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Caracas entre siglos: ¡Vamos al Teatro! Las Artes Escénicas en El Cojo Ilustrado 1892 – 1912
Claves. Revista de Historia, vol. 9, núm. 16, pp. 1-25, 2023
Universidad de la República

Tema Central

Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 9, núm. 16, 2023

Recepción: 27 Diciembre 2022

Aprobación: 03 Junio 2023


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: El presente artículo tiene como objeto de investigación las Artes Escénicas en Caracas de finales del siglo XIX y principio del XX, utilizando como fuentes la crónica y el imaginario registrado en la publicación periódica El Cojo Ilustrado, una revista cultural ilustrada venezolana publicada entre 1892 y 1915, donde el teatro, la ópera y la zarzuela junto a sus principales espacios y protagonistas fueron reseñados, fotografiados y promovidos gracias a su impresión en papel mediante la tecnología del fotograbado. Se propone resaltar la influencia de la revista en la circulación de ideas y representaciones de los intereses culturales y artísticos, como prácticas sociales a partir de referentes europeos, procurando un aporte para el conocimiento de la historia de las artes escénicas en la Venezuela de entresiglos.

Palabras clave: revista cultural, El Cojo Ilustrado, Caracas, teatro.

Abstract: The purpose of this article is to investigate the Performing Arts in Caracas at the end of the 19th century and the beginning of the 20th, using as sources the chronicle and the imaginary recorded in the periodical publication El Cojo Ilustrado, a Venezuelan cultural magazine illustrated published between 1892 and 1915, where the theater, the opera and the zarzuela along with their main spaces and protagonists were reviewed and portrayed and promoted thanks to their printing on paper using photoengraving technology. It is proposed to highlight the influence of the magazine in the circulation of ideas and representations of cultural and artistic interests, as social practices from European references, seeking a contribution to the knowledge of the history of the performing arts in Venezuela from between centuries.

Keywords: cultural magazine, El Cojo Ilustrado, Caracas, theater.

1. Introducción

El conocimiento historiográfico formal sobre las artes escénicas en Venezuela es escaso, por tanto, es notoria la necesidad de orientar esfuerzos en el estudio sistemático sobre la danza y el teatro nacional. Así, desde la construcción de la memoria histórica sobre lo acontecido, estimulamos en las generaciones en formación el valor de la profesión a la que aspiran y de la historia de la que también son partícipes.

En este sentido, nos proponemos reseñar el acontecer artístico escénico en Caracas de finales del siglo XIX y principios del XX, donde fueron convocados artistas y espectadores al teatro para el encuentro de todas las artes. Para tal fin, nuestra investigación se basa en la descripción de las evidencias escritas y visuales que encontramos en la revista cultural El Cojo Ilustrado. Esta revista fue una de las más importantes de la época, clave para el reflejo de la vida de la sociedad venezolana, en especial la caraqueña como núcleo cultural y político. A continuación, tratamos de interpretar y comprender el contexto situacional en el que las artes escénicas de entre siglos se desarrollaron en Caracas como epicentro de las producciones artísticas nacionales. Asimismo, revisamos las convenciones e imaginarios, el papel social y las representaciones que circularon en El Cojo Ilustrado para el resto del país.

Partimos de la consideración sobre la prensa y las revistas culturales como fuente histórica del siglo XIX. Siguiendo a Azparren, con la aparición de la tecnología de la imprenta, la prensa y las revistas se convirtieron en un medio prolífico con informaciones promocionales de la actividad cultural. En ellas se destacó el teatro, la crítica y la publicación de obras de importantes dramaturgos, teniendo este arte un relevante papel en la sociedad venezolana del albor de la República y la vida burguesa.

Se trata del uso de una fuente tradicional para la reconstrucción de la historia, que no ha sido valorada lo suficiente en la construcción de la historia de las artes escénicas en Venezuela. Consideramos que las fuentes hemerográficas, más que trasmitir información, nos sitúan frente al testimonio material de una sociedad, y, por tanto, de su conocimiento histórico-cultural como legado. En palabras de Arturo Uslar Pietri: «No hay materia de enseñanza que no esté conectada con las informaciones de la prensa diaria, las noticias científicas, los avances mecánicos, la vida de las artes, conciertos, exposiciones, publicaciones, actividades económicas (…) El mundo, con su fascinante variedad y viviente interés». [1]

2. La revista cultural El Cojo Ilustrado: tribuna del arte

La revista cultural ilustrada es la publicación periódica cuyo contenido gráfico y textual nos da cuenta de la modernización cultural en Venezuela.[2] Según Enrique Castejón Lara y Libia Caballero, en la evolución de la prensa la revista cultural surge de la carencia de un medio que, a diferencia del periódico, diera un lugar adecuado para temas afines al ámbito artístico e intelectual. Sin importar el género literario o periodístico, siendo escritor novel, artista plástico u opinador experto, todos se daban cita en las páginas de la revista. Se precisaba informar al lector de lo que sucedía a nivel nacional e internacional, no solo con escritos sino también con ilustraciones gráficas.

De modo que el desarrollo de la danza y el teatro moderno de Venezuela y su imaginario a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, lo encontramos reseñado a través de la revista cultural ilustrada El Cojo Ilustrado. Como una publicación cultural de élite, las noticias sobre el acontecer artístico escénico eran comunes, así como las imágenes en fotograbados de los artistas. Bajo la dirección de Manuel Revenga, el 1 de enero del año 1892 circuló por primera vez como una revista quincenal y por suscripción.

