Temática Libre
«Había llegado la revolución» El triunfo de la Unidad Popular chilena y su recepción en la izquierda uruguaya (1969-1971)[1]
Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 7, núm. 12, 2021
Recepción: 12 Febrero 2021
Aprobación: 31 Marzo 2021
Resumen: En setiembre de 1970, Salvador Allende logró acceder a la Presidencia de la República, luego de obtener el triunfo electoral con una amplia coalición de partidos y movimientos de izquierda, nucleados en la Unidad Popular (up). Las discusiones en Chile, sobre la estrategia y las alianzas de la izquierda venían de larga data. El triunfo de la up y la experiencia de la denominada vía chilena al socialismo inspiró a varios sectores de la izquierda latinoamericana, porque mostraba la posibilidad de realizar transformaciones revolucionarias, en sociedades con fuertes tradiciones democráticas, que no compartían el camino armado que había inspirado la revolución cubana. Con este trabajo, nos proponemos analizar la recepción que el triunfo chileno tuvo en la izquierda uruguaya de fines de los setenta y su aporte a las discusiones que culminaron con la fundación del Frente Amplio en febrero de 1971.
Palabras clave: Chile, Uruguay, Unidad Popular, Frente Amplio.
Abstract: In September 1970, Salvador Allende managed to gain access to the Presidency of the Republic, after obtaining the electoral victory with a broad coalition of left parties and movements, nucleated in the Popular Unity (Unidad Popular). The discussions in Chile about the strategy and alliances of the left had a long history. The triumph of the UP and the experience of the so-called “Chilean road to socialism” inspired various sectors of the Latin American left, because it showed the possibility of carrying out revolutionary transformations, in societies with strong democratic traditions, that did not share the armed path that had been inspired by the Cuban revolution. With this work, we propose to analyze the reception that the Chilean triumph had on the Uruguayan left in the late 1970s and its contribution to the discussions that culminated in the founding of the Broad Front (Frente Amplio) in February 1971.
Keywords: Chile, Uruguay, Unidad Popular, Frente Amplio.
1. Introducción
La noche del 4 de setiembre de 1970, los jóvenes comunistas, socialistas y demócrata-cristianos uruguayos se reunieron en la explanada de la Intendencia de Montevideo —sobre la principal avenida de la ciudad— y formaron la palabra Allende.[3] Festejaron la derrota de la derecha chilena y el triunfo de una coalición electoral de izquierdas, que, por la vía pacífica, mostraba que la revolución podía tener otros caminos.
El triunfo de la Unidad Popular (up) en setiembre de 1970, que llevó a Salvador Allende a la Presidencia de la República, captó la atención internacional no solo porque implicaba el triunfo de una alianza de partidos y movimientos de izquierda que llegaban al poder por la vía electoral, sino también porque en su plan de gobierno prometía realizar profundas transformaciones dentro del marco constitucional vigente. Como ha señalado el historiador italiano Alessandro Santoni, «por primera vez en la historia, se ponía a prueba uno de los grandes sueños de la izquierda del siglo xx, un sueño que estaba destinado a permanecer como tal: el anhelo de construir una sociedad socialista por la vía del consenso democrático» (13)
Tanya Harmer ha señalado que el triunfo de la izquierda chilena, marcó un nuevo capítulo de lo que se ha conceptualizado como Guerra Fría interamericana. Sin detenernos en los debates actuales sobre la caracterización de la Guerra Fría en América Latina, es necesario señalar que las investigaciones acerca de la historia latinoamericana y su conexión con las dinámicas del conflicto bipolar han avanzado muy lentamente. Son paradigmáticos en este campo los trabajos de Pettiná (2018), Marchesi (2017 y 2019), Zolov (2014), Harmer y Riquelme (2014), Harmer (2013), Gleijeses (2007), Spenser (2004), para —como ha señalado Max Friedman— emprender el camino hacia «la retirada de las marionetas, [y] devolver a los países latinoamericanos su centralidad como actores históricos capaces de desarrollar una agenda política suficientemente autónoma en el contexto envolvente del conflicto bipolar» (Pettiná 25).
Luego del triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959, las izquierdas latinoamericanas procesaron una larga y dura discusión sobre las «vías de la revolución»: los caminos a seguir, las formas y los actores de las alianzas, las etapas, etc. «Mientras algunos marcharon en busca de sus sierras maestras, otros condenaron la idea de los focos guerrilleros y siguieron abogando por forjar amplias alianzas como una manera de alcanzar el poder político» (Harmer 41) De esta manera la experiencia chilena de 1970, confirmaba un camino para buena parte de las izquierdas latinoamericanas que no compartían el uso de las armas como estrategia de cambio revolucionario. Los frentes electorales se constituyeron a partir de ahora, como una alternativa más que viable para por otros medios, lograr los mismos objetivos.[4] En Cuba, el triunfo chileno —más allá de la discusión sobre las vías y la viabilidad de llevar adelante su programa— fue saludado con entusiasmo, y se consideró «el ejemplo más potente de una nueva ola revolucionaria en la región» (Harmer 76). El Granma tituló el 5 de setiembre, al día siguiente del triunfo de Allende: «derrota imperialista en Chile».[5] O, como señaló Manuel Piñeiro algunos años más tarde, «cada triunfo nuestro hace más fuerte a los pueblos hermanos del continente. Cada victoria latinoamericana hace más fuerte a nuestra Revolución» (158). Las relaciones de solidaridad entre Cuba y Chile son de larga data. Allende fue desde los primeros tiempos un profundo defensor de la causa cubana, y más allá de las diferencias se consideraban mutuamente parte del mismo proceso de liberación latinoamericana. No había dudas de que peleaban del mismo lado.
