segunda actividad consistió en hacer una entrevista formal a cada uno de los niños, de manera individual; este modus operandi se aplicó para evitar que los niños, juntos y de manera colectiva, se influenciaran entre sí al escuchar las respuestas de sus pares (Einarsdottir et al., 2009; Richards, 2003; Thompson, 2002). Dicha entrevista se dividió en cuatro fases. La primera fase se basó en que cada niño contestara la siguiente pregunta: ¿Qué es lo que más te gusta de Aripao? Una vez que el niño respondió, se le entregó una hoja de papel cuadrada de 13 cm × 13 cm y una caja de 12 colores. Se le pidió a cada uno de ellos que hiciera un dibujo al respecto. Al finalizar el dibujo, se procedió con la segunda fase, la cual consistió en hacerles preguntas más específicas, relacionadas con los objetos o elementos dibujados, con el fin de aprehender los significados que el niño o niña asoció a la imagen dibujada (Cox, 1992; Cox, 2005; Kress, 1997; Matthews, 1999; Stanczak, 2007; Wright, 2007). La mayoría de los dibujos representaban un lugar en particular como, por ejemplo, un morichal o la casa familiar, entre otras.
Al finalizar la entrevista sobre el dibujo elaborado, se continuó con la tercera fase. En esta se le pidió a cada niño qué dentro de las cuatro figuras de animales ofrecidas para este estudio, escogiera una a la vez y la colocara sobre aquella área del dibujo que considerara relacionada con el animal seleccionado. A pesar de que el dibujo de cada niño sobre Aripao representó aquel lugar que para él o ella era importante y con el cual se identificó estrechamente, la obtención de los sentimientos o las respuestas subjetivas sobre ese sitio dibujado como sentido(s) de lugar se hizo difícil a través de la implementación de entrevistas estructuradas (Hart, 1979). Por ello, se adoptó la técnica de ubicar figuras de animales (Cone y Pérez, 1986) sobre el lugar dibujado en la hoja de papel, con el fin de aprehender y cerciorar aún más los sentimientos contenidos en él.
Como los animales tienden a desencadenar en los seres humanos múltiples respuestas y generar diversos sentimientos, tanto positivos como negativos, expresados metonímica y metafóricamente, la utilización de figuras de animales en este estudio tuvo precisamente la intención de estimular esas respuestas sobre sentido(s) de lugar. Para cumplir con esta fase, se elaboraron con anterioridad cuatro figuras de animales (Fotografía 1), en madera liviana, tipo balsa, y pintadas con tempera de acuerdo a los colores característicos del animal en cuestión, con el fin de estimular repuestas relacionadas a sentimientos o emociones personales sobre lo dibujado (Cone y Pérez, 1986). Por ello, los animales que se escogieron tenían que ser representativos de la vida cotidiana de los niños aripeños, es decir, pertenecer y ser parte del entorno socio-ambiental habitado por ellos, así como contener asociaciones simbólico-culturales para ellos; estos fueron: un tigre, un cerdo, una culebra y un loro, con el fin de desencadenar personajes tradicionales como héroe, tonto, tramposo y charlatán, respectivamente. Cuando cada niño culminó de colocar las 4 figuras de animales sobre las áreas de su dibujo, se procedió con la cuarta o última fase de esta segunda actividad. Se le preguntó a cada uno de ellos que explicara la ubicación de cada una de estas figuras de animales que colocó sobre el área de su dibujo.
Fotografía 1: Figuras de animales
Fuente: fotografía tomada por Yuliz Cañas
La tercera y última actividad consistió en pedirle a cada niño que nos llevara y nos mostrara un lugar en el pueblo que él o ella consideraba como muy especial para sí; y estando allí, tomara una foto con la cámara que le facilitamos. Posteriormente, se le solicitó a cada uno de ellos que explicara su selección del lugar.
Un breve recuento: Aripao en contexto
Los aripaeños son descendientes de aquellos negros cimarrones que huyeron de las plantaciones coloniales holandesas de Demerara (Fernández, 1995; Wickman y Crevaux, 1988) o Surinam (López-Borreguero, 1875) aproximadamente a mediados del siglo XVIII. A ellos quizás se les unieron otros negros cimarrones que albergaban en las áreas transitadas durante su trayectoria, desde lo que hoy conocemos como la República de Guyana y Surinam hasta la región del Bajo Río Caura, República Bolivariana de Venezuela (Pérez, 2000; 2002). Después de haber conformado varios asentamientos, como San Luis de Guaraguaraico, Corocito, Pueblo Viejo de Puerto Cabello y Pueblo Viejo de Aripao, en las riberas del río Caura con el fin de encontrar mejores recursos de agua y mantener su libertad fuera del sistema esclavista, se estima que la llegada de este grupo afrodescendiente a lo que hoy conocemos como Aripao, ocurrió hacia finales del siglo XIX o principios del XX.