El titulo El Cojo Ilustrado se originó por el apodo del primer dueño de la «Tipografía a vapor El Cojo», Manuel Echezuría, quien tenía dicha condición. Echezuría fue el fundador de la primera fábrica cigarrera del país llamada también «El Cojo», además de producir con fines comerciales bajo ese mismo nombre «un pequeño boletín que exhibía propaganda de la fábrica, algunas ilustraciones y escasos textos literarios» (Di Mare 43). Esta empresa prosperó en el estado de Zulia, junto a su socio Agustín Valarino, mientras que Jesús María Herrera Irigoyen fue el gerente de la cigarrera en la sucursal de Caracas. A la muerte de Echezuría, Herrera compró la tipografía y creó El Cojo Ilustrado. [3]

Su antecesora fue El Zulia Ilustrado, la primera revista de Venezuela en reproducir imágenes fotográficas y fotograbadas entre 1888 y 1892, editadas por los socios de la cigarrera. En sus años de existencia, El Cojo Ilustrado se convirtió en el medio de circulación de los discursos referenciales para los intelectuales y letrados venezolanos de entresiglos -con inclusión de imágenes por la impresión de los fotograbados-, cumpliendo una función representativa de las ideologías modernistas y progresistas relacionada a la difusión de la cultura y las artes en el país. Su editor, J. M. Herrera Irigoyen, al referirse al perfil de la publicación apuntó en el primer número:

Todo documento que tenga que ver con la Historia Patria, con la de las ciencias, artes e industrias, las lucubraciones de todo linaje que de algún modo representan interés nacional o revistan carácter genuinamente venezolano, serán acogidas con entusiasmo y deleite, pues la crónica de nuestros heroicos hechos así como la que demuestre el origen y desarrollo de nuestra vida intelectual está aún por comenzarse.[4]

De allí, como afirman sus estudiosos, esta revista es considerada una de las más significativas que ha tenido Venezuela como lugar de representación de la memoria cultural de una época. Sin desmerecer las letras, el imaginario fotográfico reproducido en El Cojo Ilustrado fue también importante para la sociedad del momento. En la revista se encontraban los primeros fotógrafos del país para su retrato, incluyendo registros de eventos sociales como asistir al teatro (Caballero 60). En medio de un espíritu de optimismo cultural sin precedentes, se trató, en la opinión de María Di Mare, de:

un gran museo o enciclopedia visual venezolana, en la cual quedaron retratadas para la historia los personajes ilustres de la época, como artistas, escritores, familias de clase alta, miembros del clero, militares, empresarios y comerciantes. La publicación realizó, a través de su planteamiento iconográfico, todo un entramado simbólico, representado en gentes, en obras arquitectónicas y artísticas para demostrar tanto dentro del país como fuera de él, los cambios en la mentalidad y la sensibilidad ciudadana, una labor que nunca antes habían hecho otras revistas culturales. (44)

EnEl Cojo Ilustrado se publicó información sobre la ciencia, la filosofía positivista, la historia de época, avances de la tecnología y el progreso, pero estaba dirigido de forma especializada al público interesado en las artes. Como testimonio para la historia de las artes en Caracas, esta revista se publicó de forma ininterrumpida durante 23 años. Desde el 1 de enero de 1892 hasta el 1 de abril de 1915, entre dos siglos, entre dos dictaduras, El Cojo Ilustrado fue el promotor de la imagen y el imaginario artístico nacional. «¡Era la tribuna del arte a extramuros!» (Caballero 152).

En las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, como en el resto de Latinoamérica, las artes escénicas en Venezuela comprendían: la música, el canto, la danza, el recital. Asimismo, se presentaban diversos géneros dramáticos: ópera, zarzuela, drama alegórico, histórico o psicológico, junto a los llamados teatros populares y el circo. Fue un período donde abundó el interés por el teatro realista y musical, consolidándose una cultura teatral importada y el desarrollo de una industria para el espectáculo. Esto exigió la construcción de edificios acordes al espíritu modernista de la época y la apertura del escenario al talento nacional e internacional. El calificativo de «la culta ciudad de Caracas», en palabras de Lamus, se explica por el papel del Gobierno nacional como mecenas. Esto no solo permitió la visita de compañías de Europa, sino también el intercambio de noticias e imágenes para corresponder la inquietud de estar al mismo nivel que cualquier otro espectáculo.

Este es un factor importante a considerar para referirnos al contexto político, económico y social en el que surge El Cojo Ilustrado. Primero debemos reiterar la importancia que tuvo para Caracas el gobierno del llamado «Presidente Regenerador», Antonio Guzmán Blanco. Bajo su mandato, entre 1870 y 1888, tuvo lugar la consolidación de las artes escénicas como representación cultural venezolana. El «Ilustre Americano», en el marco del pensamiento positivista que marcó pauta en su proyecto político, materializó la modernización de la ciudad. A través de un monumental plan de transformación tecnológica, social, económica, y por ende, como una totalidad cultural, Guzmán Blanco patentó el espacio público como práctica social, urbana y arquitectónica. Dentro esa morfología sociocultural, para el ámbito artístico fue significativa la inauguración del Teatro Guzmán Blanco en 1881, hoy Teatro Municipal (Esteva-Grillet 175). Este gran teatro de Caracas fue un proyecto de especial interés propuesto por el propio presidente, dentro del mismo programa de afrancesamiento de la ciudad capital de la República. Así, se consolidó un lugar «para la élite que cultiva las artes europeas (música sinfónica, ópera, ballet, drama) y espectáculos que celebran fechas oficiales» (Rauseo 254).

De esta manera, al llegar el siglo XX, el paradigma de la doctrina positivista con sus ideales del proyecto modernizador justificó también el accionar político de los siguientes gobiernos, encabezados por Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Se puso fin a las guerras civiles y se impuso la paz dirigente por el caudillismo y el liberalismo de los partidos históricos después del Guzmancismo. Se abrieron las puertas al capitalismo, junto a la venidera economía petrolera y el desarrollo de la burguesía emergente (Di Mare 43).

Por el otro lado, el modernismo que protagonizó la escena literaria e intelectual de entresiglos se expresó a través del estilismo estético. Sin embargo, las metáforas, sinestesias y mitos dieron luego paso al criollismo y el deseo por un relato propio, naturalista, realista sobre el país. Así, El Cojo Ilustrado traduce y publica los valores de literatos cosmopolitas como Goncourt, Zola, Tolstoy y Ruben Darío, convirtiéndose en una de «las revistas cimeras del modernismo en Venezuela» (Chesney-Lawrence 127). El triunfo del criollismo se reservó para bien entrado el siglo XX, bajo una nueva mirada de las letras nacionales e hispanoamericanas.

