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La dimensión urbana en movimiento: las territorialidades de las redes de la migración española y del exilio republicano en Bahía Blanca (1956-1975)
Claves. Revista de Historia, vol. 9, núm. 17, pp. 1-35, 2023
Universidad de la República

Temática Libre

Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 9, núm. 17, 2023

Recepción: 30 Agosto 2022

Aprobación: 08 Julio 2023


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: Este artículo se propone abordar las dimensiones urbanas del exilio, haciendo foco en la experiencia de un grupo de intelectuales y profesores republicanos españoles radicados en Bahía Blanca (Argentina) entre 1956-1975. Desde una perspectiva histórica, se intentará reconstruir la territorialidad de las redes asociativas, académicas, culturales y políticas en las que se integraron los exiliados en vínculo con migrantes anteriores y posteriores a la contienda civil. Teniendo en cuenta su heterogeneidad sociodemográfica y política, el trabajo se pregunta sobre sus formas de inserción social y cívica desde su arribo a la ciudad, sin desconocer que lo local (dinámicas territoriales de centro/periferia al interior de la ciudad), no puede comprenderse por fuera de las dimensiones trasnacional (dinámica países expulsores/países receptores) y nacional (dinámica Buenos Aires/Interior).

Palabras clave: Urbanismo, Exilio, Redes, Republicanos españoles.

Abstract: This article aims to approach the human dimensions of exile by focusing on the experience of a group of Spanish republican intellectuals and professors settled in Bahía Blanca (Argentina) in the 1956-1975 period. It’ll try to reconstruct, from a historical perspective, the territoriality of the associative, academic, cultural, and political networks in which the exiles where integrated. Considering their sociodemographic and political heterogeneity, this work inquires their forms of social and civic insertion since their arrival in the city, acknowledging that what’s local (territorial dynamics of center/periphery within the city) can’t be comprehended outside of the transnational (expelling countries/receptive countries dynamic) and national (Buenos Aires/Interior dynamic) dimensions.

Keywords: Urbanism; Exile; Networks; Spanish republicans.

1. Introducción

La presente investigación pretende analizar desde una perspectiva histórica las dimensiones urbanas del exilio puntualizando en dos objetivos centrales. En primer lugar, el estudio de la territorialidad de las redes asociativas, académicas, culturales y políticas en las cuales se insertaron intelectuales y profesores republicanos españoles radicados en la ciudad de Bahía Blanca durante el período 1956-1975. En segundo lugar, el análisis del impacto en su configuración urbana de los aportes realizados por los exiliados, considerados tanto en su individualidad como en su rol de agentes intervinientes dentro de redes más amplias que incluyeron a migrantes anteriores y posteriores a la Guerra Civil española (1936-1939).

El trabajo entrelaza un enfoque relacional-experiencial, que a escala local repone las trayectorias, estrategias y accionar de los sujetos exiliados y emigrados, con una mirada estructural atenta a las dinámicas territoriales de centro-periferia al interior de la urbe; a la clave nacional atravesada por la tensión entre Buenos Aires y el interior y a la dimensión trasnacional generada entre países expulsores y países receptores.

Entendemos a las dimensiones urbanas del exilio como la resultante del cruzamiento de dos variables fundamentales. En primer lugar, la espacialidad y densidades de las redes académicas, asociativas y políticas en las que se insertaron los exiliados y migrantes de acuerdo con sus conexiones locales, nacionales y transnacionales y, en segundo lugar, las expresiones urbanas de sus aportes profesionales y culturales en las ciudades de acogida. Asimismo, existe una tercera dimensión, en este caso temporal, clave para explicar los cambios y permanencias en las formas de actuación pública de individuos y colectivos.

En su dimensión transnacional, la presente investigación se inscribe en la línea de análisis acerca de la geografía social del exilio en los siguientes términos planteados por Aribert Reimann (2016), para el caso del estudio de la dimensión urbana del exilio en la Ciudad de México

la geografía y la práctica social del exilio ofrecen amplia evidencia para investigar la experiencia transnacional desde diversas perspectivas analíticas: la estratificación social de las comunidades del exilio debe ser interpretada según la ubicación contextual dentro de la jerarquía social de la ciudad (…) Además, la práctica política propia del exilio (incluyendo la presencia de la violencia política) no solo representaba un conflicto político-ideológico en lo abstracto, sino que también se desarrollaba igualmente como una lucha por la esfera pública metropolitana empleando una coreografía geográfica por medio del control del espacio urbano (25).

Partimos de una definición de exilio que privilegia el aspecto represivo que le da origen y lo atraviesa (Roniger 2014). Asimismo, entendemos que el exilio es una forma de movilidad espacial que se distingue de las migraciones económicas por su carácter forzado: el exiliado es un migrante involuntario que hubiera deseado quedarse en su país, pero que es expulsado de él o debió dejarlo para escapar de persecuciones o amenazas graves. El objetivo de esta migración forzada es salvaguardar la vida y la libertad (Groppo 2002).

La historiografía producida en las últimas décadas acerca de la dimensión represiva del franquismo en su dinámica exiliar (Casanova 2001; Martin Casas y Carvajal 2002; Alted Vigil 2005) ha generado notables avances en el grado de conocimientos que tenemos hoy sobre dichos procesos en clave local, regional y transnacional. Dentro de la Historiografía de los exilios intelectuales y universitarios, en general, se rotula al destierro de los republicanos españoles como un exilio cultural, dejando de lado muchas veces el innegable componente político y económico del mismo. En este sentido Malgesini y Giménez afirman que

el fenómeno del exilio generalmente se produce por razones de militancia política, sindical o social, por las cuales las personas son perseguidas por las autoridades locales, en un marco de dictadura o gobiernos autoritarios, con violaciones o falta de respeto a los derechos humanos (183).

Frente a la imagen más consolidada en la historiografía sobre el exilio republicano, entendido como un fenómeno distinto de la migración española, la presente investigación busca realizar su aporte dentro de la línea de la historia social del exilio (Ortuño Martínez 2018; Lida 1997; Pla 2002 y Schwartztein 2001). Se trata de una perspectiva que «incorpora el análisis del exilio como parte de un universo más amplio que incluye a los migrantes y a las diásporas» (Ortuño Martínez 23) abogando por el análisis de la «integración de ambos colectivos en la sociedad de acogida, perfilando cuáles fueron las relaciones que se establecieron entre la antigua inmigración, el exilio republicano y la nueva inmigración de posguerra» (Ortuño Martínez 27). Entendemos que la historia del exilio político debe analizarse como parte inherente de la historia migratoria transnacional. Un pasado que hunde sus raíces en la historia general de las ciudades no solo por sus legados políticos y culturales, sino a través de sus experiencias urbanas cotidianas.

Aquellos puentes interpretativos que acercan entre sí a los estudios sobre las migraciones y los exilios resultan de especial interés para el caso de la movilidad espacial durante el franquismo. Esto se debe a que en dichos procesos los condicionantes de salida económicos y políticos se entremezclan dentro de una realidad social signada por la depuración laboral y educativa por causas políticas; los efectos de autarquía económica; el descontento difuso o directo hacia la dictadura franquista y los intentos surgidos desde las motivaciones relacionales de individuos y colectivos por lograr el objetivo de reagrupar familias fraccionadas, tanto por procesos de emigración como de exilio. Coincidimos con Fasano (2018) en que las fronteras entre emigraciones y exilios constituyen barreras porosas, lo que ha permitido que

el exilio republicano fuera estudiado en relación con los estudios migratorios en base a dos criterios (no antagónicos, sino complementarios). En primer lugar, si bien continúa presente cierta distinción establecida entre las categorías exiliado y migrante (en virtud de las condiciones de salida y del tipo de sociabilidad política en los países de acogida), han comenzado a examinarse algunas vinculaciones entre ambas, diluyéndose las rígidas fronteras fijadas previamente. (…) En segundo lugar, el exilio republicano es estudiado en tanto fenómeno imbricado profundamente con los flujos migratorios precedentes, es decir, a partir de un criterio que considera la relación existente entre los procesos históricos en sí (11).

A partir de un estudio de caso, el trabajo pretende contribuir, mediante la determinación de unidades de análisis y modelos interpretativos, a la producción de conocimiento para el abordaje de otros procesos similares. En los mismos, los exiliados se apropian de su nuevo entorno como un lugar de articulación entre su memoria (reconstrucción del pasado); su práctica social y política (intervención en el presente) y sus proyectos de retorno (apropiación del futuro).

Entendemos que los estudios de caso constituyen una pesquisa empírica en profundidad y multifacética que investiga un fenómeno social en su contexto real; utiliza múltiples fuentes de evidencia o datos; y que utiliza de forma primordial (pero no exclusiva) métodos cualitativos de investigación (Yin 1984).

El período inicia con la llegada de los primeros profesores exiliados a Bahía Blanca en 1956 a partir de la creación de la Universidad Nacional del Sur (UNS) y culmina en 1975, momento en el que la muerte de Franco da comienzo a la etapa de Transición Española hacia la democracia, habilitando la posibilidad del retorno para aquellos exiliados que así lo dispusiesen. A su vez, el inicio de la etapa se proyecta hacia momentos previos como forma de dar cuenta de la conformación de las redes asociacionistas culturales constituidas durante el proceso de inmigración masiva (1880-1930). Al respecto, abonamos al planteo sostenido por Alejandro Fernández (2001) que aboga por la potencialidad del abordaje en períodos de medio y largo plazo de los estudios sobre los flujos migratorios en general.

Basamos nuestro análisis en el estudio de un amplio corpus documental compuesto por escritos literarios, textos autobiográficos editados o presentes en archivos personales, conferencias transcriptas, entrevistas, distintas intervenciones públicas producidas por los profesores exiliados publicadas en revistas especializadas, prensa local y española, cartas, solicitudes y trámites burocráticos presentes en los archivos de la UNS y documentos de migraciones existentes en el Centro Documental de la Memoria Histórica.