Para el gobierno norteamericano y las derechas latinoamericanas, el triunfo de Allende también sembró un peligro dentro y fuera de Chile. Para Estados Unidos, implicó una clara señal de la pérdida de influencia que estaban atravesando en América Latina. Ante la confirmación del triunfo, Edward Korry —embajador norteamericano en Chile desde 1967—, remitió un informe a la Casa Blanca, en el que señaló que «Chile votó con calma para tener un estado marxista-leninista, la primera nación del mundo en hacer esa elección libremente […]. Tendrá un efecto muy profundo en América Latina y el resto del mundo, hemos sufrido una grave derrota» (Amorós 288). En diciembre de 1970, el New York Times analizó las elecciones chilenas y auguró: «consolidando el acceso del marxismo al gobierno de Chile, solo resta adivinar en cuál de los países vecinos intentarán las fuerzas de izquierda, repetir la experiencia» (Rodríguez 236). Las acciones del gobierno de Estados Unidos, para impedir la asunción de Allende y luego promover un golpe de Estado —los famosos track 1 y 2— son ya suficientemente conocidas. El peligro estaba dentro de Chile, pero también en las consecuencias regionales que tendría su asunción. Cómo recordó Nixon años más tarde, «con Castro en el Caribe y Allende en el Conosur, tuvo miedo de que el continente fuera estrujado entre un sándwich rojo» (Harmer 90).
La historia reciente chilena ha sido abordada fundamentalmente a partir de los avatares ocurridos durante el gobierno de la up, la injerencia norteamericana en su desestabilización, las causas externas e internas que culminaron en el golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973, y luego las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar (1973-1990). Sin embargo, no se le ha prestado la debida atención a las repercusiones que en un primer momento provocó en las izquierdas de otros países del globo el hecho mismo de haber logrado acceder al gobierno por la vía electoral. Se destacan, en particular para el caso italiano, los trabajos del historiador Alessandro Santoni (2011).
La historiografía uruguaya ha centrado sus investigaciones en pensar el desarrollo de las izquierdas desde cuestiones nacionales. Las escasas pesquisas que dan cuenta del proceso que culmina con la fundación del Frente Amplio (fa) en 1971 se han desarrollado centradas únicamente en los intercambios y discusiones producidos dentro del país. Podemos ubicar allí los trabajos de Aguirre Bayley (1985 y 2005); Caetano y Rilla (1995); Costa Bonino (1995); Demasi (2006); Ilha López (2014), Lanzaro (2004); Leibner (2011); Yaffé (2004); Yaffé y Garcé (2006), entre otros.
Lo que nos proponemos con este trabajo entonces, es reflexionar sobre cómo la constitución y luego el triunfo de la up, profundizaron discusiones, acuerdos, tensiones y solidaridades en otros países latinoamericanos, en este caso particular en las izquierdas uruguayas. Tanto el Partido Comunista como el Socialista se vieron interpelados por la experiencia chilena. Ambos venían discutiendo la posibilidad de crear un frente electoral común al menos desde la segunda mitad de la década del cincuenta y lo cierto es que, más allá de las variables nacionales, el triunfo de la up se constituyó en el elemento aglutinador que faltaba: una coalición de izquierda que lograba acceder el gobierno con un candidato marxista. El ejemplo estaba trazado, pero no exento de debates.
Siguiendo a Marchesi, podemos afirmar entonces que «pensar las izquierdas en el marco de un diálogo regional e internacional ayudaría a una mejor comprensión de la constitución y de las diversas estrategias tomadas en cada momento. […] De cada evento local los militantes sacaron conclusiones generales, que tuvieron consecuencias en las luchas por venir» (2017, 197).
En este sentido, apostamos a pensar el proceso no como la influencia de una parte sobre otra, sino de dar cuenta de redes de circulación de ideas, actores, experiencias, que nos permitan iluminar cómo la experiencia chilena sirvió de motor también para intercambios que se estaban dando dentro del país. Se hace imprescindible mirar el proceso con un doble lente: latinoamericano y transnacional. Para ello es necesario superar las fronteras nacionales como unidad de análisis de las investigaciones historiográficas e identificar procesos comunes y cronologías generales que nos permitan iluminar el proceso de la Guerra Fría desde la perspectiva del continente. Como ha señalado Tanya Harmer, «más que una lucha bipolar entre superpotencias proyectada dentro del teatro latinoamericano desde afuera, esta Guerra Fría interamericana fue una disputa única y polifacética entre partidarios regionales del comunismo y el capitalismo aunque en formas variadas» (17-18).
En este trabajo, nos centraremos en los vínculos entre tres partidos claves de la izquierda uruguaya y sus pares chilenos: el socialista, el comunista y la democracia cristiana. Trabajaremos con la prensa de esos mismos partidos: El Popular y Estudios para el caso del comunismo; El Oriental para el socialismo, y Flecha para los demócratas cristianos. También analizaremos entrevistas a militantes de las tres colectividades, que tuvieron una relación cercana al proceso de conformación de la up chilena; así como fuentes éditas de los principales teóricos de cada colectividad.
2. Chile en Uruguay: la creación de la Unidad Popular y los debates acerca de la estrategia de la izquierda uruguaya
El camino de unidad de la izquierda chilena puede rastrearse desde el Frente Popular de los años treinta. Sin embargo, será la experiencia del Frente de Acción Popular (frap) de 1956, integrado por socialistas y comunistas la que marque el camino. En las elecciones de 1958, el frap perdió la contienda electoral por un escasísimo margen,[6] pero generó movimientos políticos importantes en las elecciones de 1964, donde finalmente triunfó el candidato de la Democracia Cristiana (dc), Eduardo Frei Montalva. En 1969, la izquierda chilena se propuso ampliar su marco de alianzas y luego de intensos debates, creó en octubre la Unidad Popular, integrada por socialistas, comunistas, radicales y sectores escindidos de la Democracia Cristiana como el Movimiento de Acción Popular Unitario (mapu) y luego la Izquierda Cristiana (ic), quienes impulsaron la cuarta postulación de Salvador Allende a la Presidencia de la República.[7]
A la interna de la dc por ese entonces en el gobierno, se estaba profundizando una corriente liderada por Radomiro Tomic de Unidad social del Pueblo que implicaba un acuerdo de trabajo conjunto entre la Democracia Cristiana y la up, que no obtuvo el apoyo mayoritario del partido. Igualmente, Tomic fue impulsado como candidato único a la Presidencia para las elecciones de 1970.
