DOI:
10.29112/ruae.v9i2.2336
Dossier
Hacia
una praxis anticolonial más allá de los enunciados del Norte global
Towards an anticolonial praxis beyond the dictates of the Global North
Para uma prática anticolonial além dos pronunciamentos do Norte Global
Diego Ballestero1 ORCID: 0000-0002-9816-7989
1 Departamento
de Antropología de las Américas, Universidad de Bonn, Alemania. dballest@uni-bonn.de
Resumen
Esta contribución analiza
críticamente la creciente adopción de la perspectiva “decolonial” en la
academia anglosajona, dando cuenta del riesgo de que se vacíe de su radicalidad
política y epistemológica original. Mediante un análisis bibliométrico,
evidencia la hegemonía lingüística y geopolítica del inglés y las instituciones
del Norte global en la producción y difusión del conocimiento “decolonial”.
Seguidamente plantea como esta situación perpetua las desigualdades coloniales
al cooptar y “traducir” los saberes insurgentes a las lógicas instrumentales
occidentales. A esta perspectiva “decolonial” discursiva se contrapone una
praxis anti/contracolonial, enraizada en las luchas históricas de los pueblos
oprimidos del Sur global, instando desmantelar las jerarquías y estructuras
coloniales enquistadas en la academia corporativa y a una incidencia en la
transformación radical de todos los ámbitos de la vida frente a la colonialidad
vigente.
Palabras clave: decolonialidad, geopolítica del conocimiento, praxis
anti/contracolonial, ecología de saberes, Sur global.
Abstract
This contribution analyzes critically the growing adoption of the
“decolonial” perspective in the Anglo-Saxon academy, accounting for the risk of
it being emptied of its original political and epistemological radicality.
Through a bibliometric analysis, it evidences the linguistic and geopolitical
hegemony of English and the institutions of the global North in the production
and dissemination of “decolonial” knowledge. The paper further argues how this
situation perpetuates colonial inequalities by co-opting and “translating”
insurgent knowledges into Western instrumental logics. This discursive
“decolonial” perspective is countered by an anti/countercolonial praxis, rooted
in the historical struggles of the oppressed peoples of the global South,
calling for the dismantling of entrenched colonial hierarchies and structures
in the corporate academy and for radical transformation of all spheres of life
in the face of existing coloniality.
Keywords: decoloniality, geopolitics of knowledge,
anti/counter-colonial praxis, ecology of knowledges, Global South.
Resumo
Esta contribuição analisa criticamente a crescente adoção da perspectiva
“decolonial” na academia anglo-saxônica, explicando o risco de que ela possa
ser esvaziada de sua radicalidade política e epistemológica original. Por meio
de uma análise bibliométrica, ele destaca a hegemonia linguística e geopolítica
do inglês e das instituições do Norte global na produção e disseminação do
conhecimento “decolonial”. Em seguida, mostra como essa situação perpetua as
desigualdades coloniais ao cooptar e “traduzir” o conhecimento insurgente para
a lógica instrumental ocidental. Essa perspectiva discursiva “descolonial” é
contraposta por uma práxis anticolonial, enraizada nas lutas históricas dos
povos oprimidos do Sul global, que exige o desmantelamento de hierarquias e
estruturas coloniais arraigadas na academia corporativa e a defesa de uma
transformação radical em todas as esferas da vida em face da colonialidade
existente.
Palavras-chave: decolonialidade, geopolítica do conhecimento, práxis
anti/contra-colonial, ecologia de saberes, Sul Global.
Recibido: 30/05/2024
Aceptado: 15/10/2024
Introducción
En las últimas
décadas, puede atestiguarse un crecimiento exponencial de publicaciones,
proyectos de investigación e iniciativas académicas en los espacios académicos
europeos y anglo-norteamericanos que se autodescriben como “decoloniales”. Las
publicaciones serán examinadas en detalle a lo largo del presente artículo. No
obstante, es posible señalar, varios proyectos e iniciativas que han surgido en
este contexto. Entre ellos, iniciativas como Decolonising the Curriculum,
desplegada en múltiples universidades del Reino Unido, la red académica Race
and Decolonial Studies de la Universidad de Leeds, que promueve la
intersección entre estudios raciales y decoloniales o el Decolonial Research
Collaborative Group de la Universidad de Nottingham, el cual busca
desarrollar redes internacionales de académicos y activistas. Asimismo, cabe
mencionar proyectos de investigación como The Institute Project on
Decoloniality, de la Universidad de Edinburgh University, Global
Epistemologies and Decolonial Thought, en la Universidad de Warwick, e Indigenous
Epistemologies and Decolonial Praxis en la Universidad de Toronto, que
abordan desde perspectivas innovadoras las epistemologías globales y las
prácticas decoloniales.
La creciente “popularidad” de la perspectiva
decolonial al interior del ámbito académico occidental no implica un compromiso
real con la transformación de las estructuras de poder y conocimiento que
perpetúan la colonialidad, vaciando la decolonialidad de su radicalidad
política y epistemológica originaria. La mera incorporación discursiva de
conceptos decoloniales no equivale a una praxis decolonial, la cual en su
esencia más radical exige una ruptura epistemológica y ontológica con la matriz
colonial. Esta ruptura, lejos de ser un simple ejercicio teórico, demanda una
reconfiguración fundamental de las relaciones de poder globales y de las
estructuras institucionales que las sustentan. Adoptar una verdadera praxis
decolonial significaría, para las instituciones del Norte global un
cuestionamiento radical de las normativas, la burocracia y las jerarquías que
son intrínsecas a las mismas.