El pueblo de Aripao está ubicado en las riberas del margen derecho del Bajo Río Caura (ver Figura 1). Situado en sabanas, cubierto o escondido por una gran arboleda o «mata» de diversas especies de árboles, como la sarrapia (Dipteryx odorata (Aubl.) Willd), el mango (Mangifera indica L., 1753, non Blume, 1827 nec Wall., 1847) y la Ceiba (Ceiba pentandra (L.) Gaertn, 1791), y bordeado en todo su alrededor por numerosos caños, riachuelos, lagunas y morichales, bosques tropicales húmedos al sur y el río Caura al oeste, este espacio se erigió como comunidad y se transformó en «hogar» por y para aquellos aripaeños quienes se establecieron gradualmente de manera sedentaria a principios de la década de los sesenta del siglo XX. Fue durante este período que la construcción de una carretera de asfalto de aproximadamente 4 km entre la comunidad y la carretera principal (Troncal 19) que comunica a Ciudad Bolívar (capital del estado Bolívar) con Caicara del Orinoco (ver Figura 1), fungió de «puerta» que los conectó de forma directa con el mundo exterior (Pérez, 1997; 2002). Como resultado, ellos obtuvieron acceso progresivo a bienes y servicios gubernamentales, como viviendas rurales, dispensario de salud, escuela primaria, electricidad, agua directa a sus hogares desde el morichal Patiecito, servicios de telecomunicación (telefonía, radio y televisión), etcétera. Se abrieron empleos gubernamentales a través de los cuales se convirtieron en servidores públicos (bedeles, maestros, policías, personal de oficinas), mientras que otros aripaeños se insertaron como pequeños empresarios dentro y fuera del pueblo.
Diseñada al estilo colonial a principios de la década de los sesenta, esta comunidad se ha mantenido con una población más o menos de trescientos habitantes,[4] esparcidos en un pueblo de no más de 0.06 km2 (Figura 2), desde 1994. A pesar de los cambios socioculturales experimentados desde mediados del siglo XX hasta el presente,[5] los aripaeños aún practican sus actividades de subsistencia tradicional, como la pesca, la cacería, la agricultura itinerante, la ganadería, la cría avícola y porcina, y la recolección de recursos forestales no maderables (RFNM), como lo son el fruto de la palma de moriche (Mauritia flexuosa), y el del árbol de sarrapia (Dipteryx odorata (Aubl.) Willd), entre otros.
Figura 2: Plano del pueblo de Aripao
Fuente: elaborado por Steven Johnson
Resultados
Los dibujos
Los niños aripaeños que participaron en este estudio definieron seis categorías de lugar, los cuales transformaron en sentido(s) de lugar de acuerdo a lo que significa Aripao para cada uno de ellos: 1. morichal, 2. casa familiar, 3. escuela primaria, 4. árbol, 5. pueblo y 6. cancha deportiva al aire libre. Entre estos referentes, dos del ámbito natural (morichal y árbol) y cuatro del contorno cultural (casa, escuela, pueblo y cancha deportiva), prevalecieron notoriamente tres lugares: 1. el morichal dibujado por 12/25 niños; 2. la casa familiar, por 5/25; 3. la escuela, por 3/25, y 4. el árbol y el pueblo que empataron con 2/25, respectivamente. La cancha deportiva solo fue dibujada por un participante, un niño de 8 años.
Las interpretaciones ofrecidas se derivaron particularmente de las asociaciones metonímicas y metafóricas que los niños hicieron en torno a los referentes espaciales naturales y culturales dibujados y con los cuales dotaron de sentido(s) de lugar a estos espacios. El morichal Patiecito fue el más dibujado (Dibujo 1). Para una gran mayoría de ellos, Patiecito es un lugar que se visita a diario y más aún durante los días de asueto (carnavales, semana santa, fiestas patronales y nacionales) en compañía de familiares y amigos.
(Me gusta) bañarme, pescar, divertirme, jugar con mis amigos porque es muy divertido y no andamos en la calle, sino qué si uno tiene calor, vamos al río (niño aripaeño, 11 años de edad).
Dibujo 1: Morichal
Fuente: dibujado por niña aripaeña, 11 años de edad
De acuerdo a estos niños aripaeños, el morichal es un lugar idóneo, divertido y práctico para disfrutar, jugar, bañarse, refrescarse e, incluso, para llevar a cabo quehaceres del hogar cuando hay falla de suministro de agua que proviene de uno de los morichales, conocido como Patiecito, hacia los hogares aripaeños. Cuando esta falla sucede, los niños colaboran con sus padres en lavar la ropa, así como en recoger agua con tobos plásticos para el uso diario en el hogar. Además de ser un espacio que les permite aprender y practicar habilidades de cacería y pesca, estos niños también ayudan a sus padres y familiares a recolectar los frutos de las palmas de moriches que caen en el agua del morichal durante el período anual de la recolección (entre los meses de julio y septiembre).