El Partido Demócrata Cristiano (pdc) uruguayo, se encontraba en su mayoría alineado con la política impulsada por Radomiro Tomic. El 23 de junio de 1968, a solo diez días de que el gobierno de Jorge Pacheco Areco instalara las Medidas Prontas de Seguridad en Uruguay, Juan Pablo Terra, lanzó un llamado por radio y televisión, con dos propuestas políticas determinantes: la convocatoria a elecciones anticipadas y la conformación de un frente electoral de partidos y sectores de oposición a la política autoritaria del gobierno. Si bien ninguna de estas propuestas tuvo eco en este momento, fueron un escalón importante en la estrategia que el pdc uruguayo adoptaría en los años siguientes.
En setiembre de 1969, apenas lanzada la candidatura de Tomic, los demócratas cristianos uruguayos daban a conocer su propuesta política y la herramienta que desde Chile consideraban la más adecuada para llevarla adelante. De esta manera afirmaron que «el instrumento más adecuado para realizar en Chile una revolución popular y democrática, [implica] el acuerdo de la Democracia Cristiana con las fuerzas sociales y las fuerzas políticas comprometidas en la sustitución del régimen capitalista. […] En otras palabras, la Unidad Popular».[8] `
Pocos meses después, a comienzos de 1970, publicaron una larga entrevista en la que el candidato chileno daba a conocer varias de sus propuestas, así como la caracterización de la etapa política en la que el país se encontraba. Allí Tomic señaló que
En abril de ese mismo año llegaron a Santiago —luego de un lamentable episodio en Quito— algunos uruguayos demócrata cristianos que se encontraban en el Congreso de la Juventud Demócrata Cristiana de América (judca), que se estaba realizando en dicha ciudad.[10] Héctor Lescano, dirigente de la Juventud Demócrata Cristiana (jdc) uruguaya, recuerda que llegaron a Chile «a la campaña de Tomic y le acompañamos en varias cosas. Recuerdo como si fuera hoy, un acto en Rancagua, exclusivamente de mujeres y el hablándole a las mujeres […]. Sentimos siempre gran admiración por Radomiro Tomic y otros líderes [como] Bernardo Leigthon, Renán Fuentealba…».[11]
Carlos Baráibar, también militante de la jdc recuerda que Radomiro Tomic lo invitó a incorporarse a su campaña electoral. Baráibar señaló, «yo compartía con él, pero no compartía que la Democracia Cristiana fuera compitiendo con la Unidad Popular […]. Yo le digo: “Don Radomiro, con el cariño que le tengo, quiero decirle que yo me regreso a mi país para formar la Unidad Popular en Uruguay”, año 70».[12]
En julio, la Convención Nacional del pdc había dejado en suspenso la proclamación de candidatos a la Presidencia para las elecciones de 1971, en virtud de la posibilidad de lograr un acuerdo amplio con otras fuerzas progresistas. Un mes después, desde las páginas de Marcha, Juan Pablo Terra, convocó nuevamente a unirse contra el gobierno.
A la semana siguiente, el Partido Comunista de Uruguay (pcu) llamó a la formación de una alianza, que trascendiera el escenario electoral del año siguiente. Propuesta que venían planteando al menos desde 1956, y que mantendrán durante todo este período. En plena discusión sobre la elección del candidato de la up a la Presidencia de la República en Chile, el pcu reafirmó que las lecciones que llegaban desde allí tenían plena vigencia para la realidad uruguaya. Si algo mostraba la experiencia del país trasandino era que, «la unidad de las fuerzas de izquierda es capaz de abrir al pueblo una auténtica perspectiva de poder. Y los hechos muestran al Partido Comunista […] como un combatiente sin tregua para plasmar esa unidad en todos los planos de la acción política».[13] Pocos días después agregaban que la Unidad Popular, «es un gran ejemplo del que debe aprender el pueblo uruguayo, sus partidos de izquierda, sus fuerzas populares».[14]
La campaña electoral que comenzaba a desarrollarse en Chile también fue seguida de cerca. Los comunistas uruguayos enviaron a Niko Schvarz —periodista y militante de dicho partido—, para que informara sobre los pasos de la campaña. Es llamativa la narración sobre el importante acto realizado en agosto en la ciudad de Valparaíso. Allí. Schvarz relató
Este mismo cántico, será utilizado por el general Líber Seregni en 1971 siendo candidato a la Presidencia de la República por el ya creado Frente Amplio, cambiando solamente el final: «con el Frente ¡venceremos!».[16]
Rodney Arismendi —secretario general del pcu— fue entrevistado por la Televisión chilena, nota en la que destacó «el enorme interés con que las fuerzas democráticas y avanzadas del Uruguay observaban el proceso chileno y la próxima elección del 4 de setiembre, subrayando la trascendencia de la unión del conjunto de las fuerzas populares y de izquierda, logro histórico de la clase obrera y el pueblo de Chile».[17]
El camino recorrido por el socialismo fue un tanto más difuso. En diciembre de 1967, el Partido Socialista fue ilegalizado[18] por el recién inaugurado gobierno de Jorge Pacheco Areco junto a otras organizaciones y medios de izquierda —entre ellos, el órgano socialista El Sol— por adherir al llamado «Acuerdo de Época» en el cual se comprometían a seguir las resoluciones aprobadas en la reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (olas) realizada entre julio y agosto de ese año en La Habana. Entre otras cuestiones de fondo, los acuerdos de la olas implicaban la asunción de la vía armada como único camino posible para llegar al socialismo. Ilegalizado hasta 1970, el ps navegó —como señala Javier Gallardo— «entre las dos aguas de la vieja y la nueva izquierda» (108).
