DOI: 10.29112/ruae.v10i1.2432
Dossier
Un ethos del
esfuerzo y de la humildad. Configuraciones simbólicas en el marco del trabajo
hospitalario por parte de practicantes de reiki (Ciudad de Buenos Aires)
An Ethos of Effort and Humility: Symbolic Configurations within the
Context of Hospital Work by Reiki Practitioners (City of Buenos Aires)
Um Ethos de Esforço e Humildade: Configurações
Simbólicas no Contexto do Trabalho Hospitalar por Praticantes de reiki (Cidade de
Buenos Aires)
Mariana
Bordes1 ORCID: 0000000180469105
Mercedes
Saizar2 ORCID: 0000-0002-5447-598X
1 Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas. Escuela Interdisciplinaria de Altos
Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires, Argentina.
marubordes@gmail.com
2 Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas. Centro Argentino de Etnología
Americana. mercedessaizar@conicet.gov.ar
Resumen
El artículo explora un
aspecto del fenómeno relativo a la creciente presencia de las llamadas
medicinas alternativas o no convencionales de raigambre oriental en el ámbito
de atención de la salud oficial en la Ciudad de Buenos Aires: el que refiere a
los procesos de adecuación, reapropiación y ajuste que estas prácticas no biomédicas
operan en pos de permanecer en estos espacios. A
partir de una investigación de enfoque interpretativo y cualitativo,
mediante el análisis de materiales originales proveniente de entrevistas
semidirigidas y observación participante/no participante, el artículo focaliza
en la perspectiva delineada por parte de un grupo de practicantes de una
disciplina de raigambre oriental particular —el reiki—. El presente trabajo
explora ciertas convergencias y continuidades entre el repertorio simbólico de
esta disciplina oriental y el modo en que se plantea el ejercicio de la
práctica, y las constricciones, límites e imposiciones institucionales y
profesionales que supone el trabajo hospitalario. Lo que tiene como
consecuencia una interpretación del hospital como espacio habilitante, en
el que el desarrollo/reforzamiento de destrezas y una nueva concepción de la
práctica son posibles.
Palabras claves: Medicinas no convencionales de raigambre oriental,
hospitales, reiki, procesos de reapropiación.
Abstract
The article explores one aspect of the phenomenon related to the growing
presence of so-called alternative or non-conventional medicines of eastern
roots in the official health care field in the City of Buenos Aires: the one
that refers to the processes of adaptation, reappropriation and “adjustment”
that these non-biomedical practices operate in order to
remain in these spaces. Based on an interpretative and qualitative research
approach, through the analysis of original materials from semi-directed interviews
and participant/non-participant observation, the article focuses on the
perspective outlined by a group of practitioners of a particular discipline of
Eastern roots: reiki. This work explores certain convergences and continuities
between the symbolic repertoire of this Eastern discipline, how the practice is
posed, and the institutional and professional constraints, limits, and
impositions that hospital work entails. The results interpret the hospital as
an enabling space in which the development/reinforcement of skills and a new
conception of practice are possible.
Keywords: non-conventional medicines of eastern roots, hospitals, reiki, reappropriation
processes.
Resumo
O artigo explora um aspecto do fenômeno
relacionado à crescente presença
das chamadas medicinas alternativas ou não convencionais de origem oriental no campo oficial da saúde
na Cidade de Buenos Aires: aquele que se refere aos processos de adaptação, reapropriação e “ajuste”
que essas práticas não biomédicas operam para
permanecer nesses espaços. Com base em uma abordagem interpretativa e qualitativa
de pesquisa, por meio da análise
de materiais originais de
entrevistas semidirigidas e observação participante/não participante, o artigo enfoca a perspectiva delineada
por um grupo de praticantes
de uma disciplina específica de origem
oriental - o reiki. Este artigo explora certas convergências e continuidades entre o repertório
simbólico desta disciplina oriental e a maneira como a prática é
abordada, e as restrições, limites e imposições institucionais e profissionais que o trabalho hospitalar acarreta. Isso resulta em uma interpretação do hospital como um
espaço facilitador, no qual
o desenvolvimento/reforço
de habilidades e uma nova concepção
de prática são possíveis.
Palavras-chave: medicinas
não convencionais de origem oriental, mospitais, reiki,
processos de reapropriação.
Recibido:
04/11/2024
Aceptado:
10/04/2025
Introducción
La reciente
presencia de medicinas alternativas, alternativas y complementarias o no convencionales
(MNC)[1] de raigambre oriental en hospitales ha dado lugar al
desarrollo de diferentes enfoques que, desde las ciencias sociales, intentan
dilucidar el porqué de esta irrupción en las últimas décadas. En el campo de
los estudios de la religión, se ha señalado la vigencia de procesos más amplios
que remiten a un vuelco en la proyección de sus especialistas. Aquí, Tavares
(1999) indica que en el campo de las «terapias alternativas» se ha operado una
auténtica dislocación de
significados, producto de un proceso de pasaje donde los aspectos
religioso-espirituales han asumido sentidos preponderantemente terapéuticos.
Por su parte, Frigerio (2016) enfatiza cómo la espiritualidad alternativa se ha
independizado respecto de las redes del movimiento Nueva Era, adquiriendo una
popularidad antes impensada en otros ámbitos sociales, como el del consumo y el
mercado, lo que es desarrollado de manera pormenorizada en otros estudios
académicos locales e internacionales (Papalini, 2017;
Semán y Viotti, 2019; Rindfleish,
2005; Toniol, 2018). En lo que respecta a las
ciencias sociales en salud que se enfocan en este tópico, esta irrupción se ha
analizado en relación con los procesos de profesionalización que atraviesan el
campo alternativo. En este sentido la incursión en hospitales forma parte de
una serie de estrategias tendientes a la obtención de mayor reconocimiento en
el ámbito de la atención de la salud oficial y una aspiración a lograr el
estatus de profesional sanitario, a pesar de la posición subordinada y aún
marginal que asumen en estos espacios, tanto desde una perspectiva laboral, profesional
como organizacional (Mizrachi et al., 2005, entre otros).
Un aspecto central
relativo a estas discusiones remite al análisis que versa sobre las condiciones
de posibilidad y las implicancias del acercamiento entre alternativas y
biomedicina, en tanto dos formas disímiles de concebir la salud y la
enfermedad, el rol del terapeuta y la naturaleza de la eficacia de la terapia.
Mientras que algunos autores exponen que los intercambios e interrelaciones
entre ambas son factibles en la medida en que sus sistemas simbólicos pueden
ser homologados (Ning, 2012), otros afirman la inconmensurabilidad
paradigmática que atraviesa a esta relación (Adams et al., 2009). Este debate
cobra relevancia en tanto problematiza el trasfondo epistemológico que subyace
a la inserción de estas terapias otras
en hospitales, que sin dudas genera repercusiones en lo que refiere al grado de
asimilación/subsunción, relativa autonomía o participación integrada que
asumirán en los contextos de su práctica: ¿encontraremos en los hospitales
terapias inexorablemente hibridizadas o domesticadas
(Fadlon, 2006), es decir, despojadas de sus nociones
centrales en pos de encontrar puntos de encuentro con
la medicina oficial?; ¿o bien terapias iguales a sí mismas, inalteradas a pesar
de desplegarse en contextos biomédicos de acuerdo a una lógica paralela? Yendo
un poco más lejos, ¿es posible pensar que su presencia en hospitales exponga —o
incluso motorice— cambios sustanciales en la propia práctica biomédica?
