Bibliográficas
Gerado Caetano (2019) Historia mínima de Uruguay
Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 6, núm. 11, 2020
Hasta entrado el siglo XXI Uruguay había ocupado un lugar relativamente marginal en las colecciones generales sobre la historia de América Latina, salvo algunas referencias y capítulos específicos (como el trabajo de Juan Antonio Oddone en el tomo X de la Historia de América Latina coordinada por Leslie Bethell o las referencias de Tulio Halperin Donghi en la Historia Contemporánea de América Latina). Esta situación ha cambiado en las últimas dos décadas, probablemente resultado, por un lado, de la inserción de los historiadores uruguayos en redes académicas internacionales y, por otro, de la formación de investigadores que han realizado estudios de posgrados en el exterior, a lo que se podría agregar la ruptura con algunos de los paradigmas historiográficos más cercanos a posiciones nacionalistas. Ejemplo podrían ser los tres tomos dedicados a Uruguay que se incluyeron en la colección América Latina en la Historia Contemporánea financiada por la Fundación Mapfre de España y editada por Planeta. La Historia mínima del Uruguay escrita por Gerardo Caetano se podría insertar en esa línea de cambio historiográfico que ha permitido incorporar al Uruguay a relatos globales y perspectivas que buscan analizar los fenómenos locales en una escala latinoamericana y global.
El libro de Caetano es parte de la prestigiosa colección de historias mínimas editadas por El Colegio de México, que suma cerca de cien trabajos desde la década de 1970 (varios de los cuales se han liberado a la web luego de la pandemia originada por la covid-19) que se podrían agrupar por temáticas (el neoliberalismo, las ideas políticas, el sindicalismo latinoamericano y hasta el yoga o la mitología) o países y regiones del mundo. No es casual que los directores de la colección hayan seleccionado a Caetano, quien es uno de los mayores exponentes de la historiografía uruguaya de los últimos treinta años y uno de los principales difusores de la historia del Uruguay fuera de sus fronteras.
A priori el libro es una síntesis histórica del Uruguay, pero también sirve como un excelente estado de la cuestión de la historiografía uruguaya desde principios del siglo XX hasta nuestros días. El trabajo recupera aportes que podríamos considerar clásicos (Eduardo Acevedo, Juan E. Pivel Devoto, José Pedro Barrán, Benjamín Nahum, Sala-Rodríguez y de la Torre, entre otros), pero también abreva en enfoques más recientes, muchos de los cuales han contribuido a complejizar varios lugares comunes del relato tradicional. El trabajo de Caetano tiene un cariz divulgativo inequívoco, atraviesa en veinte capítulos la historia del territorio oriental y luego del Uruguay desde el período colonial hasta el año 2018, más un anexo estadístico y una bibliografía comentada.
Pese a su carácter cronológico, el libro está atravesado por varios temas o problemas (en algunos casos comunes al resto de los países del continente) que el autor llama «perfiles históricos de larga duración». Entre ellos se podrían destacar el carácter del Uruguay como zona de frontera, resultado de los cruces que tuvieron los distintos poderes que pugnaron por el territorio al norte del Río de la Plata; la presencia de dos gigantes regionales que intentaron imponer sus proyectos mientras aspiraban por el liderazgo en la zona; la mirada (o autopercepción) europeísta que buscaba desmarcar al país de los problemas considerados típicamente americanos; la fuerte presencia del estatismo, con una primacía del Estado por sobre la sociedad civil; la inserción económica como país exportador, sobre todo agroexportador; una pretensión laicizadora desde el siglo XIX, entre otros problemas.