Si bien estas
iniciativas pueden constituir puntos de partida para diálogos más profundos y
transformaciones más sustanciales es crucial mantener una vigilancia crítica
para evitar que estas iniciativas se conviertan en meras estrategias de
cooptación o en ejercicios de "inclusión" superficial que no alteren
las estructuras fundamentales de la colonialidad del poder y del saber.
Como advirtieron Eve Tuck y K. Wayne Yang hace más de
una década: “The easy adoption of decolonizing discourse by educational
advocacy and scholarship, evidenced by the increasing number of calls to
“decolonize our schools,” or use “decolonizing methods,” or “decolonize student
thinking”, turns decolonization into a metaphor” (Tuck y Yang, 2012, p. 1). El riesgo de metaforización advertida por Tuck y Yang
torna urgente reflexionar sobre el posicionamiento geopolítico de esta
perspectiva, sus posibilidades e imposibilidades constitutivas antes de que
esta perspectiva se convierta en un nuevo fetiche discursivo constreñido a las
construcciones universales típicas de la burocracia académica eurocentrada.
Así, este artículo
analiza el posicionamiento político y epistemológico de la perspectiva
decolonial promovida por la academia anglosajona. Al mismo tiempo retoma los
contextos disruptivos que vieron emerger el proyecto decolonial, focalizando
especialmente en el Sur global. Por este último concepto se entiende una
condición política, económica y social de subalternidad al interior de las
estructuras de poder globales instaurados por la modernidad europea. Así, la
genealogía de las discusiones acaecidas en el Sur global, enraizadas en las
experiencias y resistencias de los pueblos colonizados, ofrecen un camino hacia
la implementación de una praxis antropológica anti o contra colonial.
Posicionamientos
“Libération nationale, renaissance nationale, restitution de la nation au
peuple, Commonwealth, quelles que soient les rubriques utilisées ou les
formules nouvelles introduites, la décolonisation est toujours un phénomène
violent” (Fanon, 2002, p. 39). Con esta
definición comienza uno de los primeros estudios críticos sobre
“decolonización”: Les damnés de la Terre (1961) del psiquiatra y
filosofo martiniqués Frantz Fanon (1925-1961). Esta obra seminal, publicada un
año después del desmantelamiento del África occidental francesa y el
surgimiento del Frente de Liberación Nacional en Argelia, formó parte de una
serie de escritos que emergieron en la coyuntura de las luchas de liberación
nacional en las antiguas colonias europeas de África, Asia y Abya Yala (América
Latina).
Desde la segunda
mitad del siglo XX, las luchas anticoloniales y de liberación nacional en las
antiguas colonias europeas de África, Asia y Abya Yala (América Latina) dieron
lugar a un contexto de profunda transformación del orden mundial vigente. En este sentido, el intelectual
palestino Edward Said (1935-2003) afirmó que la hegemonía de Occidente
“culminated in the great movement of decolonization all across the Third World’
(Said, 1994, p. XII). Fue en este contexto que la epistemología y la praxis
decolonial se gestaron como una herramienta analítica para deconstruir las
estructuras y jerarquías impuestas por la matriz de poder colonial que
oprimieron territorios e individuos. Así, los aportes teórico-prácticos de
pensadores-activistas como Fanon, el bisauguineano Amílcar Cabral (1924-1973) o
el martiniqués Aime Cesaire (1913-2008) convergieron en la configuración del
locus de enunciación de la decolonialidad, o como precisó el sociólogo puertorriqueño
Ramón Grosfoguel: “La ubicación geopolítica y cuerpo-política del sujeto que
habla” (Grosfoguel, 2006, p. 22).
El cartografiado
consideró las siguientes categorías: libros, capítulos de libros, actas y
artículos de conferencias, tesis, artículos de revistas, números especiales de
revistas y otros. En esta última categoría agrupe reportes, set de datos,
preimpresiones, noticias, reseñas y entrada de referencias. En este mapeo
integral se indagó, además, el idioma de las publicaciones, los países y
regiones con mayor cantidad de publicaciones, y, por último, pero no menos
importante, los trabajos y autores más citados.
Este
análisis integral no solo ofrece una visión panorámica de las diversas
manifestaciones y apropiaciones del discurso decolonial en el contexto de la
academia occidental, sino que también revela las dinámicas de poder subyacentes
a ella. Al examinar el idioma de las
publicaciones, las revistas de mayor impacto, y las regiones con mayor
producción, se desentrañan las estructuras de conocimiento global que perpetúan
o desafían las jerarquías coloniales. En última instancia, este análisis crítico
nos conduce a reflexionar sobre la urgencia de desestabilizar las
epistemologías coloniales arraigadas en el sistema académico.
Cartografiando lo “decolonial” y la “decolonización”
El primer registro
del concepto “decolonial” se remonta hasta un artículo de 1965 escrito por Jalu
M. Panchanadikar y K. C. Panchanadikar sobre los procesos de cambio político y
económico de los complejos urbanos-rurales en la India. Desde ese momento hasta
la actualidad existen 17.759 registros, diferenciándose en las siguientes
categorías: 618 libros, 3194 capítulos de libros, 171 actas y artículos de
conferencias, 589 tesis, 10485 artículos, 1987 números especiales de revistas y
715 elementos entre reportes, set de datos, preimpresiones, noticias, reseñas y
entrada de referencias. El punto más alto en el volumen de elementos publicados
fue en el año 2023, registrando un total de 3727 elementos.