El presente
artículo no pretende saldar estas discusiones, pero sí trazar algunas
interpretaciones que nos permitan reflexionar más allá de los dualismos
esbozados. Para ello, tomamos como punto de partida conceptual el modo en que
el hospital es complejizado desde una serie de enfoques académicos que lo analizan
como una institución atravesada realidades múltiples. En este sentido, si bien representa
la institución por antonomasia de la ortodoxia médica, en el hospital es
posible identificar espacios —intersticiales, en los márgenes, o a modo de
enclaves— en el que la biomedicina convive con, e incluso se retroalimenta de,
prácticas no biomédicas (Street y Coleman 2012). Ya autores como Van der Geest y Finkler
(2004) habían afirmado que el hospital no constituye un reflejo unívoco del establishment biomédico, pero en este trabajo intentaremos
reforzar la idea de cómo emerge en tanto arena de condensación de una serie de marcos
interpretativos desde los cuales se construyen y reconstruyen distintos
significados acerca de la salud, la enfermedad y el cuidado, adquiriendo
especial sentido para los terapeutas no convencionales que allí trabajan.
Con el fin de
explorar esta relación entre MNC y hospital, el presente trabajo se centra en
el análisis de los sentidos implicados en la incursión en estas organizaciones,
que se delinea por parte de un grupo de terapeutas que practican una disciplina
de raigambre oriental particular: el reiki.[2] Nos interesa ahondar específicamente en un aspecto de
estos sentidos: el que remite al modo en que el hospital es percibido como un
espacio de oportunidades que, en distintos niveles, contribuye al
perfeccionamiento del terapeuta, lo que involucra diferentes procesos de
reapropiación de este nosocomio y de las modalidades de trabajo impuestas allí.
En estos procesos, relativos a la construcción de una identidad terapéutica de
rasgos específicos, la formación y práctica adquiridas en las instancias
propias del reiki, se perciben como articuladas, e incluso, potenciadas
en sus alcances, gracias a las experiencias logradas en el espacio
hospitalario. Así, la experiencia hospitalaria no es significada como
expropiación de saberes o pérdida de destrezas, sino que supone una serie de
ajustes y exigencias que los/las refuerzan, en un proceso donde la dimensión
ético-moral de la disciplina ocupa un lugar central.
El artículo se
divide en dos apartados a fin de precisar los diferentes aspectos analíticos
involucrados. Así, en el punto (a) analizamos distintos aspectos relativos a la
formación en reiki como camino (Reiki
do), lo que aparece asociado a una
disposición a la capacitación técnica y espiritual permanente, regida por la
búsqueda por ponerse a prueba a
partir de experiencias concretas en pos de devenir un
«buen reikista»; aquí el hospital adquiere lugar
privilegiado, por la posibilidad de acceso a una multiplicidad de pacientes con
rasgos diferentes, a la vez que emerge como un lugar investido por el dolor y
la muerte que exige rever pautas de acción de la disciplina y establecer
ciertos límites a su práctica (posibilitando una experiencia atravesada por la
idea del esfuerzo que aporta nuevos sentidos a la construcción de una ética del
reiki en el hospital); en el punto (b) proponemos explorar algunos
elementos del repertorio simbólico del reiki y el modo en que se articulan con
el espacio hospitalario, analizando particularmente cómo el hospital refuerza
una ética de la humildad ya presente
en el ideario de la disciplina, donde la gestión del ego, la valoración de la gratuidad y la manifestación de la
gratitud surgen como nociones centrales.
Aspectos
metodológicos
Este artículo se desprende
de un trabajo de investigación más amplio, realizado en el período 2015-2020,
de corte interpretativo y cualitativo (Souza, 2009), focalizado en el estudio de
las dinámicas de inserción, práctica y legitimación de medicinas alternativas en
marcos institucionales biomédicos en Buenos Aires, y financiado por el Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). La propuesta inicial se
orientó a la selección de grupos terapéuticos alternativos que se desempeñaran
en el ámbito sanitario público, específicamente en hospitales, y que se
situaran en el rango de mayor marginación en el sector salud, en términos de su
formación profesional —especialistas que no contaran con titulación médica
universitaria o paramédica—. Los materiales originales que dan sustento a este
artículo provienen de un corpus de datos recogidos en entrevistas semidirigidas
a reikistas que desarrollan sus tareas como
voluntarios en hospitales públicos de la Ciudad de Buenos Aires los cuales, así
como también registros de campo elaborados a partir de observaciones
participantes y no participantes. Con el objetivo de preservar la
confidencialidad de los/las entrevistados/as, omitimos las referencias que
puedan conducir a su identificación, y usamos, para distinguirlos, las siglas
de sus nombres de pila al final de cada viñeta. A lo largo del proceso, nos
atuvimos al procedimiento del consentimiento informado (Lipson, 1994).
Los informantes
forman parte de un grupo de voluntarios de reiki (el cual denominaremos RH),
que se han incorporado a diferentes servicios intrahospitalarios en contextos
de atención de la salud del subsector público-estatal, y que desarrollan sus
tareas bajo la supervisión general de profesionales sanitarios. Al momento del trabajo
de campo, el número total de practicantes voluntarios oscilaba entre 15 y 20,
mientras que las observaciones se realizaron en el marco de su desempeño en dos
hospitales: uno general de agudos, correspondiente a un segundo nivel de atención
y 23 especialidades médicas, en el cual el trabajo de los terapeutas en
cuestión discurría en un espacio destinado a la atención del dolor no oncológico
dependiente del servicio de anestesia; y otro especializado en rehabilitación,
que corresponde a un tercer nivel de atención, con más de sesenta especialidades
para la atención integral del paciente con trastornos neuromotores. Aquí, los reikistas ejecutaban su tarea en una sala de terapia
ocupacional.
El grupo de
voluntarios en cuestión fue concebido para albergar a practicantes de reiki más
allá de las diferentes escuelas de formación a las cuales adscribían. Se trata,
así, de un grupo abierto, que promueve constantes convocatorias para sumar
manos al voluntariado. Su estructura cuenta con una coordinación por parte de
dos reikistas, quienes observan que las normas del
grupo y de la institución sean respetadas, del mismo modo que se encargan de la
gestión de carpetas, el manejo de las redes sociales para difusión y la
capacitación de nuevos voluntarios. El grupo cuenta con una experiencia en
hospitales que, al momento del trabajo de campo, alcanzaba los cuatro años. La
conflictividad organizacional y profesional relativa a la coexistencia entre
MNC y biomedicina, así como las modalidades de trabajo efectivamente asumidas y
las posibilidades de colaboración interprofesional, no son analizadas aquí por
cuestiones de pertinencia y espacio, pero ya las hemos desarrollado de manera
exhaustiva en otros escritos (p. e. Bordes y Saizar,
2018; Bordes, 2020). Empero, podemos señalar que el grupo mencionado cuenta ya
con las experiencias de haber atravesado una situación de expulsión de un
nosocomio, lo que refuerza las estrategias relativas al sostenimiento de un «bajo
perfil», relativas a un monitoreo constante respecto de las acciones que puedan
ser objeto de conflicto a los ojos del personal de salud, maximizando las
posibilidades de sostener su permanencia en el hospital.
Devenir en un «buen
reikista»: el encuentro con el hospital como parte de
un camino
El hospital como
espacio significativo para la capacitación espiritual y técnica del reikista, tiene estrecha relación con la manera en que es
concebido el proceso de aprendizaje/formación de la disciplina. En efecto,
podríamos afirmar que este resulta de la conjunción de dos dimensiones
presentes en la transmisión de conocimiento en terapias alternativas: una
estructurada y una inestructurada. La adquisición de
las competencias necesarias para actuar como canal de energía a través de la
formación se distingue, así, de otras terapias en las que la habilidad para
sanar se concibe en términos de un don innato en el terapeuta, o es atribuida
al desarrollo de la intuición (Stone, 2002), al modo de un sanador lego.