El trabajo se estructura en dos apartados principales. En el primero reconstruiremos las trayectorias y formas de inserción de los profesores e intelectuales exiliados españoles en las redes culturales, políticas y asociacionistas en Bahía Blanca, estableciendo las vinculaciones existentes entre el exilio intelectual, el destierro de trabajadores manuales y la inmigración previa de carácter masivo. En el segundo, profundizaremos en el estudio de las tensiones producidas entre las territorialidades de las redes en las que participaron y sus propuestas políticas urbanas republicanas, así como de sus principales aportes en la transformación del ámbito arquitectónico local. A partir de esto, buscaremos establecer en el cierre del trabajo ciertas generalizaciones posibles derivadas de la investigación empírica llevada a cabo.

2. Bahía Blanca como destino de la migración española y el exilio republicano

La elección del caso corresponde a la inscripción de Bahía Blanca como nodo de relevancia en el entramado urbano bonaerense; a la magnitud del arribo de los exilios y migraciones españolas y al impacto de los aportes de estos en la diagramación y desarrollo de la ciudad.

Lo dicho antes se corresponde desde lo demográfico por la cantidad de población ―para el período trabajado Bahía Blanca contaba con 150.400 habitantes, siendo una de las principales ciudades de la Provincia de Buenos Aires en este rubro (Censo Nacional 1960)―; desde lo geográfico por el lugar regional de privilegio que ostenta como el puerto de aguas profundas más importante del país y nodo en las redes comunicacionales que vinculan a Buenos Aires con la región patagónica; y desde lo político por el peso específico que ocupa en el plan estratégico de desarrollo nacional y provincial como Polo portuario-industrial. Además, contó durante el período con la existencia de sedes de universidades nacionales ―UNS[1] y Universidad Tecnológica Nacional (UTN)[2]―; el Consulado Español; la filial del Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES)[3] y diversos centros asociacionistas españoles y nacionalistas, que constituyeron los núcleos centrales de la formación de las redes culturales, étnicas y académicas a escala local, regional y transnacional en la que se insertaron los migrantes y exiliados republicanos.

Dichas redes tuvieron un carácter diferenciado a partir de la diversidad entre sus objetivos y estrategias de acuerdo con la naturaleza propia de sus nodos ―partidos políticos, asociaciones culturales, asociaciones de carácter étnico y nacionalista― y a la etapa histórica a la que nos refiramos. Como ejemplo de lo dicho encontramos como objetivo primordial de la Federación Regional de Sociedades Españolas,[4] constituirse como interlocutor principal de las asociaciones españolas frente al Consulado español y otras áreas de referencia; el propósito de Laurak Bat[5] de defender los intereses de la nación vasca y su cultura perseguida por la dictadura franquista en la península; la intención del CLES[6] de agrupar a la intelectualidad antiperonista y reformista en un espacio de difusión de sus ideales; la finalidad de sumar capital político del Partido Socialista[7] y el objetivo de ocupar de forma inmediata las vacantes de las carreras en formación con profesores de prestigio internacional de la UNS.

Sin embargo, dicha multiplicidad de objetivos no impidió la mutua colaboración entre asociaciones y el fluido transitar de migrantes y exiliados por más de uno de los nodos en los ejercieron distintos roles incluso en simultaneo. Esta situación fue habilitada debido a que ―con matices― dichas redes se encontraron articuladas en torno a las ideas fuerza de defensa de la democracia ―que no siempre tuvo igual significado de acuerdo con su interlocutor― y del antifascismo, uniendo la toma de posición en favor a la causa republicana con la oposición transnacional al fascismo italiano, el nazismo alemán y el antisemitismo.

Como expresión nacional de lo dicho, los profesores exiliados republicanos integraron redes antiperonistas desde su pertenencia política al amplio campo del antifascismo. Dicha posición se sustentaba ―como vemos en la autobiografía de Nicolás Sánchez Albornoz― en la reticencia a defender la declaración de guerra al Eje por parte del gobierno anterior del cual Perón había sido Secretario de Trabajo y Previsión, Ministro de guerra y Vicepresidente; en su condición de militar; en la presencia de nacionalistas y admiradores del franquismo en su gobierno y en las intervenciones políticas en el ámbito universitario que incluyeron, entre otras medidas, el despido de profesores (Sánchez Albornoz 179).

Coincidimos con López Pascual en su análisis sobre el funcionamiento de las redes culturales en Bahía Blanca a mediados del siglo XX en el que afirma que

la simultaneidad y densidad de relaciones constatables conformó un entramado de individuos e instituciones, unidos por medios de comunicación, por el que transitaron personas y representaciones asociadas a los movimientos reformistas, a la cultura de izquierda, al antifascismo y al antiperonismo. La imagen que emerge de la reconstrucción de esta trama se asemeja a una suerte de cartografía de las circulaciones de intelectuales, ideas y bienes simbólicos, superpuesta al mapa geográfico y las divisiones políticas establecidas, en la que los centros políticos, administrativos y culturales se relacionaron asimétricamente con los espacios periféricos, aunque en modos no siempre verticales y jerárquicos (116).

En Bahía Blanca existió desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX una importante actividad asociacionista producto de la masiva inmigración que recibió la ciudad. Los españoles arribados ocuparon el segundo lugar en cantidad de inmigrantes arribados detrás de la migración italiana (Caviglia 2003). Entre estos predominaron los hombres jóvenes de origen rural de Galicia y andaluza llegados a partir de la activación de cadenas familiares. De inmediato, se organizaron en torno a la conformación de sociedades de ayuda mutua, como la pionera Sociedad Española de Socorros Mutuos (SESM) fundada en 1882. Para esta primera etapa de masividad (1880-1930), el mapa asociativo español bahiense estaba conformado por la mencionada SESM ―de carácter asistencial que representaba en cierta forma a la «patria grande española»―; el Club Español (1915); la Casa de Galicia (1920); la Unión Vasca «Laurak-Bat» (1899); la Sociedad «Nueva España» de Socorros Mutuos (1916), fusionada con la Asociación Española de Socorros Mutuos (que había reemplazo a la primera SESM) en 1938; el Centro Gallego (1916); el Centre Catalá (1907), reemplazado por el Casal Catalá (1912); el Centro Asturiano (1912) remplazado por el Centro Andalucía (1914) y el Centro Republicano Español (1928).

Al calor del desarrollo de la contienda civil en España, las mencionadas asociaciones tomaron posicionamientos públicos en general por uno de los dos bandos en pugna y en específico por alguno de los proyectos políticos que coexistían pese a sus diversidades al interior de los mismos. Si bien las controversias partían de los sucesos acontecidos en suelo ibérico, se espejaban en disputas a escala local por el uso del espacio público y por el acceso a lugares de influencia de la política bahiense. Como ejemplo de la división del campo asociacionista español, encontramos, por un lado, la adhesión del Club Español al bando sublevado y por otro, al Centro Republicano y a las asociaciones catalanas, vascas y gallegas alineadas en defensa del gobierno legítimo de la República.

Estos últimos como veremos se transformaron en los ámbitos preferenciales de inserción para los profesores exiliados que se constituyeron como parte de sus elites intelectuales. Al mismo tiempo, recibían de los centros la ayuda material y capital relacional imprescindible para acceder a puestos laborales en las redes culturales bahienses. Desde el siglo XIX se difundió la concepción de Bahía Blanca como capital de la Patagonia. Esta propuesta, que incluyó la asignación de la ciudad en un puesto de privilegio en el desarrollo económico de la región, también contempló su protagonismo zonal en términos culturales entendiéndola como polo de irradiación artística e intelectual. En este sentido, la ciudad se convirtió en la primera urbe universitaria del país que no era capital de provincia a partir de la fundación de la UNS en 1956.

Con el cumplimiento de estos propósitos como horizonte; ante las dificultades de los profesores republicanos para integrarse en los claustros de los medios académicos porteños (Schwartzstein 2001), y debido a la «insuficiente cantidad de docentes con formación pedagógica o disciplinar específica disponibles en el medio local y a la necesidad de cubrir los cargos docentes recién abiertos» (Cernadas 49), arribaron para trabajar en la UNS profesores y especialistas exiliados de la España franquista con amplia formación en disciplinas sociales y humanísticas. Esta llegada, que se desarrolló como parte de una corriente más amplia de migración de posguerra, derivó en la inserción como catedráticos de un total de siete profesores exiliados republicanos: Manuel Lamana, Julio Hernández Ibáñez, José Bernal Ulecia, Rafael Olivar Bertrand, Nicolás Sánchez Albornoz, Fernanda Monasterio Cobelo y Alberto Vilanova Rodríguez.

Junto a estos casos, reconstruiremos las trayectorias de dos migrantes españoles ―Manuel Mayer Méndez y Enrique Cabré Moré― que arribaron a Bahía Blanca con anterioridad a la Guerra Civil y un representante ―José Fuentes Rada― de la «nueva inmigración de posguerra» (Ortuño Martínez 2018) quien se instaló en la ciudad con posterioridad al conflicto. Dichos casos, que realizaron en sus recorridos importantes aportes al urbanismo bahiense, nos permiten ejemplificar el grado de porosidad existente entre las categorías instrumentales de exilio y migración al tratarse de agentes con itinerarios paralelos y formaciones divergentes, accionando en las mismas redes de sociabilidad.