No debemos dejar de considerar que el socialismo estaba atravesando un complejo momento, luego de las elecciones de 1962 y 1966 que lo dejaron finalmente sin lograr una banca en el parlamento: no solo había perdido esa tribuna de denuncia, sino que esta circunstancia lo privó al mismo tiempo de ser parte de las acciones conjuntas que a nivel parlamentario desarrollaron varios sectores contra la política del gobierno. Si nos guiáramos únicamente por las páginas de El Oriental, uno de los semanarios publicados durante la ilegalidad del partido, vemos claramente la centralidad que ocupa lo acontecido en Cuba, la figura y los aportes teóricos de Ernesto Guevara.
A comienzos del setenta adhirieron a la idea de la unidad, pero para la revolución, más que «un simple acuerdo para dos o tres leyes posibles que no abrirían camino hacia un cambio hondo, o para un plan destinado a quedar en las palabras, como lo dice la experiencia histórica frentista de algunos países».[19] Confirmaron que el objetivo seguía siendo entonces la unidad de acción para la revolución y la creación, por lo tanto, de un frente revolucionario.
El triunfo de la up, la noche del 4 de setiembre de 1970, provocó un giro en las desconfianzas que a algunos sectores les generaba el camino electoral. Entre ellos estuvo el de los socialistas.
3. «Igual que en Chile, ganemos acá las elecciones»: las enseñanzas del triunfo de la Unidad Popular
El 4 de setiembre de 1970, y ante las expectativas de lo que pudiera suceder en Chile, varios militantes de los diversos colectivos de la izquierda uruguaya, viajaron a Santiago para vivir el proceso de primera mano y acompañar el camino de sus pares. Uno de ellos fue Luis Tourón —dirigente del pcu—, quien además de reunirse con la dirección del Partido Comunista chileno, participó del Pleno de su Comité Central y de la imponente manifestación de la noche del triunfo. «Fue inmenso […] inmensa multitud, con inmensa alegría, con formidable espíritu combativo».[22]
El resultado fue ajustado: Allende obtuvo el 36,63 %, seguido por Jorge Alessandri con el 35,29, y, en tercer lugar, Radomiro Tomic con el 28 %. Según la Constitución de 1925 —vigente en esos días— si un candidato no lograba la mayoría absoluta en la votación, el Congreso Pleno debía proclamar al vencedor entre las dos primeras mayorías. En este escenario, los votos de la dc fueron los que definieron si la Presidencia de Chile se le entregaba a la izquierda o a la derecha. La posibilidad de impedir la asunción de la up al gobierno nacional tensionó los meses siguientes. Las negociaciones para los votos en el Congreso fueron intensas y la up logró finalmente acceder al gobierno por el apoyo de la dc. Tomic reconoció de inmediato la victoria de Allende, siendo de hecho el primero en hacerlo, al día siguiente de las elecciones.
En Montevideo, esa misma noche el Frente Izquierda de Liberación (FIdeL),[23] organizó una concentración de festejo en su sede central. En ese acto, su presidente Luis Pedro Bonavita afirmó que «lo que ya está demostrado en las elecciones presidenciales de Chile, es que la unidad de las fuerzas populares y progresistas es una alternativa de poder cierta […] La experiencia chilena, por otra parte, nos ratifica en el propósito de luchar hasta el fin por lograr nosotros también la unidad de las fuerzas progresistas alineadas en un gran Frente Político capaz de acceder al poder».[24]
Moriana Hernández, por ese entonces una joven militante comunista, estuvo presente en dicho festejo y recordó años después que ese día «había llegado la revolución y era más cerca que Cuba y no solo por geografía, sino por historia política».[25] Al día siguiente El Popular confirmó,
El pcu organizó incluso una rifa para asistir a la asunción de Allende, que tuvo lugar dos meses después. El 8 de setiembre se ofrecía: «Viaje a Chile con El Popular, a festejar la victoria de la Unidad Popular. 2 pasajes en avión ida y vuelta. 10 días de estadía para dos personas».[27]
Para los comunistas, la gran enseñanza del triunfo electoral de la up se tradujo en el propósito de alcanzar finalmente la unidad de los sectores de la izquierda uruguaya. «El día en que esa dispersión se supere, en que todos los sectores populares actúen como una sola fuerza para enfrentar a la derecha, al imperialismo y a la oligarquía, otro gallo cantará en nuestro país. Eso es […], la médula y la sustancia del ejemplo chileno».[28]
Alcanzado el triunfo electoral de la up chilena, el pdc uruguayo comenzó una ronda de intercambios con todos los sectores de la izquierda. El mapa político había sido modificado y el resultado chileno parecía confirmar el camino. Dos días después, y manteniendo los mismos argumentos, El Popular titula «Como en Chile, la Unidad Popular para la Victoria».[29] Arismendi argumentó que «el triunfo de la unidad en las recientes elecciones chilenas, además, ha sido una contribución poderosa a esta corriente unitaria que crece en nuestro país, por la experiencia formidable que arroja y por el aliento que la victoria ha significado para todas las fuerzas antiimperialistas del continente».[30]
En octubre, con motivo de la celebración del 50.o aniversario del pcu viajó a Uruguay una importante delegación chilena.[31] Luis Corvalán, secretario general del Partido Comunista de Chile (PCCh) reafirmó la idea de que «si la experiencia chilena tiene algún valor, esta radica en algo que todos los pueblos también saben por su propia experiencia, en que para abrirse paso hacia el porvenir es vital la lucha y la unidad de todas sus fuerzas, el entendimiento de todos los que quieren la transformación de la sociedad».[32] Dos días después, El Popular titulaba «¡Ahora le toca al Uruguay!», y reafirmaba una vez más que «la llave maestra para ir al encuentro de ese Uruguay del mañana es la unidad, porque como lo proclama la consigna venida desde atrás de la cordillera andina y que corrió de boca en boca en el mitin grandioso: ¡El pueblo unido jamás será vencido!».[33]
Para la asunción de Allende el 3 de noviembre, viajó una delegación integrada entre otros por el presidente del FIdeL y la edila por el departamento de Canelones Dora Achenbach, y el acto fue seguido por la prensa partidaria minuto a minuto.[34] Rodney Arismendi compartió varios encuentros con Salvador Allende, antes y después de su asunción como presidente de Chile, y recordó: «me invitó a la asunción del mando, después a comer con él, y se empeñó mucho en que le dejara una carta con mis opiniones sobre las posibilidades reales de llegar al socialismo por una vía no armada» (Barros Lemez 156).
