Tema Central
Formación, trayectoria y perfiles de los jefes militares de la frontera bonaerense (de la postindependencia a la consolidación estatal)
Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 6, núm. 11, 2020
Recepción: 21 Septiembre 2021
Aprobación: 15 Noviembre 2021
Resumen: En este trabajo analizamos la trayectoria de un grupo de militares rioplatenses que en algún momento de sus carreras se radicaron en la provincia de Buenos Aires para servir en la frontera indígena entre 1852 y 1880. A través de una aproximación prosopográfica, reconstruimos los perfiles de estos oficiales de alto rango. Consideramos las siguientes variables: década y lugar de nacimiento, origen familiar, iniciación en la carrera militar, filiación política, lugares de servicio, conflictos en los que participaron y jefes que los dirigieron. El análisis de estas trayectorias nos permite precisar ciertas conclusiones sobre las características que tuvieron los jefes de frontera en el período mencionado.
Palabras clave: Trayectorias militares, Jefes de frontera, Río de la Plata, Siglo XIX.
Abstract: In this paper will we analyze the trajectory of a group of soldiers from the River Plate that some point in their careers settled in the province of Buenos Aires to serve on the indigenous frontier between 1852 and 1880. Through a prosopographic approximation, we rebuilt the profiles of these high ranking officers. We consider the following variables: decade and place of birth, family origin, initiation into the military career, political affiliation, places of service, conflicts in which they participated and leaders who led them. The study of these trajectories allows us to establish conclusions about the characteristics of the frontier chiefs in the mentioned period.
Keywords: Military trajectories, Frontier commandants, Río de la Plata, 19th Century.
1. Introducción
Las reformas militares de los borbones provocaron cambios en la estructura social americana (Marchena 1992 93). En razón de la importancia que tuvieron en dicho proceso, algunos historiadores estudiaron y definieron las características de los oficiales de los ejércitos y milicias del rey. Marchena Fernández reconstruyó un completo perfil de la oficialidad entre 1740 y 1810. En base a la diferencia entre peninsulares, criollos y extranjeros, examinó la procedencia geográfica de los oficiales en relación con el lugar de destino y su movilidad por el imperio, edad promedio, tiempo de servicio y el que permanecieron sin accensos, estado civil, ocupación laboral y procedencia socioétnica, entre otros aspectos (Marchena 2005). Para un período similar, Ossa Santa Cruz estudió la «criollización» de las fuerzas coloniales en Chile, para lo cual describió su origen social y geográfico, ocupación y distribución de los rangos de acuerdo a su condición de criollos o peninsulares (Ossa 2010). Por su parte, Fradkin analizó la oficialidad de las milicias del sur del Río de la Plata. Argumentó que en las zonas de más antigua colonización los rangos milicianos contribuyeron a consolidar posiciones sociales previamente adquiridas y que en la frontera pueden haber servido como un canal de ascenso social (Fradkin 2014).
Durante el siglo xix, el continente americano fue afectado por las guerras de la revolución, por muchos conflictos militares y guerras civiles[1] de variada intensidad que enfrentaron a diversas facciones en pugna al interior de los nuevos países, como así también por guerras de ocupación contra potencias europeas y grandes conflagraciones entre Estados americanos.[2] La militarización que afectó a la población durante este tiempo requirió de la formación de ejércitos y cuerpos de oficiales aptos para responder a las exigencias militares.
Para este contexto, es fundamental el estudio de Puigmal para dos mil oficiales napoleónicos que intervinieron en las guerras de independencia americanas. Reconstruye su perfil a partir definir su posición política y los problemas que ella les generó, lugar de origen, período de llegada a América y desarrollo profesional, duración de su servicio, países donde combatieron, posición militar adquirida, costo humano que sufrieron en las batallas, condecoraciones en Europa y América y el tipo de formación que proveyeron a los militares americanos.[3] En términos específicos para el Río de la Plata durante la década de 1810, Alejandro Rabinovich (2011) analizó la oficialidad de los ejércitos de Línea revolucionarios. Demostró que sus filas estaban integradas por sectores privilegiados, que accedían a ella a través del sistema de cadetes, y por un número considerable de hombres que provenían de los sectores populares, los cuales habían ascendido desde la tropa. A su vez, Alejandro Morea (2013 y 2015), reconstruyó el perfil del cuerpo de oficiales del Ejército Auxiliar del Perú entre 1810 y 1820. Analizó el lugar de nacimiento, edad, sí contaban con experiencia militar previa en el Ejército, su conocimiento sobre las normas y los procedimientos que regulaban la vida militar, su disciplina y comportamiento en los cuerpos y actividad política, entre otros aspectos. Finalmente, Virginia Machi (2012) ha reconstruido el perfil social de la oficialidad de esta formación que participó de la primera expedición en 1810-1811, sistematizando su edad, origen geográfico y cuándo ingresaron a la oficialidad.
Asimismo, se han definido perfiles de oficiales en investigaciones que estudiaron las fuerzas de guerra durante la construcción de los Estados nacionales de la región. Para el caso argentino, Lucas Codesido trazó el perfil de los que estuvieron al mando de cuerpos, divisiones y brigadas del Ejército durante el inicio de la Guerra del Paraguay, los que intervinieron en la represión del primer levantamiento de Ricardo López Jordán en 1870-71 y los que promovieron y combatieron la revolución mitrista de 1874. Reconstruyó su lugar de nacimiento, cuándo ingresaron al Ejército, fuerza en que se iniciaron e intervención en conflictos armados previos (Codesido 110-114 y 215-216). Por último, para el sur de Brasil, Miquéias Mugge (2016 68-92) definió los perfiles de los comandantes superiores de la Guardia Nacional de Río Grande del Sur entre 1845 y 1873. Estableció las franjas etarias de quienes ocuparon esos cargos, origen geográfico, fortuna en tierras, dinero y esclavos, posesión de títulos nobiliarios y condecoraciones con órdenes honoríficas.
En línea con los aportes reseñados, en este trabajo nos proponemos reconstruir la formación, circulación regional y experiencia de los militares[4] de origen rioplatense que en algún momento de sus carreras se radicaron en la provincia de Buenos Aires para servir en la defensa y expansión de su frontera con las poblaciones indígenas entre 1852 y 1880.[5] Reducimos el análisis a una muestra de 28 oficiales de alto rango que ejercieron el cargo de jefe o 2° jefe de frontera o estuvieron al mando de alguna expedición militar.[6] Además de reconstruir su perfil, el análisis de su trayectoria nos permitirá advertir hasta cuándo los jefes de origen miliciano o mixto, es decir, quienes hicieron carrera en las milicias y en el Ejército de Línea, pudieron capitalizar su experticia al trasladar su clase de las primeras al segundo y ocupar puestos de mando en la frontera.