En relación con la
dimensión estructurada, en el caso del reiki existe un consenso que indica que
el proceso de formación completo consta de tres niveles y una maestría, también
llamada nivel 4, más allá de ciertas variantes en virtud de los cambios
que pueden asociarse a las diferentes escuelas y sus identidades de linaje.[3] Cabe señalar, empero, la no necesariedad
de cumplimentar los niveles más avanzados —de hecho, para el caso estudiado, solo
algunos han completado el nivel 3 y pocos refieren haber completado la Maestría—.
Del mismo modo, también se reconocen ciertas variantes en el proceso, sobre
todo relacionadas con el tiempo que debe transcurrir entre la iniciación en un
nivel y el siguiente (algunas escuelas recomiendan un lapso no menor a tres
meses entre la adquisición de un nivel y el siguiente, mientras que otras
ofrecen de manera intensiva toda la formación en el transcurso de una semana).
Todos los niveles comparten aspectos comunes que hacen a las instancias de
aprendizaje de símbolos y técnicas, así como un momento de iniciación. La
iniciación constituye una instancia ritualizada —en términos de Victor Turner— que implica una serie de actividades
estructuradas y simbólicas que tienen lugar en un tiempo y espacio
determinados, marcando un proceso de transición en la vida de los individuos.
En el momento cúlmine de este proceso, el maestro armoniza la energía de los chakras del iniciando y activa simbólicamente las palmas de
sus manos; esto produce un cambio ontológico en el reikista,
quien asume su condición como canal de energía universal, lo que le permitirá
ejercer su rol como terapeuta.
Ahora bien, esta
instancia estructurada de formación se complementa con otra, de carácter inestructurado, la cual se caracteriza por no estar
sometida a la guía de un Maestro en particular, ni tampoco suponer la
asistencia a la Escuela de referencia. Se trata de un momento en la formación
del reikista donde el conocimiento se produce en la
práctica, en su reiteración, bajo un tiempo indeterminado, no estandarizado. La
práctica, como vía de acceso al conocimiento a la manera de la experiencia
clínica, involucra la acumulación de conocimiento «local» obtenido a partir del
trabajo sobre cuerpos individuales (Cant y Sharma,
1994). Esta formación no estructurada de antemano también incluye aquello que
varios autores han planteado al referirse al universo alternativo, esto es, la
lógica de la circulación (Carozzi, 2001) relativa sobre todo al hecho de que
estas búsquedas, delineadas de acuerdo con los intereses/necesidades
personales, suponen un recorrido por diferentes espacios. Esto incluye las múltiples formaciones paralelas o
posteriores a la formación en reiki, dentro y fuera del ámbito de esta
disciplina en particular, o bien dentro y fuera del alternativo en general —pero
manteniéndose dentro del campo de las terapias y prácticas corporales—. Pero en relación con la práctica, esta disposición a
la circulación se relaciona con una característica del reikista
en tanto buscador de experiencias calificadoras, como un modo de ejercitar
saberes adquiridos y también continuar su formación a partir de la experiencia.
El reikista se inicia un día, se inicia en reiki y ya es reikista para siempre, después le queda la práctica. (MB)
La práctica de los
recién iniciados suele concentrarse en el ámbito doméstico, donde ejecutan las
técnicas aprendidas en familiares y allegados. Empero, entrar en contacto con
pacientes de características diversas y perfeccionarse conduce habitualmente a
expandir los espacios de la práctica hacia grupos conformados por los propios
practicantes (denominados de intercambio
de reiki), hacia distintas formas de voluntariado (en espacios públicos o
privados) o bien, al recibimiento de pacientes en consultorio privado (lo que
puede ser —o no— a cambio de una retribución monetaria). Es en este marco que
el hospital deviene en un espacio privilegiado, en primer lugar, en pos de entrar en contacto con potenciales pacientes.
En
realidad, yo empecé en el T. (nombre del hospital) porque tenía que
cumplir con las horas, necesitaba tantas horas y tantos pacientes (…)
Necesitaba 120 horas y 40 pacientes para acceder a ser ayudante de maestro.
Ahora para ser shihan, que es maestro, necesito darles
clases a diez personas, las horas ya las tengo, ahí ya podés
acceder. (R)
El hospital como
espacio donde adquirir experiencia cobra significado no solo en virtud de una
lógica acumulativa o debido a la diversidad que ofrece, en el que esta terapia
podría atravesar un período similar a las residencias de la formación
biomédica. Esta instancia de ejercicio y perfeccionamiento técnico, ineludible
desde el enfoque de los reikistas, se articula con el
modo en que el hospital emerge como sinónimo de confrontación con situaciones diversas e inesperadas, teniendo en
cuenta la relación con los pacientes, con otros reikistas,
con la institución en la que se insertan —y con sus profesionales—, pero, principalmente,
en relación consigo mismos. Aquí cabe realizar un breve paréntesis. En lo que
respecta al proceso de aprendizaje, esta disposición a ponerse a prueba es inherente, en principio, al ideario del reiki.
Esto se corresponde con la noción de reiki como camino —do—:
Y porque
reiki también, reiki es un do, es un camino, es una filosofía. Para mí es como
que te marca en un montón de cosas y por más que después vos lo hagas, no lo
hagas, pero hay un sendero en el que vos tenés que
querer ser, tenés que ser mejor persona, tenés que pasar piedras, aprender y es un modo de ver la
vida (CP).
Hay todo
un trabajo interno que hay que realizar, no es que yo me levanto a la mañana,
me mato de la risa, no, tengo que estar todo el tiempo, tengo que decir los
principios, tengo que vivenciar los principios, no son fáciles, yo… todos los
días los quiebro… tenés que manejarte con un camino
ético. Se dice limpiar los canales, pero todo eso lo tenés
que hacer, es todo un trabajo que tenés que hacer,
sobre todo asistiendo al hospital (CR).
El reiki como filosofía de vida implica que el
proceso de construcción del reikista en tanto buen
practicante no contempla solo el lapso circunscripto de la práctica terapéutica
aplicada a otros, la que sería su dimensión pública más visible (Beeler, 2017). Supone la observancia de ciertas reglas de
comportamiento que, a su vez, expresan una serie de valores y modos de ser a
los que los reikistas deben adscribir, aspirar, y —no
menos importante— ser capaces de exponerlos en el marco de las
diferentes performances que realizan. Esto nos remite a los difundidos
principios del solo por hoy, que se inculcan desde la iniciación como
una guía breve para la vida cotidiana, que son aprendidos como una suerte de
mantra por los reikistas —algunos, en su idioma
original— y son frecuentemente citados en los grupos de Facebook e Instagram
del grupo de voluntarios, así como en sus conversaciones cotidianas, bajo la
premisa de ser recordados —y vivenciados— a diario.[4] En este marco, el terapeuta se
ve especialmente compelido a realizar una serie de esfuerzos internos y
externos en pos de lograr una manipulación correcta
de la energía, a las que subyace una moral donde la paciencia, la serenidad, la
disposición al trabajo y a la gratitud devienen en valores centrales.Para el campo de los análisis en terapias «alternativas»,
esto ha sido tematizado a través de distintas nociones como las de las tecnologías para la mejora (enhancement)
(Pedersen, 2018) o la de trabajo sobre sí
(Maluf, 2005) en referencia a la serie de operaciones
—sobre el cuerpo y sobre el self— que involucran el aprendizaje y puesta en práctica de
técnicas para superar las limitaciones que enfrenta el individuo y alcanzar un
estado de plenitud. Pero estas adquieren significado moral en la medida en que
conllevan un proceso de transformación personal, donde el objetivo último es el
de alcanzar un ideal de vida determinado. En el caso del universo simbólico del
reiki, este ideal se encuentra asociado fuertemente a nociones generales como
el bienestar y la armonía y, como veremos, a un plexo de significados asociados
a la humildad. Pero también se define por su reverso, es decir, aquellos modos
de ser (reikista) que contradicen las concepciones de
virtud y de bien en el marco de la disciplina —como es materializado por la
figura del ego—.
