Bibliográficas

Andrea Andújar y Ernesto Bohoslavsky (eds.) (2020) Todos estos años de gente: historia social, protesta y política en América Latina

Franco Emiliano Gutierrez
Universidad Nacional del Comahue, Argentina

Claves. Revista de Historia

Universidad de la República, Uruguay

ISSN-e: 2393-6584

Periodicidad: Semestral

vol. 6, núm. 11, 2020

revistaclaves@fhuce.edu.uy



En distintos momentos, diversas generaciones de historiadores y de científicos sociales se vieron interpelados por las emergencias de su tiempo y los avatares de la política, y trascendieron su oficio para pensar y tomar postura respecto de los problemas sociales. Todos estos años de gente, editado por Andrea Andújar y Ernesto Bohoslavsky, se presenta como una contribución al establecimiento de «lazos sociales» entre el conocimiento académico, la política y sus actores en América Latina.

Esta obra nació en el marco del Segundo Congreso Internacional de la Asociación Latinoamericana e Ibérica de Historia Social (Buenos Aires, 2017). Allí, los editores propusieron a los participantes de la mesa de trabajo, «La historia y la protesta en América Latina», debatir, por un lado, sobre los posibles aportes de la historia social a la comprensión de los problemas sociales del presente latinoamericano; y, por otro lado, respecto a los vínculos existentes o posibles entre el ejercicio profesional de la historia y el accionar de los colectivos sociales y políticos que protestan. Recuperados y ampliados, estos interrogantes fueron el punto de partida de los trabajos que finalmente compusieron la obra.

Los editores permitieron a los investigadores moverse por distintos formatos argumentativos y alcanzar diferentes densidades analíticas. No obstante, los artículos recorrieron coordenadas temporales comunes: las transformaciones del ciclo de autoritarismos (militares o no) y transiciones a la democracia; la conflictividad social y política del cambio de siglo; las tensiones suscitadas por los gobiernos de la llamada «marea rosa»; y la reciente derechización política de la región. Las mujeres, los negros, los pueblos indígenas y las diversidades sexuales, generalmente invisibilizados en las narrativas de la protesta o negados como objetos de estudio en las agendas de investigación historiográficas, se constituyeron en la unidad de análisis de los investigadores. En sus trabajos, recogieron aportes propios y ajenos y, en algunos casos, apelaron a reflexiones y registros de escritura autobiográficos en los que retomaron trayectorias académicas y de militancia personales.

La obra inicia con una presentación de los editores en la que se invita a conocer los interrogantes y las preocupaciones originales que motivaron la compilación. En un recorrido que se detiene en los contrapuntos de la relación entre la historia y la política, los autores plantean la intención de tender lazos entre quienes investigan y construyen saberes sobre el pasado y quienes desean transformar la realidad actual. Dicho por los editores, los artículos poseen un aire de familia que parte del interés evidentemente político por el estudio del pasado, pero, sobre todo, por sus vinculaciones existentes y posibles con el tiempo presente (p. 19).

En los demás artículos de la compilación se evidencia una notable coherencia desde la divergencia de las búsquedas, los enfoques y las dimensiones estudiadas. En esa conjugación, el trabajo de Antonio Piqueras permite trazar un mapa general de la historiografía del siglo XIX y XX, y tensionar la mirada respecto de los vínculos entre historia social, política e imaginación social (p. 47). Si bien circunscribe ese derrotero al campo historiográfico europeo y norteamericano, los puntos con los que sustenta su planteo sirven de tópicos e interrogantes generales para los textos que integran el libro.

Mirta Zaida Lobato se concentra en Argentina para indagar las formas de irrupción de la historia de las mujeres, los estudios de género y los feminismos en las agendas historiográficas de la protesta social. Muestra cómo dicha emergencia confrontó y desestabilizó las concepciones y saberes normativos, dando carta de nacimiento a perspectivas descentralizadoras que pasaron de la historia «en masculino» a la historia con mujeres; de la centralidad a los márgenes; de la historia de los poderosos a la de los subalternos; de la centralidad geográfica a los espacios múltiples; de los adultos a las infancias (p. 64). Propone entonces un triple proceso de «dislocamiento, desplazamiento y descentramiento» de la historia de la protesta para el abordaje de la conflictividad del pasado y del presente (p. 73).

Para el caso de Brasil, Silvia Hunold Lara echa luz sobre el empoderamiento del movimiento negro y la elaboración de interpretaciones históricas no dicotómicas sobre la experiencia de la esclavitud, que tuvieron lugar tras la dictadura militar y permitieron la «inclusión» de esta realidad social brasilera al campo académico. No obstante, sostiene que la historiografía y los movimientos sociales continúan caminando por sendas que no siempre confluyen, al sostener que: «la experiencia del racismo en Brasil aún no entró en la historia», y cuando lo hizo no pudo romper con las miradas de una academia esencialmente blanca y elitista (p.107).

Rossana Barragán Romano se centra en Bolivia para interrogarse acerca de los vínculos de la política y la historiografía bolivianas desde la década de los setenta del siglo pasado hasta los años del gobierno de Evo Morales. Puntualmente, explora la emergencia política de los movimientos indígenas y de trabajadores campesinos y las relecturas suscitadas acerca de las particularidades de la historia popular boliviana. En ese proceso, reconoce un cambio de paradigma: el corrimiento del sujeto de clase obrero proletario al sujeto de pueblo indígena en el régimen político boliviano y en los saberes construidos por las ciencias sociales (p. 129).

Carlos Illades, por su parte, se dedicó a poner en escena las variadas demandas y protestas que han tenido lugar en México en los últimos treinta años. Reconoce la emergencia de múltiples actores de la protesta que, en la búsqueda de hacerse oír, encontraron un lugar en las agendas de investigación: los movimientos campesinos en defensa de la tierra; y los movimientos por la paz, la justicia y los derechos humanos, víctimas de la violencia estatal y del crimen organizado (pp. 52-53). Para el mismo espacio, pero desde los trazos de su propia experiencia de investigación historiográfica y antropológica de las identidades divergentes en la Ciudad de México, Rodrigo Laguarda pone el foco en las interacciones y tensiones entre la militancia contra las tendencias del normativismo heterosexual y la posibilidad de repensar la carrera académica desde el estudio de sujetos tradicionalmente estigmatizados o invisibilizados (p. 89).

En consecuencia, la obra constituye un insumo conveniente y provechoso para incorporar a las agendas de discusión historiográfica en general y al campo de la historia social en particular. En primer lugar, logra la convivencia de diversos aspectos teóricos y metodológicos más allá de los objetos de análisis. En segundo lugar, desde la especificidad de los estudios y contextos de producción académicos, aborda las problemáticas generales propuestas por los editores de la compilación. En tercer lugar, valora los impactos que tienen ciertos saberes construidos en sede académica sobre el campo de la política, sobre todo en procesos históricos donde aquellos legitiman demandas y contribuyen a la identificación de determinados actores. Y, finalmente, permite pensar, en el contexto latinoamericano actual, cómo la emergencia de procesos de conflictividad social, asociados a demandas múltiples, se puede traducir en novedosas agendas de investigación sobre los tiempos pretéritos y, sobre todo, de los tiempos recientes. ♦

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