Entre 1852 y 1855, la frontera bonaerense se dividió en dos departamentos: Norte y Sud. A partir de este último año se incrementó a tres, al sumar el del Centro. Desde 1860, se definieron las cuatro jefaturas que permanecieron hasta 1879: Norte, Oeste, Sud y Costa Sud. A ellas debemos agregar las comandancias de Bahía Blanca y Patagones, que tenían autonomía de estas. Los hombres que integran el recorte estuvieron al mando de alguna de estas plazas, por lo que cubrimos a cada una de ellas en el período que estudiamos. Si bien no relevamos la totalidad de los militares que ejercieron esos cargos, consideramos que la muestra es representativa del cuerpo de oficiales designados para tal fin, ya que tiene en cuenta distintas generaciones y la diversidad de experiencias en la lucha armada.
La metodología de trabajo es una aproximación prosopográfica en función de analizar colectivamente diversas trayectorias militares. Representa una estrategia de estudio pertinente para acercarnos a los hombres que integraron un actor colectivo, sea político, social, económico o, como en este caso, militar. Para Christopher Charle (41-53), el principio de la prosopografía es definir una población a partir de uno o varios criterios y establecer un cuestionario biográfico, cuyos diferentes criterios y variables servirán para la descripción de su dinámica social, según el conjunto de actores que se analice. Asimismo, de acuerdo con Marcela Ferrari (529-550), la prosopografía permite describir los perfiles emergentes del conjunto y analizar las relaciones entre los individuos del mismo o de diferentes campos, o entre aquellos y otros actores colectivos. El objetivo es contribuir a explicar a estos últimos como una configuración social que actúa dentro de una sociedad en un tiempo determinado.[7]
Para llevar a cabo la investigación, recurrimos a dos fuentes de información. Los legajos personales de los militares relevados que se guardan en el Archivo General del Ejército (Argentina) nos permitió acceder a su foja de servicios y, de acuerdo a la extensión de los legajos —que puede superar los doscientos folios o constar solo de cinco papeles sueltos—, a otro tipo de documentación que involucra a esos protagonistas. El principal problema de esta documentación es que algunas fojas de servicios de quienes iniciaron sus carreras en fuerzas diferentes al Ejército Aargentino comienzan a ser sistematizadas a partir de su alta en este último, por lo que debemos reconstruir esa información con otro tipo de fuente. Por ello, consultamos los diccionarios biográficos de Jacinto Yaben y Vicente Cutolo y bibliografía específica que enumeramos al final del trabajo.
2. Trayectorias militares hasta Caseros
Los hombres objeto de estudio nacieron en diferentes décadas. Algunos lo hicieron antes de la revolución (cuatro), otros durante la década de 1810 (cinco), la mayor parte en la de 1820 (diez) y el resto durante la de 1830 (tres) y la siguiente (seis) (Gráfico 1).
La mayoría nació en la provincia de Buenos Aires (19). Los restantes lo hicieron en el Estado Oriental del Uruguay (Rivas, Borges y Villegas), en las provincias de Santa Fe (Rosas y Belgrano y Freyre), Córdoba (Gorordo), Corrientes (Ocampo) y en regiones de la actual Italia (Levalle y Cerri) (véase Gráfico 2). Esta división entre Argentina y el Estado Oriental debe tomarse con ciertos resguardos, pues no existieron como naciones totalmente diferenciadas ni siquiera después de la independencia formal de la segunda en 1828. La definición de sus territorios solo terminaría de cristalizarse avanzada la segunda mitad de dicha centuria (Míguez 23). Asimismo, existieron oficiales de origen oriental que hicieron la mayor parte de sus carreras más vinculados a Argentina que Uruguay, como se advierte en algunos de los que estudiamos aquí y de otros muy renombrados que no analizamos, como por ejemplo Juan Gelly y Obes, Wenceslao Paunero y José Miguel Arredondo, entre otros.
Registramos que 13 (46 %) procedían de familias con trayectoria militar o eran hijos de padres que se habían desempeñado como oficiales o jefes de las fuerzas españolas o rioplatenses en la región (véase Gráfico 3). En estos casos, los aspirantes podían ingresar como cadetes en las fuerzas milicianas o de Línea gozando de ciertos privilegios. Solían ocupar espacios distinguidos en la fuerza o promocionar a la oficialidad en caso de vacantes (Rabinovich 2011 49-53).
Julián Martínez fue hijo del brigadier general Enrique Martínez, quien se desempeñó como ministro de Guerra de los gobernadores Manuel Dorrego y Juan Ramón González Balcarce. Además, tuvo una extensa trayectoria en el ejército español, de los Andes y de las Provincias Unidas que enfrentaron a Brasil en 1825-1828, como así también en las guerras civiles del Río de la Plata. Cruz Gorordo fue hijo el alférez Pedro Gorordo y Agustina Echeverría, hermana del guerrero de la independencia Juan G. Echeverría. Pedro Rosas y Belgrano era hijo natural del general Manuel Belgrano y María Josefa Ezcurra. Además, fue hijo adoptivo del general Juan Manuel de Rosas y su esposa, Encarnación Ezcurra, hermana de su madre. Manuel Sanabria fue hijo del padre del mismo nombre, quien se desempeñó como teniente del Regimiento de Patricios y subteniente de la Legión Patricia de Buenos Aires durante la década de 1810. Antonino López Osornio fue hijo de Eulalio López Osornio, terrateniente y comerciante que se desempeñó como alférez del 4.° escuadrón de caballería de milicias de campaña de Buenos Aires. Era primo hermano de la madre de Juan Manuel de Rosas, Agustina López de Osornio. Los hermanos Bartolomé y Emilio Mitre fueron hijos de Ambrosio Mitre que, si bien desarrolló una carrera burocrática en la administración colonial y republicana en el Río de la Plata (Provincias Unidas y, sobre todo, Banda Oriental), ofició de comandante militar de la frontera sur de Mendoza a inicios del siglo XIX y trabajó en la Comisaria de Guerra y en el Parque de Artillería entre finales de la década de 1810 e inicios de la 1820. Julio de Vedia fue hijo de Nicolás de Vedia, un reconocido militar rioplatense que luchó contra los portugueses al servicio de la corona española. Más tarde, apoyó la revolución, intervino activamente en las guerras de la independencia, así como en las luchas de las décadas siguientes en Buenos Aires y el Estado Oriental, donde también ocupó cargos administrativos de Gobierno y Guerra. Álvaro Barros fue hijo del coronel del mismo nombre, que se inició como cadete en el Regimiento de Granaderos a Caballo y peleó en el sitio de Montevideo con Carlos María de Alvear y Juan Lavalle. Su madre fue Manuela García Ferreyra, hija del coronel Pedro A. García, quien tuvo una destacada participación militar y burocrática al servicio del gobierno español, revolucionario y de Buenos Aires. Martiniano Charras fue sobrino de Martín Charras, quien llegó a desempeñarse como comandante de un regimiento de campaña rosista. Julio Campos era hijo del militar y estanciero Martín Teodoro Campos, que luchó contra Rosas en la revolución de 1839. A su vez, sus hermanos Gaspar, Luis María y Manuel Campos serían otros reconocidos militares del Ejército. Hilario Lagos era hijo del general federal del mismo nombre quien tuvo una destacadísima actuación en la frontera, en las guerras civiles a favor del rosismo y al servicio de la Confederación Argentina en la década de 1850. Finalmente, Marcelino Freyre fue hijo del coronel de sanidad doctor Marcelino Freyre Rodríguez del Fresno y Salomé Maciel de la Quintana, que formaban parte de la distinguida sociedad santafesina.