En lo que refiere
al ordenamiento práctico del comportamiento del especialista (o aspirante) en
el marco de la vida cotidiana, el autotratamiento cobra especial relevancia,
como la instancia técnica-corporal complementaria a la observancia de estos
preceptos de conducta. El autotratamiento consiste en la imposición de manos
sobre los propios centros energéticos, cuyo objetivo es propiciar y mantener su
carácter de canal a través de la limpieza de las energías negativas
contaminantes que impiden la circulación energética fluida —y potente— asociada
a la eficacia de la práctica. Esta instancia asume sin dudas el estatuto de trabajo en el marco de una concepción disciplinaria
de la terapia, esto es, que exige respetar ciertos imperativos técnicos holistas
en pos de alcanzar las destrezas necesarias
tendientes a su ejecución. La necesidad de sostener una higiene de los
pensamientos, las emociones, las acciones cotidianas en soledad y con otros no
es ajena al ideario holista del reiki, donde encontramos una concordancia
semántica entre la idea de persona con una corporalidad ampliada y la necesidad
de limpiar todas sus dimensiones para asegurar la circulación energética. La
dimensión del esfuerzo involucrado en la ejecución rutinaria del
autotratamiento aparece en el primer fragmento, mientras que el segundo —publicado
en una red social— expone la necesidad de practicar de manera periódica un
autotratamiento durante 21 días consecutivos, sobre todo en momentos críticos
en que es preciso una depuración, o a finales del año en curso:
Me cuesta
darme tiempo y aparte no me lo hago igual, me pongo excusas, no lo hago. Por
ahí en lugar de darme reiki prefiero mirar una película o salir con mi novio.
Lo que sí me gusta mucho, abro el canal de reiki y me pongo las manos en la
panza, boca arriba, y para dormir sí tengo tiempo entonces me pongo la mano y
no me doy cuenta y amanecí en otra posición (…) Hay gente que es como un
relojito y yo admiro, se levanta a tal hora y todas las mañanas reza algo. Para
mí es terrible, no sé cómo hacen. Pero me doy reiki así, en la panza. O por ahí
voy en el colectivo y estoy agarrada y con la mano me doy acá de vuelta, como
acá es el centro del cuerpo, bueno, llega donde tiene que llegar (B).
¡Hola a
todos! Sugiero que comencemos hoy (11 de diciembre) un autotratamiento reiki de
21 días y así lo concluiremos el 31 de diciembre. Terminaremos el año equilibrados física, mental, emocional y espiritualmente.
¿Me acompañás? (publicación de Facebook, grupo cerrado
RH, 11 de diciembre de 2020).
Estas acciones que la práctica del reiki
requiere suponen un cuidado y trabajo sobre sí en soledad. Empero, la
autenticidad del proceso de transformación personal exige la instancia de salir
de este momento privado y poner a prueba
estos modos de ser y actuar que se intentan calificar de manera positiva. El
compromiso con el otro asume este sentido:
Creo que
ser espiritual es comprometerte con una causa, la que sea y estar. Eso es ser
espiritual. No vivir en una nube ¿entendés? (…) decir
«soy un ser de luz», y sí, pero llevalo a la
práctica. Aparte el que te pone siempre en jaque es el otro, te mueve cosas, te
hace cambiar, te hace pensar distinto, y eso es trabajar la espiritualidad, si
no es como que es algo así, muy… como… hasta muy de élite (…) no por nada uno
se compromete a estar con otra persona (K).
Teniendo en cuenta estos aspectos, el
hospital se encuentra especialmente valorado en la medida en que le abre al reikista un espacio donde poner al sí mismo forjado hasta
el momento —moldeado en calidad de practicante— «en jaque». Por un lado, esto
se vincula con la exigencia de reforzamiento de las prácticas que permiten
mantener la limpieza de la propia corporalidad y del área donde se brinda la
terapia. Esto se debe a la interpretación que se realiza del espacio
hospitalario como lugar calificado por energías
densas, en la medida en que se encuentra atravesado por situaciones de
dolor, enfermedad y muerte, las cuales podrían considerarse como expresiones de
lo sagrado impuro, en tanto energías contaminantes. Estas energías densas o
negativas someten a peligros potenciales al reikista
quien, por su condición de canal de energía, se encuentra más expuesto a su
influencia:
En el
hospital está todo muy concentrado, mucho dolor, conflicto, muchas muertes a
diarias, por eso es un lugar tan pesado (…) A una persona común no le pasa nada
porque las energías no son tontas. Pero si vos sos
una persona de luz que trabaja con energías, se sienten muy atraídas y se te
pegan (P).
(En una reunión informativa para aspirantes a voluntarios en reiki) A.
habla bastante también sobre la necesidad de protección, de las energías densas
presentes en el hospital. Ellos no realizan una limpieza completa del lugar, solo
lo marcan con símbolos protectores. Deben también hacerse el autotratamiento
antes de acudir al servicio. Abren ventanas para que circule el aire, se hacen
un barrido al final de cada sesión. Una de las asistentes señala que siempre
trata de vestirse de color violeta, pregunta sobre el color de la ropa y el
calzado con el cual deben asistir. A. comenta que la descarga se hace principalmente
por los pies: en el espacio se hace hincapié en reforzar el enraizamiento,
donde los pies oficia como un cable a tierra (Registro de campo, noviembre de
2018).
(En el espacio de las sesiones colectivas) Aprovecho para comentar a P. y
a C. que cuando regreso a casa me siento «cargada» (con dolor de cabeza, sueño,
ganas de bostezar), P. me observa atenta, me dice que fue importante que
participara de la ronda, porque la ronda es protección, y agrega «¿las veces
anteriores te limpiaron al final?» y como respondo que no, señala: «es muy
importante recibir una limpieza, yo te lo hago». Y C. me ofrece hacerme reiki
en silla (para las camillas se priorizan a los pacientes con dolor) para
mejorar el fluir de mis canales energéticos (Registro de campo, septiembre
2018).
Esta situación
constituye un desafío que pone a prueba no solo las destrezas de los reikistas a la hora de gestionar el espacio energético en
el que se mueven, sino que deviene también un modo de constatar el propio poder
de la energía reiki (la cual, al menos en un principio, sobre todo en virtud de
la distancia cultural que representa todavía a los ojos de los practicantes,
aparece en su necesidad de ser constatada). Aquí, las principales técnicas para
salvaguardar la propia persona, al grupo y a los pacientes son, como señalamos,
el autotratamiento —a través de la cual el practicante permanece como un
territorio de circulación energética inalterada, más allá del contexto en que
se encuentre— así como otros recursos de protección —como la piedra turmalina,
que se ubica en la cabecera del paciente a tratar, sin que este la vea—; la
marcación del espacio con símbolos en lugares estratégicos del recinto en
cuestión —presentes de manera material (como el Antahkarana[5] en color violeta), o «dibujados» en el aire—;
dispersar esencias; la apertura de ventanas para ventilación; vestir con remera
de color blanco; la formación de un círculo mawashi[6] antes y después de las sesiones colectivas en las que
se invocan entidades auxiliares (maestros ascendidos, ángeles, o a los dioses
en los que cada uno crea como señala en una ocasión una reikista
al oficiar esta instancia) se promueve entrar en un estado de consciencia libre
de impurezas(pensamientos, emociones) y se busca el enraizamiento o descarga
por los pies.
Por otro lado, el
hospital convoca a los reikistas a la realización de
un imperativo asociado a una noción central del trabajo hospitalario, a las
tareas del voluntariado: el asociado al servicio.