Nicolás Sánchez Albornoz y Manuel Lamana arribaron a Argentina en 1948 después de escapar del campo de concentración destinado a la construcción del Valle de los Caídos en donde estaban cumpliendo con la pena de trabajos de forzados desde 1947. Ese año fueron condenados a seis y cuatro años de prisión respectivamente por su intento de reconstrucción de la Federación Universitaria Escolar (FUE). Después de su paso como profesor en el Lycée Français de Buenos Aires, Nicolás Sánchez Albornoz llegó a Bahía Blanca para desempeñarse como docente de Historia Moderna y Medieval durante 1957. Acerca de su arribo a la ciudad, mencionó en su autobiografía que tras el golpe de Estado que derrocó al gobierno peronista en 1955

los estudiantes exigieron a las autoridades designadas que los profesores nombrados a dedo por el peronismo o los de manifiesta incompetencia fueran cesados de inmediato. El expurgo parcial acometido obligó a que los interventores reclutaran reemplazantes. Cubrir las vacantes producidas no tropezó en la Universidad de Buenos Aires con demasiados inconvenientes. La ciudad contaba con un buen número de docentes depuestos, exiliados o de jóvenes hasta entonces vetados. En las universidades del interior, faltas de cantera propia, el reclutamiento resulto más complicado. (…) La Universidad Nacional del Sur, menor de tamaño, más joven y ágil, regularizo su funcionamiento antes que las más antiguas. En ella gane por concurso mi primera plaza universitaria (Sánchez Albornoz 110).

En la inserción laboral de Nicolás incidió el tejido de redes académicas construidas por su padre Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984). Historiador de reconocido prestigio en el área medievalista, era en 1936 embajador de Segunda República Española en Lisboa. El alineamiento de la dictadura de Salazar con el bando sublevado y el ultimátum al que fue sometido para abandonar el país, lo llevo a exiliarse con su familia a Francia y luego ―ya de forma individual― a Argentina ante la invasión de Alemania en suelo galo y la imposibilidad de retornar a España sin que su vida corriese riesgo.

Acerca de la gestión para lograr el arribo de su hijo a Argentina, lo narra en una carta a José Giral[8] de la siguiente manera

Después de batallar para arreglar aquí sus papeles y después de brujulear en Paris para obtener un pasaje, se embarcó en el Groix y el 6 de diciembre tuve la gran emoción de abrazarle después de 8 años de separación. Aquí le tengo esperando certificados de estudios españoles para que pueda seguir la carrera en Buenos Aires. Hemos Charlado mucho, viene muy optimista, siento echar mucha agua al vino de sus esperanzas; y ahora a emprender una nueva vida por estas latitudes.[9]

En Argentina fue profesor de historia en las universidades de Cuyo y Buenos Aires, fundando el Instituto de Historia de España y la revista Cuadernos de Historia de España. En los procesos de inserción laboral intervinieron también fundaciones privadas que destinaban partes de sus fondos a financiar la continuación de los estudios de aquellos intelectuales que veían sus carreras detenidas por la persecución política en suelo europeo.

Un socorrido contrato, gestionado y financiado por la Fundación Rockefeller, le salvó del peligro y le abrió la puerta para que enseñara en la joven universidad de Cuyo, al pie de los Andes (…) el origen de la enseñanza de la historia de España en Argentina tiene, pues, un regusto antifascista (N. Sánchez Albornoz 45).

En su trayectoria mantuvo una fuerte controversia sobre el «Ser» de España con otro historiador republicano exiliado: Américo Castro. Desde marzo de 1962 hasta febrero de 1971 fue presidente del Gobierno de la República española en el exilio. Su condición de expresidente del gobierno en el exilio, su largo destierro comenzado en 1936, su profuso reconocimiento como catedrático y su posición política republicana, anticomunista y liberal convirtió a su retorno en 1976 en un símbolo de aperturismo, reconciliación y respeto a la institucionalidad para la transición española.

Por su parte, Manuel Lamana después de enseñar francés en la Alianza Francesa de Buenos Aires entre 1954 y 1958, logró insertarse como profesor de letras en la cátedra de Literatura Contemporánea en la UNS. Durante los dos años siguientes llevó a cabo una intensa actividad académica en Bahía Blanca que incluyó la publicación del artículo La novela de la postguerra en la Revista del Departamento de Humanidades Cuadernos del Sur.

Alberto Vilanova Rodríguez arribó a la Argentina en 1954 luego de dos años de contactos asiduos con el Centro Gallego de Buenos Aires, tras los cuales esta entidad le extendió una invitación para dictar un ciclo de conferencias y facilitó los permisos para su salida de España. En 1960 enterado de la apertura a concursos públicos para cubrir cátedras vacantes en la UNS decidió trasladarse a Bahía Blanca. Entre los años 1960 y 1981 fue profesor titular en la misma de Historia de España y Teoría y Metodología (Archivo de la UNS: área legajos).

Julio Hernández Ibáñez tras combatir en la Guerra Civil con el cargo de Comisario Político en Valencia ―al tiempo que ejercía como director de la Escuela para Obreros de esa ciudad― realizó un primer exilio a Francia en 1939. Allí trabajó en una fábrica metalúrgica y como profesor de español. No abandonó la militancia en el exilio, organizando la evacuación del Ejército del Norte mientas continuaba su actividad en el Partido Socialista Obrero Español, que siguió funcionando en el exilio y del cual llegó a ser presidente. En 1944 sin que se hallara presente en España es condenado por delito de masonería y rebeldía a 12 años y un día de reclusión e inhabilitación absoluta perpetua,[10] decretándose la imposibilidad de su retorno a España al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En un segundo exilio se estableció en Buenos Aires en 1951, sin lograr insertarse en el medio académico. A partir de contactos devenidos de su participación en el Centro Laurak-Bat de Buenos Aires ―que integraba la Federación de Entidades Vasco-argentinas (FEVA) con su par bahiense (Archivo de la Unión Vasca Laurak-Bat) se anotició de las vacantes existentes en cargos de profesores en la UNS en 1957. En ella se desempeñó como profesor titular de Historia Antigua de Grecia y Roma e Historia del Antiguo Oriente (1957–1969) y Geografía humana (1959-1960).

José Bernal Ulecia, durante los años de la Segunda República militó en las Juventudes Socialistas y ejerció como docente en Cádiz. Tras permanecer en España durante los primeros años de la dictadura Franquista arriba a Argentina en 1945, una vez desvanecidas las ilusiones de que la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial derivará en la caída de la dictadura en España. En sus primeros años de exilio en Buenos Aires no logró insertarse en el ámbito académico por lo que trabajó como vendedor de corbatas y abrió una librería a la que denominó «Sevilla» en referencia a tu tierra natal. Recién logró ejercer su profesión a partir del conocimiento de la existencia de cátedras vacantes en la UNS, en la que en 1960 se convirtió en profesor titular de Geografía de Europa-Asia, cargo que desempeñó hasta 1970.

Rafael Olivar Bertrand, Doctor en Filosofía y Letras especializado en estudios históricos, fue un militante republicano y partidario del nacionalismo catalán. Tras la finalización de la Guerra Civil en la que combatió como parte del ejército, atravesó un primer exilio de un año en Francia del que retornó a España siendo apresado en 1940 en el Castillo de Figueras. Una vez liberado en 1941 consiguió trabajar durante cortos períodos en la Universidad de Barcelona. Tras no poder afirmarse en el medio académico español realizó un segundo exilio, esta vez a Argentina donde a partir de la implementación del programa de atracción de profesores mediante contratos puesto en marcha por la UNS, fue contratado como profesor de Historia Moderna e Historia Contemporánea entre 1959 y 1972.

Fernanda Monasterio, médica y psicóloga, permaneció en Madrid durante el comienzo de la dictadura franquista para poder continuar sus estudios. En 1951 en medio del clima de censura y pérdida de libertades reinante en la Península se exilia en Bolivia. Durante ese año se desempeñó como profesora en la Universidad de Cochabamba hasta que en 1952 realizó un segundo exilio esta vez en Argentina.

La designación de los y las exiliados/as bajo la categoría de republicanos refiere a la posición pública tomada por ellos en defensa del gobierno democrático encarnado en la Segunda República en clara oposición a la dictadura franquista. El epíteto de republicano refería al sentido comunitario de la derrota ―que aunaba sus pasados, pero desde donde también partían sus proyectos futuros de retornos― como basamento fundador de una memoria del exilio que unía a las diferentes culturas políticas (Aguirre Herráinz 160). En este sentido, la elección del republicanismo como opción identitaria prioritaria en las intervenciones en el espacio público local, reportaba la ventaja de encontrar ecos positivos en la comunidad de acogida frente al intento de etiquetamiento de estos como «comunistas», «rojos» o «anarquistas» impulsado desde las redes alineadas al bando franquista.

No obstante, al reconstruir las trayectorias políticas y recorridos profesionales de los profesores exiliados, encontramos reflejadas en ellos las disputas entre los proyectos políticos disimiles que generaron divisiones en el frente republicano antes, durante y después de la contienda. Como ejemplo de lo dicho, podemos diferenciar la filiación de Nicolás Sánchez Albornoz y de Manuel Lamana dentro de la amplia tendencia republicana de izquierda apartidaria; la defensa de la causa del nacionalismo gallego de Vilanova Rodríguez; la participación de Hernández Ibáñez como dirigente del Partido Socialista Obrero español; la identificación de Monasterio como independiente y apartidaria; la adhesión de bernal ulecia en las juventudes socialistas y la lucha por la causa republicana y el nacionalismo catalán de Olivar Bertrand.