En razón de que la mayor parte de los oficiales de la muestra nació durante o después de 1810 (86%), no tuvieron participación en las guerras de la revolución y su iniciación en la carrera militar en el Río de la Plata debió esperar, al menos, hasta la década siguiente. Por lo tanto, sus comienzos estuvieron vinculados a las disputas en torno a la organización y consolidación de los Estados provincial y nacional (véase Gráfico 4). Juan Susviela es de quien tenemos el primer registro de haber intervenido en algún hecho de armas. En 1818, ingresó como cadete a la Compañía de Fijos del Regimiento de Blandengues. Estuvo presente en los enfrentamientos que se produjeron en Buenos Aires durante la crisis política de 1820, luego de la desintegración del Congreso y del Directorio por la derrota de las fuerzas gubernistas en la batalla de Cepeda (1820). En su caso, integró las fuerzas que luchaban en favor del Carlos María de Alvear.
Hilario Lagos fue dado de alta como sargento distinguido de una compañía del Regimiento «Húsares de Buenos Aires» en 1824. Su primera intervención armada se produjo en la frontera bonaerense bajo las órdenes del coronel prusiano Federico Rauch, con el cual participó de una serie de enfrentamientos y campañas punitivas durante 1825 y 1826. En 1827, fue ascendido a capitán y enviado a reforzar el Ejército de las Provincias Unidas que luchaban contra las fuerzas imperiales. Participó del combate de Camacuá y, luego, regresó a tomar su posición en la frontera norte de Buenos Aires.
Laureano Díaz y Julián Martínez tuvieron su bautismo de fuego en la guerra contra Brasil (1825-1828). Díaz comenzó su actividad militar en 1826, enlistándose como soldado del Ejército de las Provincias Unidas. Participó en la batalla de Ituzaingó (1827), en clase de soldado del Regimiento n.° 16 de caballería de Línea. Una vez finalizado el conflicto, regresó al país con el Ejército y permaneció bajo las órdenes del general Juan Lavalle.
Por su parte, Martínez había ingresado a los 14 años de edad como cadete en el Batallón Fijo de Buenos Aires, el 10 de agosto de 1821, y cinco años después, ascendió a subteniente del Batallón de Cazadores. Al estallar la guerra, el 3 de junio de 1825 fue destinado al 1.er escuadrón de dicho cuerpo y, al mes siguiente, partió a la Banda Oriental. Pocos días después ascendió a teniente 2.°. Participó en la batalla de Ituzaingó y fue ascendido a teniente 1.°. Al finalizar el conflicto, fue promovido a ayudante mayor y a capitán.
Juan Susviela también participó de la guerra. Se incorporó al Regimiento n.º 3 de caballería de Línea, en el cual fue ascendido a teniente 2.° y 1.° del 2.° escuadrón. Asistió a Ituzaingó y, por su arrojo, fue promovido a ayudante mayor. También combatió en Camacuá, Potreros del Padre Filiberto, Las Cañas y con la escuadrilla de la Laguna Merim, donde permaneció hasta que finalizó la guerra. El 10 de abril de 1828 ascendió a capitán.
De regreso a las Provincias Unidas, luego de la firma del tratado de paz que llevó a la creación del Estado Oriental del Uruguay en 1828, el 1.º de diciembre de ese año, Juan Lavalle encabezó un levantamiento militar contra el gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, que llevó en su derrocamiento y posterior fusilamiento en Navarro. Laureano Díaz integraba las fuerzas de Lavalle y acompañaría todas las campañas militares que este llevaría a cabo hasta su muerte. En esta ocasión, con 18 años, inició su carrera militar Matías Ramos Mejía. Desde la estancia Miraflores —por entonces propiedad de su madre—, auxilió a las fuerzas que operaban contra Juan Manuel de Rosas en la campaña bonaerense. Asimismo, sirvió como voluntario en el cuerpo de caballería Húsares de la Guardia, compuestos por jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, lo que lo llevó a migrar a Uruguay en 1831, durante el primer gobierno de Rosas. Allí se unió al ejército de Lavalle.
En las provincias del interior, las fuerzas unitarias también se lanzaron a la búsqueda del poder una vez finalizada la guerra con Brasil. Después del fusilamiento de Dorrego, el general José María Paz invadió la provincia de Córdoba al frente de unos 1.000 hombres que habían integrado el Ejército de las Provincias Unidas. Su propósito era derrocar al gobernador federal Juan B. Bustos, quien acudió en busca del apoyo de Facundo Quiroga. A las fuerzas de Paz que pasaron por Buenos Aires se incorporó Julián Martínez, quien combatió en las batallas de San Roque y la Tablada (1829). En este contexto, Cruz Gorordo comenzó su carrera militar cuando ingresó, como alférez, a las fuerzas unitarias de Paz. Participó de la batalla de la Tablada y en la campaña que finalizó con la de Oncativo (1830). Estuvo presente en la defensa de Río Cuarto contra el avance de Quiroga. En 1831, cayó prisionero de los federales y, tras ser liberado, se unió a las fuerzas de Lavalle que operaban contra Rosas.
No obstante, un grupo considerable de los hombres que estudiamos se incorporaron como milicianos, voluntarios o cadetes en las diversas fuerzas antirosistas o unitarias que operaban en el Río de la Plata hacia finales de la década de 1830 o inicios de la siguiente. Uno de los protagonistas que dirigió estas fuerzas fue Lavalle, quien debía invadir Buenos Aires por el norte, mientras que en el sur de la campaña bonaerense se iniciaba el levantamiento de los Libres del Sur, a finales de octubre de 1839. En su lugar, llevó a cabo un largo periplo perseguido por las fuerzas rosistas de Manuel Oribe —de las que formó parte el por entonces coronel Hilario Lagos—, que culminó con su muerte en Jujuy, en 1841. En esa campaña, Manuel Sanabria se incorporó como voluntario en 1839, alistándose como soldado de la 2.ª compañía del Escuadrón Cullen. Participó de los combates de Yeruá (1839) y Don Cristóbal (1840). El 5 de marzo de este último año, ascendió a teniente 1°. Aquí también se produjo la iniciación militar de Martiniano Charras, quien estuvo presente en varios enfrentamientos contra las fuerzas rosistas que comandaban Vicente González, Ángel Pacheco y Jacinto Andrada. En la clase de alférez de un regimiento de caballería, Charras asistió al combate de Quebracho Herrado (1840), donde cayó prisionero. Además, las fuerzas de Lavalle estaban integradas por militares que ya hemos mencionado, como Díaz, Gorordo y Ramos Mejía.