No obstante, el morichal también tiene otra faceta. Los niños aripaeños creen que los morichales, como Patiecito, son lugares sagrados y a su vez, peligrosos.
…no podrías dormir en la noche…porque sale muchas cosas…las culebras, los encantos, los duendes, las babas… (niña aripaeña, 11 años de edad).
Ellos relatan que en los morichales se encuentran supuestamente una culebra (una boa constrictora, Boa constrictor Linnaeus, 1758), la cual vive dentro del agua por ser la cuidadora y protectora del morichal; y si su muerte es provocada, el morichal se secaría por siempre. Asimismo, los niños aripaeños comentan que los morichales también cuentan con la presencia de encantos y otras criaturas sobrenaturales. Con el fin de evitar consecuencias negativas, como la desaparición o la muerte de una persona, niño o joven adulto, ante el encuentro con alguno de estos seres sobrenaturales, los padres o representantes enfatizan a sus hijos en respetar y seguir los prescritos y proscritos culturales del comportamiento humano que atañen a los morichales.
La segunda categoría de lugar fue la casa familiar, es decir, 5 de 25 niños dibujaron su casa (Dibujo 2). Para ellos, su casa es más que la suma de sus partes, es decir, más allá de la construcción misma. En ella se incorpora y se extiende dentro de sus linderos todo aquello como el porche o el frente de la casa, la acera del frente, el patio de atrás o el solar, la churuata, los árboles frutales y no frutales, los animales de cría (porcino o avícola), familiares y amigos.
…es el lugar que me gusta; está mi familia, mamá, hermano, papá, abuelo, abuela… (niño aripaeño, 12 años de edad).
Dibujo 2: Casa familiar
Fuente: dibujado por niño aripaeño, 12 años de edad
Según los niños aripaeños, la mayoría de la gente del pueblo pasa más tiempo en los espacios fuera o alrededor de la casa que adentro; el interior de la casa más bien se ocupa ya tarde, en la noche, cuando se van a recoger y a dormir. Los alrededores de la casa son utilizados cotidianamente para atender a los animales de corral (cochinos o gallinas) y a los animales que fungen como mascotas (loros, perros, gatos, tortugas, etc.), buscar fresco y sombra debajo de los árboles cuando hace mucho sol o calor, arreglar aparatos eléctricos o cosas de la casa, cocinar en leña, comer, merendar, limpiar el patio, regar las matas y los árboles, descansar, conversar o jugar con los miembros de la familia que habitan en el hogar y muchas veces también socializar con familiares y amigos que vienen a visitar. Además de divertirse y jugar, los niños no solo ayudan a los mayores (padres o abuelos) en las tareas diarias del mantenimiento del hogar, sino que también aprenden sobre cómo llevar a cabo estos quehaceres cotidianos.
La escuela fue la tercera categoría dibujada (Dibujo 3). Los tres niños que la dibujaron se refirieron a este espacio como el lugar de aprendizaje; es donde van a estudiar asignaturas, como matemáticas, ciencias naturales y sociales. Además de estudiar, también participan en actividades deportivas y en juegos infantiles que comparten con sus compañeros escolares durante los recreos o recesos.
(La dibujé) porque es linda y yo estudio allí; y muchos niños también estudian… Estudiar, jugar con mis compañeros… (niña aripaeña, 10 años de edad).
Dibujo 3: Escuela
Fuente: dibujada por niña aripaeña, 10 años de edad
Para ellos, la escuela es un lugar de aprendizaje, además de ofrecer un ambiente de tranquilidad y relajación para compartir con sus maestros y amigos.
Las otras tres categorías restantes fueron: 1. el árbol, 2. el pueblo y 3. la cancha deportiva (Dibujos 4, 5 y 6); las dos primeras quedaron empatadas, ya que cada una fue dibujada por 2 niños de 25 en total; y la cancha solo por un niño.
(Dibujé los árboles frutales) …porque me gusta la pumalaca y la sarrapia…para comer… Puedo jugar porque hay sombra (niño aripaeño, 7 años de edad).
(Dibujé el pueblo)…porque me encanta… porque hay río, hay pesca, hay laguna, también hay el Caura… casas, churuatas, árboles… (niño aripaeño, 7 años de edad).
Dibujo 4: Árbol
Fuente: dibujado por niño aripaeño, 7 años de edad
Dibujo 5: Pueblo
Fuente: dibujado por niña aripaeña, 10 años de edad
Dibujo 6: Cancha deportiva
Fuente: dibujado por niño aripaeño, 8 años de edad
Los árboles, sobre todo los frutales, fueron percibidos como elementos de la naturaleza que proveen fresco, sombra y alimento (fruta). Y el pueblo fue considerado como un todo, es decir, encierra los árboles, las casas, los morichales, los parques, la plaza, la escuela y otras estructuras.