Según su raíz ideológica y política, los exiliados integraron redes intelectuales y culturales locales de corte liberal o izquierdista. Dentro del primer sector, uno de los máximos exponentes a nivel nacional fue el grupo nucleado en torno a la Revista Sur.[11] Como exponente local dentro de esta tendencia encontramos la Asociación Bernardino Rivadavia,[12] las redes vinculadas a la UNS y las asociaciones españolas de carácter federativo. Dentro del segundo grupo, que se había consolidado ante la crisis del liberalismo democrático durante la década de 1930, se hallaron las redes articuladas en torno a las asociaciones catalanas, vascas y gallegas, al Centro Republicano y al CLES en las que intervinieron militantes del Partido Comunista y del Partido Socialista.

Un ejemplo de cómo dicho funcionamiento de las redes se reflejan en las fuentes epistolares,[13] originadas a partir del vínculo entre referentes de las mismas, encontramos que en 1947 Pablo Lejarraga ―abogado, militante socialista y secretario de la Filial bahiense del CLES entre 1941 y 1960― se puso en contacto, en primer lugar, con Carlos Ruiz Daudet,[14] para lograr que intermedie en la posibilidad de que Jacinto Grau viaje a Bahía Blanca,[15] a participar en actividades organizadas por el CLES y, en segundo lugar, con José Luis Romero[16] y Silvio Frondizi para intentar que Rodolfo Mondolfo[17] y Claudio Sánchez Albornoz se trasladen a la ciudad con el mismo fin.

En cuanto a las trayectorias de los casos de migrantes previos al conflicto que realizaron sus aportes al urbanismo local, encontramos en primer lugar al caso de Manuel Mayer Méndez. Arquitecto y urbanista nacido en Santiago de Compostela en 1904, arribó a Argentina en 1919 gracias a la activación de la red de parentesco con familiares ya instalados en Buenos Aires. Egresó de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, radicándose en Bahía Blanca en 1929 para integrar una Sociedad con el también arquitecto y migrante español Enrique Cabré Moré. Socio fundador del Centro de Ingenieros de Bahía Blanca, desde 1948 se desempeñó como profesor de Dibujo técnico en el Instituto Tecnológico del Sur y en 1952 como director de la Escuela de Bellas Artes de la misma entidad.

Enrique Cabré Moré nació en Barcelona en 1907 dentro de una familia de tradición laboral en el rubro de la construcción. Llegó a Bahía Blanca muy joven junto a su padre Pedro Cabré Salvat, quien había obtenido su licencia de constructor con anterioridad en Barcelona. En 1931, Cabré Salvat decidió retirarse, dejando la firma en manos de sus hijos. A mediados de 1950, la empresa inició en la ciudad la «era de los rascacielos» con la construcción del edificio Taberner y el Pizá Roca como obras emblemáticas. Fue presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, tesorero de la Biblioteca Rivadavia y director de la Federación Regional de Sociedades Españolas, de la Comisión Municipal de Bellas Artes y del primer Museo de Bellas Artes la ciudad.

Como parte de la migración de posguerra encontramos el caso de José Fuentes Rada nacido en Granada en 1926. En 1934 ante el fallecimiento de su padre, su madre decidió internarlo en el asilo de huérfanos San José. Finalizada la guerra en 1939, comenzó a trabajar con un tío que era escultor, como paso a previo a iniciar sus estudios en la escuela de Artes y Oficios.

Ante la difícil situación de España, que incluyó la deportación por el Régimen de Franco de sus compañeros de trabajo, y luego de haber cumplido con el servicio militar obligatorio, arribó a Argentina en el año 1950.

Ya en Buenos Aires retomo estudios en la Escuela de Bellas Artes. Luego de un tiempo trabajando en empresas de pintura en Buenos Aires, un día paso por una imprenta y encargo unas tarjetas personales, el imprentero al saber de mi oficio me pide presupuesto para pintar una casa. Quedó tan conforme que me recomienda a el Dr. Atilio Alterini, en ese momento Rector de la UBA, que tenía una concesión para hacer viviendas por el «Estatuto del Peón». Allí me ofrecen un trabajo en Saldungaray en la Estancia Santo Tomas de la Sierra, como Capataz de Pintura. Esto me facilita costear el viaje de mi madre, hermanas y una sobrina (Archivo personal José Fuentes Rada).

Una vez instalado en Bahía Blanca, ciudad en la que residió hasta su fallecimiento en 2020, realizó importantes trabajos en el embellecimiento del patrimonio arquitectónico local a partir de la coordinación de redes asociacionistas españolas con entidades culturales bahienses.

3. Apuntes teóricos para el análisis de la dimensión urbana de la migración y el exilio republicano

Los espacios asociativos constituyeron el vínculo de los exiliados con su pasado a través de usos de lenguajes y costumbres que se encontraban perseguidos en la península en sus presentes. Sin embargo, como veremos, la desterritorialización de sus trayectorias exiliares, que los dejó desprovistos de su contexto espacial original, provocó que sus concepciones del espacio urbano partieran de sus proyectos inconclusos de futuro como principal principio operante. En palabras de Nicolás Sánchez Albornoz «contribuir a levantar en Argentina una universidad pública como la soñada para España, para mí resultó de momento más gratificante» (206).

La extensión temporal de la mayoría de sus estadías ante el inmovilismo político reinante en España, los llevo a intentar poner en práctica en las ciudades de acogida sus concepciones espaciales devenidas del ideario urbanista de la Segunda República. Estas propuestas que vincularon saberes específicos propios de la arquitectura y las ingenierías con argumentos sociales basados en principios históricos, sociológicos y políticos, fueron vehiculizadas desde la participación de los exiliados en las universidades y centros asociacionistas, logrando tener eco en los cuerpos técnicos municipales y, sobre todo, en las carreras técnicas con injerencia en la construcción del territorio y la ciudad. Como afirma Rigotti es en

nombre de esta pretendida universalidad que la elite argentina miró Europa y a Estados Unidos como los símbolos y modelos de una modernidad conseguida y acabada. También que los «expertos» europeos imaginaron a las tierras americanas como el espacio ideal para el desarrollo de sus hipótesis de orden (16).

Durante el período investigado el crecimiento urbano de Bahía Blanca basó su expansión en la formación de distintos centros funcionales en interacción entre sí y con sus áreas periféricas. Uno de los más importantes lo constituyó el denominado «Complejo Alem de la UNS», que consolidó y jalonó la ampliación de los barrios aledaños (Napostá, Comahue y Universitario). Este espacio, junto con el área céntrica de la ciudad, sostuvo el anclaje de la totalidad de los nodos de las redes culturales y asociacionistas en las cuales se insertaron los exiliados y migrantes. El asociacionismo español había tenido un parcial, pero renovado segundo impulso como consecuencia de la finalización de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial y la firma de acuerdos bilaterales de migración entre Argentina e Italia (1947), España (1948) y el Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas (1953).

Los exiliados republicanos debido a su inserción laboral como profesores universitarios pasaron a formar parte de las franjas medias urbanas bahienses que se encontraron en franco crecimiento durante el período trabajado. Al tratarse de una ciudad sin un pasado colonial con elites tradicionales que obstaculizaran la movilidad ascendente como sucedía en Córdoba o Buenos Aires, algunos de ellos pasaron a integrar, junto a profesionales bahienses, las elites intelectuales locales que se expresaron territorialmente dentro del cordón espacial que unía el centro de la ciudad con los barrios universitarios.

Al tiempo que las entidades asociacionistas urbanas ponían sus redes a disposición de las necesidades laborales de los exiliados, se beneficiaron del prestigio social devenido de las credenciales académicas internacionales de los recién llegados. Como afirma Delgadillo de trataba de una

transferencia, adopción, adaptación, transformación y enriquecimiento de ideas urbanísticas foráneas. En el tránsito del siglo XIX al XX se trataba de un selectivo préstamo de ideas urbanísticas europeas, realizado por pequeños grupos sociales (elites, académicos, gobernantes) que buscaban: una identidad cosmopolita, modernizarse o seguir «perteneciendo» (en términos culturales) a Europa (92).

Fernanda Monasterio en la UNS se desempeñó como profesora titular de Psicología General durante el año 1958. Acerca de su llegada a Bahía Blanca producida debido a la dificultad para conseguir empleo en distintas ciudades argentinas y a las vacantes abiertas en las instituciones de educación superior de dicha ciudad, afirmó «mis padres, que estaban en Buenos Aires, me dijeron que volviera, pero justo en ese momento se crea la Universidad del Sur, y se llama a concurso para la cátedra de Psicología General. Mandé el currículum, y me la dieron inmediatamente» (Dafgal 45).

La movilidad y la sociabilidad fueron dos aspectos de la apropiación del espacio urbano de parte de los exiliados y exiliadas. En nuestro caso, contamos con una experiencia en singular del exilio republicano de mujeres profesoras que arribaron a Bahía Blanca al ser Fernanda Monasterio la única mujer desterrada de suelo español en desempeñarse en la UNS. En una primera instancia, trabajó en la Universidad Nacional de Cuyo[18] como profesora en la carrera de Biología durante los años 1953 y 1954 (año en la que fue cesanteada por no firmar el acta de adhesión al partido justicialista) y en una segunda instancia, en la Universidad Nacional de La Plata, donde realizó una importante labor en el campo de la psicología entre 1957 y 1968. Entre la misma se destaca el hecho de elaborar el plan de estudios de la carrera de profesorado en Psicología formando parte de una comisión compuesta por cinco médicos y psicólogos de destacada trayectoria nacional e internacional, entre los que se encontraban tres exiliados republicanos, ella misma, Juan Cuatrecasas, y Ángel Garma.