Asimismo, por esos años, el jefe unitario José María Paz organizó un Ejército en Corrientes para combatir el dominio rosista en la Confederación Argentina. A sus fuerzas se sumaron jóvenes que ya habían intervenido en las guerras civiles, como Charras, y tuvo su primera participación Nicolás Ocampo, que habiéndose alistado como soldado distinguido, participó en la batalla de Caaguazú (1841) y acompañó a Paz durante el sitio de Montevideo hasta mediados de 1844, cuando se pasó al bando contrario.
Finalmente, un grupo considerable de los hombres que examinamos aquí comenzaron su carrera militar en el Ejército del general Fructuoso Rivera que luchaba en el Estado Oriental contra el líder Partido Blanco y aliado de Rosas, Manuel Oribe, durante la llamada Guerra Grande (1839-1851) (Etchechury 2015 41-52). Bartolomé Mitre inició su carrera en la Academia Militar de Montevideo en 1837, donde se instruyó en el arma de artillería. Desde entonces, estuvo vinculado a Rivera y luchó bajo sus órdenes en algunos enfrentamientos contra las fuerzas de Oribe, como Cagancha (1839) y Sauce Grande (1842). Emilio Mitre inició su carrera en Montevideo, en 1839, a la edad de 15 años, formando parte de la Legión Argentina. Al año siguiente, fue dado de alta como soldado distinguido del cuerpo de artillería de esa plaza. Desarrolló su carrera allí y en esa arma hasta su incorporación al Ejército Grande, en 1851, con el cual regresó a Argentina en 1852. Julio de Vedia se alistó desde muy joven bajo las órdenes de Rivera y tuvo su bautismo de fuego en la batalla de Sauce Grande. Durante el sitio a Montevideo, formó parte de su defensa, revistando en el escuadrón de Artillería Ligera, que dirigía Bartolomé Mitre. Permaneció en el Estado Oriental hasta 1855, cuando se instaló en Buenos Aires y se incorporó en su Ejército. Ignacio Rivas pasó los primeros años de su carrera militar en Uruguay. En 1843, ingresó como cadete del Batallón Libertad que defendía Montevideo. En 1851, se incorporó como sargento mayor en el Batallón Constitucional del Ejército Grande, que derrotó a Rosas en la batalla de Caseros (1852), y a partir del mes de febrero, pasó a revistar en el Ejército porteño. Benito Machado se alistó como voluntario de la Guardia Nacional de Montevideo en 1843, en el batallón Legión Argentina. Participó en la defensa de la ciudad y en el conflicto oriental hasta el año siguiente, cuando derrotado por las fuerzas de Justo J. de Urquiza, migró a Río Grande del Sur. Asimismo, en las fuerzas orientales de Rivera revistaban veteranos de las guerras civiles como Gorordo, Martínez, Susviela, Charras y Sanabria.
Ahora bien, detengámonos en los años previos a la batalla de Caseros para analizar la situación de los militares. En 1844, el general Paz se había exiliado en Río Grande del Sur, luego de abandonar su puesto en la defensa de Montevideo. Desde allí regresó a Corrientes, donde el gobernador Joaquín Madariaga lo nombró Director de la Guerra contra Rosas. Su plan inicial era atacar Entre Ríos, que estaba desguarnecida por la ausencia del gobernador Urquiza, aunque derivó en la organización del Ejército Aliado para defender el territorio correntino ante la invasión que hiciera este último. En esta campaña se alistó a los 15 años de edad Julián Murga, que había nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1829. Charras fue otro de los que se incorporó a las fuerzas que Paz organizaba en Corrientes. Con la disolución de su ejército, este último se exilió en Paraguay y, luego, retornó a Brasil, al igual que Fructuoso Rivera después del combate de India Muerta (1845). Este país recibió a otros emigrados argentinos a mediados de la década de 1840, como el propio Murga, Ocampo, Gorordo y Machado, los cuales permanecieron allí un tiempo más. Algunos regresaron para formar parte del Ejército Grande que Urquiza organizó para derrotar a Rosas.
Durante la segunda mitad de la década de 1840, identificamos en el Estado Oriental a 13 oficiales de la muestra. La «emigración argentina» de militares, políticos, intelectuales o exiliados procedentes de la Confederación derivó en la incorporación de algunos de ellos en las fuerzas orientales (Etchechury 2019 4; Zubizarreta 2014). Allí se encontraban Martínez —al mando de un batallón de Artillería de Montevideo—, Susviela, Emilio Mitre, Rivas, de Vedia, Sanabria y Gorordo. Además, previamente habían luchado Bartolomé Mitre, Machado, Charras y Ramos Mejía. También residían Francisco Borges y Álvaro Barros (véase Gráfico 5). El primero de ellos había nacido Montevideo en 1835 y se incorporó el 15 de junio de 1850 como cadete en uno de los cuerpos de artillería de la ciudad. El segundo había nacido el 18 de marzo de 1827 en Buenos Aires y migrado con su padre por la oposición de este al rosismo. No hemos registrado referencias sobre intervenciones de Barros en enfrentamientos previos a Caseros, del cual si participó con clase de alférez. Todos ellos regresaron a Buenos Aires con el Ejército Grande de Urquiza o más tarde, una vez finalizado el gobierno rosista. Las excepciones fueron de Vedia y Borges, quienes se quedaron en Uruguay. Ingresaron al Ejército de Buenos Aires en 1855.
Asimismo, existieron militares que se instalaron en los países del Pacífico.[8] Laureano Díaz emigró a Perú y prestó servicio en las fuerzas del general Ramón Castilla, una vez derrotado y ejecutado Lavalle (1841). Por su parte, Matías Ramos Mejía se instaló en Bolivia, que era presidida por su primo hermano José Ballivián, quien lo nombró 2.° comandante del Escuadrón de Granaderos de su propia escolta. Permaneció allí hasta 1845. Al año siguiente regresó a Montevideo. Finalmente, Bartolomé Mitre, entre 1847 y 1851, osciló entre Bolivia, Chile y, por breves momentos, Perú. En Bolivia estuvo al servicio de Ballivián, que además de pariente de Ramos Mejía y era cuñado de su amigo Wenceslao Paunero. En Chile tuvo un rol importante en la prensa e intervino políticamente en favor de los liberales, que le valió ser acusado de participar en la revolución de 1851[9] y su posterior exilio en Perú. Como la mayor parte de los casos aquí examinados, regresó al Río de la Plata en 1851 para sumarse a las fuerzas que organizaba Urquiza para derrotar a Rosas.