Aquí algunos de los informantes mencionan que en el hospital pueden revivir los
pasos de Mikao Usui, figura mitificada que, en un
retiro de meditación y ayuno al Monte Kuruma, es
iluminado con los saberes relativos al manejo de la energía reiki, para después
volcar esta capacidad en contextos de dolor y padecimiento (Saizar,
2005). La posibilidad de establecer un vínculo amoroso con ese otro no emerge como una tarea sencilla, así como
tampoco enfrentar el compromiso que el voluntariado supone —relativas a cumplir
las exigencias de asistencia todas las semanas, llegar en horario, someterse a
situaciones con profesionales sanitarios que, en ocasiones, involucran tensión,
silencios incómodos, maltratos más o menos explícitos—. En Bordes (2020) se
referencian los desafíos inherentes a este tipo de tarea para los terapeutas
alternativos y el desgaste que implica su sostenimiento en el tiempo, considerando
la ausencia de remuneraciones monetarias. Su acatamiento en el marco del reiki
puede ser leído como parte de la observancia de las reglas de comportamiento
antes mencionadas, como expresión y prueba de la internalización de valores
asociados a la conexión con el otro, la dedicación, la paciencia, el amor (categoría nativa que tiene
connotaciones energéticas que se articulan, nuevamente, con la calidad del
practicante en tanto canal).
Finalmente, un
aspecto central que hace al hospital como un lugar donde poner a prueba el
conocimiento y la experiencia como reikistas es aquel
que hace a la construcción de la relación con el paciente. En ese sentido, el
hospital provee una serie de normas y reglamentaciones que, acordes a la lógica
biomédica, pueden ser interpretadas en clave de articulación de experiencias
entre el afuera y el adentro de la institución. Acomodarse al trabajo
hospitalario —como una mediación o un espacio con otros rasgos— conlleva el
reconocimiento de la existencia de una serie de pautas de conducta que
delimitan las posibilidades de acción como terapeutas. En tal sentido, si bien
los reikistas refieren que las condiciones en las que
se manejan pueden mostrar cierta flexibilidad al momento de integrarse a la
dinámica del nosocomio, encuentran un límite de acción en la delimitación que
las reglas institucionales y las fronteras normativas biomédicas imponen a
cualquier actividad que implique el contacto con pacientes.[7] Lejos de frustrar sus intereses o cercenar el alcance
de su actividad, estas condiciones normativas se experimentan como una
potencialidad que amplía su formación y su experiencia como reikistas.
Es así como el hospital emerge como un espacio apto para desarrollar un tipo de
ética que, distinguiéndose de la práctica del reiki en el ámbito privado, se
configura en una ética del reikista en el hospital.
Considerando las
características propias de la terapia, la cuestión de tocar/no tocar al
paciente es un motivo de reflexión de los voluntarios, que da lugar a una toma
de decisión personal en consideración del tipo de paciente, su edad, su género
y el contexto de internación. Tocar al paciente puede comprenderse como
una acción aceptable/deseable cuando se configura en un movimiento de
contención, signado por el respeto al enfermo, y aunque no configure una parte
del tratamiento energético propio del reiki, puede ser valorado en sí mismo,
como un gesto de acompañamiento emocional más que como una técnica o un paso de
la terapia energética. A la impronta de no dañar se le suma el interés por
generar y mantener una relación adecuada y respetuosa con los pacientes:
Más allá
de trabajar bien técnicamente, el contacto físico hoy en día, ¿viste que nadie
te toca? Los médicos no te tocan, los médicos apenas te auscultan ¿viste? Yo
sé, bah, todos saben. (…) Que alguien te toque en un hospital ya… ya le hace
bien, aunque le apriete la mano (H).
En las situaciones
en las que el paciente transita sus últimos días en el hospital, aparece un
tópico de interés para los reikistas, que gira en
torno a cómo debe actuarse éticamente frente a un paciente moribundo,
tematizando aspectos tales como hasta dónde hacer reiki, cómo enfrentar el
proceso de la muerte de un paciente y cómo gestionar —o no— los permisos de su
familia, en tanto los reikistas comprenden que su
capacidad de canalizar la energía universal puede alterar el proceso de muerte
de un paciente:
Este es un
paciente que está en coma, es un paciente que no se sabe si parte o se queda.
Que cualquier cosa que suceda no sea que digan… al no estar tantas cosas
comprobadas acerca del reiki… Está comprobado el origen de la energía y está
comprobado el resultado. Lo que no está comprobado es cómo esa energía actúa
para producir ese resultado. Y entonces, no quiero que nadie que desconozca el
tema pueda suponer que al apoyar mis manos pude haber producido tal o cual cosa
(A).
En la lógica
biomédica, los límites en la intervención frente a la muerte están claramente
definidos y establecen una frontera que delimita lo que es posible o no hacer
en relación con los pacientes en el ámbito hospitalario. En este contexto, las
prácticas de los reikistas que trabajan con personas
moribundas suelen requerir una serie de pautas adicionales de cuidado al
momento de ejercer la terapia. Estas pautas especifican qué hacer y cómo
hacerlo y, a menudo, exigen el apoyo de un reikista
con mayor experiencia y formación para respaldar la labor del voluntario:
…para
hacer ese trabajo, tenés que estar muy formada, no podés atender a nadie muy grave, que se está muriendo, ¿no?
si no estás preparada y si no te guía alguien con mayor formación (P).
La práctica del
llamado reiki a distancia surge como una posibilidad alternativa y terapéuticamente
eficaz, que implica evitar el pedido de permiso de los pacientes o de sus
familiares:
No nos
dejaban ir porque el marido no creía en reiki y la familia no creía y se estaba
muriendo en serio, se estaba muriendo… ya estaba… entonces nosotros le
mandábamos reiki (L).
Contar con la
autorización de los familiares directos del moribundo para hacer reiki in
situ en el hospital es un requisito que consideran indispensable para
encuadrar su trabajo en una ética del buen reikista,
pero enviar reiki a distancia parece no requerir del mismo tipo de permisos. En
algunas ocasiones —y eligiendo lo que consideran en su criterio lo mejor para
el paciente— ciertas reglas pueden quebrarse en pos
de acompañar al paciente y asegurar su bienestar, en lo que podríamos
considerar, según Stone (2002) una autorregulación-ética; sin embargo, la
aceptación del límite terapéutico es una manifestación clara de la buena
conducta de un reikista y muestra su respeto por las
normas institucionales cuando refiere a las áreas de incumbencia propias de la
biomedicina, como los casos de cirugías y tratamientos farmacológicos:
Nosotros,
cada uno tiene sus límites, hace lo mejor que puede hasta cierto punto. Hay
algunos que dicen que uno si tiene una piedrita en la vesícula, trabaja de
manera efectiva en todo el circuito, vesícula, hígado, trabajándolos bien, trabajando
de manera inicial uno puede expulsarlo, pero cuando las piedritas tienen
determinado tamaño ya no ¿viste? tiene que ir a cirugía sí o sí. Y esos son los
límites (H).
El mundo del
hospital, con sus reglas, procesos y formalidades contribuye así a la
conformación de un ethos terapéutico
alternativo que se elabora en la revalidación cotidiana del ser reikista, de ese do —en tanto camino— que constituye, en
gran medida, la definición de sus identidades como terapeutas.