Al interrogarnos acerca de la representación de la participación femenina en el exilio en su vínculo con el espacio urbano consideramos que requiere ser abordada en su especificidad para determinar si las formas de relacionarse con el medio contuvieron particularidades frente a las trayectorias de los demás exiliados. Al respecto, Reimann sostiene que «aspectos de la percepción contemporánea como categorías étnicas o de la representación de la participación femenina en el exilio pueden ser explorados en ocasiones debido a su función espacial en la vida privada como también en la esfera política» (25). Monasterio narra su contacto con la ciudad de Bahía Blanca de la siguiente manera

Entonces, de Mendoza me fui a Bahía Blanca, y le aseguro que fue una experiencia docente preciosa, porque todos eran inocentes como ángeles: no sabían nada de nada. Entonces empezamos a hablar del hombre, de la vida, de la psicología, de la antropología y de la relación con las ciencias humanas y todavía hay gente que me viene a ver (¡después de cuarenta y cinco años!) de Bahía Blanca. Porque yo, en la clase hacía la clase, pero cuando terminábamos la clase nos íbamos todos a tomar algo, al parque, y a seguir hablando y a continuar la amistad. Aquello era como un campus. A veces nos íbamos al puerto, a ver los barcos, y éramos treinta o cuarenta, todos de la clase de Psicología General. Fue una experiencia preciosa, para ellos y para mí (Dafgal 45).

En fragmentos como el citado podemos ver como en la apropiación del espacio las experiencias profesionales, sociales y culturales se inscribieron de forma yuxtapuesta en la topografía de la ciudad, asociando la estructura urbana de sus calles, barrios, parques y arquitectura con la geografía social. Además, cabe mencionar que las vivencias narradas de cercanía en el vínculo docente/estudiante y la caracterización de estos de forma afectiva, no se evidencian en las fuentes de sus compañeros de exilio varones, abonando a la prolongación en el exilio de los roles y estructuras de género tradicionales.

Encontramos en su relato frecuentes menciones al puerto y otros medios de transporte ―descripciones que se repiten en sus arribos a otras ciudades argentinas― que nos permiten constatar el impacto de la movilidad forzada en las memorias y formas de relacionarse con el espacio de exiliados y exiliadas. Vínculo que se refuerza en la siguiente afirmación: «Daba clase en La Plata, en Bahía Blanca y en Buenos Aires, y dormía en los viajes del Ferrocarril Roca, sin siquiera quitarme los zapatos. Hasta que renuncié en Bahía Blanca, estaba dando cuatro cátedras: tres de psicología general y una sobre niñez y adolescencia» (Dafgal 53).

Asimismo, la última cita nos permite abordar la complejidad de la inserción laboral de exiliados y exiliadas. En el período trabajado se desarrollaron transformaciones en el ámbito académico, tales como la desperonización de las cátedras y las aperturas de universidades, generando vacantes que pudieron ser ocupadas por los desterrados. Sin embargo, cuando dejamos de hablar del acceso inmediato para analizar las etapas laborales consiguientes, nos encontramos que esta relativa facilidad de ingreso colisionó con la difícil consolidación de los desterrados en sus cargos. Situación visible en el caso de Fernanda Monasterio, que se vio obligada a trabajar en tres ciudades distintas para poder garantizar su sustento material y desarrollo profesional. Escenario que nos replantea la necesaria lectura transversal de género en los análisis de los exilios.

En el correr de las décadas investigadas el territorio poblado extendió sus límites para contener a la creciente inmigración modificando su fisonomía. En consecuencia, se ampliaron las redes que articularon vínculos basados en la afiliación política, étnica y de profesión con ámbitos institucionales públicos y privados, en los que se generaron no solo lazos de solidaridad, sino que también expresaron las nuevas formas de conflictividad por el poder entre dirigentes de un mismo espacio e instituciones entre sí.

Manuel Lamana narra las dificultades hacia el interior de las asociaciones para conciliar las posturas entre los exiliados de la primera generación ―quienes huyeron de la Península durante la Guerra Civil y tras la caída del Frente Catalán― y la segunda ―compuesta por quienes salieron de España durante la dictadura franquista y en la cual él se inscribe― de la siguiente manera:

Yo creo que los españoles del exilio me conocían y yo los fui conociendo a ellos también. Es decir, yo no era un miembro del Centro [Republicano], pero iba de vez en cuando por allí. Había una actitud no solo del Centro, también la había en París, y en menor medida porque había pocos exiliados en Londres, dos lugares donde yo viví más tiempo, de que la verdad estaba en el exilio. Pero mi verdad estaba en el interior de España y yo estaba recién escapando de mi país. Las posiciones eran muy distintas. Yo no podía estar en esos ambientes. Ambientes desconectados de lo que pasaba en España. Con una conexión muy particular en una situación detenida en el tiempo, en el momento en que ellos se fueron en el 39 y bueno, en España seguían pasando cosas. Esto sucede en todos los exilios, lo he visto en el exilio argentino también.[19]

La ocupación del espacio público constituyó una de las formas en las que conflictos entre asociaciones se visibilizaron, tanto en la asistencia a fiestas patrias, bailes y homenajes, como en la participación en movilizaciones, mítines y manifestaciones. Los profesores exiliados intervinieron en dichas disputas participando en aquellos homenajes, conferencias y actos públicos centrados en la memoria republicana y en el repudio a la dictadura franquista. Esta convergencia se desarrolló en el seno de instituciones como el CLES, la Asociación Bernardino Rivadavia, el Partido Socialista y entidades asociacionistas españolas republicanas. La compulsa por el espacio público con otros sectores opuestos a sus idearios, como el Club Español o el Consulado Español, se convirtió en un enfrentamiento cotidiano en la que medió el poder estatal y en el que según la época en la que tratemos, tendió a prevaler un sector por sobre otro. Como afirma Reinmann para el caso del exilio republicano en la Ciudad de México

La lucha por la hegemonía política siempre implicaba la lucha por el espacio público metropolitano y a veces la violencia política podía resultar en un aumento del control social y de la militancia en las calles de la ciudad. Los conflictos políticos no pueden ser comprendidos en su totalidad si no son explorados en su contexto espacial y como parte de la cultura política metropolitana (25).

Ejemplificando lo dicho y a partir del estudio de las fuentes policiales presentes en el Archivo de la DIPPBA, durante los años de gobierno peronista local (Intendencia de Norberto Arecco, 1950-1955), las actividades promovidas desde el Consulado Español ―en consonancia con los acuerdos nacionales bilaterales entre los gobiernos de Argentina y España que incluyeron no solo la colaboración en materia económica, sino también el objetivo de difundir la cultura hispánica― obtuvieron un mayor impulso y facilidad en la sesión de permisos policiales para desarrollar sus actividades públicas en los espacios centrales de la ciudad. En cambio, tras el golpe militar de 1955, el apoyo de los sectores antiperonistas locales a la autodenominada «Revolución libertadora», generó un ambiente de mayor recepción pública oficial a los actos y conferencias generadas desde los espacios antifranquistas y antifascistas en los que se integraron los profesores exiliados.[20]

Otra de las formas elegidas fue la utilización de monumentos en los actos públicos republicanos que enlazaron la historia y la memoria de las sociedades de acogida con la memoria exiliada y sus proyectos políticos inacabados por el destierro. De esta manera, numerosas intervenciones de los exiliados y de las asociaciones de origen étnico en las que participaban, tuvieron su epicentro en monumentos ubicados en el centro de la ciudad dedicados al homenaje de héroes patrios argentinos como el General San Martin. El simbolismo que conllevaba la utilización de la figura del libertador americano vinculaba la historia de la sociedad de acogida con los proyectos de liberar España de la tiranía de Franco que defendían los exiliados.

Además de la disputa por el espacio céntrico ―clave para masificar discursos y denuncias― ocuparon de forma prioritaria los nodos institucionales que se expandieron en el circuito que unía a través de la Avenida Alem, al Teatro Municipal con la recién fundada UNS. Del punto de vista arquitectónico este corredor creció bajo la influencia de las formas de edificación propias de los proyectos urbanistas de la Segunda República Española, tales como las llamadas «Casas Jardín», que dialogaron con formas tradicionales del hispanismo colonial.

En este circuito se recurrió de forma creciente a las formas arquitectónicas del Renacimiento español o neocolonial. Estas opciones eran, como su nombre lo indica, claramente historicistas; sin embargo, su mirada hacia las formas del pasado suponía una matriz ideológica diferente respecto de aquella de raíz académica por la vinculación a las búsquedas del nacionalismo estético del Centenario en el que se priorizaba la recuperación del pasado colonial, la predilección por los hispánico y las temáticas autóctonas (Agesta, López Pascual y Vidal 218).

Como parte de la concreción en Bahía Blanca de obras que evidenciaron la influencia de las corrientes arquitectónicas europeas, y dentro de ellas las propias del proyecto urbanista español, encontramos de forma inicial y como antecedentes al período, las construcciones realizadas desde las décadas de 1930 y 1940 por el Estudio Mayer-Cabré. Entre ellas se destacaron en primer lugar, la edificación ubicada en el centro de la ciudad destinada a albergar los locales comerciales de la tienda «El Siglo». Los detalles propios del estilo art déco y de las propuestas del Movimiento moderno se advierten en los remates planos del edificio ―que adquieren la forma de un barco transatlántico: símbolo del progreso, pero también de la migración y del exilio―, en los escalonamientos en la parte inferior de los balcones y en la aparición de barandas metálicas con impronta geométrica. En segundo lugar, la denominada «Casa Catalana», una vivienda encargada al Estudio por un migrante barcelonés ―al igual que Cabré Moré―, de estilo internacional, cuyos antepechos de la terraza alojaban dos paisajes con molinos en honor al suelo español. En tercer lugar, la construcción del Hospital Regional Español en 1946 que materializó el proyecto nacido en 1882 con la creación de la primera Sociedad Española de Socorros Mutuos local. En el mismo, intervino como financista la Federación Regional de Sociedades Españoles que encargó la construcción al mencionado Estudio bajo el diseño neocolonial de Mayer y la decoración de la capilla a cargo de José Fuentes Rada (Archivo Federación Regional de Sociedades Españolas).