Esta correlación entre la época del modernismo en Venezuela y la aparición de una revista como El Cojo Ilustrado, se puede valorar como lo hace Maurice Belrose, al señalar la exaltación de la belleza y la escritura artística publicada. El esteticismo que caracteriza al estilo modernista, así como la publicación de El Cojo Ilustrado a lo largo de dos décadas, coinciden con la temporalidad del movimiento literario. Además, también se trató del debate sobre la civilización y la barbarie, campo y ciudad, a expensas del positivismo ideológico que imperaba en la política nacional. Por lo que los intelectuales de la época, junto a los medios, tenían la tarea de posicionarse respecto a la realidad del país, donde las revistas culturales eran espacios de lucha para el progreso artístico. El Cojo Ilustrado, según Belrose, fue «la tribuna del mundo latino» donde publicaban los modernistas hispanos, peninsulares, venezolanos, y por supuesto, la vida literaria y cultural de Europa como paradigma de la sensibilidad moderna que también debía alimentar «el alma nacional» (213).

En medio de este espíritu de época, el avance tecnológico también marcó pauta en cuanto al uso de la imprenta para el tiraje de revistas y periódicos. En consecuencia, además del preludio editorial de El Zulia Ilustrado, se desarrollaron otras publicaciones que alcanzaron importancia en la historia de la prensa en Venezuela. Entre ellas: La Tertulia (Caracas, Imprenta Venezolana, 1875); El Fonógrafo, junto a su propia imprenta en Maracaibo (1879-1885); El Lápiz, de Tulio Febres Cordero (Mérida, Tipografía El Lápiz, 1888); mientras que en 1893, en el taller del periódico El Pregonero en Caracas, un año después que el taller de fotograbado de El Cojo Ilustrado, se instala la primera estereotipia y linotipia. Le sucedió la revista Cosmópolis (Caracas, Imprenta Bolívar, 1894).[5] Todas ellas tuvieron gran valor y significación para la vida cultural del país.[6]

Sin embargo, es en El Cojo Ilustrado como ventana a las imágenes del progreso y la ostentación cultural a la altura de las grandes metrópolis, donde los escenarios para el desarrollo de las artes como el teatro, el canto y la danza, pueden verse mejor. El Teatro Municipal inaugurado en 1881, fue reseñado en la revista el 15 de febrero de 1892.[7] La nueva obra, según lo que detalla la Memoria del Ministerio de Obras Públicas de 1877 citado por Azparren, era un edificio suntuosamente equipado, al estilo neobarroco, de forma oval, con obras de hierro de Inglaterra y Estados Unidos, un gasógeno suficiente para 200 luces; un reloj para el centro de la gran ventana de mosaico; un piano de cola de New York o Paris, espejos, sofás y sillas para el gran salón; una araña de cien luces y otra de doce, seis retratos de artistas célebres, seis cuadros con escenas de óperas, y las decoraciones y maquinarias escénicas necesarias.

Asimismo, el Teatro Baralt en Maracaibo aparece en El Cojo Ilustrado, señalándose que fue inaugurado el 24 de Julio de 1883,[8] y según reseña José Rojas (1986,163), «para la cultura escénica, habría que reconocer la sensibilidad, el gusto y la tradición teatral que el Baralt consolidó, y que desde entonces convirtiera a Maracaibo en el segundo centro de la dramaturgia nacional por las razones siguientes: número y calidad de sus autores, por su infraestructura escénica de actores, elencos, técnicos, directores, etc.».

Otros edificios referidos por El Cojo Ilustrado fueron el Teatro Armonía, en Coro,[9] y el nuevo Teatro Nacional en Caracas inaugurado en 1905 bajo el auspicio del Presidente Castro, cuyo fotograbado aparece publicado el 15 de mayo de 1908.[10] Para entonces, en medio del espíritu positivista y progresista, no podemos olvidar que «una ciudad no estaba completa si no contaba con un teatro en donde se pudiera presentar ópera con regularidad» (López 119); de allí la importancia de El Cojo Ilustrado como difusor de la vida pública, de sus transformaciones y de los espacios creados para ello.

En Caracas, como en el resto de las capitales latinoamericanas, una vez superadas las consecuencias de la guerra de Independencia y la Federal, hacia finales del siglo XIX fue la ópera italiana la protagonista de los teatros. En el albor del siglo XX fue la zarzuela; en su «papel de agente civilizador y promotor de valores nacionalistas, nuestras élites veían en ella un modelo de la cultura y la civilización que deseaban imitar» (López 120). De esta manera, se consideró que asistir a cada temporada de las compañías italianas y españolas traídas por empresarios venezolanos representaba por demás una prometedora oportunidad de realce social. De allí que acceder al palco del teatro fue, para el público, un símbolo burgués, un reconocimiento del estatus y valía dentro de la sociedad caraqueña del momento. Por otra parte, tras bambalinas «sus camerinos fueron testigos mudos de cómicos sin rumbo, poetas ilusionados y músicos soñadores que tuvieron a Caracas como ciudad de paso. A otros los enamoró y se quedaron» (Peñín 489).

Ante este contexto, la labor de los diarios y revistas culturales como El Cojo Ilustrado fue visibilizar la escena artística y también dar lugar a la crítica, ante la necesidad de ilustrar, reseñar, explicar y juzgar las características de la producción artística nacional e internacional. Para ello fueron convocados reconocidos escritores e intelectuales de la época, así como sus fotógrafos.

Bajo las candilejas: Compañías de ópera y zarzuela y el primer Stars System

La crónica de la historia del teatro en Venezuela durante la primera mitad del siglo XIX revela una situación precaria, creada por la crisis pre-independentista y luego por el impacto de la propia guerra de la Independencia. Sin embargo, esto no debe opacar las referencias que por tradición destacan al trabajo de Andrés Bello como dramaturgo en Caracas hacia 1804, y las noticias de la primera presentación operística hacia 1808 (Azparren). Mientras que, sobre la zarzuela se señala el año de 1840 por la reseña manuscrita de José María Osorio (1803-1852) titulada «Noches Filarmónicas» (Peñín 487).