En el caso del
término “decolonización”, el primer registro data del año 1950, un artículo de
una página escrito por Itsuro Yamakita y Tetsuro Yamauchi sobre la
descolonización del aceite de cera de arroz. Desde aquel instante hasta la
presente fecha, se contabilizan 33.751 registros, distribuidos en diversas
categorías: 3602 libros, 7895 capítulos de libro, 679 actas y artículos de
conferencias, 919 tesis, 19176 artículos, 416 números especiales de revistas y
1064 elementos entre reportes, set de datos, preimpresiones, noticias, reseñas
y entrada de referencias. El año 2023 marcó el apogeo en el volumen de
publicaciones, alcanzando un total de 3631 elementos registrados.
La cuantificación y
cartografiado de la producción intelectual en torno a la utilización de los
conceptos de “decolonialidad” y “decolonización” no responde meramente a un
ejercicio estadístico aséptico y desprovisto de implicaciones geopolíticas y
epistemológicas. Por el contrario, estos datos conforman la evidencia empírica
que permite visibilizar las profundas asimetrías que persisten en la
geopolítica del conocimiento. Las cifras hasta ahora citadas son trazas
materiales que nos permiten observar la colonialidad del saber y desentrañar
los patrones de poder inscritos en las lógicas de edición, citación y
validación hegemónicas. Es a través de estos números que podemos dar cuenta de
cómo, incluso en el seno de los propios planteamientos críticos nacidos de las
heridas coloniales, operan sutiles mecanismos de cooptación, apropiación y
neutralización del potencial descolonizador de estas teorías (Fregoso Bailón y
De Lissovoy, 2019; Fúnez-Flores, 2024).
El idioma de lo “decolonial” y la “decolonización”
En el ámbito
lingüístico, se observa una notable hegemonía del inglés como lengua autorizada
en el ámbito académico para teorizar sobre lo “decolonial” y la
“decolonización”. En el primer caso la cantidad de publicaciones en dicho
idioma es superior a las 9000 publicaciones, seguido del español con 2713 y el
portugués con 2536. En términos porcentuales, estas cifras representan el 60,29
% del conjunto total para el inglés, mientras que el español constituye el 17,48 %
y el portugués el 16,34 % restante. En el caso del concepto de
“decolonización” el predominio del inglés es más acentuado, con más de 28000
publicaciones. Le siguen el español con 690, el italiano con 563, el portugués
con 493, el alemán con 483 y el francés con 255. El inglés acapara casi el 89 %
del total de publicaciones, relegando al español, italiano, portugués y alemán
a porcentajes entre el 2 % y el 1 %. El francés, por su parte, apenas
alcanza un 0,79 %.
Cumpliendo un rol
análogo al desempeñado por el francés del siglo XIX como idioma
imperial/colonial de las élites instruidas, el inglés se presenta como lengua
franca académica por antonomasia. Esto se manifiesta en la menor diseminación
de lenguas europeas como el español, el portugués, el alemán, el italiano y el
francés, que, a pesar de presentar cifras significativas, están
considerablemente por debajo del predominio del inglés. Esta disparidad se
evidencia aún más al observar la escasa representación de idiomas del Sur global,
como el suajili, el somalí o el persa los cuales representan menos del 0,02 %
del total.
El
escenario anteriormente descripto se torna aún más crítico si consideramos la
completa ausencia de datos sobre los idiomas de los Pueblos Originarios
resultado de condicionamientos estructurales y los filtros epistémicos que
operan de manera subrepticia en las esferas del conocimiento hegemónico
moderno/colonial. Esto no solo limita la efectividad y la visibilidad de las
producciones en idiomas de los Pueblos Originarios, sino que también refuerzan
las jerarquías raciales que subyacen en las estructuras del conocimiento
hegemónico moderno/colonial, perpetuando así las desigualdades históricas y
limitando las posibilidades de un auténtico diálogo de saberes (Escobar, 2014; Grosfoguel, 2007; Thiong'o, 2008; Tuhiwai
Smith, 1999). La abrumadora hegemonía del inglés como lengua franca autorizada
para enunciar, producir y difundir el pensamiento académico enmarcado bajo el
rótulo de lo “decolonial” o lo “decolonizador” no hace más que refrendar su
posición como nueva gramática universal impuesta por el orden mundial
capitalista/colonial/moderno, la cual regula y “traduce” los posibles sentidos
de ruptura y transformación emanados desde las heridas coloniales (Grosfoguel,
2006; Mignolo, 2003; Quijano, 2000; Tuck y Yang, 2012; Zhang, 2018).
Esta imposición
idiomática se encuentra profundamente imbricada con las lógicas mercantiles que
gobiernan la producción, circulación y validación del conocimiento en la
academia corporativa globalizada. Esto instauró una falacia donde publicar en
inglés, lengua de las principales revistas con altos índices de impacto
calculados por la máquina bibliométrica noratlántica, se erige como la única
vía posible para la acumulación de capital académico, prestigio y legitimación
intelectual. Una lógica extractivista donde el saber se convierte en mercancía
tasada por índices y factores de impacto que responden a las coordenadas
admisibles por la razón imperial/colonial/capitalista (Grosfoguel, 2007; Hooks,
1994; Maldonado-Torres, 2007; Tuhiwai Smith, 1999).