En este sentido, implicó la conjunción del accionar de distintas entidades asociativas, que, pese a sus diferentes definiciones políticas, lograron expresar un objetivo común basado en un proyecto único realizado a partir de la contratación de migrantes y exiliados, con o sin inserción en el ámbito académico y con trayectorias también disimiles. Alberto Benchimol, director del Hospital, aseguró que el edificio cumplía con

los preceptos arquitectónicos de belleza y eficiencia técnica, cuya acertada orientación facilita la correcta atención de los enfermos (…) procurando aprovechar lo mejor posible el terreno, las características del barrio y «la modalidad de los dueños de la casa», aceptando como «una economía malentendida» prescindir de la dirección técnica (Archivo Federación Regional de Sociedades Españolas).

Además, el estudio Cabré-Mayer realizó la ampliación del Colegio María Auxiliadora, la terminación de la fachada de la Catedral Nuestra Señora de la Merced, viviendas unifamiliares, la sede del Rectorado de la UNS, la Casa de la Cultura y la casona de Ezequiel Martínez Estrada quien los había contactado desde su participación conjunta en la Asociación Bernardino Rivadavia.

Como ejemplo de la influencia urbanista con características propias del ideario paisajista en boga en suelo ibérico, encontramos como máximo exponente el diseño y construcción del Barrio Palihue. En 1946, Mayer Méndez emprendió el proyecto de un barrio nuevo en una zona que había sido definida en el Código de Construcción de la ciudad como un área de vivienda unifamiliar, de baja densidad, con traza de barrio-parque y características de tejido abierto. El barrio Palihue se caracteriza por su urbanización de calles anchas, parquizadas y de traza zigzagueante ―a diferencia del resto de la ciudad diseñada en forma de damero―, aprovechando su diseñador la lomada del lugar; así como por sus residencias espaciosas bajo el formato de las «Casa Jardín» que bordean las distintas sedes de la UNS y las cuales son mencionadas ―tal como vimos― en los relatos de Fernanda Monasterio. En uno de sus accesos se encuentra la Plaza del Árbol de Guernica y en ella un retoño del roble donado por la colectividad vasca bahiense. Al respecto, su hijo Ricardo Mayer afirmó que «cuando mi padre comenzó a diseñar el barrio decía que Bahía Blanca necesitaba un lugar verde, un lugar con aire distinto a lo que él pensaba que iba a ser y fue el centro de la Ciudad» (Entrevista Ricardo Mayer).

Las décadas de 1950 y 1960 fueron momentos de elaboración y ejecución de proyectos urbanización en la ciudad, adoptando una renovación tipológica de arquitecturas de gran dimensión como forma de redefinir nuevos conceptos de la vida colectiva. Al tiempo que se reconfiguraban las áreas portuarias al calor del reasignado lugar de la ciudad como polo portuario-tecnológico, se avanzó en la composición planimétrica de viviendas individuales y colectivas que incorporan como algo central y de forma novedosa la importancia de la interconexión entre los espacios verdes y las áreas habitadas. Excediendo la redistribución de áreas funcionales, estos planeamientos que optaron por «las casas jardín» y por volúmenes robustos, tomaron como modelo los proyectos de Le Corbusier[21] ―la unidad de habitación de Marsella y el Palacio de los Soviets― en mixtura con el ideario arquitectónico de la Segunda República Española.

Como ejemplo de esto podemos mencionar los aportes de Fuentes Rada en la ornamentación del patrimonio arquitectónico urbano bahiense a partir de los trabajos realizados en la reconstrucción de la Iglesia Catedral «Nuestra Señora de la Merced» (que había sido dañada en los acontecimientos de quema de iglesias tras el bombardeo de Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955); la pintura y decoración capilla del Hospital Español (en distintos períodos entre 1957 y 1981); la restauración de la Iglesia Sagrado Corazón del Colegio Don Bosco (1963) y la ornamentación Parroquia del Inmaculado Corazón de María (1964). Estos trabajos le valieron el reconocimiento de las asociaciones españolas que le entregaron el premio Al Ándalus de la Federación de Asociaciones Andaluzas de Argentina, propuesto por el Centro Andaluz de Bahía Blanca y la distinción de la Federación Regional de Sociedades Españolas como «personalidad destacada de la colectividad» (Archivo personal José Fuentes Rada).

El hecho de que los trabajos fueran encargados a partir del lazo del artista arribado durante la posguerra con migrantes anteriores vinculados también al ámbito académico, asociaciones españolas e instituciones a simple vista enfrentadas al ideario republicano como la iglesia, pone en evidencia el grado de complejidad de las redes actuantes. Al respecto, consideramos pertinente complejizar la mirada de un análisis historiográfico canónico que ve en la iglesia una estructura monolítica, íntegramente alineada al bando franquista. En los últimos años aportes de investigaciones como las de Zamagni (2018); Montero, Moreno y Tezanos (2013) y Arasa (2009), si bien no desconocen la sólida tendencia mayoritaria eclesial de apoyo al bando nacional ―en especial por su peso de jerarquía institucional― reconocen la existencia de una pluralidad de voces dentro de la comunidad católica. Estas líneas disonantes que abogaban por el pacifismo durante el conflicto o incluso el apoyo a la legalidad republicana contradicen las afirmaciones de incompatibilidad entre las identidades republicanas y católicas, más visibles en la región vasca.[22]

Asimismo, parte de los exiliados republicanos mencionados en la presente investigación buscaron en sus planteos disputar la lectura bíblica hegemónica, difundidas desde la jerarquía eclesial española y la cual justificaba la dictadura franquista desde la victoria en la Guerra Civil leída en clave de cruzada, al unir el ideario católico a los planteos de libertad en oposición a todo régimen autoritario. Al respecto Claudio Sánchez Albornoz afirmaba que

San Pablo escribió: Ubi spiritus Domini, ibi libertad. Donde sopla el espíritu de Dios, así está la libertad. Al hacer al hombre a su imagen y semejanza, Dios hizo al hombre libre, porque el Altísimo es la libertad por excelencia. El hombre es libre porque es hijo de Dios. Dios no quiere servicios forzados. Solo en libertad puede el hombre servir dignamente a su Dios. No podemos olvidarlo los cristianos y menos todavía los católicos creyentes en el libre albedrío. El católico que no siente la libertad como condición irrenunciable del hombre, traiciona a su fe. Y olvida las palabras del apóstol que acabo de citar (233).

En la construcción del Hospital Español y en la reconstrucción de la Catedral participaron exiliados de posguerra, migrantes anteriores residentes en la ciudad desde el período de inmigración masiva, asociaciones españolas, redes culturales y entidades municipales. Asimismo, en determinados casos una misma persona ocupó distintos lugares de decisión en diferentes entidades, lo que agrega nuevas aristas a un análisis que en el acercamiento a las fuentes huye a las categorías interpretativas taxativas. Esta conjunción de agencias de sujetos que colocaron sus intereses particulares en unión ante determinados objetivos en común puede explicarse en el sentido planteado por Garcia Sebastiani (2020):

Ya sean de extracción monárquica, republicana, carlista, nacionalista o franquista, todas las identidades se construyeron con funciones pedagógicas en favor del nombre de España. Los contenidos dependían de quién, cuándo y cómo se activasen. En todo caso, fue un trabajo creativo y empeñado en ofrecer las claves para la regeneración política, social y cultural de España y sus regiones. Incluso en las versiones del nacionalismo catalán vasco y gallego a la distancia con las que se convivió el españolismo en la inmigración. Esa fue una empresa de prestigio cultural de la nación a lo lejos a la que se incorporaron intelectuales y locales (43).

Hasta 1960, se mantuvieron altas las tendencias de crecimiento poblacional impulsado en parte por la renovación de la inmigración producto del fin de los conflictos bélicos en Europa. Si bien este incremento se produjo en nuevas áreas residenciales en detrimento del casco tradicional, las redes en las que se insertaron los exiliados continuaron con un grado de centralidad similar a períodos anteriores. La necesidad de amplificar el impacto político y cobertura mediática de sus discursos, denuncias y actividades públicas, siguió primando por sobre el contenido de estas, que abogaban por una constitución del espacio con acceso social igualitario, dirigiéndose a un público/pueblo que en sus construcciones discursivas tenía su arraigo real en otros sectores de la ciudad a los que las redes en términos espaciales no abarcaban.

Para analizar la geografía social de la estructura urbana en el exilio, resulta necesario abordar los datos de ubicación espacial de las redes más importantes del exilio y las migraciones españolas en la ciudad. En el caso del destierro hispánico – por su fragmentación política y discontinuidades temporales– resulta difícil identificar una organización unificadora, siendo necesario contemplar la complejidad del entrecruzamiento de entidades culturales, políticas y asociacionistas en las que intervinieron.

Tomando como centro de la ciudad la manzana fundacional de Bahía Blanca ubicada entre las calles Estomba-Chiclana, Moreno, O´Higgins y Avenida Colón, observamos que los nodos de las redes en las cuales participaron los exiliados, así como sus áreas de sociabilidad compuesta por cafés, tabernas y restaurantes se ubican preferentemente en el área céntrica.[23] La diversificación de espacios locales coexistía con espacios transnacionales que unían a los activistas de la política internacional en el exilio permitiéndoles seguir siendo parte de una comunidad identitaria y acceder a información y lecturas de circulación partidaria como en los casos del Partido Socialista[24] y el Partido Comunista. Asimismo, el espacio céntrico también estaba habitado por las redes cercanas políticamente al franquismo con sus nodos centrales en el Consulado de España situado para el período en la esquina de Dorrego y Alsina (400 metros del centro mencionado) y el Club Español Moreno 132 (30 metros).