Hay un elemento común que atraviesa todo el libro: en varios de los tópicos de larga duración hay una dimensión que Caetano nunca pierde de vista y es la importancia de lo espacial —no con afán determinista, sino entendido el rol del espacio como construcción cultural y social— que permite explicar el surgimiento del Uruguay como un estado de frontera, sometido a las asimetrías irreversibles generadas por la presencia de sus dos grandes vecinos, que, desde el período colonial, tuvieron un rol trascendental en el rumbo de toda la región. Buena parte de los problemas de gobernabilidad o económicos, incluso ya entrado el siglo xx y el xxi, se vincularon a las disputas ocasionadas por la pugna de Brasil y Argentina como polos hegemónicos.
La revolución iniciada a comienzos del siglo XIX abrió un conjunto de problemas que permanecieron irresolutos y que Caetano logra concatenar para explicar, por ejemplo, debates y disputa durante el siglo XX. Por ejemplo, el proceso revolucionario no se puede reducir a un enfrentamiento entre patriotas y extranjeros o nacionalistas y europeos. Por el contrario, el autor busca alejar el análisis de las esencias —tan caras a las miradas tradicionales— y evidenciar una trama de conflictos más amplia. El cauce revolucionario —con el artiguismo en el centro cronológico— alojó en su seno un conjunto muy amplio de demandas, que iban desde el acceso a los recursos naturales, la construcción de la ciudadanía o discusiones políticas relativas al carácter del proceso político provincial. La irresolución de esos conflictos entró al siglo xx: a saber, la nunca saldada discusión sobre la posesión de la tierra y su valor fiscal (que tanto le costó al batllismo); el proceso que finalizó en la aprobación del voto universal masculino, y posteriormente el femenino; la compleja arquitectura para conformar instituciones centrales —y los incontables anuncios de reforma del Estado— o la ya mencionada discusión sobre la inserción de Uruguay en la región y el mundo.
El libro también muestra el complejo proceso de conformación de identidades partidarias, que marcaron la historia política del país desde mediados del siglo XIX, con la formación de múltiples sociedades, asociaciones, círculos de ideas y hasta culturales, que luego derivaron en estructuras partidarias más asentadas, aunque sus límites por momentos parecieron difusos. Sin desconocer el rol central de los partidos en la historia del país (tesis que Caetano ha defendido) se sopesan otras formas de hacer política, se incorpora a la violencia como una alternativa recurrente y se sustrae de las miradas tradicionales que muestra a los caudillos rigiendo los destinos de sus seguidores. Esa idea del enfrentamiento entre caudillos y doctores, o la disputa restringida a partidos (Colorado y Nacional) asentados desde la Guerra Grande, se rompe al mostrar la complejidad de los contextos.
Otro ejemplo podría ser la consideración sobre el batllismo en el que realiza una apretada radiografía sobre su origen, relevancia en el período y legados. La consideración del batllismo permite a Caetano discutir sobre las grandes familias ideológicas que conformaron un sistema democrático de matriz republicano liberal, y el peso de propuestas que buscaron limitar la democracia y que en algunos momentos —claramente en 1933 y en 1973, pero no solo— fueron predominantes. A su vez advierte que la división tradicional de la vida política entre blancos y colorados, tiene que abrir paso a la consideración de otras formas de organización, actores e ideas: sindicalismo, anarquismo, socialismo, comunismo y distintas expresiones de izquierda que en 1971 favorecieron el proceso de constitución del Frente Amplio.
Se podría reseñar un conjunto más amplio de elementos que no entraron en la consideración de este comentario (en el plano social, cultural o económico), que evidencian la impronta del libro. Aunque quien escribe esto no es docente, claramente el libro también constituye un material didáctico ameno para todo tipo de públicos, incluidos los estudiantes de enseñanza secundaria que van a encontrar un material desprovisto de las malditas notas que, según Marc Bloch, tanto asustaban a sus estudiantes.
En suma, el trabajo de síntesis propuesto por Caetano renueva las miradas generales sobre la historia del Uruguay, da cuenta que ninguno de los procesos que han marcado la historia del país surgieron ex nihilo, sino como resultado de retos y legados de etapas previas. ♦