Por lo que, al momento de la aparición de El Cojo Ilustrado, ya existía entre los caraqueños un particular gusto y sensibilidad hacia el arte lírico, el teatro musical y la opereta u ópera cómica. De esta manera, se hacía sentir la influencia europea sobre las élites intelectuales de la sociedad de fin de siglo, que eran las lectoras de la revista. Sin embargo, no solo se trata de afirmar que la ópera y la zarzuela fueron las expresiones artísticas en escena más importantes registradas durante ese período. También es destacable la dinámica económica y política que generaban, estimuladas por la proyección social que conseguía para ciertos sectores de la sociedad, así como «por la inversión de recursos y dinamización de dispositivos» para su producción (Rodríguez 70).

A través de las páginas y fotograbados publicados en El Cojo Ilustrado, podemos dar cuenta de ello, así como también cuantificar el interés por promocionar y dar a conocer a sus protagonistas. Artistas, tenores, compañías, directores, extranjeros y connacionales, de las más populares temporadas de la época o de los escenarios parisienses, fueron reseñados. Entre 1892 y 1912, en la investigación para este artículo,[11] hallamos sesenta retratos fotográficos de artistas pertenecientes a diversas compañías extranjeras, aunque incluyen algunos venezolanos, protagonistas del drama y la comedia que destacaron en las tablas de los teatros caraqueños (Ver cuadro 1).




Elaboración propia.

Todos estos artistas que fueron reseñados en El Cojo Ilustrado, representan a los protagonistas de la crónica social y artística de los escenarios caraqueños y del mundo. Se ganaron un lugar en las páginas de la revista por su talento y estrellato, que los hacían gozar del reconocimiento del público. Además, según López (119), representan una versión local del llamado star system (sistema de estrellas) a partir de los cantantes virtuosos o divos, que pertenecían a las majors (las mayores, referido a los estudios cinematográficos) de las compañías de ópera, en analogía. De esta manera, el gusto local por el teatro de entresiglos en Caracas, no recaía solo en la figura del protagonista del escenario, sino que se extendía a la contratación de la Compañía. Esta, a su vez, era la responsable de traer la plantilla de actores, actrices, músicos, cantantes, arreglistas, escenógrafos y por supuesto, dramaturgos, para llevar a cabo la temporada artística. Por ejemplo, la Compañía Lecibabaza o la de Francisco Fuentes, entre otras, reseñadas en El Cojo Ilustrado por su asertivo trabajo para las artes escénicas.

En esto resultó clave la tecnología del fotograbado, una técnica que, mediante un sistema mecánico basado en el relieve de una plancha de metal, más la química de la fotografía, permitía la reproducción de imágenes en papel. De esta manera, por cada número de la revista se incluían varios fotograbados, siendo el principal el que se publicaba en la primera página como portada. En esta, en general se representaba a un personaje de la época, de allí que muchas veces fue dedicado a artistas y dramaturgos. Además, por sí solo el uso de la tecnología del fotograbado por la revista, era signo de progreso y modernidad. Si a eso le sumamos la estrategia editorial como revista cultural, donde lo visual tenía un gran peso, las imágenes que se publicaron, en consecuencia, resultaron en imaginarios sociales y modelos para la sociedad venezolana en desarrollo.

Para el presente artículo, las imágenes seleccionadas son retratos tipo con escenografías de estudio. Sin embargo, la intencionalidad del fotograbado del universo artístico en El Cojo Ilustrado tiene más que ver con el ideal progresista: formar el imaginario que demostrara el avance hacia la consolidación del proyecto nacional moderno, aunque al interior del país la realidad fuera otra. Caracas y su escena artística, junto al desarrollo de edificios, vías de comunicación, el ferrocarril, las vistas de plazas y urbanismos, son los protagonistas de la revista. Es «el alto valor que la publicación le confiere a los fotograbados, vitrina del progreso cultural, industrial y artístico» (Di Mare 49).

Todos los años el Teatro Municipal o el Teatro Nacional en Caracas, daban lugar a una cartelera protagonizada por el debut de dramaturgos y compañías itinerantes de ópera italiana y zarzuela llegadas de España. Se trató de grupos contratados y organizados por empresarios venezolanos «que iban a buscar a la península algunos nombres famosos y veteranos para completar luego el elenco con artistas locales» (Peñín 488), destacando en las páginas de El Cojo Ilustrado: José Echegaray (1832 – 1916), Luis Amato, Ricardo Sendra, Joaquín Dicenta (1862 – 1917), Giusseppe Pomé, Miguel Leicibabaza (1857 – 1915), Francisco Fuentes (1870 – 1934), entre otros. La influencia de la crónica artística publicada en la revista fue alta, al punto de que «la zarzuela y sus artistas se incorporaron al vivir caraqueño de tal modo que cuando alguno de ellos se iba después de meses de estadía en Caracas, la gente salía hasta el Puerto de La Guaira a despedirlos» (Peñín 490).

Por ejemplo, al pie del fotograbado de «la joven actriz Josefina Peral» publicado en febrero de 1909, se hacía mención de la exitosa Compañía Gutiérrez,[12] vinculada al compositor criollo Pedro Elías Gutiérrez, consagrado en la historia de Venezuela por la zarzuela Alma Llanera de 1914, hoy símbolo nacional. Al mes siguiente, la noticia bajo el título «Presentaciones exitosas en el Teatro Nacional» apunta: «La Empresa Gutiérrez continúa captándose las simpatías del público, porque además de contar con experta dirección escénica, suma elementos y recursos que, día a día robustecen la reputación de que ha venido precedida».[13]

José Echegaray fue un notable intelectual español del siglo XIX, ingeniero, matemático y político además de dramaturgo, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1904. Por tanto, era una referencia internacional consagrada que satisfacía las ansias de cosmopolitismo del público caraqueño, una imagen que circuló a través de El Cojo Ilustrado, al contar en sus páginas con su firma de nombradía (Díaz 2005). Junto a los actores doña Luisa Calderón y don Leopoldo Burón, don José Echegaray fue retratado en la edición N° 43 (Imag. 1).