Las figuras de animales y su ubicación
Se utilizó la figura de un loro, un cochino, un tigre y una culebra, con el fin de estimular repuestas relacionadas a sentimientos o emociones personales sobre lo dibujado como sentido(s) de lugar. Sin necesariamente conocer el(los) significado(s) que los niños aripaeños atribuyen a estos animales, tanto la ubicación de las figuras, así como las explicaciones ofrecidas al respecto, fueron bastante consistentes con las asociaciones culturales conocidas a nivel metonímico y metafórico. La mayoría de los niños percibieron al loro como un personaje libre, inofensivo y cercano a ellos; lo ubicaron en las ramas de aquel árbol que estuviese más próximo al espacio más utilizado por ellos o por cualquier otro aripaeño, ya sea dentro del contexto del morichal, la casa, la escuela, el pueblo o la cancha de deportes. El cochino fue concebido como una criatura que depende del barro, el agua y el entorno humano; fue colocado tomando agua del morichal o posicionado en el patio de tierra de la casa, la escuela o el pueblo. El tigre fue visto como un extraño, apartado de ese entorno y lazo familiar, infunde en ellos un sentido de autoridad, respeto, peligro o alerta; la figura de este animal fue situada, por un lado, en el morichal, bebiendo agua o en el monte, y, por otro lado, en las afueras de la casa, la escuela o del pueblo, es decir, en el monte o la sabana. La culebra fue asociada con el agua, es decir, perteneciente a ese entorno natural, pero a su vez a lo sobrenatural; en ambos entornos, dicho ente provoca en ellos sentimientos de aprehensión, incertidumbre o miedo. Por esta razón, ella imbuye respeto a lo (des)conocido, y, por ende, representa el control y poder sobre el lugar que supuestamente tiene bajo su dominio, ya sea en el que vive o se encuentra. Mientras que la culebra fue colocada principalmente en el agua y el tigre en el monte o sabana, cerca del morichal (Fotografía 2), a ambos los posicionaron sobre todo en el monte o la sabana, es decir, lejos de ese lugar dibujado y asociado en particular al entorno humano, como la casa familiar, la escuela o el pueblo (Fotografía 3).
Fotografía 2: Ubicación de la culebra en el agua
Fuente: fotografía tomada por Yuliz Cañas
Fotografía 3: Ubicación de la culebra y el tigre en el monte
Fuente: fotografía tomada por Karina Estraño
Desde el punto de vista de los niños aripaeños y, en sentido literal o más bien metonímico, los animales también representaron elementos bien concretos, asociados de manera directa a su hábitat. El árbol, por ejemplo, está asociado al loro; el área de tierra o barro al cochino; el monte o la sabana al tigre, y el agua a la culebra. Igualmente se pudo observar que aquellos niños que dibujaron el morichal como el lugar de Aripao más apreciado por ellos, esta elección les propició quizás el contexto más idóneo en donde posicionar, literal o metonímicamente, las figuras de los animales de acuerdo al nicho ecológico perteneciente a la especie de animal y su hábitat; ellos ubicaron al loro en el árbol, al cochino tomando agua del morichal, al tigre en el monte y a la culebra en el agua. Mientras que el morichal quizás fue ese lugar dibujado que coincidió y le facilitó a ese grupo de niños ubicar a las figuras de animales de acuerdo a esa asociación metonímica animal-hábitat (ver Fotografía 2), se notó una gran creatividad en las respuestas ofrecidas por los otros niños, quienes dibujaron la casa, la escuela, el árbol, el pueblo o la cancha de deportes, por no coincidir con esa relación metonímica animal-hábitat. Mientras que los lugares dibujados por los niños aripaeños se acercaban a ese entorno humano (la casa, la escuela, el pueblo o la cancha de deportes), más se distorsionaban sus respuestas de una posible asociación metonímica animal-hábitat (Fotografía 4). Y en esta misma tónica entre lo metonímico y lo metafórico, la mayoría de los niños aripaeños colocaron sobre sus dibujos las figuras de animales de acuerdo a la asociación predador-presa, es decir, en torno a la cadena alimentaria reflejada en la noción de cacería; los niños aripaeños, por ejemplo, colocaron a los depredadores —el tigre y la culebra— lejos del loro y el cochino porque «si no, se los comían» (Fotografía 5).