El dirigente socialista Vivían Trías también visitó a Salvador Allende inmediatamente después del triunfo. A la semana siguiente, los socialistas uruguayos asumían que
Para los socialistas el triunfo de la up aparecía como una experiencia a considerar, pero no como un ejemplo a repetir sin matices. En primer lugar, era un modelo que no podía copiarse mecánicamente —señalaron—, porque las condiciones del autoritarismo en Uruguay, la ilegalidad de algunos partidos, la censura a la prensa, etc., determinaban un contexto distinto para la acción política. Pero también era necesario mirar las dificultades por las que había atravesado la izquierda uruguaya para poder trabajar en conjunto sobre la base de acuerdos mínimos. En este sentido sostenían:
Sin embargo, luego de la asunción del 3 de noviembre, el discurso giró de la desconfianza a un apoyo claro al futuro gobierno. Las dudas sobre la posibilidad de que la derecha chilena impidiera —legal o ilegalmente— la asunción de Allende, comenzaban a disiparse. El vínculo entre ambos partidos socialistas y el apoyo final al gobierno popular determinaron que una importante delegación socialista también concurriese a la ceremonia de toma de mando. Aniceto Rodríguez —secretario general del ps chileno— envió una invitación personal para asistir a Óscar Maggiolo (rector de la Universidad de la República), Carlos Quijano (director de Marcha) y José Díaz, importante dirigente del socialismo uruguayo. Este último se encontraba preso en el penal de Punta Carretas el 4 de setiembre de 1970. Antes de la asunción de Allende salió en libertad definitiva, ya con la invitación personal del futuro presidente para acudir a la ceremonia. Tal como él mismo señaló: «salí de la cárcel con la invitación de Allende, que eso capaz me facilitó que no me metieran en el cgior[37] […]. Allí fuimos con Trías y otra tropa de socialistas uruguayos y teníamos amigos y amigas en Chile, eran nuestro gran referente».[38]
Luis Senatore, por ese entonces también militante socialista, afirmó «que impactó mucho ver el proceso unitario como una cosa viviente y sobre todo que tenía chance de triunfo. […] Sobre todo acá, creo que al Frente Amplio le fue un factor […] de terrenalidad, es decir, cuidado es posible ganar y llegar al gobierno y gobernar. Se puede». Y más adelante agregó que los sucesos de Chile «no lo vivíamos como la noticia internacional, vos te dabas cuenta, que nos estábamos jugando mucho ahí de lo que pasaba en Chile. No era lo mismo las elecciones en el 71 [en Uruguay] con Allende presidente que sin […] O sea, que yo creo que eso fue un factor, fue un factor como de estímulo de que era posible proponerse un objetivo de esa forma».[39]
Carlos Pérez, también militante socialista visualiza en el triunfo de Allende un elemento que
Raúl Legnani, por ese entonces también militante socialista recuerda que el triunfo de la up marcó el camino «sin duda, porque la discusión salió del plano de la teoría o del deseo, a la concreta. En Chile, que era acá al lado, ganaron. Vamos a dejarnos de joder. […] Lo de Allende concreta».[41]
Tres días después de la asunción, el 6 de noviembre de 1970 el ps señalaba un cambio en el clima del país: «la preocupación por los temas de unidad, los frentes amplios, las elecciones, etc., están en el orden del día de la masa, de sus dirigentes, de los revolucionarios y de los oportunistas». Este cambio estaba dado no solamente por la proximidad de las elecciones en Uruguay en noviembre de 1971 y el movimiento interno de los partidos, por la elección de candidatos, etc., sino también por los acontecimientos internacionales de Chile. La argumentación para la participación electoral, estaba sustentada entonces en que «las elecciones han sido y siguen siendo un hecho importante para las masas». Y eso los lleva a definirse «claramente en cuanto a que las vanguardias deben estar inmersas en el proceso electoral. Estar para que el hecho se transforme no en un crédito al parlamentarismo, sino en una experiencia útil para la masa». En esta estrategia, definen las alianzas entre circunstanciales y consolidadas. Las consolidadas, eran las alianzas de clase, que en Uruguay se daban con los sectores más combativos de la Convención Nacional de Trabajadores (cnt) y que integrarían en un futuro el Frente Revolucionario a desarrollar. Los frentes amplios, afirmaban, eran procesos unitarios circunstanciales y pasajeros. «Si bien es cierto que pueden responder a ya conocidos planteos reformistas, cabe también la posibilidad de que sea una necesidad objetiva, para el avance de la masa». Este frente estaría integrado por el pcu creando un «polo reformista», el pdc, sumado al desgajamiento de los partidos tradicionales que formarían un «polo centrista» y, de allí la importancia de la inclusión del ps, encargado de formar el «polo revolucionario».[42]
Para los demócratas cristianos la noticia del triunfo de la up, tuvo claramente otras implicancias. Esperanzados en una posible victoria del candidato de la dc Radomiro Tomic, luego de realizadas las elecciones, y hasta la proclamación de Allende en el Congreso Nacional, comenzaron a llegar a Uruguay las evaluaciones sobre la derrota y el camino a seguir. En medio de estas discusiones, el 21 de setiembre, Flecha publica una nota en la que deja en claro, que el objetivo principal era la derrota de la derecha,
Es interesante señalar esta idea de camino conjunto que los demócratas cristianos uruguayos incorporaron al relato de lo acontecido. Su clara integración al colectivo de izquierda, marcó la pauta de lo que sucedería en Uruguay poco tiempo después.