Imag. 1.El Cojo Ilustrado, «Don José Echegaray» (Fotograbado) 1893.
Reproducción digital del original perteneciente a la Colección en la página web del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, Caracas (Venezuela)

Echegaray es conocido por un soneto sobre el melodrama y su poética teatral: «Escojo una pasión, tomo una idea, un problema, un carácter (…) y lo infundo, cual densa dinamita, en lo profundo de un personaje que mi mente crea» (Pérez-Gómez 2016,149). Este epígrafe ilustra su talento e influencia en el teatro latinoamericano, así como el gusto de la sociedad venezolana por los autores románticos y melodramáticos reconocidos en Francia y España. De esta manera, El Cojo Ilustrado dio razón de lo que las compañías de teatro en el país adoptaban como sus repertorios, con obras de otros dramaturgos españoles, como José Zorilla (1817–1893), Bretón de los Herreros (1796–1875), y de los franceses Eugene Scribe (1791–1861), Víctor Hugo (1802–1885) y Alejandro Dumas (1802–1870) (Azparren 88).

En la temporada siguiente fue el distinguido actor y director Luis Amato (Imag. 2), quien como uno de los principales empresarios internacionales del negocio del espectáculo debutó en 1893 impactando por la modernidad de su repertorio que incluía obras de Dumas, Victorien Sardou (1831-1908) y Octave Feuillet (1821-1890). Además de la Compañía de Amato, destacó en Caracas el reconocido artista español de finales del siglo XIX, Antonio Vico (1840-1902), también retratado en El Cojo Ilustrado,[14] quien entre otras presentaciones, estuvo a cargo de la temporada inaugural del Teatro de Valencia, donde Vico en su discurso elogió el edificio, obra de su amigo el arquitecto Antonio Malaussena (1853-1919), como uno de los mejores de Suramérica (Azparren).



Img. 2. El Cojo Ilustrado, «Don Luis Amato» (Fotograbado) 1893.
Reproducción digital del original perteneciente a la Colección en la página web del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, Caracas (Venezuela)

De esta manera, lo que deja interpretar la revista en sus discursos, es la importancia que tomó para la crítica el método y el lenguaje teatral moderno centrados en «las artes del actor, que a finales del siglo ya se vislumbraban naturales y realistas» (Azparren 88). Artistas como Vico, Amato y la primera actriz de su compañía, Luisa Miserach,[15] e incluso doña Carmen Valero de Bermúdez (Imag. 3), reseñada en la misma página que Amato,[16] hija del notable actor español José Valero, protagonistas del teatro moderno, fueron una muestra de tal aspiración escénica.



Img. 3. El Cojo Ilustrado, «Doña Carmen Valero» (Fotograbado) 1893.
Reproducción digital del original perteneciente a la Colección en la página web del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, Caracas (Venezuela)

Por otra parte, la Empresa Sendra fue importante para la zarzuela del Teatro Caracas en la temporada de 1894, con su primera función de El Rey que rabió, así como de La Tempestad y Las dos princesas (Peñín 500). El elenco de esta compañía fue dirigido por Ricardo Sendra, maestro director y concertador, Lucio Delgado como director de escena, y las voces tiple Carmen Sendra de Bousquet primer tiple,[17] Flora de Sendra primera tiple cómica,[18] ambas retratadas por El Cojo Ilustrado en 1894.

Ese mismo año, al son de la zarzuela destacó en la crónica escénica y fotográfica el dramaturgo Joaquín Dicenta, reconocido escritor y periodista español. Como autor de Luciano, el estreno causó revuelo, circulando su reseña en la revista bajo el título «Madrileñas, episodio de un estreno».[19] Mientras que en la musicalidad de la ópera hizo lo suyo el «Maestro Director y Concertador de la Compañía de Ópera Italiana, Giuseppe Pomé» de quien, junto a su retrato, El Cojo Ilustrado resaltó cómo «bajo la maravillosa batuta del excelente maestro Pomé, nuevas desconocidas armonías conmueven los corazones, turban los espíritus y a los mismo músicos sorprenden». [20]

Miguel Leicibabaza fue otro de los grandes empresarios del teatro en Caracas de entre siglos, con una importante trayectoria y prestigio al traer al escenario las mejores compañías de ópera y zarzuela. Representado por El Cojo Ilustrado desde sus primeros números, en su segunda edición de 1892 retrató a sus cantantes tenores Franco Cardinalli y Enrique Beltrán por sus actuaciones en el Teatro Municipal.[21] Sin embargo, la revista supo captar la importancia de Leicibabaza por su papel como promotor de dramaturgos y artistas venezolanos, entre los que destacaron Rafael Otazo (1872 – 1952), e incluso, como partícipe de la política nacional que, en 1899 le facilitó asumir la responsabilidad del homenaje teatral al dictador Cipriano Castro.

Las crónicas de El Cojo Ilustrado se vinculan con la vida pública de Leicibabaza y Otazo quienes, de sus cercanías con el poder presidencial lograron beneficios, algunos propios. Se sabe de la anécdota de Leicibabaza sobre su prestigio y cómo se atrevió a «pedir al gobierno que lo exonere de impuestos porque con sus espectáculos de zarzuela contribuye a combatir el licor, el juego y la corrupción» (Peñín 490). El 30 de abril de 1904, en ocasión de que Otazo presentara en el Teatro Caracas a la Compañía de Teatro Infantil de los Ruiz Chapellín, con la pieza El rey que rabió, en donde fue invitado de honor del presidente Castro, «aprovech[aron] Otazo y los hermanos Ruiz Chapellín para convencerlo de dar mayor apoyo oficial a sus actividades». Castro «ofreció esa misma noche construir un nuevo teatro para sostener y estimular al teatro nacional». Fue tal su influencia, que al siguiente año se inauguró el Teatro Nacional (Chesney-Lawrence 2014,150).

El actor y director madrileño Francisco Fuentes también fue referencia para la cartelera nacional, impregnada de modernismo que afinaba el gusto de los espectadores asiduos al teatro. El fotograbado que El Cojo Ilustrado le dedicó en su número 426 publicado el 15 de septiembre de 1909, lo señala como «Notable Primer Actor y Director de su Compañía», cuyo teatro «Sobrio, natural, inspirado en la vida» caracterizaba el nuevo teatro moderno, además de su espectacularidad en escena y la inclusión de obras famosas de Shakespeare (Hamlet), Rostand (Cirano de Bergerac) y Sardou».[22] Para el historiador y crítico del teatro venezolano Leonardo Azparren, El Cojo Ilustrado fue clave en la consagración de la Compañía de Francisco Fuentes, cuya crítica planteaba «la posibilidad de la existencia de un teatro nacional» atribuyéndole el surgimiento de un teatro moderno y naturalista con sello nacional frente al del romanticismo y el melodrama.