Convergencias
de sentido en el cruce reiki-hospital: la centralidad de la ética de la
humildad
Como hemos visto,
el logro de esta eficacia técnica en la práctica de reiki se encuentra
subordinado a la capacidad de alcanzar un dominio de sí, relativo a un control
y monitoreo de las diferentes instancias subjetivas que puedan influir en esta
correcta circulación. La búsqueda y el sostén de este dominio suponen la
definición de un espacio moral que, en el espacio hospitalario en particular,
se expresa a través de lo que denominaremos como un ethos[8] de la humildad, virtud que constituye una marca de
distinción especialmente valorada en el ejercicio de la práctica en esta
institución social. Como veremos en este fragmento, los supuestos
epistemológicos de la relación entre energía/terapeuta delinean la base de este
ethos:
Se termina
la sesión y la enfermera (devenida en paciente) levanta levemente la cabeza,
toda tapada hasta el cuello con una manta del hospital, un poco somnolienta y
dice: «la verdad es que ustedes son amorosos» (dos reikistas
la atendieron al mismo tiempo) mientras le da —todavía acostada— un beso a la reikista. Ellos le agradecen y ella reitera su afirmación,
dice que lo que hacen se siente como alguien que te está cuidando, «¿viste como
cuando uno era chico, que tu mamá te cuidaba, te ponía la mano cuando te
sentías mal?». H. agradece y G. enfatiza que no son ellos en realidad, que «viene
de arriba» lo que ellos proporcionan y que ellos son «solo un canal» (Registro
de campo, 13 de agosto de 2015).
El no
involucrarse con el ego o con el creer que yo soy algo y no soy nada; bueno,
eso es una de las cosas que hay que trabajar y ahí vos vas viendo un buen reikista (…) la sensación para mí es que el reikista lo que hace es como darle la mano al otro para que
el otro pueda hacer lo que quiera hacer, por eso cada uno tiene una experiencia
distinta. Vos no hacés nada (…) el que está ahí es
como un colaborador, es una herramienta, es un punto que lo tenemos claro los
que hacemos reiki (CR).
Una primera
constatación que surge en el análisis de las narrativas de los informantes
sobre este tema es el desplazamiento del centro de la escena de la figura del
sujeto sanador, planteo que se ubica en el corazón del ideario del reiki: la
eficacia terapéutica no se atribuye a la persona practicante en tanto el poder
no emana directamente de él: su mérito radica en la capacidad de devenir en un
mediador para lograr la transmisión de la energía universal, para convertirse
en un óptimo canal (de lo contrario,
la energía trasmitida provendría del practicante, produciendo no solo efectos
reducidos, sino sobre todo un desgaste y cansancio, imposibles de sostener en
el tiempo). Este estatuto de intermediario se articula con un modo de concebir
las relaciones con los otros en términos horizontales, donde el receptor de reiki
asume también una responsabilidad en lo que refiere a la disposición a recibir,
esto es, la apertura que demuestre en la sesión. Sin dudas, este descentramiento
del terapeuta ha sido profusamente analizada por la literatura académica en
este campo de estudio, en especial al referir los rasgos del movimiento Nueva
Era y las características comunes de las diferentes disciplinas aunadas en él, esbozando
la afirmación de que la relación entre paciente-especialista en el universo
alternativo supone una valoración de la autonomía y una postura que rechaza
jerarquías y autoridades externas (Carozzi, 1999; Heelas,
1999). Lo cual se encuentra fundamentado también en el modo en que las
cosmologías propias de cada disciplina sitúan al poder en fuentes externas al
terapeuta.
Como corolario de
este entramado cosmovisional, se delinea el rechazo
ante cualquier pretensión de poner a la propia subjetividad en un primer plano,
en un contexto de práctica colectiva despersonalizada y ajustada a los
requerimientos del trabajo en el nosocomio, promovida en esos términos por el grupo
RH. En este contexto, emerge una narrativa crítica respecto de aquellos reikistas que aspiran a ser más espirituales que el resto
de sus compañeros, que manifiestan una competencia para mostrarse mejores, como
iluminados o seres de luz. Aquí el ego emerge como la categoría nativa
postulada para designar este modo de vivir el reiki en clave de vanidad, donde
la necesidad de sobresalir prima por sobre el estado de vaciamiento —de
emociones y pensamientos— que requiere el acto de devenir en un canal.
A veces te
sale el ego porque… las primeras veces que yo iba me salía… cuando terminaba
las sesiones solía decir «¿cómo estás?», porque quería saber cómo estaba, pero en
realidad era como esperar «Sí, estoy bien» y yo decía «Ah, lo hice bien». Más
que el reiki funciona, «yo» lo hice bien ¿viste? «Ah, yo soy un gran reikista…» (L).
(…) lo
veía a este señor, que le estaba haciendo algo, sanación pránica
creo, él haciendo como… con las manos, este… cosas gestuales energéticas, y le
dije a A. (coordinadora del grupo) «¿mirá lo que está haciendo?» (…). No puede manejar su propio
ego y es cuestión que yo me pongo a hacerte reiki acá delante de toda la gente
(…) lo ve un médico y «¿qué está haciendo?», lo echa a patadas. Yo pienso que
hay que ir con el perfil más bajo posible, hacer reiki donde estamos
autorizados a hacer solo reiki y nada más, y también la menor conversación con las personas que
reciben reiki (K).
El primer fragmento
citado expone una caracterización que hacen los reikistas
de lo que sería un primer momento del camino de aprendizaje e implementación de
las técnicas, en los que resulta habitual la aparición de la duda —relativa,
sobre todo, a si el reiki funciona o si el practicante es capaz de manipular la
energía de modo correcto—. Esta lectura moral sitúa al protagonismo del «yo» y
el consecuente interrogante acerca de sus destrezas en el centro de las
disquisiciones del terapeuta, implicando una preeminencia de la mente, del
estado consciente, que debe dejar lugar a un estado de entrega y confianza en
lo que Beeler (2017) señala como la «agencia» de la
energía, esto es, su capacidad de accionar en tanto fuente de poder.
El segundo
fragmento refiere el caso de un reikista cuya
incapacidad por dominar su ego —sus
manifestaciones se expresan en la ejecución de una performance definida como
exagerada, ni siquiera perteneciente al repertorio simbólico del reiki, y por
fuera del recinto habitual de la terapia— es leída, incluso, como un riesgo
para la permanencia del grupo en el hospital. Este relato cobra relevancia en
diferentes niveles. En primera instancia, en tanto expone el sentido que esta
institución social asume para los reikistas en tanto
espacio donde deben radicalizarse los esfuerzos de control sobre sí. El
hospital emerge como una institución en la que rige otro sistema de reglas que
se atiene al modelo científico de corroboración de la evidencia, donde la
implementación de cualquier procedimiento ritual puede llegar a ser
malinterpretado, incluso leído bajo la etiqueta del curanderismo. Desde
este enfoque, la demarcación entre las prácticas pasibles de ser consideradas
como amenazantes y aquellas que no, estructura una serie de reglas
suplementarias que tienen como principal objetivo, en última instancia, la
práctica de reiki de la manera más despojada posible, operación de reducción
que puede verse como un cercenamiento con fines pragmáticos (Bordes y Saizar, 2018; Givati, 2015), pero
que, desde esta matriz interpretativa, también surge como una vía de acceso a
su esencia.
Sobre este punto,
cabe destacar cómo los informantes llevan a cabo distintas acciones tendientes
al ajuste de la propuesta terapéutica a los requerimientos (inminentes o
potenciales, de acuerdo con sus propias interpretaciones y expectativas) del
hospital, relacionado con minimizar todo movimiento gestual, de las manos o el
cuerpo, omitir la palabra hablada —lo que incluye recitaciones de rezos, mantras,
pero también cualquier tipo de devolución dirigida al paciente luego de la
sesión. Estas acciones, que en Bordes y Saizar (2018)
denominamos como estrategias de gestión de la
visibilidad en torno de todo aquello pasible de ser interpretado como
esotérico, en este contexto cobran un sentido diferente, ya que no son vistas
como una imposición externa, negativa, sino como prácticas habilitantes de un
descubrimiento: un descubrimiento relativo a la verdad del reiki. El siguiente
fragmento refiere al modo en que la sola imposición de manos, técnica última
que permanece luego de la operación de ajuste, deviene en la expresión del reiki
en su máxima pureza.