Héctor Lescano recordó que
Al igual que en Santiago, los jóvenes demócrata cristianos se unieron a los festejos por el triunfo de Allende. José Luis Veiga, por ese entonces un joven militante demócrata cristiano, recordó que «podíamos querer que ganara Tomic, pero festejamos el triunfo de Allende […]. Cuando la cuestión quedó entre Alessandri y Allende, quería que ganara Allende…».[45]
4. «Hermano no te vayas, ha nacido una esperanza»:[46] hacia la fundación del Frente Amplio
Vamos subiendo la cuesta que el tren que fue a Chile va a parar en esta[47]
En las reuniones mantenidas el 3 y 4 de octubre de 1970, la Comisión Nacional del pdc autorizó a la dirección del partido a mantener contactos con los dirigentes de la Lista 99 de Zelmar Michelini y de otros grupos políticos, para establecer un primer agrupamiento con el fin de seguir las negociaciones hacia la conformación de un frente más amplio. Este fue el origen de lo que finalmente se concretó el 8 de enero de 1971, como Frente del Pueblo.
Tres días después, el 7 de octubre, un grupo de ciudadanos independientes[48] hizo una declaración pública llamando a constituir un «acuerdo sin exclusiones» de todas las fuerzas opositoras al gobierno, «en vistas a establecer un programa destinado a superar la crisis estructural del país, restituirle su destino de nación independiente y reintegrar al pueblo la plenitud del ejercicio de las libertades individuales y sindicales» (Aguirre Bayley, 2005, 32).
Estos primeros pasos comenzaron a darse en Uruguay, simultáneamente a las conversaciones que celebraban en Chile la up y la dc con el fin de lograr el apoyo de esta última en el Congreso Nacional para la proclamación de Salvador Allende. Esas negociaciones fueron seguidas de cerca en Uruguay. En la separata que la Unión de la Juventud Comunista (ujc) publicaba los viernes con El Popular se difundió en este contexto, una entrevista al presidente de la jdc de Chile, Luis Badilla,[49] y un saludo de la jdc uruguaya con motivo del aniversario del pcu, en el que los jóvenes demócratas cristianos afirmaban: «estamos seguros que nos encontramos en el camino de la unidad y la revolución, defendiendo los intereses del pueblo en contra de la oligarquía y el imperialismo».[50]
El 12 de noviembre de 1970 El Popular publicó una larga entrevista a Aniceto Rodríguez, secretario general del ps de Chile, donde también se reafirmaba el papel determinante de la unidad de las fuerzas populares para el triunfo de Allende:
Parecería que esta entrevista podría haber funcionado como un factor de aliento al ps uruguayo que, si bien apoyaba al gobierno popular chileno, aún no había tomado una posición oficial sobre su integración al Frente Amplio.
El 14 de diciembre el gobierno le restituyó la legalidad de funcionamiento a los partidos que había ilegalizado en 1967, entre ellos el ps. Su histórico local, la Casa del Pueblo, fue reabierto los primeros días de enero de 1971, y en el acto se destacó la presencia del general Arturo Baliñas y del doctor Óscar Bruschera —ambos firmantes de la declaración del 7 de octubre—, así como de Claudio Vidal representante del ps chileno.
Al día siguiente, el pdc, el Movimiento Blanco Popular y Progresista y la Lista 99 suscribieron la declaración conjunta Por un frente sin exclusiones, en la que expresaron
El 18 de diciembre se llevó a cabo el ii Pleno Nacional del Partido Socialista, que decidió «realizar todos los esfuerzos para la formación del Frente Amplio de Unidad Popular (en proceso de gestación)» (Caetano y Neves 142). Uno de los elementos clave para integrarse, según su concepción, fue la participación de los sectores provenientes de los partidos tradicionales e incluso del pdc, lo que brindaba a la alianza uruguaya una amplitud inédita:
La estrategia de horadar el poder de los partidos tradicionales, apoyando la salida de sus sectores más progresistas era una estrategia de larga data en el ps uruguayo. José Díaz recuerda que fue el pdc, y particularmente Juan Pablo Terra, quien se contactó con el ps aún ilegal, con el fin de mantenerlo informado de cómo iban las conversaciones. «Para el pdc era una condición de que en la unidad que se quería forjar estuvieran también los socialistas, porque evidentemente no querían formar una unidad en la que pudieran quedar enfrentados con el Partido Comunista; querían que la unidad fuera lo más amplia posible» (Ilha López 26).
En ese mismo momento el pdc hizo un importante acto en el Club Platense, como culminación de su Convención Nacional, en el que participó Radomiro Tomic. Flecha, señaló al respecto que
Carlos Baráibar, recordó que a Tomic «se le invitó en el marco de venir a explicar, digamos, el proceso […] y a defender la tesis de la unidad popular».[54] A la vez, la Junta Nacional del pdc emitió una carta dirigida a sus militantes en la que detallaba las distintas instancias desarrolladas tendientes a la formación del Frente Amplio. Allí, explicitaron esta necesidad de crear un eje no marxista, clave en el camino de ese frente más amplio.