No obstante, es
fundamental reconocer y no olvidar que algunas de las más fecundas expresiones
del pensamiento fronterizo y la insurgencia decolonial han sido escritas en
inglés. Escritos fundacionales de pensadores-activistas como Frantz Fanon, el
poeta martiniqués Aimé Césaire (1913-2008), el sociólogo estadounidense William
Du Bois (1868-1963), la activista afroamericana Bell Hooks (1952-2021), la
poeta chicana Gloria Anzaldúa (1942-2004) y la poeta afroamericana Audre Lorde
(1934-1992), entre otros, fueron gestados en las diásporas de las Américas y
escritos en inglés. Estos pensadores-activistas se apropiaron de dicho código
lingüístico para abrir espacios disruptivos y de reexistencia en los
intersticios del mismo sistema académico moderno/colonial (Bhabha 1994, Hooks
1994, Mignolo 2003, Thiong’o 2008).
Publicaciones
Al analizar la
producción académica vinculada al concepto de “decolonialidad”, Brasil lidera
la lista con más de 2000 registros, seguido por Estados Unidos que se posiciona
en segundo lugar superando los 1500 registros. Le siguen el Reino Unido con
739, Sudáfrica con 620 y Canadá con 503 registros. Australia, España, Argentina
y Colombia también presentan cifras considerables, cada uno con más de 200
publicaciones. A partir de ahí, los registros descienden a menos de 100 por
país. Si examinamos la distribución por regiones geográficas, Sudamérica se
posiciona a la cabeza con más de 2700 registros, seguida de cerca por
Norteamérica con 2.082 y Europa Occidental con 1.774. África Subsahariana, cuna
de muchas de las experiencias fundacionales de las luchas anticoloniales y
descolonizadoras, exhibe un descenso significativo con apenas 711 publicaciones
registradas. Esta asimetría se profundiza aún más en regiones como Oceanía con
351, América Central con 235, Europa del Este con 113, Asia del Este con 111,
Asia del Sur con 58, Sudeste Asiático con 58, Caribe con 32, Oriente Medio con
31 y África del Norte con tan solo 8 publicaciones.
El caso del
concepto de “decolonización” el panorama es diferente al descripto
anteriormente. Estados Unidos, con 5078 publicaciones, y Canadá, con 1898, se
posicionan como los epicentros y principales enunciadores del discurso
académico sobre la “decolonización”, seguidos por el Reino Unido con 1409 y
Australia con 708. Países del Sur global como Benín, Libia o El Salvador, con
apenas una publicación cada uno, revela la profunda desigualdad en la
producción y circulación del conocimiento. La hegemonía anglosajona se torna
más evidente si observamos que, regionalmente, Norteamérica y Europa Occidental
acaparan más de 10.000 publicaciones, en contraste con Oceanía (923), África
Subsahariana (701), Sudamérica (658) y regiones de Asia y Oriente Medio cuyas
experiencias decoloniales son sistemáticamente marginadas por las barreras
estructurales y financieras que enfrentan en la producción académica.
Estos datos no son
meramente estadísticos, sino que reflejan la persistente colonialidad del poder
que configura quién puede hablar, quién es escuchado y qué conocimientos son
legitimados. Los estándares y políticas editoriales anglosajonas favorecen casi
exclusivamente a aquellos sujetos previamente iniciados en los rituales y
códigos de la producción de conocimiento euro-norteamericano.
Esto conforma
regímenes de verdad que determinan qué voces, experiencias y corporalidades
pueden ingresar en el selecto círculo de la academia globalizada (Foucault,
2007). Los investigadores del Sur global, a menudo, carecen de acceso a los
mismos recursos, redes y plataformas que sus contrapartes del Norte,
perpetuando así una jerarquía epistémica que favorece las narrativas del Norte global.
La concentración de la infraestructura material y económica en manos de los
centros de poder del Norte global se traduce directamente en un control sobre
los circuitos de producción y legitimación del conocimiento a nivel global,
instalando la idea de que la credibilidad académica y la única forma de
acumular capital académico radica en publicar en determinadas revistas
(Grosfoguel, 2007). Así, los conocimientos gestados en
las heridas coloniales son “traducidos” a las coordenadas admisibles por el
canon occidental, neutralizando su potencial descolonizador (Bhabha, 1994;
Thiong’o, 2008).
Este proceso de
traducción implica no solo un cambio de idioma, sino una reconfiguración
epistemológica que diluye la radicalidad del pensamiento decolonial. La pérdida
no se limita meramente al uso del inglés o a la publicación en revistas del
Norte global, sino que reside en la adaptación de conceptos y metodologías a
marcos de referencia eurocéntricos. Así, conceptos como “buen vivir” o “pachakuti”
son reinterpretados dentro de marcos teóricos occidentales, pudiendo perder su
capacidad para cuestionar fundamentalmente la lógica del desarrollo capitalista
o la linealidad del tiempo histórico occidental. La decolonialidad no es solo
un proyecto académico, sino un compromiso ético-político con la transformación
de las realidades vividas por comunidades históricamente subalternizadas.
Con esto no se
pretende establecer una dicotomía entre “verdadera” o “falsa” decolonialidad,
sino de reconocer los matices y tensiones inherentes a la producción y
circulación del conocimiento en un mundo globalizado, pero aun profundamente
desigual. La decolonialidad, incluso en su forma “traducida”, puede contribuir
al mundo al introducir perspectivas alternativas en espacios académicos y
políticos dominantes, sembrando semillas de cuestionamiento y transformación.