El análisis que presentamos sobre los exiliados no implica afirmar que, a partir de 1852, la oficialidad de las fuerzas bonaerenses se constituyó únicamente con militares que habían luchado contra el rosismo. Una pequeña parte de quienes ocuparon importantes puestos de mando en la frontera bonaerense después de Caseros defendieron el orden rosista hasta sus últimos días (Gráfico 6). De los militares que analizamos en la muestra, Hilario Lagos fue el de mayor trayectoria al servicio del federalismo. Luchó bajo el mando de Oribe y de Urquiza durante la década de 1840. En 1850 fue nombrado jefe político de Paraná (Entre Ríos), pero ante el pronunciamiento de este último contra Rosas, dimitió y regresó a Buenos Aires. El gobernador le confirió el mando de la vanguardia del Ejército Federal y dirigió tres divisiones de caballería en la batalla de Caseros.
Antonino López Osornio inició su carrera militar en 1838, al incorporarse como voluntario a las fuerzas de Gerónimo Costa que defendían Ensenada durante el bloqueo francés (Gráfico 4). En 1839, participó de la represión del levantamiento de los Libres del Sud. En 1840, revistaba como teniente 2.° de milicias. En 1841-1842, se desempeñó como comandante de un fuerte en Ensenada. En 1843, se trasladó a Salto, donde participó de la defensa de la frontera norte, ante los malones ranqueles. En 1845, fue ascendido a capitán de milicias del Regimiento n.° 6 de campaña, que comandaba Prudencio Ortiz de Rozas. Con dicho regimiento, asistió a todas las acciones de guerra que se produjeron hasta 1852. Incluso, estuvo presente en el combate de Caseros.
Pedro Rosas y Belgrano fue comandante del fuerte y de la guarnición de Azul, juez de paz y capitán de milicias de ese partido durante finales de la década de 1830 y la de 1840. Por último, Jacinto González representa un caso particular, ya que en 1851 revistaba como capitán de un escuadrón de milicias en una de las divisiones rosistas que cubría los pasos del Río Paraná. Con motivo del pronunciamiento de Urquiza, sublevó su tropa y pasó a formar parte del Ejército Grande con sus hombres, que llegaron a Diamante conducidos por él mismo. Participó de Caseros y, por su actuación, fue ascendido a teniente coronel. De allí que en el Gráfico 6 lo computemos tanto «a favor» como «en contra del rosismo».
3. Trayectorias militares a partir de Caseros
A partir de 1852, los militares de la muestra continuaron sus carreras en el Estado de Buenos Aires. La excepción fue Hilario Lagos, que se exilió en la Confederación Argentina al finalizar el sitio que había impuesto a la ciudad porteña con las fuerzas de la campaña (1852-1853). Urquiza reconoció su trayectoria militar con la clase de sargento mayor y recibió el mando de fuerzas confederadas, con las cuales asistió a Cepeda. Sin dudas, Bartolomé Mitre fue quien más se destacó, pues ejerció distintas funciones de gobierno. Ofició de comandante de la Guardia Nacional de Buenos Aires durante el sitio de Lagos, estuvo al frente de una expedición militar a la frontera sur contra los indígenas (1855), que terminó en fracaso, y ocupó diversos ministerios hasta llegar a la gobernación el 3 de mayo de 1860, luego de la derrota en la batalla de Cepeda (1859), en la cual comandó las fuerzas bonaerenses. Durante la década que se extendió hasta el combate de Pavón (1861), algunos ascendieron en el escalafón militar en el Ejército de Línea y en la Guardia Nacional bonaerense. Por ejemplo, Díaz, Gorordo, Martínez, Ramos Mejía, Susviela, Rivas, Emilio Mitre, Machado, de Vedia, Murga y Sanabria fueron designados jefes de regimientos regulares o de milicias y de la frontera. También, algunos de ellos lucharon junto a Mitre en Cepeda y Pavón.
Fue en este contexto que los militares más jóvenes de la muestra se iniciaron en la carrera de las armas (véase Gráfico 4). Julio Campos había nacido en 1834 en el partido de Ajó —donde su padre era propietario— y se alistó en 1853 en el Batallón n.° 1 de la Guardia Nacional de la ciudad de Buenos Aires para defenderla del sitio. Gran parte de su experiencia militar en la década de 1850 se desarrolló en batallones de esta fuerza, aunque también luchó en el Ejército de Línea en la frontera, bajo las órdenes de Ignacio Rivas. Salvador Maldonado había nacido en Buenos Aires en 1839 y se incorporó el 2 de febrero de 1857 al Regimiento n.° 3 de caballería de Línea, que servía en la frontera. Hilario Lagos (h) nació en Pergamino en 1840, pero en 1853 se trasladó a Entre Ríos con su familia. En 1856 ingresó en el Ejército de la Confederación Argentina en calidad de sargento distinguido. Desde ese entonces, brindó servicios de guarnición, pero su primera campaña fue en 1859, cuando marchó a Mendoza y San Juan. Ese mismo año, participó en la batalla de Cepeda y, dos años después, en Pavón. Nicolás Levalle y Daniel Cerri habían nacido en Italia en 1840 y 1841, respectivamente. El primero se incorporó como aspirante a la Academia Militar de Buenos Aires en 1857 y el segundo como soldado voluntario de la Legión Italiana de Bahía Blanca en 1858, que debía resguardar la frontera sur. Finalmente, Conrado Villegas había nacido el 3 de febrero de 1841 en Uruguay e inició su carrera el 20 de agosto de 1862, como aspirante del Escuadrón de Artillería de Buenos Aires.
En 1863, con la invasión de Venancio Flores a Uruguay —quien había luchado en el Ejército de Buenos Aires bajo las órdenes de Bartolomé Mitre—, se inició un nuevo conflicto político-militar de dimensión regional que daría lugar a la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay entre 1865 y 1870. Fue durante esta conflagración que inició su carrera el militar más joven de la muestra: Marcelino Freyre. Aunque inicialmente se alistó como teniente 1.° del Batallón Santafesino de la Guardia Nacional, debió regresar al país en diciembre de 1865 a causa de haber sufrido una herida de guerra, recuperado de la cual, regresó al Ejército el 1 de marzo de 1867 y se alistó como teniente 1.° del Batallón n.° 7 de infantería de Línea, cuerpo en el cual desarrollará gran parte de su carrera. Si bien en los momentos iniciales de la guerra los militares argentinos lucharon en la provincia de Corrientes, a partir de abril de 1866 la contienda se desarrolló por completo en Paraguay.