La publicación también fue importante para la circulación de ideas sobre el gusto y la preocupación por la moda y los adornos, «como un aspecto que permite juzgar el estado civilizatorio de la nación» (Di Mare 51), para el imaginario de las elites de la sociedad caraqueña de entonces. Se trata de las damas de la alta sociedad o destacadas artistas europeas y latinas, que lucían hermosos trajes a la moda con los que aparecían retratadas en la revista. No es difícil imaginarse la escena social al llamado de la ópera: ¡Vamos al teatro!, yendo al local de espectáculos más destacado: el Teatro Municipal. Eran mil trescientos asientos esperando por las más afortunadas y aristócratas familias de la sociedad caraqueña que llegaban en coches. El Teatro Municipal vio desfilar con elegancia los mejores atuendos entre alhajas y trajes de etiqueta, de uso exclusivo para la esperada función de ópera. Sin olvidar la velada sentados en relucientes sillas Luis XV, o canapés de seda, a la luz de las grandes arañas de cristal importadas (Picón Salas 54).

De este registro de los retratos de los artistas, cabe destacar la imponencia de la mujer que comenzaba a ejercer un papel importante en el ámbito cultural. En El Cojo Ilustrado brillaron actrices, sopranos y bailarinas de los espectáculos operísticos y obras de teatro, junto a las figuras masculinas de la oferta escénica de la época. Por ejemplo, la primera tiple cómica de la Compañía de Zarzuela del Teatro Nacional, Laura Núñez, fue retratada en la revista por primera vez en 1905 para posar con las diversas y llamativas vestimentas de los personajes de las obras Los Mosqueteros Tristes, El Rey que rabió, El reloj de Lucerna y Género íntimo con las que triunfó en escena esa temporada.[23] Su bella estampa repite en las páginas de la revista dos años después.[24]

La importancia de tales referentes artísticos como parte del star system y el clamor y la admiración por las artistas del teatro, quedan demostrados con la reseña en El Cojo Ilustrado sobre Antonia Arévalo, la primera actriz de la Compañía Dramática «Francisco Fuentes», presentada con brillante éxito el 26 de agosto de 1909, al expresar:

Nuestra primera página luce el retrato de la simpática señora Arévalo, primera actriz de la Compañía Dramática «Francisco Fuentes», arribada recientemente a nuestro suelo. Deseantes de su llegada ya corrían ecos amables de las excelencias de los nuevos actores, y apenas sucedido el estreno se ha acentuado ya de manera decisiva la fama que los talentos artísticos de la escogida troupe se merecen. La señora Arévalo en manera muy principal se ha hecho digna de la atención pública por sus méritos preciosos que ya le aseguran, con las generales simpatías, el definitivo triunfo de sus labores.[25]

Otro caso llamativo en la crónica de la revista es el de Esperanza Iris, cuyo verdadero nombre era María Esperanza Bofill Ferrer. Fue una famosa cantante y actriz nacida en 1884 en Villahermosa, Tabasco, México. Realizó giras internacionales por varios países latinoamericanos, entre ellos Venezuela, durante la presidencia del general Juan Vicente Gómez. Fue la primera mujer en abrir su propio teatro en 1918 en Ciudad de México, convirtiéndolo en el más importante de la capital mexicana hasta la posterior creación del Teatro Bellas Artes. Su debut en Caracas fue en enero de 1909 en el Teatro Nacional con su compañía y la opereta La Poupée, presentada con gran lujo en decorados y trajes que causaron admiración. En su elenco destacaba la tiple cómica Josefina Peral.[26]

Para El Cojo Ilustrado la publicación de reproducciones fotográficas de artistas de teatro y ópera de Europa, especialmente de Francia, fue también determinante para la construcción de ese imaginario cosmopolita y moderno, dedicado a sus suscriptores. Aquí podemos hacer referencia a los retratos de la artista francesa Diana Piccaluga, quien aparece en un registro sobre su representación como «Miss Helyett», con énfasis en la visual a cuerpo entero sobre su vestimenta.[27] Asimismo, fue reseñada con el pie de foto «Trajes de Artistas» la cantante y actriz Adelina Patti el 1 de noviembre de 1895, como ícono de moda europea.[28] Tales retratos que resaltaban la importancia del referente del teatro moderno europeo, se repitió en la revista en 1907, cuando circuló la estampa de actores en escena del Teatro Nacional de la Ópera Cómica y el Teatro Nacional de Novedades de París.[29] En 1908, apareció el fotograbado de la obra Ifigenia en Táuride de Goethe, representada en el Congreso de Dresde, Alemania, con la novedad del uso de la lengua «esperanto».[30]

En cuanto al talento nacional, dos caballeros se ganaron la crítica de El Cojo Ilustrado a finales del siglo XIX, augurando su éxito posterior. En marzo de 1892 fue retratado Fernando Michelena (Imag. 4), venezolano, primer tenor absoluto.[31] Para la fecha, Michelena ya destacaba desde las fiestas del Primer Centenario del Libertador Simón Bolívar, cuando los señores Toledo Bermúdez y Michelena contrataron la compañía de ópera italiana de nombre Empresa Lírica bajo el auspicio del general Antonio Guzmán Blanco.[32] En la nota biográfica de la misma publicación, se informa que nació en Choroní en 1857. En 1881 fue enviado a Europa por cuenta del Gobierno para perfeccionarse en el canto y al año siguiente ya era reseñado con elogios por la prensa italiana, reproducida por la de Caracas. En julio de 1884 fue contratado por tres años por la Compañía Abbot. El Cojo Ilustrado «envía un saludo al amigo y un aplauso al tenor. El repertorio del tenor Michelena consta nada menos que de una veintena de óperas y en todas ellas se ha distinguido como cantante de buena escuela, de voz melodiosa y artista dramático».[33]



Img. 4. El Cojo Ilustrado, «Fernando Michelena» (Fotograbado) 1892.
Reproducción digital del original perteneciente a la Colección en la página web del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, Caracas (Venezuela)

Guillermo Fernández de Arcila, por su parte, fue también un cantante de ópera venezolano, sobre quien El Cojo Ilustrado escribió bajo su fotograbado publicado el 1 de abril de 1894:

Ilustre estudiante venezolano de Canto y Teatro enviado a Madrid como becario (…) Comenzó en Caracas sus estudios de Bellas Artes bajo la dirección del maestro Pineda, cantando varias veces en los teatros en conciertos de beneficencia. También cantó en cierta ocasión el papel de Pipo en la Mascotta. Hoy estudia declamación y canto en Madrid, pensionado por el Gobierno. Ha obtenido en todas las asignaturas sobresalientes y el primer premio en solidum en el concurso de Conservatorio.[34]

Su semblanza fue publicada nuevamente en 1904 con una imagen en plena acción en el drama Thermidor y El Enigma tomada de una de sus representaciones con la Compañía Cómica Trágica –Dramática Española.[35]

Conclusiones.