Citaciones
La geopolítica del
conocimiento no solo se materializa en la asimétrica concentración de recursos
e infraestructura material y económica, lo cual viabiliza la producción y
circulación de conocimiento, sino en las practicas citacionales que operan al
interior de la academia. A través de las citas se tejen redes de validación,
autorización y legitimación de aquello que se considera “conocimiento valioso”
y digno de ser citado, reproducido y puesto en circulación. El resultado es una
epistemología tecnocrática y meritocrática que establece una correlación
directa entre el número de citas y el estatus de un autor. A fines prácticos
solo se consideran las cinco obras más citadas en torno al concepto de
“decolonialidad” y “decolonización”.
En el caso del
concepto “decolonial” las obras con mayor cantidad de citas son el libro Toward
a Decolonial Feminism (2010) de la filósofa argentina María Lugones con
1254 citas, el artículo “Epistemic Disobedience” (2009) de la antropóloga
peruana Marisol de La Cadena con 1160 citas, el artículo “An Indigenous
Feminist's Take On The Ontological Turn” (2016) de la antropóloga maorí Linda
Smith con 960 citas, el libro Designs for the Pluriverse (2018) del
antropólogo colombiano Arturo Escobar con 878 citas y finalmente el artículo “Decolonization
is not a metaphor” (2012), de la activista Kanien'kehá:ka Eve Tuck y del teórico
crítico y activista estadounidense K. Wayne Yang con 800 citas.
En lo que respecta
al término “decolonización”, las obras más citadas son el libro Decolonizing
Methodologies (1999) de Linda Smith, con 7532 citas, el libro Feminism
without Borders (2003) de la socióloga india Chandra Mohanty con 2191
citas, el artículo “Institutional Conditions for Diffusion” (1993) del
sociólogo francés Pierre Bourdieu con 1751 citas, el artículo “Border Crossings”
(1991) del crítico cultural estadounidense Henry Giroux con 1732 citas y
finalmente, con 1586 citas, el artículo “On the Coloniality of Being” (2007)
del filósofo puertorriqueño Nelson Maldonado-Torres.
Desde una
perspectiva decolonial, muchos de estos autores pueden ser situados al interior
de las geografías fracturadas que constituyen el Sur global insurgente. Sus
obras emergen de experiencias, corporalidades y contextos subalternizados por
la matriz epistémica colonial. Este es el caso de Lugones, De la Cadena y
Mohanty, quienes desde una praxis fronteriza desbordan tanto las categorías
patriarcales como las narrativas feministas euro-norteamericanas, abogando por
un feminismo transnacional capaz de reconocer las divergencias y desigualdades
inscritas en la diferencia colonial global.
De la Cadena, junto
a Smith, Tuck y Yang, expresan los saberes insurgentes de los pueblos indígenas
que interpelan radicalmente las metodologías canónicas y las políticas
epistemológicas del eurocentrismo moderno/colonial. Sus aportes abren caminos
otros para la recuperación, el reposicionamiento y la reexistencia de las
ontologías y epistemologías indígenas sistemáticamente negadas por el monólogo
racista de Occidente.
La urgencia de una
ecología de saberes pluriversa es también señalada por Escobar, cuyos trabajos
se nutren de las luchas, las cosmovivencias y las ontologías relacionales
insurgentes que emanan de los movimientos sociales del Sur en su afirmación de
la vida frente a la voracidad del capitalismo extractivista. En el caso de
Maldonado-Torres, sus aportes sobre la “colonialidad del ser” han sido
influyentes en el giro decolonial.
Giroux y Bourdieu
difícilmente puedan ser encuadrados dentro de las geografías del Sur global
decolonial. El primero, pese a sus importantes contribuciones a la pedagogía
crítica y la impugnación del neoliberalismo, permanece anclado en los debates
internos de la academia angloamericana. Mientras que la vasta obra del segundo,
por más que haya ejercido gran influencia en las ciencias sociales y la teoría
crítica contemporáneas, no logra trascender la perspectiva eurocéntrica moderna
desde la cual emerge su andamiaje conceptual.
Ante este panorama
cabe preguntarse hasta qué punto esta creciente citación de autores del Sur global
responde a una auténtica apertura epistémica o más bien a una operación de
absorción y neutralización de los discursos decoloniales. A excepción de Linda
Smith, todos los demás autores han trabajado principalmente en instituciones
académicas del Norte global. Por un lado, esta
inserción facilita el acceso a recursos, redes y plataformas que permiten una
mayor difusión y legitimación de sus ideas. Sin embargo, es importante
considerar que esta situación no se debe únicamente a objetivos académicos,
sino que también involucra factores personales, familiares, así como cuestiones
históricas y sociales de migración. De hecho, no solo estos pensadores, sino
muchos otros teóricos decoloniales se encuentran actualmente en el Norte global,
lo que refleja una compleja interacción entre las oportunidades académicas, las
circunstancias personales y los flujos migratorios históricos.
Por otro lado, esta
inserción puede implicar una mediación y traducción de dichas ideas por los
estándares y la “gramática” del Norte global. Esta situación pone en tensión
las dinámicas de poder, legitimación y cooptación que operan en el mundo
académico corporativo globalizado. A su vez, manifiesta las complejidades y
ambivalencias del locus de enunciación de los investigadores del Sur global
inscritos en el Norte global (Grosfoguel, 2007).