La disputa por el uso del espacio céntrico llevó en ocasiones a enfrentamientos directos producto de las políticas de censura local obradas por la policía e instadas por el Consulado español. En Bahía Blanca esta censura afectó a gallegos, catalanes y vascos a los cuales se les prohibió también las manifestaciones públicas de sus símbolos nacionalistas. Al respecto, la integrante de la Unión Vasca Bahiense y exiliada republicana Lore Markiegi,[25] afirma:

La guerra hizo que se marcara el grupo español de acá. Lógicamente, como el grupo republicano español estaba aliado con nosotros, y perseguido (…) el Centro Vasco fue un lugar de acogida de los españoles republicanos (…) el Consulado español era franquista y aquí en Bahía Blanca nos hizo una guerra terrible, pretendía no permitirnos sacar la bandera vasca cuando saliéramos a la calle. O en las misas de nuestras festividades, que se acostumbra a ir con la bandera vasca y la bandera argentina. En ese momento ninguna colectividad salía a la calle.[26]

De forma inicial, para los profesores exiliados arribados a Bahía Blanca una de las mayores preocupaciones residió en el acceso e intercambio de los bienes culturales generados en Buenos Aires. No obstante, en poco tiempo y como forma de dar a conocer su obra intelectual, inseparable de sus objetivos políticos de denuncia franquista, comenzaron a participar en espacios asociativos públicos y privados, en los que establecieron diversas articulaciones en el campo político y cultural local, provincial y nacional.

Entre las actividades en las que los exiliados españoles participaron, dando a conocer sus propuestas políticas, sociales y de análisis espacial, podemos mencionar: en primer lugar, la participación de Lamana en el Homenaje a Ezequiel Martínez Estrada ―en el que él mismo es conferencista― por el «25 aniversario de Radiografía de la Pampa» propuesto por la UNS y por el CLES (Revista Cursos y Conferencia. Abril 1959, p. 103). En segundo lugar, la participación de este, en un ciclo de conferencias en la que disertó acerca de Ortega y Gasset y la juventud española ―luego publicada en la revista Cursos y Conferencias―. En tercer lugar, la participación de Alberto Vilanova como disertante en una conferencia titulada La Revolución de Mayo y España durante un homenaje al acontecimiento de 1810 en la que interviene con Pablo Lejarraga. Y, en cuarto lugar, la exposición de Hernández Ibáñez acerca del Determinismo geográfico y las pasiones humanas en el ciclo de conferencias llevado a cabo por el CLES en 1957. En estas conferencias se abogó por una concepción del espacio desde una óptica social, contemplando diferentes aportes desde la sociología, historia, economía y psicología. La renovación del pensamiento socioeducativo del proyecto pedagógico de la Segunda República supuso no solo un nuevo diagnóstico y caracterización de los problemas educativos, sino que también replanteó en otros términos las formas de intervención que intelectuales y profesores debían tener como forma de intentar influir en la diagramación de políticas públicas estatales.

Estos aportes de difusión de las vanguardias arquitectónicas y urbanísticas vectorizados en Bahía Blanca por la llegada de profesores exiliados españoles y migrantes anteriores y posteriores, tuvieron a partir de sus retornos un proceso de reintroducción de estas influencias ―ahora latinizadas― en una Península cuyo desarrollo cultural se encontraba afectado por las políticas depuradoras del franquismo y por la diáspora de aquellos jóvenes profesionales comprometidos con los proyectos modernizadores de la Segunda República.

4. Consideraciones finales

Entendemos que la participación de los exiliados en las redes culturales e intelectuales bahienses se vio atravesada por una triple dimensión espacial. En primer lugar, a escala transnacional, los profesores exiliados se encontraron en la intersección de la dinámica expulsora de sus países de origen y receptora de los Estados y ciudades de acogida. Esta dimensión internacional también atravesó sus formas de vincularse con el espacio y las concepciones científicas y los aportes realizados por los exiliados en materia de proyectos urbanistas.

En segundo lugar, en clave nacional, la dimensión espacial del exilio se encontró afectada por las tensiones entre Buenos Aires y el interior del país. La centralidad de la capital argentina en términos culturales y laborales la transformó en un polo de atracción para la radicación de los exiliados en la misma, situación que pudo ser compensada en parte por la apertura de cargos universitarios por la creación de nuevas carreras en la UNS. Asimismo, las iniciales dificultades de inserción laboral en el medio capitalino fueron resignificadas por los exiliados en oportunidades para lograr que sus proyectos intelectuales, culturales y políticos de transformación urbanística, truncos por la derrota, tuvieran mayores posibilidades de concretarse en medios de mayor apertura hacia la recepción de los aportes de exiliados e inmigrantes.

En tercer lugar, a escala local, los exiliados se insertaron en las dinámicas de tensión entre centro y periferia. Por un lado, el basamento ideológico de sus proyectos políticos y urbanísticos devenidos de la Segunda República Española, que incluían el planeamiento de viviendas obreras, edificios escolares integrados con áreas verdes y las llamadas «casas jardín», los colocaban como agentes intervinientes en la periferia de las ciudades. Por el otro, la espacialidad propia de las redes e instituciones en las que se insertaron, sumado a la necesidad de amplificar el alcance de sus denuncias sobre lo que acontecía en España y las posibilidades de concreción de sus proyectos políticos y culturales, llevaron a los profesores exiliados a intervenir desde el centro de la ciudad.

Tras lo expuesto, consideramos que los intentos por abordar las unidades de análisis claves para las investigaciones teóricas sobre los procesos de espacialidad y territorialidad de las redes del exilio y la geografía social de las migraciones, deben contemplar que estas son en gran parte la resultante del entrecruzamiento de las necesidades laborales y materiales del exilio y la migración; las características de las formas de arribos y de retornos; las conformaciones ideológicas de exiliados y redes actuantes; los objetivos institucionales por incorporar la fuerza laboral y el prestigio intelectual de los desterrados, así como los de estos por concretar sus proyectos políticos y culturales inacabados por la derrota; las temporalidades cambiantes; las disputa por las memorias y los pasados; los condicionamientos políticos de la sociedades de acogida; las transferencias de conocimientos técnicos entre agentes e instituciones; las dinámicas centro-periferia en tensión, pero también en complementariedad; el grado de porosidad de los ámbitos locales hacia la llegada de elementos transnacionales y el rol desempeñado por los exiliados, las instituciones y las ciudades dentro de los proyectos políticos y científicos nacionales.

La inserción de los exiliados en las redes locales, nacionales y transnacionales contribuyó a sortear la segmentación de sus trayectorias vitales en su tránsito por espacios igualmente fragmentados. Una realidad de atomización de las relaciones, de derrota y de perdida de las certezas, que convergió con la posibilidad de que la utopía de la realización de los proyectos culturales republicanos ahogados a sangre y represión en la Península se volvieran realidad fuera de ella.

Obras Citadas

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Fuentes

Archivo administrativo de la UNS (Bahía Blanca)

Archivo de la DIPPBA presente en el Archivo Provincial de la Memoria (La Plata)

Archivo de la Federación Regional de Sociedades Españolas (Bahía Blanca)

Archivo de la Memoria de la UNS (Bahía Blanca)

Archivo de la Unión Vasca Laurak-Bat (Bahía Blanca)

Archivo Partido Socialista (Bahía Blanca)

Archivo personal José Fuentes Rada (Bahía Blanca)

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Entrevista a Ricardo Mayer, 18 de marzo 2020.

Revista Cursos y Conferencias. (Bahía Blanca)