A partir de esta breve reseña del imaginario sobre las artes escénicas de finales del siglo XIX y comienzos del XX en Caracas que la revista cultural El Cojo Ilustrado publicó, podemos concluir sin duda que la revista cultural como se definió al principio, representa un valioso registro sobre el acontecer no solo artístico, sino cultural, histórico y social de la Venezuela de entonces. Transitar en las páginas de este quincenario, nos ha permitido sacar a la luz parte de la historia del teatro, la ópera, la zarzuela y la dramaturgia que debutó y enraizó en el gusto del público caraqueño. Sobre todo, ante los ojos de los principales intelectuales y críticos de la época, donde la vanguardia y la modernidad se hacían presentes, a veces solo como simbolismo, otras como reafirmación de un espíritu nacionalista solapado.

La revista también nos permite dar cuenta de cómo el Estado intervino para proyectar una imagen del país progresista y superador de las consecuencias de las guerras del siglo XIX. Basado en la doctrina positivista de la época, El Cojo Ilustrado fue una forma comunicacional efectiva para el proyecto liberal y modernizador de las élites intelectuales y los caudillos gobernantes Castro y Gómez, para garantizar la paz y el progreso. De esta manera, las artes escénicas representaron un medio para el imaginario ideal de ciudadanía y modernidad en una nación que no se quedaba atrás, que enviaba a sus artistas a formarse en Europa para que regresaran con su conocimiento en favor de tal objetivo.

De este imaginario representado por El Cojo Ilustrado, podemos resaltar varios aspectos. Primero el valor técnico y estético en cuanto al diseño y la reproducción de los fotograbados que incluyeron no solo retratos de los artistas, sino de las vistas urbanas y espacios arquitectónicos y monumentales dedicados al teatro. Esto en sí mismo, representa un esfuerzo significativo para la proyección del talento nacional y extranjero en las tablas, en la música y el canto, así como en las letras, junto a la política inversora del gobierno de turno, que hicieron posible el desarrollo cultural y artístico republicano a las puertas de la modernidad y el siglo XX. A esto se suma en la operatividad de ese espíritu modernista la acción de emular, teniendo como modelo a potencias europeas. Como señala Di Mare, de una «minoría que se apropiaba material y simbólicamente del pensamiento, la estética y las modas europeas, gracias a sus ventajosas posiciones de poder, frente a una mayoría que debía ser encauzada en esos hábitos y estructuras de pensamiento incorporadas por la élite» (54).

Sin embargo, ante esta afirmación también hay que rescatar el movimiento cultural de fondo que por sí mismo se produjo en consecuencia, cuando se legitima el talento venezolano en búsqueda del reconocimiento nacional. Probablemente, esta sea la razón por la que se dio lo que hemos apuntado como el Stars System local, considerando el profesionalismo con que se producían las temporadas, el peso de la responsabilidad frente a la voz de un espectador crítico y sensible al arte. Fue una época donde la élite asumió el alcance del gusto y de los modelos de diversión de la vida moderna, y donde El Cojo Ilustrado desplegó en los retratos de los artistas, la pauta de la moda y de su relación con los centros de la vanguardia, como París.

Queda manifestado cómo cada uno de los protagonistas del panorama teatral y musical de la Caracas de El Cojo Ilustrado reflejó apenas una parte de la expresión de las artes escénicas del país. Si bien nos propusimos citar la historia que se contó en algunos de los facsímiles de El Cojo Ilustrado, determinado por las temporadas de ópera y zarzuela que se llevaron a cabo en los teatros de la capital, consideramos que lo escrito es apenas un abreboca de las posibles líneas de investigación sobre el teatro y la actuación en Venezuela y de su historia aún no escrita. Recordemos que, con el fin de la publicación de El Cojo Ilustrado, también llegó el cinematógrafo para destronar las aplaudidas presentaciones líricas y su escenario, por un nuevo mundo de posibilidades e imaginarios. ◊

5. Obras Citadas

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5.1 Fuentes

El Cojo Ilustrado (1892 – 1912).

El Nacional [Caracas, 1969, 2019].