Fotografía 4: Distorsión de la ubicación de los animales
Fuente: fotografía tomada por Yuliz Cañas
Fotografía 5: Noción de cadena alimentaria
FFuente: fotografía tomada por Yuliz Cañas
La visita a un lugar favorito
Los resultados obtenidos de la visita hecha por cada niño y niña aripaeña a su lugar favorito, indican que la mayoría de los niños aripaeños escogieron la casa (9/25 niños) y, en segundo lugar, el morichal (7/25) —(Fotografías 6 y 7)—.[6]
(Mi casa) es especial porque me siento bien (niño aripaeño, 7 años de edad).
Mi casa porque me protege de todo y de la lluvia (niña aripaeña, 11 años de edad).
Mamá es lo más especial (niño aripaeño, 12 años de edad).
Mi abuela, mi casa. Es mi favorito porque ahí duermo (niño aripaeño, 10 años de edad).
Fotografía 6: Casa familiar
Fuente: fotografía tomada por niña aripaeña de 11 años
Fotografía 7: Morichal
Fuente: fotografía tomada por niño aripaeño 9 años
A pesar de que en este caso el hogar familiar obtuvo mayoría como sentido(s) de lugar, la diferencia con el morichal no fue significativa. Ambos lugares siguen prevaleciendo como importantes sentido(s) de lugar para los niños aripaeños.
Discusión
Los resultados obtenidos de este estudio han definido, por lo menos, tres temas para su discusión. El primero se relaciona con el paisaje histórico-cultural de Aripao. El paisaje histórico-cultural se define como
la existencia física de ciertos elementos de la naturaleza —como los árboles, los recursos de agua y los animales— y elementos en la naturaleza, como la cultura material. El paisaje histórico abarca «eventos del pasado» y les da a los aripaeños un sentido de arraigo, mientras encarna nuevos hitos de su actualidad. Cuando los aripaeños cuentan su historia, el paisaje no es solo un punto de referencia; este también es parte de su historia cultural (Pérez, 1995, p.132).[7]
De ahí se desprende ese conocimiento sobre el pasado histórico-cultural aripaeño trasmitido de generación en generación a través de la oralidad. Y los niños aripaeños son un gran ejemplo de esa generación que, como esponjas, han absorbido gradualmente ese conocimiento de quienes fueron sus ancestros, de dónde vinieron, qué hicieron, adónde se establecieron, así como quiénes son ellos y hacia dónde van. Todos esos elementos dibujados y visitados como sentido(s) de lugar reflejan esos conocimientos y saberes, así como las creencias y prácticas de todos aquellos que hicieron vida en el pasado aripaeño, muchos de los cuales aún perduran entre los mismos aripaeños en el presente.
Cada uno de los distintos lugares dibujados y visitados tiene algo que expresar. Entre los principales espacios mencionados que marcan ese paisaje histórico-cultural se encuentran los árboles como sentido(s) de lugar, los cuales metonímica y metafóricamente encubren y esconden de los enemigos o extraños, protegen y resguardan de los depredadores, cubren y arropan del sol y calor, proveen y alimentan de frutos, entre otros, a los ancestros, negros cimarrones, y a sus descendientes, los aripaeños de hoy. El otro elemento se reduce a los morichales, ríos, caños y riachuelos, los cuales caracterizan esa necesidad e interés por parte de aquellos negros cimarrones y de los aripaeños de hoy de establecerse en un lugar que les ofrezca sentido(s) de lugar, es decir, de acuerdo a su aprovechamiento de los diversos recursos de agua encontrados. El agua como eje vital, principal y transversal para la vida de los aripaeños, ha sido utilizado por ellos para la navegación, la comunicación con otros pueblos, la diversión, la higiene corporal, la pesca, la hidratación y, a su vez, ha servido también como una fuente de creencias (la culebra como la sangre vital de los morichales, los encantos, los duendes, los espíritus, etc.) que obliga al cumplimiento de ciertos comportamientos, con el fin de preservar y conservar estos ecosistemas hídricos. El tercer elemento significativo es la casa familiar. Este elemento cultural se entiende como representativo de un proceso continuo de etnogénesis, es decir, la (re)creación, producción y reproducción de la cultura aripaeña, desde la esclavitud hasta el día de hoy, y cuyo continuum incluye el período del cimarronaje y el del sedentarismo, entre otros. Además de representar un lugar cómodo, tranquilo y seguro, la casa implica el acogimiento de una vida más sedentaria, pero sin dejar de practicar sus actividades de subsistencia tradicional, como lo son la pesca, la cacería, la agricultura itinerante, la cría avícola o porcina, y la recolección de recursos naturales no maderable como el moriche y la sarrapia, entre otros, con el fin de asegurar y garantizar su sobrevivencia física y cultural.