El presunto giro
decolonial parece haber adquirido un carácter marcadamente académico, impulsado
desde las instituciones universitarias del Norte global donde muchos de sus
principales exponentes viven, investigan y enseñan. Esto ha contribuido a la
conformación de un nuevo canon que omite o menciona escasamente experiencias y
saberes de otros pensadores fronterizos de Abya Yala y el Sur global.
Asimismo, esta narrativa decolonial no aborda en profundidad procesos de larga
data que fueron constitutivos y estructurantes de la modernidad colonial, tales
como el antropocentrismo, el androcentrismo y el adultocentrismo
imperial/racial/capitalista (Fornet-Betancourt 2004). En este sentido, creo que
una perspectiva anti/contracolonial es política y epistemológicamente urgente.
Anti/contracolonialismo
El lugar de
enunciación de la perspectiva anti/contracolonial se localiza en las
insurgencias políticas que eclosionaron en el Sur global entre las décadas de
1920 y 1970. Si bien las mismas fueron heterogéneas, compartieron la voluntad
de impugnar la pretendida universalidad de la razón instrumental eurocentrada[1]. En el caso concreto de Abya Yala, uno de los
puntos de inflexión fueron las Conferencias de Barbados, un cónclave que reunió
a líderes indígenas y académicos de todos los Pueblos Originarios del
continente. Celebrados en 1971 y 1977, estos encuentros fueron un punto de
inflexión que aunó las insurgencias políticas, epistémicas y existenciales de
los Pueblos Originarios de Abya Yala en una praxis política
anticolonial, impulsó los procesos de etnogénesis y reconstitución identitaria
indígena frente al colonialismo interno y fortaleció las redes de solidaridad
entre los Pueblos Originarios (Esteva, 1995; Rivera Cusicanqui, 2010).
Junto con estas
conferencias, escasamente mencionadas en el amplio canon decolonial
oficializado e institucionalizado por la academia occidental[2], una de las referencias fundamentales de la
perspectiva anti/contracolonial son los trabajos de intelectuales activistas
como Frantz
Fanon, Aimé Césaire, el antropólogo haitiano Michel-Rolph Trouillot
(1949-2012), la escritora antiguana Jamaica Kincaid, el activista trinitense
George Padmore y la escritora martiniqueña Suzanne Césaire (1915-1966). Sus
obras señalan la necesidad de un análisis interseccional de las dimensiones
económicas, materiales, ontológicas, epistemológicas y emocionales que
configuran la matriz colonial de poder. De manera concomitante, insisten en la
urgencia de examinar las interacciones transculturales y los dispositivos
tecnológicos, discursivos y simbólicos empleados en la materialización de la
diferencia racial colonial, así como en la consolidación del orden
moderno/colonial/capitalista[3] (Fanon, 2002;
Césaire, 1950; Césaire, 2009; Kincaid, 1985; Padmore, 1956; Trouillot
1995).
Más allá de la diáspora del Caribe, otros
intelectuales activistas en diversas latitudes del Sur global profundizaron
sobre estos puntos. Si bien la lista no es exhaustiva, quiero destacar figuras
como Silvia Rivera Cusicanqui, el filósofo peruano José Mariátegui (1894-1930),
el poeta cubano José Martí (1853-1895), el líder guerrillero mexicano Rafael
Guillén Vicente, el filósofo boliviano Fausto Reinaga (1906-1994), el
guerrillero mexicano Emiliano Zapata (1879-1919), el quilombola brasileño
Antonio Bispo dos Santos (1959-2023) y el guerrillero argentino Ernesto Guevara
(1928-1967). Estos intelectuales
activistas encarnan una praxis política y epistemológica que trasciende la
dicotomía occidental entre teoría y praxis. Así, su producción intelectual se
torna indisociable de su compromiso ético-político con las luchas
emancipatorias de los pueblos oprimidos (Bispo dos Santos, 2014; Guillén
Vicente, 1994; Mariátegui, 1928; Martí, 1977; Reinaga, 1969; Rivera Cusicanqui,
2010).
Los
trabajos y las prácticas políticas de estos intelectuales orgánicos convergen
en una serie de elementos nodales que constituyen, a mi entender, el núcleo de
una praxis decolonial anti/contracolonial y son esenciales en una genuina
decolonización de las prácticas antropológicas. Primeramente, hay una escritura desde el “nosotros
comunitario” más que desde el “yo individual”, enraizando sus reflexiones en
las vivencias colectivas de los pueblos y los colectivos históricamente
subalternizados por la colonialidad del poder. Así, los espacios de dialogo
resultantes se presentan como una necesaria alternativa al dogmatismo académico
y burocrático del conocimiento que empobrece el potencial transformador de
nuestras prácticas antropológicas.
La perspectiva
anti/contracolonial, se constituye como un proyecto de desprendimiento
epistémico y político de la matriz colonial de poder. No es simplemente una
postura de oposición, sino una afirmación de la pluriversalidad del
conocimiento y de la existencia. Reconociendo la persistencia de la
colonialidad en todas las esferas de la vida social, política y epistémica, la
perspectiva anti/contracolonial implica dar cuenta y desactivar los mecanismos
más sutiles de la colonialidad que operan en el nivel del conocimiento, de la
subjetividad y de las formas de vida. En este sentido, esta perspectiva es una
lucha por la pluriversalidad, es decir, por un mundo donde quepan muchos
mundos. Es, en última instancia, un llamado a imaginar y construir un horizonte
otro, basado en la pluralidad, la reciprocidad y la comunalidad. (Bispo dos
Santos, 2014; Guillén Vicente, 1994; Rivera Cusicanqui, 2010). En este sentido,
la antropología anti/contracolonial no debe limitarse a la inclusión
tokenística y a la celebración acrítica de la diversidad, sino que tiene que
erigirse como una praxis política que continúa las luchas de resistencia,
insurgencia y reexistencia iniciadas hace más de cinco siglos por los Pueblos
Originarios de Abya Yala. Para ello, debemos evitar la separación forzada entre
sentir y pensar, y reconstituir una ecología autónoma, comunitaria y solidaria
del conocimiento.