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Notas

[1] La UNS se fundó en 1956 sobre la base del Instituto Tecnológico del Sur creado diez años antes. En sus inicios tuvo una orientación marcada hacia el área de la humanísticas, situación que cambio con el correr de la década de 1960 en la que adquiere el perfil de universidad de formación en ingenierías a partir de la puesta en marcha del Plan estratégico de desarrollo nacional y provincial que situaba a la ciudad como Polo portuario-industrial.
[2] La Universidad Tecnológica Nacional es una universidad pública nacional Argentina, fundada en 1959 como una continuación de la Universidad Obrera Nacional creada en 1948. Posee una organización federal y, fue pensada como un segundo ciclo de formación técnica, una estructura académica que tiene a las ingenierías como objetivo prioritario.
[3] El CLES (1931-1960) fue una institución formada por intelectuales ligados al socialismo y al antifascismo, que surgió en la Capital Federal y se extendió durante sus años de existencia a otras ciudades entre las que se encontraba Bahía Blanca. En su proyecto educativo es posible relacionar las inquietudes de los intelectuales argentinos que formaron parte del CLES con la trayectoria de los liberales krausistas españoles en la Institución Libre de Enseñanza y su proyecto pedagógico, a fines del siglo XIX. La ILE, fundada por docentes liberales expulsados de la Universidad Central de Madrid, funcionó en España entre 1876 y 1936, momento en que sus directivos fueron obligados al exilio.
[4] En el artículo 2 de su Estatuto fundacional (1922) establece: «La Federación tiene por objeto propiciar una unión mayor de las sociedades que la integran y a quienes respetará su autonomía, como para proteger con más amplitud y eficacia a sus asociados y propender al acercamiento espiritual y económico de España y la Argentina. Para cumplir sus fines usará de todos los medios y fuerzas de que pueda disponer para establecer los servicios comprendidos en los incisos siguientes: a) Fundación de un Hospital Regional Español en Bahía: Blanca; b) Asistencia jurídica gratuita de españoles desamparados y gestiones de asuntos ante el consulado de España; c) Residencia de españoles con hospedaje y cocina económica para españoles transeúntes y sin trabajo; d) Propender a que todas las sociedades tengan personería jurídica, gestionándola gratuitamente de los poderes públicos para aquellas que no la posea; e) Procurar la creación de Vice-Consulado de España en los pueblos cabeza de partido: f) Fomento de asociaciones de socorros mutuos en los pueblos donde no. las haya y que así lo requiera nuestra mejor acción colectiva; g) De los fondos que forman el capital social de la Federación el Consejo Directivo destinará la parte que estime oportuno para establecer becas que usufructuarán los españoles e hijos de españoles o españolas, a fin de que puedan seguir estudios secundarios; h) Propender a la instalación de una línea de vapores: entre España y Bahía Blanca, para la importación de productos españoles y exportación de productos argentinos.
[5] En el artículo 3 de su Estatuto de 1955 establece como objetivo procurar "por todos los medios que entre sus asociados reine la mayor armonía, aspirará a la unión total de todas las fuerzas vascas y contribuirá en forma más eficaz, al mejor reconocimiento de Euzkadi (Araba, Benabarra, Bizkaya, Gipuzkoa, Laburdi, Nabarra y Zuberoa), y a exaltar y defender los imprescriptibles derechos del pueblo vasco, así como colaborar en la formación y cultura del pueblo argentino".
[6] En la declaración de principios expuesta en su Acta de fundación del 20 de mayo de 1931 se establecían los objetivos a cumplir de la siguiente manera: «Ni universidad profesional, ni tribuna de vulgarización, el Colegio Libre de Estudios Superiores aspira a tener la suficiente flexibilidad que permita adaptarse a las nuevas necesidades y tendencias. Germen modesto en favor de un esfuerzo a favor de la cultura superior, espera la contribución material, intelectual y moral de todas las personas interesadas en que aquellas sean un elemento de acción directa en el progreso social de la Argentina»
[7] El Partido Socialista en Bahía Blanca se originó a partir del agrupamiento de trabajadores inmigrantes a fines del siglo XIX. Para el período trabajado su perfil social se amplió a la par de la transformación de la estructura social de la ciudad, incorporando a las capas de profesionales universitarios que se instalaron en la ciudad en el área macrocéntrica. El Partido accedió al gobierno municipal entre 1932 y 1935, a través de la elección como intendente del obrero gráfico Agustín de Arrieta.
[8] José Giral /1879-1962) fue un político y químico farmacéutico español, presidente del Consejo de Ministros durante la Segunda República, además de ejercer otros altos cargos de Estado.
[9] Código de referencia: ES.28079.AHN//DIVERSOS-JOSE_GIRAL,6, N. 325, Centro Documental de la Memoria Histórica.
[10] Sumario 485-44 contra Julio Hernández Ibáñez por delito de masonería. Código de referencia: ES. 37274. CDMH/6//TERMC-MASONERÍA,9761. Centro Documental de la Memoria Histórica.
[11] Revista literaria fundada en 1931 de predominante orientación liberal y antifascista argentina dirigida por Victoria Ocampo.
[12] Fundada en 1882 en base a la iniciativa de ciudadanos con gran injerencia en los ámbitos culturales existentes en Bahía Blanca. Desde sus inicios, se convirtió en una institución central en el entramado cultural local, por cuyas salas de conferencias expusieron los principales pensadores de la región, migrantes y exiliados españoles.
[13] Información extraída de las fuentes epistolares del CLES (años 1947 y 1948). Archivo personal Pablo Lejarraga, abierto para su consulta en Biblioteca Arturo Marasso del Departamento de Humanidades (UNS).
[14] (1900-1974) Escritor argentino ligado al grupo de Boedo. Llegó a tener una importante actividad como dinamizador de las actividades intelectuales de la cultura de izquierda comunista y como escritor en La Vanguardia y en Nueva Revista.
[15] (1877 -1958) dramaturgo español contemporáneo de la «Generación del 98». Nacido en Barcelona, fue designado por la Segunda República española embajador en Panamá. Durante la Guerra Civil se trasladó a Chile y de allí a Buenos Aires en 1939, donde vivió exiliado hasta su muerte.
[16] (1909-1977) fue un historiador e intelectual argentino, considerado como el máximo representante de la corriente de renovación historiográfica que, a mediados de la década de 1950, introdujo las perspectivas de la Historia social en la Argentina. Rector interventor de la UBA durante el proceso de desperonización en 1955 mantenía cercanos lazos con Claudio Sánchez Albornoz por quien intercedió para que se inserte laboralmente en dicha universidad.
[17] (1877-1976) Reconocido filosofo italiano. En 1938 tuvo que exiliarse en Argentina, país en el que fue profesor de las universidades de Córdoba y Tucumán. Finalizada la Segunda Guerra Mundial (1945) recibió una invitación para regresar a su país y reincorporarse a la Universidad de Bologna, optando por permanecer en la Argentina.
[18] La Universidad Nacional de Cuyo fundada en 1939 no dudó en contratar en sus primeros años de apertura a los profesores del exilio europeo en general y español en particular que no se lograron insertar en una primera instancia en el medio académico capitalino. Entre ellos podemos mencionar al mencionado a los jóvenes matemáticos Santaló, Balanzat, Pi Calleja y Ernesto Corominas y a filólogos e historiadores de renombre como Juan Corominas y el mencionado Claudio Sánchez Albornoz. Situación análoga encontramos en la Universidad Nacional de Tucumán, amparando a los pedagogos Luzuriaga y Navarro; al filósofo García Morente y al filólogo Clemente Hernando Balmori y en la Universidad del Litoral, que contrató a Francisco Ayala y a Juan Cuatrecasas a finales de los años treinta. Véase Diaz Labajo, Arantxa. (2007). «Los Profesores Universitarios en el Exilio Republicano Español en Argentina, un estudio de caso.» Cuadernos del Sur, (35) Bahía Blanca.
[19] Entrevista a Manuel Lamana (1991). Código de referencia: ES.37274.CDMH//PHO,EXILIO_ARG,11. Centro Documental de la Memoria Histórica.
[20] El control que se ejerció hacia estas asociaciones desde los servicios de inteligencia estatales, supuso la búsqueda de datos personales e ideológicos de sus miembros; averiguaciones acerca de las formas de financiamiento y sobre las relaciones que mantenían con otras organizaciones; la vigilancia en actos públicos y asambleas internas y la clasificación de los integrantes en una escala que abracaba las categorías de dirigente, agitador, saboteador, terrorista y perturbador. Los servicios, en especial durante el peronismo, referenciaron en sus informes a los republicanos como antiperonistas, siendo catalogados como «izquierdistas» en el período posterior al derrocamiento de Perón. ACPM, "Mesa D», Factor Social, Carpeta de Entidades Varias, Legajo 117, Bahía Blanca.
[21] Su primera visita a Buenos Aires en 1929 constituye un momento de inflexión en la arquitectura argentina hasta ese momento dominada por el academicismo francés. Abrió el camino para la introducción del Movimiento Moderno, que comenzó a ganar terreno a partir de la recepción de los arquitectos catalanes Pedro Pi Calleja y Antonio Bonet (Di Bello, 2014).
[22] Para una revisión sobre el estado de la cuestión acerca de los posicionamientos de la Iglesia Católica Vasca durante la Segunda República y la Guerra civil consultar: Botti, Alfonso. «La iglesia vasca dividida: cuestión religiosa y nacionalismo a la luz de la nueva documentación vaticana». Historia contemporánea, (35), 2007. Universidad del País Vasco. España. 451-489.
[23] La asociación Bernardino Rivadavia y el CLES con sede en Av. Colón 31 situada en la manzana mencionada al igual que el edificio central de la UNS ubicado en Av. Colón 80; la Unión Vasca Laurak-Bat edificada en Lamadrid 412 (700 metros del epicentro mencionado); La Federación Regional de Asociaciones Españolas en Chiclana 631 (600 metros); El Museo de Bellas Artes ubicado para el período trabajado en el subsuelo de la Municipalidad de Bahía Blanca en Alsina 65 (100 metros); el Partido Socialista ubicado hasta 1985 en Rodríguez 50 (200 metros) y el Partido Comunista emplazado en Roca 84 (300 metros).
[24] Por citar un ejemplo, en el Fondo Documental del Partido Socialista se encuentran volúmenes de publicaciones de la Editorial Ruedo Ibérico fundada por cinco exiliados republicanos entre los que se encontraba Nicolas Sánchez Albornoz, quien además de miembro fundador formó parte del Comité editorial. La editorial propició en paralelo la fundación de la Biblioteca de Cultura Socialista en la cual se publicaron trabajos críticos sobre la burocracia del Partido Comunista (N Sánchez Albornoz 220).
[25] Lore Markiegi, nació en la localidad de Deba -provincia de Guipúzcoa- en 1932. Era hija de Polentzi Markiegi, alcalde de esta localidad y presidente del Partido Nacionalista Vasco de Guipúzcoa. Ante la inminente caída de su ciudad natal a manos de los ejércitos de Franco, Polentzi Markiegi trasladó a su familia a Bilbao, y, ante la caída de esta en 1937, a Francia antes de ser fusilado por las tropas franquistas. Una vez instalados en Francia, Lore Markiegi se exilió con su madre hacia Argentina en 1938 a partir del llamado de su tío que se encontraba viviendo en campos cercanos a Tres Arroyos desde antes de la guerra. Luego de una breve estadía en Buenos Aires la familia se trasladó a Necochea, en donde Lore Markiegi realizó los estudios primarios y secundarios. Una vez concluidos arribó a Bahía Blanca para participar de un congreso educativo, momento en el que conoce a quien después será su esposo, mudándose a la ciudad donde ejerció su profesión docente.
[26] Entrevista a Lore Markiegi de Grassi realizada por José Marcilese, s. f. (Archivo de la Memoria de la UNS).


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