La segunda temática se refiere al pueblo de Aripao como una unidad de significados múltiples e integrados. Aripao viene siendo como la casa grande, es decir, ese sentido(s) de lugar dentro del cual todo aquel que sea aripaeño, pertenece. Este pueblo no solo está rodeado de recursos de agua (morichales, caños, riachuelos, lagunas y el río Caura), sabanas y bosques, sino que también está cubierto por las copas de las distintas especies de árboles que forman, de una manera conjunta, una gigantesca sombrilla que lo tapa prácticamente por completo. Y dentro de él se encuentran sus variadas y distintas edificaciones, sus calles, su gente, sus mascotas, sus animales, sus áreas de esparcimiento, etcétera.
Pero como sentido(s) de lugar, Aripao también está compuesto de esos otros sentido(s) de lugar, como 1. las distintas edificaciones que la componen (casas, escuela, junta parroquial, iglesias, plaza, bodega, biblioteca, dispensario de salud, pista de baile, etc.); 2. espacios productivos (morichales, lagunas, río Caura, sabanas, bosques, potrero, etc.); 3. morichales (Patiecito, Paso Abajo, Morichito, etc.), y 4. especies de árboles (ceiba, sarrapia, mango, palma de moriche, palma de corocito, mata de plátano, etc.). Muchos de estos lugares fueron dibujados de manera individual por los niños aripaeños que participaron en este estudio; ellos dibujaron el morichal, la casa familiar, la escuela, el árbol, el pueblo o la cancha de deportes; pero mientras lo dibujaba, cada niño o niña fue construyendo los significados de aquel lugar escogido, al cual representó, dándole sentido(s) de lugar a través de la incorporación de aquellos elementos de o en la naturaleza. Y a través de la construcción de significados, cada lugar develó, como «sentido(s) de lugar», una estrecha relación con los quehaceres diarios de los aripaeños en el pueblo de Aripao.
Sin descartar la posibilidad de la existencia de otras adicionales, encontramos que una tercera temática tiene que ver con esas asociaciones simbólicas encontradas, reflejadas e interpretadas en torno a la relación que los niños de Aripao supuestamente tienen con esos referentes espaciales o lugares naturales y culturales dibujados, el posicionamiento de las figuras de los animales o el lugar favorito visitado y fotografiado. Algunas de las principales asociaciones simbólicas encontradas son aquellas entre lo natural y lo cultural, lo sagrado y lo secular, lo público y lo privado, lo lejano y lo cercano al ser humano, lo extraño y lo familiar, entre otros. De ahí se desprende que quizás no es una sorpresa que el morichal y la casa familiar hayan sido los dos referentes más dibujados y, aunque su asociación simbólica se perciba como opuesta o contradictoria, ambas son también complementarias como sentido(s) de lugar. Mientras que el morichal pertenece a la naturaleza, la casa familiar se encuentra en el ámbito cultural; el morichal es concebido como un lugar público, en donde convergen familiares, amigos, vecinos, conocidos y extraños, ya sea por diversión, recolección del fruto de moriche o la práctica de otra actividad; y debido a las prescripciones y proscripciones culturales que le atañen, el morichal se torna en un lugar sagrado, peligroso, lejano al ser humano y extraño. La casa familiar es percibida como un lugar privado y secular, en donde conviven miembros de un grupo familiar, ya sea de tipo nuclear o extendido, quienes además se relacionan con la visita de amigos o de algún vecino cercano; y por ser el seno del hogar, la casa se caracteriza más bien como un lugar privado, inofensivo, cercano al ser humano y familiar. Pero, de acuerdo a la asociación simbólica que existe entre ambos y en contraste con los otros lugares dibujados, estos comparten un ámbito social en donde se encuentran niños y adultos, familiares, amigos o vecinos en el ejercicio de diversas actividades, además de servir como escenario en el proceso de socialización informal con los niños.
A partir de esta asociación simbólica entre el morichal y la casa familiar, quizás se puede también presumir el posicionamiento simbólico entre ellos y los otros lugares dibujados por los niños aripaeños. El pueblo, por ejemplo, constituye un todo, desde representar un referente natural (con bosques y sabanas, árboles y animales silvestres, morichales, caños, riachuelos, lagunas y ríos) hasta uno cultural (con casas, calles, iglesias, escuela, dispensario de saludo, plaza, bodega, biblioteca, etc.), en donde rige una serie de prescripciones y proscripciones culturales aripaeña. En su contraste, se halla la escuela primaria, un lugar en donde los niños reciben una socialización formal basada en una relación entre adultos y niños o maestros y estudiantes de primaria. Asimismo, los niños aripaeños no solo dibujaron árboles como el lugar que más les gusta de Aripao, sino también la cancha deportiva al aire libre. Mientras que los árboles son referentes de la naturaleza, proveedores de alimentos (frutos) y elementos protectores y de resguardo ante las arbitrariedades climáticas (sol, calor, lluvia, etc.) a nivel individual, la cancha de deportes es un referente cultural que agrupa amigos para la práctica de un deporte en particular (básquetbol, futbolito).