Bueno, cuando
yo llego y me encuentro con gente que hacía cosas tan raras (risas) lo que pude
entender es que reiki es uno solo, es la transmisión de energía, todo lo demás…
y eso siento yo que es como la pureza que tiene, nada más (…) Nosotros tenemos
que ir ahí a hacer reiki, no vamos a demostrar quiénes somos, no tenemos que
enseñarle nada a nadie, porque si no se desvirtúa. Si yo además le agrego algo
que el reiki no tiene ni necesita… Aparte porque alguien se puede ir mal, puede
pensar que… no sé, suponete decir "no, porque
estás muy cargada", ¿qué significa? y te quedás
sugestionado… (CR).
En la línea relativa al dominio del ego,
el ethos de la humildad incorpora otros complejos de significado, entre los que podemos
contar la valoración de la gratuidad de la práctica y la performance recurrente
ligada al agradecimiento. Respecto de la primera noción —gratuidad— es
interesante resaltar cómo el reiki sin esperar nada a cambio, como un fin en sí
mismo, permite subvertir toda lógica ligada a la práctica subsumida a un
interés instrumental, un medio para.
Si bien no se cuestiona a aquellos que abrazan la terapia como ocupación
laboral, sí se remarca el hecho de que enfocarse solo en el dar, permite reforzar la experiencia de
despersonalización, de despojo de sí como técnica para entrar en contacto con
(y devenir en canal de) la energía universal, experiencia relacionada además
con un sentido de plenitud. Si bien existen otros espacios en los que los
practicantes buscan ofrecer reiki de manera gratuita, el hospital se constituye
en un terreno fértil para reforzar la observancia de ciertos preceptos, la
adquisición de destrezas espirituales, y la evolución en tanto practicante.
Después de
que yo dejé (el hospital) con
mi mamá hicimos grupos de encuentro ahí en nuestra casa, el segundo miércoles
de cada mes hacíamos reiki gratis (…) Ya te digo, por eso es gratis. Aparte yo
me di cuenta de que las pocas veces que me sentí plena fue dando algo que es
gratis, es como que te llena, es una emoción que el otro se siente bien y
parece que no, pero uno se siente tan bien dando sin esperar nada a cambio (…)
por ahí si fuese pago uno espera el dinero, espera la retribución, pero cuando
uno va al hospital ni siquiera era que podías hablar con la persona que se iba,
porque no está permitido, entonces era un te doy solamente, solo dar (MB).
No es lo mismo
cobrar que dar reiki de voluntario, es otra sensación…Los dos te dan
gratificación. ¿Sabés qué es lo que me pasa en el
hospital? En el hospital no sos nada. Vos pertenecés… es como que en el vaso de agua sos una gota, nadie sabe quién soy ni quién no soy, ni qué
hago ni qué no hago. Lo que importa es que se le haya dado reiki al paciente.
Es la energía. Y a mí eso de la despersonalización, a mí es lo que me fascina
(CR).
El acto de
agradecer de manera constante y repetida, algunas veces reiterada tres veces en
virtud del simbolismo del número 3,[9] constituye —por su parte— un modo particular de
escenificar la virtud de la humildad. En este sentido, decir gracias
acompaña la instancia ritual de las sesiones, sobre todo al final, cuando la
coordinadora o el terapeuta a cargo del encuentro recita unas palabras de
cierre para despertar a los pacientes que permanecen con los ojos cerrados («voy
tomando consciencia de mi respiración, del lugar donde estoy, me permito mover
un poco las manos o cualquier parte del cuerpo que necesite, de a poco voy
abriendo los ojos, me permito vivir este día en plenitud —lo repite tres veces—,
gracias por permitirnos haber sido su canal de energía reiki el día de hoy»).
El estado permanente de gratitud adquiere relevancia ya que se interpreta como
una expresión del estado energético de la persona, al mismo tiempo que resulta
habilitante de una mayor «apertura» para la conexión con la energía universal —y,
a la vez, con el sí mismo—.
En el
hinduismo hay una visión, en japonés se dice Chi a la energía y en la India se
dice Prana, se dice que cuanto más se está conectado
con uno y más agradecido, ese canal se abre más, cuando menos conectado estoy
más se achica (…) De vuelta está el tema de la intención en el medio, ¿con qué
intención hago esto?, ¿lo hago para qué? ¿para que tengas una herramienta para
que te sientas mejor? o lo hago solamente porque estás pagando (B).
Por último, el ethos de la humildad se expresa en una
disposición a desaprender las verdades detentadas hasta el momento, aceptar sus
limitaciones y abrazar una actitud flexible hacia «lo nuevo». Los informantes
afirman que la entrada al hospital insta a reformular los modos de hacer reiki previamente
adquiridos para realizar la práctica estándar, lo cual se desprende de los
rasgos relativos al trabajo en el nosocomio en su calidad de voluntarios. En
este sentido, la tarea de los reikistas debe
adecuarse —primero— a las limitaciones estructurales que se imponen en esta
institución, lo que refiere a las coordenadas espacio-temporales
y de acceso a los recursos que esta habilita, así como a la relación
desfavorable entre la reducida disponibilidad de voluntarios practicantes de reiki
y la alta demanda de la terapia. Lo que definimos como práctica estándar remite
al modo en que se establecen las sesiones en consultorio privado, en camilla,
que admite un lapso de aproximadamente una hora, contemplando un recorrido en
que la imposición de manos se detiene un intervalo estipulado de minutos en
cada centro de energía o chakra,
y que considera frente y dorso del cuerpo. En ámbitos hospitalarios, esa
extensión de tiempo no resulta viable, por lo que los coordinadores del grupo decidieron
ofrecer sesiones reducidas, de quince minutos, tiempo en que no puede
sostenerse la secuencia predeterminada mencionada, en virtud de lo cual cada
terapeuta posiciona sus manos en el lugar donde sienta que es necesario. La
cantidad reducida de camillas también condiciona que algunos pacientes sean
atendidos en silla, con la consecuente imposibilidad de acceder con las manos a
ciertas partes del cuerpo. Estas circunstancias limitantes, que determinan un
tratamiento en principio incompleto, es paliada en parte por el trabajo
simultáneo de dos o incluso más reikistas sobre el mismo
paciente, si la asistencia de voluntarios así lo permite. Ahora bien, estas
modificaciones de la práctica del reiki delinean dos consecuencias. Por un
lado, una serie de rechazos e inquietudes que involucran los alcances de la
eficacia de la terapia, sobre todo en el caso de reikistas
externos al grupo o algunos voluntarios ingresantes, quienes pueden llegar a
poner en cuestión la veracidad de estas prácticas en tanto reiki. A estas
miradas descalificadoras se contrapone, por otro lado, la postura de los reikistas voluntarios. Estos sostienen que las alteraciones
operadas no solo no restan valor al tratamiento: la constatación de que aún en
un escenario adverso el reiki genera efectos positivos —confirmados por los
practicantes, registrados en las planillas de seguimiento que completan luego
de cada sesión, expresados por la asistencia persistente de los pacientes— es
interpretada como un testimonio de que la energía reiki es poderosa, capaz de
llevar adelante movilizaciones y desbloqueos en la corporalidad del paciente
con una lógica propia que ni siquiera el especialista puede predecir con
certeza —lo que algunos autores han asociado con el término «razones del
cuerpo» (Power, 1994). Todo lo cual abre un horizonte
donde la confianza en el reiki se ve incrementada, reforzándose también la idea
de que el aprendizaje es un proceso continuo e inacabado, donde no hay lugar
para el dogmatismo.
Se me cayó
todo lo que había aprendido y dije «esto es lo que yo buscaba». Después rescaté
la parte teórica, no lo invalidé. Dije: «esto es reiki, reiki no es una sola
manera de hacerlo» (…) y ahí aprendí otra vez, a reaprender, ni siquiera es
imponer las manos en todos los sectores básicos, sino que uno puede imponer en
otros sectores, en dos o tres sectores nada más, y es tan efectivo como el
otro. Y eso se aprende. Y el que no aprende es el super ego que sigue su receta
(…) Unos son buenos docentes ¿viste? y otros son buenos alumnos. Yo no tengo la
vocación de la enseñanza, tengo vocación de aprendizaje (H).