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Notas

[1] Arturo Uslar Pietri, «Pizarrón», El Nacional, [Caracas, Venezuela], abril 6, 1969: 4.
[2] Nos referimos al sistema de valores propiciado por el afán de progreso y modernización como principios para el desarrollo de la modernidad como proyecto de país.
[3] Museo del Libro Venezolano, El Cojo Ilustrado, 2023. Disponible en: https://museodellibrovenezolano.libroria.com/el-cojo-ilustrado/
[4] Jesús María Herrera Irigoyen, «Prospecto», El Cojo Ilustrado, I, 1, enero de 1892, Caracas, Venezuela, 2.
[5] Pedro Grases, Imprenta, En Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 2018.
[6] Vale la pena señalar que este esteticismo modernista, la tecnología de impresión y fotografía y la multiplicación de revistas culturales e ilustradas, se produjo también en el resto de Latinoamérica, ubicando como ejemplos el semanario Caras y Caretas (1898-1939), publicado en Buenos Aires, ; en Bogotá la Revista Ilustrada Crónica, Ciencias, Artes, Literatura (1898-1899) y la Revista Moderna Enciclopedia Colombiana (1915-1916); Kosmos: revista artística, scientifica e literaria publicada en Río de Janeiro (1904- 1906); la revista social ilustrada de literatura y bellas artes Vida Montevideana, en Uruguay (1897); todas con estéticas similares a El Cojo Ilustrado. Para ampliar se puede consultar: Marusa Fakin, Ricarda Musser y Britta Steinke (Eds.), Interconexiones, Transferencias e Información: Revistas Culturales Latinoamericanas. Berlín: Instituto Ibero-Americano de la Fundación Patrimonio Cultural Prusiano, 2019.
[7] «Teatro Municipal», El Cojo Ilustrado, I, 4, febrero de 1892, Caracas, Venezuela, 52 (Reimpresión).
[8] «Teatro Baralt (Maracaibo)», El Cojo Ilustrado, III, 52, febrero de 1894, Caracas, Venezuela, 66 (Reimpresión).
[9] «Teatro Armonía en la Plaza de la Federación – Coro», El Cojo Ilustrado, IV, 92, octubre de 1895, Caracas, Venezuela, 661 (Reimpresión).
[10] «Caracas - Teatro Nacional», El Cojo Ilustrado, XVII, 394, mayo de 1908, Caracas, Venezuela, 297 (Reimpresión).
[11] Aunque El Cojo Ilustrado se publicó hasta 1915, partimos de algunos criterios de inclusión y exclusión para sistematizar la información, como la identificación de los fotograbados, limitando el estudio a las publicaciones entre 1892-1912. La revista original en sus 559 ediciones se puede consultar en la Biblioteca Nacional de Venezuela en Caracas y demás sedes del país. También se encuentran disponibles en versión digital en la Hemeroteca de la Universidad Católica Andrés Bello (http://cic1.ucab.edu.ve/hmdg/paginas/XIX.html) y en la página web del Museo del Libro Venezolano (https://museodellibrovenezolano.libroria.com/el-cojo-ilustrado/) entre otros. Para este trabajo se accedió a la reimpresión facsimilar de El Cojo Ilustrado por Ediciones Emar (1977), en formato reducido (20,8 cm x 30,9 cm aprox.), que se encuentra en la Hemeroteca de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela.
[12] La joven actriz Josefina Peral», El Cojo Ilustrado, XVIII, 412, febrero de 1909, Caracas, Venezuela, 119 (Reimpresión).
[13] «Presentaciones exitosas en el Teatro Nacional», El Cojo Ilustrado, XVIII, 413, marzo de 1909, Caracas, Venezuela, 175 (Reimpresión).
[14] «VICO», El Cojo Ilustrado, III, 61, julio de 1894, Caracas, Venezuela, 251 (Reimpresión).
[15] «Luisa Miserach», El Cojo Ilustrado, II, 27, febrero de 1893, Caracas, Venezuela, 51 (Reimpresión).
[16] «Doña Carmen Valero», El Cojo Ilustrado, II, 26, enero de 1893, Caracas, Venezuela, 32 (Reimpresión).
[17] «Carmen Sendra de Bousquet», El Cojo Ilustrado, III, 60, junio de 1894, Caracas, Venezuela, 239 (Reimpresión).
[18] «Flora de Sendra», El Cojo Ilustrado, III, 62, julio de 1894, Caracas, Venezuela, 282 (Reimpresión).
[19] «Madrileñas, episodio de un estreno», El Cojo Ilustrado, III, 56, abril de 1894, Caracas, Venezuela, 187 (Reimpresión).
[20] «Maestro Director y Concertador de la Compañía de Ópera Italiana, Giuseppe Pomé», El Cojo Ilustrado, III, 58, mayo de 1894, Caracas, Venezuela, 187 (Reimpresión).
[21] Franco Cardinalli y Enrique Beltran, «Cantante tenor de la Compañía Leicibabaza que actuaba en el Teatro Municipal de Caracas», El Cojo Ilustrado, I, 2, enero de 1892, Caracas, Venezuela, 20-21 (Reimpresión).
[22] «Francisco Fuentes», El Cojo Ilustrado, XVIII, 426, septiembre de 1909, Caracas, Venezuela, 509 (Reimpresión).
[23] «Laura Núñez», El Cojo Ilustrado, XIV, 316, febrero de 1905, Caracas, Venezuela, 143 (Reimpresión).
[24] «Laura Núñez», El Cojo Ilustrado, XVI, 378, septiembre de 1907, Caracas, Venezuela, 564 (Reimpresión).
[25] «Antonia Arévalo», El Cojo Ilustrado, XVIII, 425, febrero de 1909, Caracas, Venezuela, 461 (Reimpresión).
[26] Josefina Peral, joven actriz de la Empresa Gutiérrez del Teatro Nacional, retratada en El Cojo Ilustrado, XVIII, 412, febrero de 1909, Caracas, Venezuela, 119 (Reimpresión).
[27] «Miss Helyet», El Cojo Ilustrado, IV, 87, agosto de 1895, Caracas, Venezuela, 482 (Reimpresión).
[28] «Trajes de Artistas», El Cojo Ilustrado, IV, 93, noviembre de 1895, Caracas, Venezuela, 704 (Reimpresión).
[29] El Cojo Ilustrado, XVI, 378, septiembre de 1907, Caracas, Venezuela, 557 (Reimpresión).
[30] «Ifigenia en Táuride de Goethe», El Cojo Ilustrado, XVII, 404, octubre de 1908, Caracas, Venezuela, 589 (Reimpresión).
[31] «Fernando Michelena», El Cojo Ilustrado, I, 6, marzo de 1892, Caracas, Venezuela, 82 (Reimpresión).
[32] Antonio Sánchez, «La Caracas del s. XIX amó a sus sopranos y tenores y lloró a Gilda Taragna», El Nacional, [Caracas, Venezuela] febrero 2, 2019.
[33] «Fernando Michelena», El Cojo Ilustrado, I, 6, marzo de 1892, Caracas, Venezuela, 83 (Reimpresión).
[34] «Guillermo Fernández de Arcila», El Cojo Ilustrado, III, 55, abril de 1894, Caracas, Venezuela, 135 (Reimpresión).
[35] «En el drama Thermidor», El Cojo Ilustrado, XIII, 295, abril de 1904, Caracas, Venezuela, 215 (Reimpresión).


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