Bartolomé Mitre, presidente de Argentina entre 1862 y 1868, ocupó el cargo de Comandante en Jefe del Ejército Aliado de la Triple Alianza hasta que regresó al país de forma definitiva a inicios de 1868 para asumir la presidencia por la muerte del vicepresidente Marcos Paz. En 1867, se había instalado de forma momentánea en Rosario para supervisar las fuerzas que debieron enfrentar los levantamientos federales en Cuyo y de resistencia a la guerra en el noroeste argentino. Estas fuerzas estuvieron integradas por Gorordo, Martínez, Charras, Maldonado, Lagos (h), Levalle y Freyre. Sirvieron en Paraguay bajo la bandera del Ejército argentino Rivas, Emilio Mitre, de Vedia, Ocampo, Borges, Levalle —todos ellos como oficiales de alto rango y al mando de cuerpos del ejército—, Lagos (h) —por tres meses como ayudante de campo de Mitre— Maldonado, Villegas, Cerri y Freyre. Por su parte, Díaz, Machado, Murga, Barros, Campos, Sanabria, Charras, González y López Osornio no hicieron dicha campaña, pues quedaron en Argentina al resguardo de la frontera.
Una vez finalizada la Guerra del Paraguay y de regreso a la Argentina, la mayor parte de los militares de la muestra que continuaron en la Plana Mayor Activa del Ejército intervinieron en la represión del levantamiento protagonizado por Ricardo López Jordán en Entre Ríos en 1870-1871. Algunos de ellos, también actuaron en el segundo de 1873. Además, tomaron partido en la revolución mitrista de 1874 que estalló en el sur del país, tanto a su favor (Bartolomé Mitre, Rivas, Machado, Borges, Ramos Mejía, Ocampo, Murga, Charras y González) como en su contra (Campos, Gorordo, Levalle, Villegas, Barros, Sanabria, Maldonado, Lagos (h) y Freyre). Finalmente, participaron de la revolución de 1880 que enfrentó a las milicias y Guardias Nacionales de Buenos Aires contra el Ejército que respondía al gobierno nacional. Si bien algunos de ellos ya habían fallecido después de décadas de servicio militar,[10] otros intervinieron en defensa de las autoridades constitucionales del Estado nacional (Levalle, Villegas, Barros, Maldonado y Cerri) o en favor de la revolución promovida por el gobernador Carlos Tejedor (Campos, de Vedia, Murga, Sanabria, Charras, Lagos (h), Ocampo y Machado). En 1883, los militares que se sublevaron al gobierno nacional fueron reincorporados a la Plana Mayor del Ejército.
4. Trayectorias y perfiles militares en la frontera bonaerense
En el Gráfico 7 presentamos la cantidad de oficiales de la muestra que ejercieron el cargo de jefe o subjefe de frontera o, en su defecto, dirigieron alguna expedición militar entre 1852 y 1879. Disgregamos el análisis en cuatro períodos que se corresponden con diferentes contextos políticos: Estado de Buenos Aires y presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda.
Hasta 1862, el Estado de Buenos Aires tuvo plena competencia sobre su frontera con los indígenas y, por lo tanto, la atribución de designar a los jefes militares de esta como así también a aquellos que comandaron las expediciones de 1853, 1855 y 1858. Con la unificación de Buenos Aires y la Confederación Argentina, las autoridades nacionales asumieron la potestad de resguardar y expandir la frontera. El presidente, a través del Ministerio de Guerra y Marina, fue el encargado de nombrar los jefes de frontera, en los cuales delegaba importantes márgenes de maniobra en los territorios bajo su mando.
Durante las décadas de 1850 y 1860, los oficiales que habían iniciado sus carreras en las milicias o que hemos definido como mixtos, por comandar estas últimas y efectivos regulares, pudieron alcanzar altos cargos militares, como jefes y subjefes de frontera o dirigir expediciones «tierra adentro». Compartieron su posición con oficiales que solo hicieron carrera en las fuerzas de Línea.
Durante el Estado de Buenos Aires registramos 16 militares ejerciendo esos cargos. La mitad de ellos eran oficiales mixtos o de origen miliciano. Nos referimos a Pedro Rosas y Belgrano (comandante del Fuerte Azul en 1852-1854), Matías Ramos Mejía (2.° jefe de la expedición al sur y 2.° comandante de la Frontera Sud en 1853), Cruz Gorordo (jefe de la Frontera Norte en 1853-1857), Bartolomé Mitre (comandante de la expedición militar a la frontera de 1855), Jacinto González (nombrado 2.° jefe de la Frontera Centro en diciembre de 1858), Manuel Sanabria (nombrado 2.° jefe de la Frontera Norte en 1858), Benito Machado (2.° jefe de la Frontera Sud en 1859 y jefe de la Frontera Costa Sud desde 1860) y Nicolás Ocampo (jefe interino de la Frontera Sud en octubre-diciembre de 1861).
La otra mitad fueron jefes que desarrollaron toda su trayectoria en el Ejército de Línea. Entre ellos se encuentran Hilario Lagos (jefe de la Frontera Sud y Centro en 1852), Julián Martínez (comandante militar de la expedición al sur en 1853, jefe de la Frontera Sud en 1853-1855 y Centro en 1859-1860), Laureano Díaz (jefe de la Frontera Centro en 1854-1859), Juan Susviela (comandante de San Nicolás en 1853-1854 y de Bahía Blanca en 1854-1855), Emilio Mitre (jefe de la Frontera Sud y Centro en 1857, año en el cual fue puesto a cargo de la Frontera Norte, que ejerció con intermitencias hasta 1865), Ignacio Rivas (jefe de la Frontera Sud en 1858-1861), Julio de Vedia (jefe de la Frontera Oeste en 1860-1865) y Julián Murga (comandante militar de Patagones en 1853-1855). No obstante, algunos de ellos también ejercieron el mando de regimientos de Guardias Nacionales. Díaz lo hizo al final de su carrera, entre 1862 y 1867, y Susviela mientras ejercía el cargo de comandante militar de Bahía Blanca en 1854-1855.
Durante la presidencia de Bartolomé Mitre registramos diez oficiales de la muestra ocupando la jefatura de la frontera, repartidos en igual proporción entre jefes mixtos y de Línea. Entre los primeros, aparece Benito Machado, quien mantuvo de forma continua su cargo de 1860 a 1866, cuando fue reemplazado por Antonino López Osornio hasta 1868, año en el que retornó a la comandancia de la Frontera Costa Sud hasta el mes de noviembre. Además, se repiten Jacinto González (jefe de la Frontera Oeste en 1863 y 1865) y Manuel Sanabria (jefe de la Frontera Norte de Buenos Aires y Sud de Santa Fe en 1867-1868). Álvaro Barros, que no había ejercido ese cargo durante la década anterior, estuvo al frente de la Frontera Costa Sud en 1865-1866 y Sud en 1866-1869.