(En una
reunión de capacitación para aspirantes a voluntarios) A. señala que varios
terapeutas pueden atender a un mismo paciente, ya que creen que la energía se
potencia y no «se mezcla» como en una ocasión le había dicho una mujer que
asistió como voluntaria y luego abandonó el grupo por la falta de criterios
compartidos. A. le responde en ese momento: «yo uso la energía universal reiki,
no sé cuál usarás vos, pero la energía universal reiki es una sola» (…) A.
relata asimismo la ocasión en que una paciente reikista
asiste a una sesión en el hospital y luego envía un mail a la doctora a cargo
del espacio, advirtiendo que «eso que hacen en el servicio no es reiki». Las
asistentes a la charla ríen, una de ellas dice «debe ser que te quería
reemplazar», otra señala «es el ego» y varias asienten (Registro de campo,
octubre de 2018).
Mientras el primer
fragmento citado retoma la idea que venimos delineando respecto de cómo los
distintos «ajustes» que debe afrontar la práctica terminan revelando, en última
instancia, su verdad más profunda, el segundo expone las distintas pugnas por
la autenticidad que atraviesan el espacio social del reiki. En este marco, el
voluntariado hospitalario disputa —en términos de Bourdieu (1991) — la doxa de
la disciplina, desde una postura que subvierte reglas y procedimientos,
sustentada por afirmaciones legitimadoras como las de se hace lo que se
puede, hay que adaptarse a las posibilidades, lo que interesa es
que llegue a la mayor cantidad de personas posible o el reiterado es
mejor un poco de reiki que nada. Las cuales son interesantes en tanto
conjugan una lógica pragmática, en vistas a su difusión/valoración en un
espacio que presenta múltiples obstáculos, y un sentido que remite al interés
por restar de manera explícita cualquier intento de posicionarse en un lugar de
superioridad.
A modo de
conclusión
El presente escrito
expone la dificultad de atenerse a modelos de análisis rígidos o prefijados a
la hora de analizar la inserción de las denominadas medicinas alternativas
o no convencionales de raigambre oriental en hospitales. En el caso propuesto,
pudimos observar que el hospital emerge como un espacio donde se despliega un
abanico múltiple de transacciones de sentido, en el marco del cual los
terapeutas externos al nosocomio —los reikistas—
terminan reformulando los modos de ejecutar su práctica —y, al mismo tiempo, de
concebirla— al entrar en contacto con los límites estructurales y exigencias
profesionales/ocupacionales que impone el espacio hospitalario. Así, si en Bordes
y Saizar (2018) estos ajustes realizados por los practicantes
alternativos asumían un carácter de estrategia tendiente a disolver distancias
respecto de un enfoque epistemológico centrado en la cura y en la racionalidad
de la evidencia empírica —de modo tal que las prácticas terminaban siendo
cercenadas o gestionadas de acuerdo con una lógica de control de la
visibilidad, con el objetivo de evitar cualquier interpretación exotizante, el análisis aquí expuesto presenta una serie de
significados diferentes —pero complementarios— asociados al hospital.
Como hemos visto,
esta institución social asume, desde la perspectiva de los reikistas
y en estrecha relación con el modo en que conciben su práctica como una
disciplina, un sentido habilitante. Por un lado, al devenir en un
territorio de puesta a prueba, los reikistas
encuentran la oportunidad de desarrollar o perfeccionar sus destrezas como
practicantes, de modo tal que las hostilidades institucionalizadas dan lugar a
nuevas fortalezas. Del mismo modo, ciertas pautas del trabajo específicamente
hospitalario terminan siendo aceptadas y asimiladas, como una manera de
resolver ciertas indefiniciones respecto a cómo actuar en situaciones
complejas, que desde la disciplina no se encuentran especificadas. Por último,
las transformaciones que debe sufrir el reiki habilitan, en este contexto, una
interpretación de la práctica no ya como «mutilada», sino todo lo contrario. El
hospital emerge aquí como espacio donde es posible dar con la verdad del reiki,
el reiki en su máxima pureza.
Consideramos que lo
expuesto en el presente artículo resulta de relevancia para repensar los
procesos de reapropiación que los terapeutas alternativos llevan adelante cuando
se adentran en ámbitos en principio ajenos a los espacios donde originalmente
se han desenvuelto. La complejidad de las convergencias, continuidades, así
como los conflictos y rupturas entre las diferentes racionalidades médicas, que
escapan a las lógicas dualistas de interpretación.
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Contribución de los
autores (Taxonomía CRediT): M. B: conceptualización, análisis formal, investigación,
metodología, escritura, revisión y edición. M. S.: conceptualización, análisis
formal, investigación, metodología, escritura, revisión y edición.
Editado por: El comité editorial ejecutivo Juan Scuro, Pilar Uriarte y Victoria Evia aprobó este artículo.
Nota: El conjunto de datos que apoya los resultados de este
estudio no se encuentra disponible.
[1] Reconociendo las dificultades y debates clasificatorios acarreados en este marco, en este estudio tomamos como referencia principal la denominación homogeneizadora de medicinas no convencionales para dar cuenta de aquellas terapias o medicinas que se encuentran por fuera del modelo biomédico de comprensión del cuerpo y la salud/enfermedad.
[2] El
Reiki es una práctica terapéutica de origen japonés, desarrollada a principios
del siglo XX por Mikao Usui, que basa sus fundamentos en la noción de la
existencia de una energía vital universal (ki) que fluye a través de las
personas, los objetos y los espacios.
[3]
En la actualidad, los principales linajes de reiki se han diversificado a
partir del sistema original creado por Mikao Usui a principios del siglo XX, dando lugar al surgimiento del reiki tibetano,
el reiki karuna, el gendai reiki ho, entre otros.
[4] Los principios son: solo por hoy no te preocupes, solo
por hoy no te enojes, solo por hoy sé agradecido, solo por hoy trabaja duro
sobre ti mismo y solo por hoy sé amable con los demás (traducción del japonés
que algunos terapeutas, señalan, no se ajusta de manera literal al original).
[5] Se trata de un símbolo considerado proveniente del Tíbet y China, particularmente antiguo, favorecedor del estado de consciencia involucrado en la meditación, de color violeta —asociado al chakra corona—.
[6]
Este círculo o rueda es significado en este espacio como una instancia de
protección y de calificación del espacio con la energía reiki. Los
especialistas se sitúan uno al lado del otro, formando
una ronda, contactándose a través de las manos, la derecha palma hacia
arriba, la izquierda palma hacia abajo.
[7]
En Argentina, la relación biomédico-paciente se describe y delimita en el marco
de la ley n.º 17.132, que señala las
responsabilidades, alcances y límites de la actuación del profesional biomédico
en el encuentro con el paciente.
[8]
Utilizamos aquí el término ethos o ética en un sentido general,
como conjunto de axiomas que establecen los comportamientos aceptables —y
aquellos que no lo son— en el seno del grupo de pertenencia. Sin dudas,
refiere la construcción colectiva de un «deber
ser» y al conjunto de máximas que se entretejen en torno de este, lo que
nos reenvía nuevamente a la dimensión
moral de la disciplina Reiki.
[9]
El número tres es un número pleno de sentidos de lo sagrado en diferentes
contextos culturales. Eliade en Tratado de Historia de las Religiones (1972)
explora el simbolismo de números y figuras en varias religiones, incluyendo el 3, que simboliza el equilibrio entre
cielo, tierra y el inframundo, o la relación entre lo divino, lo humano y lo sobrenatural.