Esta ecología debe
aspirar a ser un espacio colectivo, pluriversal e insurgente donde confluyan,
dialoguen y se articulen las contranarrativas, los contraconocimientos y las
contraprácticas de los disidentes, los divergentes, los marginales, los no
binarios, los excluidos, los olvidados de la historia y del canon antropológico
oficial hegemonizado por la racionalidad eurocéntrica. Ejemplos
como la Universidad de la Tierra y el Ejercito Zapatista en México, la
Universidad Intercultural Amawtay Wasi en Ecuador, el Movimiento de los
Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil y la Coordinación Nacional de
Articulación de Quilombos, el Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas en
Perú, el Movimiento Agroecológico Campesino a Campesino en Cuba, la Swaraj
University en India o la Mpambo Afrikan Multiversity en Uganda dan
cuenta de que la construcción de esta alternativa es posible.
Estas iniciativas
son una traducción práctica de pluriversalidad. Por este último concepto
entendemos no simplemente una diversidad de perspectivas dentro de un marco
universal único, sino la coexistencia de múltiples mundos interconectados pero
distintos. Así, cada una de las iniciativas mencionadas gestiona espacios donde
los conocimientos locales, indígenas y subalternos no son simplemente
“incluidos” en un marco dominante, sino que son la base misma desde la cual se
construyen nuevas formas de educación, organización social y relación con el
territorio (Escobar, 2014).
De lo contrario,
corremos el riesgo de quedar atrapados en un monólogo postcolonial y/o
decolonial que, a pesar de su retórica crítica, parece mantener las mismas
estructuras asimétricas, violentas, heteronormativas, patriarcales y
occidentales de siempre. Esta sería una decolonialidad meramente discursiva,
carente de un verdadero compromiso con la transformación radical de las
jerarquías y dominaciones arraigadas en la colonialidad del poder, del saber y
del ser (Escobar, 2014; Fanon, 2002; Hooks, 1994; Quijano, 2000; Rivera
Cusicanqui, 2010; Thiong'o, 2008; Tuhiwai Smith, 1999).
Palabras
finales
A lo largo de este
trabajo mi objetivo fue revelar una paradoja fundamental al seno de la
perspectiva decolonial promovida por la academia anglosajona. Pese a sus
pretensiones contrahegemónicas, la misma sigue estando atravesada por la lógica
mercantilista y extractivista que rige el mundo académico corporativo
globalizado. La necesidad de mantener ritmos masivos de publicación en revistas
indexadas de alto impacto ha derivado en el establecimiento forzoso de un flujo
unidireccional de ideas desde el Sur hacia el Norte global. Esta dinámica, como
ha denunciado Silvia Rivera Cusicanqui, es una modalidad de extractivismo
epistemológico, donde los cuerpos de conocimiento gestados en el Sur global son
extraídos, despolitizados y resignificados dentro de la razón instrumental
occidental como capital económico y simbólico (Rivera Cusicanqui, 2010). En
este renovado clientelismo intelectual, los pensadores del Sur global son
relegados a una posición subordinada y periférica en la economía global de las
ideas y en las dinámicas Norte-Sur.
Lo anterior no
implica un rechazo completo de la perspectiva decolonial emergente en las
instituciones académicas del Norte global, las cuales contribuyeron en
visibilizar y, hasta cierto punto, cuestionar las estructuras de poder y las
epistemologías hegemónicas que continúan perpetuando la colonialidad. Sin
embargo, esto no ha conllevado una distribución equitativa de los recursos
materiales, técnicos y humanos capitalizados por dichas instituciones, los
cuales constituyen el complejo entramado en el cual sustentan su posición
hegemónica en la geopolítica del saber. Desafiar esta estructura requiere no
solo una redistribución equitativa de estos recursos, sino también el
desmantelamiento de la estructura piramidal tradicional de poder y capital
académico, que sigue manteniendo una jerarquía que reproduce las dinámicas
coloniales. En este contexto, una perspectiva auténticamente
anti/contracolonial se torna políticamente urgente tanto como
epistemológicamente impostergable. Solo recurriendo a las insurgencias
epistémicas de las exterioridades negadas por el proyecto moderno/colonial
podremos iniciar una verdadera ecología de saberes.
Una perspectiva
auténticamente anti/contracolonial no debe limitarse a lo meramente discursivo,
sino que necesita incidir directamente en las prácticas situadas de
descolonización de la vida en todas sus dimensiones. Implica fomentar una lucha
activa la soberanía alimentaria y el fomento de sistemas agroecológicos
comunitarios, la revitalización de la medicina de los Pueblos Originarios
basada en la relacionalidad cuerpo-mente-naturaleza, abogar por el
reconocimiento de los sistemas normativos propios de los Pueblos Originarios,
promover pedagogías de enseñanza-aprendizaje basadas en la relacionalidad,
auspiciar proyectos de investigación basados en metodologías participativas y
colaborativas e impulsar formas de autogobierno y autonomías territoriales de los
Pueblos Originarios, afrodescendientes y campesinos, así como sus luchas por el
derecho a la tierra, al territorio y al buen vivir, más allá de la democracia
liberal representativa (Escobar, 2014; Esteva, 2014; Illhuicatzi, 2017; Rivera
Cusicanqui, 2010; Walsh, 2013).