Entre los segundos, emergen Emilio Mitre, Ignacio Rivas y Julio de Vedia estuvieron al mando de la frontera hasta 1865, cuando fueron nombrados jefes de las fuerzas argentinas que partieron a Paraguay. Julián Murga fue comandante militar de Paragones entre 1862 y 1871. Martiniano Charras ejerció la jefatura de Frontera Sud de Santa Fe en 1865-1866 y Norte de Buenos Aires en 1868.
Durante la presidencia de Sarmiento, registramos una menor proporción de jefes mixtos (tres) en comparación con los de Línea (cinco). Se termina la paridad que, en este aspecto, había caracterizado al Estado de Buenos Aires y a la gestión de Mitre. Entre los primeros, figuran Álvaro Barros, en la Frontera Sud, hasta 1869; Julio Campos, en la Costa Sud, en 1868-1870, y Nicolás Ocampo, en la del Sud, de forma interina en 1871-1872 y 1873. Este último había sido jefe del Regimiento N° 16 de Guardias Nacionales y desarrollado su carrera militar en las fuerzas de Línea bajo las órdenes de Ignacio Rivas. Consideramos que su experiencia en la frontera y la amistad personal y política que lo unía a este último contribuyeron para que fuera promovido a ese cargo.
Por su parte, dentro de los jefes de Línea ubicamos a algunos militares que ya habían ejercido esos cargos. Rivas ejerció la Comandancia General de las Fronteras Sud, Costa Sud y Bahía Blanca en 1871-1874. Julián Murga continuó al frente de la comandancia de Patagones hasta 1871 y, ese año, fue designado jefe de la frontera de Bahía Blanca hasta diciembre de 1874. Ambos fueron separados del cargo por promover la revolución mitrista y utilizar en su provecho las fuerzas de Línea de la frontera. Asimismo, se observan tres oficiales que han sido poco nombrados hasta el momento y que se harán cargo de la frontera. Francisco Borges fue designado jefe de la del Sud en reemplazo de Álvaro Barros en mayo de 1869. Ejerció ese cargo hasta 1870, cuando se dirigió a Entre Ríos para combatir el levantamiento de López Jordán. Al regreso, ocupó la Comandancia General de las fronteras Sur de Santa Fe y Norte y Oeste de Buenos Aires hasta 1874. En 1873 retornó a Entre Ríos para reprimir el segundo levantamiento de López Jordán, por lo que fue reemplazado de forma interina por Hilario Lagos (h) hasta los primeros meses de 1874. Por su parte, Salvador Maldonado ejerció la jefatura de la Frontera Norte en 1871-1873.
Por lo tanto, es más difícil encontrar jefes mixtos o de origen miliciano en las jefaturas de frontera durante la década de 1870. Salvo las excepciones que acabamos de mencionar, los individuos formados en el ejército regular fueron los elegidos para ocupar esos cargos. En la presidencia de Sarmiento, lo hicieron Rivas, Borges, Murga, Maldonado y Lagos (h). En la de Avellaneda, únicamente registramos jefes de frontera que habían hecho toda su carrera en el Ejército de Línea, como Levalle, Villegas, Cerri, Maldonado, Lagos (h) y Freyre. Este último inició su trayectoria en el Batallón Santafesino de Guardias Nacionales y combatió en los primeros enfrentamientos de la Guerra del Paraguay hasta que fue herido. De regreso, su reincorporación se dio en el marco de las fuerzas de Línea, donde llevó a cabo el resto de su servicio militar.
En este sentido, el caso de Hortensio Miguens representa un espejo invertido con respecto a estos últimos. No poseía formación militar. Era hacendado del sur bonaerense que hizo toda su carrera de armas en la Guardia Nacional. Llegó a ocupar los cargos de inspector de Guardias Nacionales de la Frontera Costa Sud en la década de 1870 e inspector general de Milicias de Buenos Aires en la siguiente, pero nunca ejerció el cargo de jefe o subjefe de frontera con mando sobre las fuerzas del Ejército de Línea. Los jefes mixtos o de origen miliciano ya no tenían el lugar que décadas atrás habían ostentado sus pares en el Ejército argentino.
Generalmente, los hombres designados para la jefatura de la frontera habían alcanzado el grado de coronel, aunque también registramos algunos tenientes coroneles y generales. Una de las principales tareas que llevaron a cabo para mantener pacificada la frontera fue «negociar la paz» con los caciques indígenas. Fueron los principales responsables de concretar tratados con estos, que luego se aprobarían o desestimarían en el Congreso de la Nación.[11] Se convirtieron en los «intermediarios oficiales» encargados de organizar las relaciones interétnicas en términos diplomáticos y de mediar entre el gobierno y los «indios amigos».[12] Por lo tanto, debieron adaptarse a pautas culturales de organización y legitimidad política distintas a las estatales, reconociendo a los caciques principales y negociando bajo las modalidades correspondientes a las instancias propias de los parlamentos.[13] La estrecha relación que algunos de ellos supieron construir con los caciques indígenas y la experticia que adquirieron en el manejo de las relaciones interétnicas desde la década de 1850 fueron capitales simbólicos que pudieron mostrar frente al poder para que, ante a un recambio presidencial, pudieran mantener su posición de mando en la frontera. Esto se observó, sobre todo, durante el gobierno de Sarmiento, cuando algunos militares de cuño mitrista, como Ignacio Rivas y Julián Murga, fueron confirmados en sus cargos e, incluso, ampliadas sus atribuciones.
Por otro lado, los jefes de frontera debían cultivar afinidad política con el Poder Ejecutivo Nacional. Era necesario contar con oficiales de confianza, ya que en ellos se delegaba el mando de los regimientos de caballería, los batallones de infantería y la artillería de Línea, así como de los contingentes de la Guardia Nacional movilizada. Si bien debían ser utilizados para resguardar la frontera y respaldar el gobierno ante levantamientos que atentaran contra la institucionalidad, representaron un arma de doble filo, pues esos jefes podían utilizar las fuerzas bajo su mando para rebelarse contra el gobierno nacional, del cual nacía su autoridad.[14] Estos factores contribuyen a explicar por qué algunos oficiales fueron objeto de recambio durante la asunción de un nuevo presidente y ministro de Guerra y Marina. Esta situación se observó con Machado en 1868, al asumir Sarmiento, y con Rivas y Murga en 1874, al llegar Avellaneda. En su lugar, fueron designados quienes se ajustaron a las cadenas de mando y defendieron al gobierno que había triunfado en las elecciones (Levalle, Villegas, Maldonado, Lagos (h) y Freyre).