Héctor Lescano, señaló que para el pdc
Jorge Rodríguez, afirmó que Juan Pablo Terra, explícitamente,
El Partido Comunista desarrolló en diciembre de 1970 su xx Congreso, que también contó con participación chilena. En este caso, fue Volodia Teitelboim quien reafirmó la importancia del ingreso a una amplia alianza. En el Informe de Balance del Comité Central, Arismendi afirmó que «no estamos ante un simple frente electoral, sino a un agrupamiento del pueblo con vistas a transformaciones radicales» (Arismendi 93).
Como señalamos antes, el 8 de enero de 1971 se formó el Frente del Pueblo —una primera alianza entre la Lista 99 de Michelini y el pdc— que finalmente convocó a todas las fuerzas políticas a la construcción de un frente amplio, en el cual cada sector integrante mantuviera su identidad. Con este fin, convocaron a una reunión a celebrarse el 5 de febrero siguiente, de la que surgió la Declaración constitutiva del Frente Amplio. El 17 de febrero se aprobaron las Bases programáticas de la unidad, el 16 de marzo el Reglamento de organización y el 25 de agosto las 30 Primeras medidas de gobierno.
La antesala del Senado del Palacio Legislativo ofició de salón de honor para la realización del acto fundador, cuya sesión fue presidida por el entonces senador Zelmar Michelini en nombre del Frente del Pueblo. Ese mismo día por la tarde se reunió por primera vez el Plenario Nacional del fa, en la sede del pdc, y se designó una mesa ejecutiva provisoria integrada por diez miembros y cuya presidencia fue rotativa. Líber Seregni fue proclamado de forma unitaria como candidato a la Presidencia de la República, acompañado por el doctor Juan José Crottogini. Los candidatos fueron proclamados en el multitudinario acto del 26 de marzo de 1971. Allí Seregni afirmó que el fa era
Arismendi planteó un interesante paralelismo entre este discurso de Seregni y el pronunciado por Allende en su Primer Mensaje al Congreso en mayo de 1971: «pensamos que los planteamientos acerca de la violencia o no violencia en el proceso de la revolución, están señalados —con palabras parecidas a las de Allende […]— en la formulación del Gral. Seregni […], queremos el desarrollo pacífico del país, somos una fuerza de paz, pero no nos dejaremos trampear nuestro destino» (119).
El programa de gobierno estaba encaminado a la reforma de la estructura social y económica, pero no implicaba claramente una definición hacia el socialismo. Las treinta primeras medidas de gobierno incluían: la redistribución de la riqueza con base en el control de precios y salarios, una no muy definida reforma agraria, la nacionalización de la banca y sectores exportadores, una industrialización dirigida por el Estado, una mayor cobertura de beneficios sociales y una política exterior independiente. De la misma manera, se aseguraba el restablecimiento de derechos, libertades y garantías individuales, destacando el normal desarrollo de la democracia, en pluralidad de partidos políticos. Hay incluso algunas coincidencias o puntos de encuentro entre el programa de la up —que había sido aprobado el 17 de diciembre de 1969— y las Primeras 30 medidas de gobierno, aprobadas por el fa el 25 de agosto de 1971. Algunos de esos tópicos eran reivindicaciones claras de la izquierda de la época, como el rechazo a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, la reforma agraria, la nacionalización de la banca, entre otras.
Sin embargo, la militante del pdc María Elena Martínez afirmó que
5. Algunas apreciaciones finales
Tal como señalamos anteriormente, la experiencia de la up marcó un hito en la historia latinoamericana dentro y fuera de fronteras. La posibilidad de que partidos y movimientos de izquierda se unieran tras el acuerdo del camino pacífico y que, además, lograran acceder al gobierno, fue observado atentamente por diversos sectores de las izquierdas latinoamericanas. Tomando las palabras de Moriana Hernández «había llegado la revolución», y más allá de la discusión sobre las vías, las alianzas, etc., que siguieron estando presentes, el triunfo de la up fue considerado por la enorme mayoría de las izquierdas uruguayas como un triunfo revolucionario. Si nos detenemos en el contexto del Cono Sur, Chile aparecía además como una isla dentro de una región que ingresaba en un ciclo autoritario. En Paraguay, Brasil y Argentina gobernaban dictaduras militares, a las que se sumó Bolivia pocos meses después; en Uruguay, transitábamos por lo que Álvaro Rico ha denominado el «camino democrático al autoritarismo», que implicó detención y asesinato de militantes bajo la responsabilidad del Estado, censura a la prensa, proscripción de partidos, etcétera (2005, 45-52).
Analizando cada uno de los partidos uruguayos por separado y su recorrido hacia la unidad, podemos ver que además de estas causas locales que no podemos desconocer, se produjeron transformaciones a la interna de cada uno ellos, producto del desarrollo de redes, circulación de ideas y experiencias de procesos que se dieron fuera de fronteras. Como ha señalado Max Friedman, «las investigaciones mono-nacionales tienden a producir explicaciones mononacionales e ignorar el rol de los actores de otros países distintos a aquel cuyas palabras son examinadas» (Harmer 355) Como hemos intentado mostrar, el camino de unificación de la izquierda uruguaya a la luz de lo ocurrido en Chile fue paradigmático en este sentido.
El caso más claro es el del Partido Comunista. Teóricos ambos —el chileno y el uruguayo— del camino electoral y de la necesidad de la alianza amplia de varios sectores, vieron en la consumación de la up y del fa respectivamente, el punto de llegada de una larga tradición. En este contexto, el pcu fue quizás el sector menos conflictivo en su discursividad, mostrando desde un comienzo su voluntad de aliarse con otros sectores. Aunque su práctica adoleció, según militantes de la época, de cierto sectarismo. Varios de los militantes entrevistados, integrantes de otros sectores políticos, denunciaron prácticas autoritarias de sus pares comunistas en la militancia sindical, gremial, incluso en tareas de propaganda, que mostraban en el accionar una política que no alentaba el acercamiento de otros sectores. Igualmente es claro que el triunfo de Allende, es decir la asunción de un gobierno popular por la vía electoral, era la confirmación de que ese camino era posible.