De acuerdo a este análisis de los resultados obtenidos, la asociación simbólica sería, por ejemplo, morichal~casa::pueblo~escuela, pueblo~escuela::árbol~cancha deportiva, o morichal~casa::árbol~cancha deportiva, pero según la selección arbitraria de las características que definen dicha asociación o relación; algunas de las características elegidas están entre naturaleza-cultura; público-privado; sagrado-secular; lejano-cercano al ser humano; y extraño-familiar. Estas asociaciones simbólicas pueden ser visualizadas de la siguiente manera (Diagrama 1):
Diagrama 1: Asociaciones simbólicas entre sentido(s) de lugar
Fuente: elaborado por Berta E. Pérez
Conclusión
Los resultados obtenidos en este estudio no difieren mucho de lo que Aripao significó para Susana, la niña aripaeña de 7 años a quien mencionamos en la introducción; según ella:
Aripao tiene muchos árboles.
Aripao tiene ríos.
Aripao, viven muchos negros.
Aripao, vive mi abuela.
Estoy combinada con ellos.
Los niños aripaeños que participaron en este estudio le atribuyeron a Aripao significados de sentido(s) de lugar, ya sea al pueblo en su totalidad o a los distintos sitios dentro de él. Estos significados representan los conocimientos, percepciones, actitudes e intereses que los niños aripaeños tienen al respecto y que son culturalmente reveladores.
Con el fin de capturar esos sentimientos profundos compartidos por los niños sobre Aripao, se decidió implementar el enfoque de mosaico (Clark y Moss, 2001) —o multimétodo—. La conjugación de los dibujos, la colocación de las figuras de animales sobre el lugar dibujado y la visita del lugar favorito, incluyendo su fotografía, arrojó resultados importantes sobre los sentido(s) de lugar que reflejan estrechos vínculos de arraigo histórico-cultural e identidad étnico-racial que ellos comparten como y con otros aripaeños. Muchos de los elementos naturales y culturales dibujados por los niños resaltan ese paisaje histórico-cultural que representa ese pasado cimarrón de sus ancestros en búsqueda de un asentamiento que garantizara diversos recursos de agua, protección y seguridad, con promesas de libertad; de ahí, sus dibujos de morichales, casas familiares, árboles y el pueblo como una unidad integral. Y a través de las entrevistas formales, la mayoría de los niños aripaeños manifestaron su profunda relación con los morichales y su gran apego hacia su mamá, su familia o su casa familiar en general.
Asimismo, Aripao no es solo un pueblo o una comunidad. Para los niños, Aripao es una «gran casa», es decir, una unidad con significados múltiples e integrales. En ella los niños transitan libremente, caminando o corriendo, solos o acompañados con otro(s) niño(s) o adulto(s), de un lugar a otro, sin alguna aprehensión o inseguridad. Mientras que algunos elementos naturales o culturales se mantienen como referentes de sentido(s) de lugar —como ejemplos, los morichales y las casas familiares—, otros pasaron a un segundo plano. Dos ejemplos de este último caso son la cancha deportiva y la Plaza Bolívar del pueblo, los cuales en algún momento fueron bastante frecuentados por los niños del pueblo. Solo uno de los 25 niños aripaeños que participaron en este estudio dibujó la cancha deportiva y ningún otro niño hizo mención a ambos lugares anteriormente frecuentados.[8] Estos cambios socioculturales relacionados con esos sitios específicos de Aripao que tuvieron en su momento sentido(s) de lugar serían temas para otros estudios.
Igualmente, consideramos que los resultados obtenidos de esta investigación son solo preliminares debido al largo tiempo que transcurrió entre la culminación de este estudio y la elaboración de este manuscrito para su publicación. Por ello, se sugiere realizar nuevas investigaciones al respecto, con el fin de corroborar los resultados obtenidos de este estudio, obtener una mayor correlación entre las variables seleccionadas (sexo y grupo etario), ofrecer resultados más ponderados a la realidad estudiada o constatar tanto la continuidad como el cambio de conocimientos, percepciones, actitudes e intereses que los niños tienen de Aripao como sentido(s) de lugar a través de los años o entre las distintas generaciones.
Pero sí es importante resaltar que la mayoría de los habitantes de Aripao constituye, literal y metafóricamente, una gran familia y, por ende, se cuidan unos a otros. Y solo ellos conocen en profundidad aquellos secretos que Aripao encierra.