Estos flamantes jefes de frontera integraban una nueva generación de militares, que no habían tomado intervención en las guerras civiles que enfrentaron a unitarios y federales en el Río de la Plata. Por el contrario, iniciaron su carrera en las décadas de 1850 y 1860, combatieron en Paraguay, reprimieron los levantamientos en Entre Ríos y alcanzaron puestos de mando en la frontera a partir de 1874. En este sentido, acordamos con Lucas Codesido, cuando sostiene que desde ese entonces se produjo una depuración de los cuadros superiores del Ejército que estaban identificados con el mitrismo (Codesido 155).
5. Consideraciones finales
En este trabajo reconstruimos la formación, circulación regional y experiencia militar de los oficiales de origen rioplatense que se radicaron en algún momento de sus carreras en la provincia de Buenos Aires para servir en la defensa y expansión de su frontera con las poblaciones indígenas entre 1852 y 1879. En ciertos casos, esta situación significó el cargo militar de mayor jerarquía al que pudieron acceder, mientras que para otros solo un momento de paso que implicó su proyección hacia puestos de mayor prestigio e influencia en el Ejército argentino y en el Estado nacional.
La formación militar de los hombres que estudiamos aquí estuvo marcada por los conflictos políticos y militares interprovinciales o internacionales que constituyeron una variable común en todos los países latinoamericanos después de la independencia. El inicio en la carrera de las armas se produjo en diferentes coyunturas y espacios: enfrentamientos entre unitarios y federales después de la caída del Directorio; luchas en la frontera indígena; guerra contra el Imperio de Brasil por la Banda Oriental; conflictos interprovinciales y guerras civiles en los años previos a la consolidación del federalismo y una vez que Juan Manuel de Rosas accedió al poder en Buenos Aires, ya sea en el país con los generales José M. Paz y Juan Lavalle, como en Uruguay bajo las órdenes de Fructuoso Rivera o de otros líderes orientales; y en los conflictos entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina que se produjeron entre la batalla de Caseros y la asunción de Bartolomé Mitre a la presidencia.
Algunos nunca dejaron el país y permanecieron al servicio del federalismo rosista o urquicista. Otros no intervinieron en este contexto por haber nacido en los años finales de la década de 1830 o en la de 1840. La mayor parte compartió la característica de haber residido de forma forzada o a elección en países diferentes a los de su nacimiento. Solo dos casos de los analizados migraron de Europa a Argentina con sus familias cuando eran niños. Otros, en algún momento de su trayectoria, sufrieron el exilio forzado por su oposición a los regímenes políticos que gobernaban sus países de origen, siendo el Estado Oriental del Uruguay, la República Rio-Grandense o Brasil, Chile, Bolivia, Perú y Paraguay los destinos que siguieron con frecuencia. Los restantes decidieron migrar por haber construido redes políticas y militares, de amistad, de lealtad o familiares que los llevaron a dejar sus lugares de nacimiento y adoptar el uniforme militar de un país vecino, como fue el caso de algunos oficiales orientales que sirvieron en el Ejército argentino. Al ser dados de alta en dicha fuerza, se les encomendaron misiones en distintos destinos del país o en Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza. Estos factores llevaron a que muchos de ellos tuvieran dificultades para radicarse en algún lugar de Argentina y se transformaron en hombres itinerantes que circularon por el país al servicio del Ejército. Tuvieron una formación militar muy alejada de las modernas academias o escuelas de Guerra y Marina donde se instruyó a los suboficiales y oficiales ya avanzado el siglo XIX. Por el contrario, esta se definió por el arrojo y la decisión en el campo de batalla o en el frente de guerra.
A partir de ello, se fue construyendo un perfil e historia común a la cual se recurrió para definir lealtades partidarias en la política y en el Ejército. El exilio y la lucha contra el rosismo en el Río de la Plata representaron un punto de partida desde el cual se generaron vínculos y lazos duraderos entre estos hombres. A inicios de la década de 1850, con la victoria del Ejército Grande en la batalla de Caseros, la mayor parte de los oficiales regresaron a Buenos Aires y se instalaron allí, con el fin de desarrollar sus carreras políticas y militares. Durante las décadas de 1850 y 1860, los oficiales mixtos y de origen miliciano pudieron acceder a la jefatura de la frontera y mantenerse en el cargo por algunos años, dirigir expediciones y disponer bajo su mando fuerzas del Ejército de Línea. Durante la década de 1870, especialmente con la presidencia de Avellaneda, la situación cambió. Los militares que hicieron carrera en el Ejército de Línea fueron los únicos que accedieron a esos cargos. Mientras que para los primeros la jefatura de la frontera representó la mayor responsabilidad que pudieron tener, para los segundos fue un escalón más en sus carreras militares.
La formación de la mayor parte de los oficiales que ocuparon puestos de mando en la frontera bonaerense entre 1852 y 1879 fue resultado de su experiencia en el campo de batalla y estuvo influida por su migración, más o menos forzada, a distintos países de América del Sur. La adquisición de experticia militar en la postindependencia no se vio afectada por los límites formales que los Estados nacionales en construcción intentaban definir de forma muy trabajosa y, en ocasiones, a través de la guerra. Por el contrario, circularon por la región y lucharon bajo las órdenes de diversos jefes militares que utilizaron la guerra como un instrumento para imponer sus proyectos políticos. ♦
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Archivos
Archivo General del Ejército
Legajo del coronel Julio Campos, n.° 2.487
Legajo del general Daniel Cerri, n.° 3.036
Legajo del coronel Laureano Díaz, n.° 3.843
Legajo del coronel Marcelino Freyre, n.° 4.859
Legajo del coronel Jacinto González, n.° 5.596
Legajo del coronel Cruz Gorordo, n.° 5.694
Legajo del teniente general Nicolás Levalle, n.° 6.837
Legajo del coronel Antonino López Osornio, n.° 6.947
Legajo del coronel Benito Machado, n.° 7.312
Legajo del coronel Salvador Maldonado, n.° 7.398
Legajo del coronel Hortensio Miguens, n.° 8.109
Legajo del general Julián Martínez, n.° 7.713
Legajo del coronel Julián Murga, n.° 15.004
Legajo del coronel Nicolás Ocampo, n.° 9.104
Legajo del coronel Matías Ramos Mejía, n.° 10.713
Legajo del general Ignacio Rivas, n.° 11.048
Legajo del teniente coronel Juan Susviela, n.° 12.783
Legajo del general Julio de Vedia, n.° 13.434
Legajo del general Conrado Villegas, n.° 13.862
Diccionarios biográficos
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Notas