Ejemplos de estas
iniciativas ya están sucediendo en diversas latitudes del Sur global[4]. Es momento de profundizar y expandir las mismas a
través de una lucha colectiva, horizontal, inclusiva, interseccional y
transgeneracional. Es necesario articular las diversas experiencias de
subalternización a través de una ética y una praxis de la solidaridad, la
complementariedad y la relacionalidad. Solo así podremos contribuir a la
gestación de un proyecto anti/conta colonial de transformación radical que
supere las limitaciones del pensamiento eurocéntrico y abra caminos hacia la
pluriversalidad. Si no, corremos el riesgo de quedar atrapados en un mero
ejercicio discursivo, carente de una praxis anticolonial consecuente. El vacío
ético, moral y política de esta retorica se hace evidente en el silencio
cómplice de gran parte de la academia anglosajona ante la ocupación colonial y
el despiadado genocidio palestino por parte del régimen de apartheid israelí.
Con mucho respeto se
utilizarán las palabras pronunciadas en las declaraciones de la Selva de
Lacandona para concluir este trabajo: “Con mis palabras sencillas busqué tocar
el corazón del pueblo sencillo, humilde, luchador, digno y sobre todo rebelde.
Mis palabras buscaron contar lo que ha sucedido con las perspectivas que se
presentan como el remedio contra la colonialidad. Mis palabras buscaban ser una
invitación a otros a construir prácticas antropológicas anticoloniales y
contracoloniales. Estas fueron mis sencillas palabras para tratar de estar
junto a quienes luchan en otros lugares contra la colonialidad. Durante la
larga noche de los 500 años pedimos un mundo donde quepan todos los mundos,
ahora es nuestra exigencia”.
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Nota: este artículo corresponde en su totalidad a Diego Ballestero.
Nota: El comité editorial ejecutivo Juan Scuro, Pilar Uriarte y Victoria Evia aprobó este artículo.
Disponibilidad de datos: El conjunto de datos que
apoya los resultados de este estudio no se encuentra disponible.
[1] En
África podemos mencionar las luchas independistas en Guinea-Bissau, Cabo Verde
y Mozambique, la Unión Popular Africana de Zimbabue, el Movimiento de
Independencia de Ghana, el Frente de Liberación Nacional de Argelia, el Movimiento
Popular para la Liberación de Angola y la Rebelión del Mau Mau. En Asía
tendremos la campaña de desobediencia civil liderada por Mahatma Gandhi
(1869-1948) en la India, la lucha de Ho Chi Minh (180-1969) en Vietnam y el Movimiento
de Independencia de Indonesia. En Abya Yala podemos mencionar la Revolución
Mexicana, las luchas de Rigoberta Menchú con el Movimiento Indígena de
Guatemala, la Revolución Cubana, el Movimiento para la Preservación de la
Identidad Territorial Mapuche en Chile (1960-1970) y el Movimiento Ad Mapu
(1978), el Levantamiento Campesino de Ñancahuazú en Bolivia (1967), el Movimiento
Camponês das Ligas Camponesas (1954-1964) por la reforma agraria y el American
Indian Movement en Estados Unidos (1968-presente). En Oceanía podemos mencionar
el Movimientos de Independencia de Papúa Nueva Guinea. Finalmente, en Oriente
medio tendremos la Revolución Egipcia de 1952 liderada por el Movimiento de
Oficiales.
[2] Algunas
excepciones son los trabajos del antropólogo norteamericano Richard Adams o el
historiador británico John Hemming (Adams, 1983; Hemming, 2003).
[3]
Es interesante señalar el rescate que hacen de pensadores de Abya Yala del
siglo XV como al español Bartolomé de Las Casas (1484-1566), Garcilaso Inca de
la Vega (1539-1616), el quechua Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua
(finales del siglo XVI-mediados del siglo XVII) o el quechua Dionisio Inca
Yupanqui quienes, ya desde el siglo XV, cuestionaron las diversas formas de
opresión colonial europea, proponiendo alternativas basadas en la solidaridad
horizontal y colectiva, en contraposición a la lógica extractivista y
explotadora del sistema-mundo moderno/colonial. En las últimas décadas, autores
como Silvia Rivera Cusicanqui, Enrique Dussel, Ramón Grosfoguel y Walter
Mignolo han recuperado y revitalizado estos legados, inscribiéndolos en una
narrativa más amplia de resistencia y reconfiguración epistémica (Dussel, 1994;
Grosfoguel, 2015; Mignolo, 2015; Rivera Cusicanqui, 2010).
[4]
Debido a la vasta y compleja riqueza de iniciativas decoloniales y el activismo
en el Sur global, resulta inviable elaborar una lista exhaustiva. Para
profundizar sobre ejemplos concretos ver: Bhambra et al. (2018), Escobar (2014),
Esteva (2014), McCarty et al. (2008), Rivera Cusicanqui (2010), Thiong'o
(2008), Tuhiwai Smith (1999), Tuck y Yang (2012), Vázquez (2009), Walsh (2003,
2013).