Agradecimientos
La autora agradece al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), por su apoyo académico y financiero que permitió la culminación de este manuscrito como resultado de los numerosos trabajos de campo llevados a cabo en Aripao, comunidad de descendientes cimarrones, ubicada en el Bajo Río Caura, estado Bolívar, Venezuela. Asimismo, las gracias a Yuliz Cañas, Rona Villalba y Alexander Johnson, quienes acompañaron independientemente a la autora en el recorrido de la elaboración de este manuscrito, mediante sugerencias, comentarios, críticas constructivas, apoyo técnico, edición y diagramación en el texto, así como correcciones editoriales de este. Pero solo la autora es responsable del contenido de este manuscrito. También, se extienden los agradecimientos a Yuliz Cañas y Karina Estraño por la recolección de los datos, la entrega del informe de trabajo de campo respectivo y las fotografías tomadas durante el trabajo de campo en Aripao (28 de abril-10 de mayo de 2013) e, igualmente, a Yheicar Bernal y a Steven Johnson por la elaboración del mapa y el plano, respectivamente.
Referencias
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Contribución de los autores (Taxonomía CRediT): 1. Conceptualización; 2. Curaduría de datos; 3. Análisis formal; 4. Adquisición de fondos; 5. Investigación; 6. Metodología; 7. Administración del proyecto; 8. Recursos; 9. Software; 10. Supervisión; 11. Validación; 12. Visualización; 13. Redacción: borrador original; 14. Redacción: revisión y edición. B. E. P. contribuyó en 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14.
Editado por: El comité editorial ejecutivo Juan Scuro, Pilar Uriarte, Victoria Evia y Martina García aprobó este artículo.
Nota: El conjunto de datos que apoya los resultados de este estudio no se encuentra disponible.
[1] Nombre ficticio, con el fin de proteger su identidad.
[2] «…the experiential and expressive ways places are known, imagined, yearned for, held, remembered, voiced, lived, contested and struggled over; and the multiple ways places are metonymically and metaphorically tied to identities». Traducción del inglés al español hecha por la autora.
[3] Con este enfoque, es posible utilizar distintos métodos, técnicas y herramientas (dibujos, mapas mentales, fotografías, recorridos o paseos, juegos, cuestionarios, etc., además de la observación participativa y entrevistas grupales o individuales) para acceder, recolectar y documentar con mayor facilidad y precisión, particularmente en niños, las percepciones y actitudes que ellos tienen sobre su propio entorno social o ambiental.
[4] El resto de la población aripaeña se encuentra distribuida en otras ciudades, como Ciudad Bolívar, El Tigre (estado Anzoátegui), Maracay (estado Aragua) y Caracas (Distrito Capital). Sin embargo, es importante aclarar que el número total de habitantes en Aripao se ha mantenido prácticamente estable (entre 1994 y 2018) y esto se explica a través de lo que he denominado «migración circular» (Pérez 2002, p. 535, n. 26). Mientras que una parte de la población aripaeña (tercera edad, generación productiva y universitaria) emigra hacia otras ciudades en busca de mejores servicios de salud, ofertas de trabajo y estudios universitarios, respectivamente, algunos de ellos (la generación productiva y la universitaria) regresan para 1. quedarse por problemas económicos, necesidad de apoyo familiar o sentirse más identificados con un estilo de vida rural, o 2. dejar a sus hijos menores de edad con sus tíos o abuelos, con el fin de que reciban una educación formal (primaria y secundaria), además de la informal o cultural. Referirse también a la nota siguiente (número 5) sobre el incremento de la población en Aripao para los años 2018 a 2023.
[5] Algunos de los cambios socioculturales vividos por los aripaeños, serían los ya mencionados aquí como la introducción de aquellos elementos de la modernidad adquiridos por y para el pueblo a partir de la década de los años sesenta. Pero también los aripaeños han sentido, por ejemplo, el impacto de la crisis económica nacional a partir de la mitad de la segunda década del siglo XXI, el cual ha sido reflejado de diversas maneras; entre éstas se tiene la penetración de la minería ilegal en el Bajo Río Caura y el retorno de muchos aripaeños a su pueblo, Aripao, con el fin de sobrevivir por medio de la práctica de las actividades tradicionales de subsistencia, de la búsqueda de apoyo familiar o la creación de nuevos emprendimientos.
[6] Es importante mencionar que, entre aquellos lugares favoritos seleccionados, se incluyó a mamá como la figura simbólica del hogar o representativa a la casa familiar, así como al río Caura que, como el morichal, es otro recurso hídrico e igualmente, representativo de encantos, duendes, etc., que genera percepciones y actitudes de respeto y cautela.
[7] «…as the physical existence of certain elements of nature—such as trees, water resources, and animals—and elements in nature, such as material culture. Historical landscape embraces ‘events of the past’ and gives the Aripaeños a sense of rootedness, while embodying new landmarks of their present affairs. When Aripaeños recount their history, their landscape is not only a reference point; it is also a part of their cultural history». Traducción del inglés al español hecha por la autora.
[8] Este resultado es contrario a la existencia y el uso del estadio en la entrada principal del pueblo. Varios niños lo mencionaron, pero ninguno lo dibujó.