El ps transitó durante este período por un camino más complejo. En primer lugar, había perdido su presencia en el Parlamento uruguayo, por lo que su actuación política pública se había visto obstaculizada severamente. A esto se sumó, desde fines de 1967 y hasta 1970, la situación de ilegalidad, que si bien no les implicó pasar a la clandestinidad, lo cierto es que su actividad se vio mermada. Esto profundizó de cierta manera una línea política por la que venían transitando, que desconfiaba en primer lugar, de que la izquierda pudiera llegar al Gobierno por la vía electoral; en segundo lugar, que la derecha les permitiera acceder al este en caso de ganar las elecciones; y en tercer lugar, que en caso de un posible triunfo, les permitieran mantenerse y hacer los cambios propuestos. Estos argumentos fueron los que provocaron que, hasta noviembre de 1970, los socialistas uruguayos vieran con cierto recelo los acontecimientos chilenos, y se cuestionaran sobre el camino que pudiera llevar a la victoria. Luego del 3 de noviembre, cuando Salvador Allende asumió el cargo, la estrategia se modificó y fueron parte importante de los apoyos del gobierno chileno y estuvieron entre quienes plantearon la necesidad de prepararse para defender las conquistas que se iban logrando. Algunos de sus temores fueron disipados por la experiencia transitada del otro lado de la cordillera.
El viraje del ps es quizás el ejemplo que mejor muestra el giro que la izquierda que tenía a Cuba como referente, comienza a dar luego del triunfo de Allende. La opción de creación de frentes electorales, también como camino revolucionario, comienza a verse con claridad a partir de esta experiencia. No es casualidad que durante todo el año 1971 desde El Oriental —periódico del socialismo luego de la clausura de El Sol— se reproduzca íntegramente la larga entrevista que Debray le realiza a Allende. El respaldo de Cuba a la up y en particular a Salvador Allende, también fue un elemento clave para que los sectores pro castristas se sumaran al respaldo a Chile. Como señaló Fidel Castro en su visita al país trasandino en diciembre de 1971: «nosotros consideramos que este continente tiene en su vientre una criatura que se llama Revolución, que viene en camino y que inexorablemente —por ley biológica, por ley social y por ley de la historia— tiene que nacer. Y nacerá de una forma o de otra: el parto será institucional, en un hospital, o será en una casa, serán ilustres médicos o será la partera quien recoja la criatura. Pero de todas maneras habrá parto» (Castro 191). La importancia de sentirse parte del mismo proceso liberador de América Latina que se había iniciado con la Revolución Cubana no fue un elemento a desestimar.
Por otro lado, a medida que la alianza se iba concretando, fue clave el apoyo de los sectores progresistas de los partidos tradicionales —estrategia que el socialismo uruguayo venía postulando por lo menos desde 1962— y que cumplió un rol definitorio también para lograr el acuerdo socialista. Tal como señaló José Díaz, finalmente «las dos posiciones, la de los comunistas: unidad sin exclusiones, y la nuestra: unidad con los sectores progresistas de los partidos tradicionales se convirtió en el Frente Amplio. O sea, unimos las dos perspectivas».[58] Viendo la amplitud de la alianza y la cantidad de sectores que se iban sumando, es cierto que la posibilidad de quedar aislados políticamente también fue un argumento aglutinador.
En el pdc el recorrido fue quizás un poco más complejo. Si bien no transitó por rupturas internas —salvo un pequeño grupo que se va justamente por la integración al Frente Amplio—, la posibilidad de aliarse con el Partido Comunista fue un precio alto a pagar a nivel internacional.
Héctor Lescano, recuerda que a ellos
Carlos Baráibar, en una argumentación similar, señaló que «uno de los componentes ideológicos y políticos que explican este paso que era inédito para la democracia cristiana se explica por la experiencia de Chile, que fue una experiencia muy intensa y de un enorme valor en cuánto a antecedentes para impulsar después el fa en Uruguay».[60]
El apoyo chileno y el acuerdo con la estrategia tomicista determinaron que el pdc no se fracturara profundamente —tal como sucedió con su par chileno— y que además pudiera jugar un papel clave en la unificación de las izquierdas.
En diciembre de 1970, en plena discusión sobre las características de la alianza, los tres partidos analizados contaron con el apoyo chileno para argumentar su estrategia. Tal como señalamos, Volodia Teitelboim participó del Congreso del pcu, Radomiro Tomic de la Convención Nacional del pdc, y Claudio Vidal del Pleno del ps. Como señala Aguirre Bayley, «la victoria de la Unidad Popular que llevó al doctor Salvador Allende a la presidencia en Chile en 1970, ratificada por el Congreso Nacional el 23 de octubre de ese año con el respaldo de la Democracia Cristiana, se convirtió en otro argumento capitalizador de voluntades para la unidad de la izquierda y las fuerzas progresistas» (2005, 34). ♦
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Prensa
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Flecha [1969-1971]
Entrevistas
Carlos Baráibar, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 26.07.2016.
Carlos Pérez, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 12.05.2016.
Héctor Lescano, realizada por la autora en Buenos Aires. Fecha: 15.10.2016.
Jorge Rodríguez, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 17.05.2016.
José Díaz, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 12.09.2016.
José Luis Veiga, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 13.09.2016.
María Elena Martínez, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 13.09.2016.
Moriana Hernández, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 28.07.2016
Luis Senatore, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 13.09.2016
Raúl Legnani, realizada por la autora en Montevideo. Fecha: 16.05.2016.
Notas