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Ante la pandemia de covid-19: historia, microbios y olvido
Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 6, núm. 10, 2020
1. Una nueva pandemia para un nuevo siglo
Es altamente probable que el 31 de diciembre de 2019 se transforme es uno de esos hitos que pasará a ser una referencia ineludible para las presentes y futuras generaciones, pues a contar de ese momento comenzamos a familiarizarnos con un concepto ajeno para mucho y casi olvidado para otros. Ese día el gobierno de China anunció que la provincia de Hubei estaba siendo afectada por el contagioso avance de un coronavirus. Casi un mes después, con más de nueve mil casos confirmados, el 31 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que esa epidemia reunía las condiciones para ser declarada una emergencia de salud pública de interés internacional. El 11 de febrero, ese organismo el confirió a la enfermedad el nombre con el que pasará a la historia: covid-19. Finalmente, el 11 de marzo, el organismo internacional explicaba a la comunidad mundial que la expansión del coronavirus calificaba como pandemia, sentenciando con ello el prólogo de una nueva historia cuyo epílogo será difícil de determinar, por ahora. A su vez, en ese momento, la comunidad historiográfica de la salud comenzó a verificar frente a sus ojos el desenvolvimiento de una experiencia que aparentemente tenía más vínculos con los albores de la modernización que con la sociedad del siglo XXI. Sin embargo, como la historia nos permite develar, nuestra relación con los microbios difícilmente puede ser desplazada a los ámbitos del olvido, pese a la entusiasta insistencia por contemplar nuestro mundo solo a partir del presente.
No es aventurado sostener que para gran parte de la población mundial tal episodio ha representado una verdadera sacudida para el conjunto de certezas que normalmente guían su diario vivir, así como para las expectativas que nutren el mediano y largo plazo. Para quienes nos hemos dedicado a través de la docencia y la investigación a estudiar históricamente el carácter polisémico y la trascendencia que la salud ha representado para la evolución de la sociedad, es menester reconocer que el aterrizaje del coronavirus en nuestro presente ha renovado el interés por examinar los múltiples matices que suelen configurar la fisonomía una pandemia, un concepto que inicialmente se hace extraño e inexplicable para quienes por primera vez experimentan en carne propia el desconcierto, ansiedad y temor a gran escala que genera la irrupción de los microbios.
2. Nuestra relación con los microbios: entre la historia y el olvido.
n esconde misterios en torno a su origen microbiano, la naturaleza de su potente
Para quienes integramos la comunidad historiográfica es oportuno reconocer que en mayor o menor grado somos parte de esa disrupción que suscita el microbio y no estamos exentos de sus efectos. No obstante, las experiencias docentes e investigativas pueden ser un buen punto de partida para proyectar hacia la sociedad algunos lineamientos que contribuyan a modelar explicaciones, orientaciones y respuestas a una escalada de interrogantes que, quizás por muchos años y décadas no serán dilucidadas. De hecho, la gran pandemia que inauguró el siglo XX, la gripe española de 1918, aún sigue convocando el interés de diversas disciplinas, puesto que aún esconde misterios en torno a su origen microbiano, la naturaleza de su potente letalidad, su ensañamiento con las poblaciones más jóvenes, su impacto demográfico a nivel global, entre otros problemas, como lo han esbozado en los últimos años los sugerentes estudios interdisciplinarios encabezados por Howard Phillips y Davis Killingray (2003) e Isabel Porras-Gallo y Ryan Davis (2014), entre otros.
Debemos recalcar que ese afán por conocer las diversas facetas que comprendió la gripe de 1918, se inserta en una trayectoria en la que por décadas ese evento fue desplazado al ámbito del olvido, a pesar del enorme impacto que ocasionó a nivel global. Quizás, Laura Spinney, autora de The Pale Ride (2017), sostiene que la necesidad de procesar rápidamente el trauma de la pandemia puede explicar que el olvido haya sido la opción de muchas naciones en donde la gripe arrebató la vida de millones de personas. Si añadimos los inefables efectos de la Primera Guerra Mundial, podemos brindarle factibilidad a esa interpretación. Por ese motivo también, Alfred Crosby es sindicado como el pionero en el rescate histórico de la gripe española tras publicar en el año 1976 America’s Forgotten Pandemic: The Influenza de 1918, con el propósito de hacer hincapié en la relevancia de la pandemia que inauguró el siglo XX y que de cierto modo anticipó el interés historiográfico por el vínculo con los microbios a partir del ciclo que comenzó en las décadas del ochenta y del noventa con la irrupción del VIH-Sida, el mal de la vacas locas y la gripe aviar, dentro del cual la covid-19 ha añadido una nueva fase de desarrollo.
Con todo, esa discusión se torna necesaria en momento en que estamos inmersos en una verdadera tempestad microbiana que se inscribe en la centenaria historia de las pandemias y cuya fisonomía aún no ofrece toda su real dimensión. Ahora bien, sí estamos en condiciones de verificar, especialmente en Latinoamérica, que la incertidumbre, uno de los rasgos distintivos que caracteriza a los fenómenos biológicos, sociales y culturales, se ha hecho presente para millones de personas. Resta por avanzar en la fase de desarrollo y el final, si nos ceñimos a la estructura dramatúrgica con la que el destacado historiador de la medicina Charles Rosemberg caracterizó históricamente a las epidemias a partir de su análisis del VIH-Sida en la década del ochenta.
3. El papel social de la historia
Es factible presagiar que la etapa pospandemia se inclinará a la búsqueda del sentido de la compleja experiencia que ha representado el coronavirus. En efecto, no nos debería extrañar que los resultados de esa tarea intelectual, tan propia del ser humano tras vivir un momento de crisis, difieran a partir del propósito y de la óptica a la que recurran para intentar respuestas las interrogantes que han ido emanando en este tránsito plagado de incertezas.
Por un lado, los diversos campos del conocimiento darán cuenta de sus evidencias y desplegarán sus cuestionamientos y reflexiones que se han ido generado desde fines del 2019, para lograr cimentar en lo posible una primera etapa de conclusiones en torno al origen e impacto de la covid-19. Por su parte, un tono distinto adquirirá la valoración de esta experiencia de la esfera de la vida diaria, en donde las personas y los núcleos sociales y familiares con los que se identifican están en proceso de comprender la irrupción, quizás inefable, de un virus desconocido en sus biografías. Los resultados de ejercicio constituyen un verdadero mosaico que puede reunir desde la sensible pérdida de un ser amado, hasta el temor, los estados de ansiedad y las incertidumbres laborales que ha provocado la pandemia en una economía altamente globalizada.
A la luz de las obras de Crosby y Spinney cabe plantear ¿Será factible que el olvido emerja nuevamente como una senda en cierto modo liberadora de las aflicciones globales que estamos enfrentando a causa de este nuevo desequilibrio entre sociedad y microbios? Desde el punto de vista social, es oportuno sostener que, a contar de diciembre de 2019, la humanidad en su conjunto ha pasado a ocupar ese particular sitial de la historia de las pandemias y de cierta manera a compartir una experiencia universal que solo han registrado las generaciones que enfrentaron el rigor de la peste bubónica, la influenza, el cólera, el VIH-Sida, como principales representantes de enfermedades infecciosas de alcance intercontinental. Es un hito digno de tener en cuenta, puesto que esa memoria nos acompañará en el futuro, pero será decisión de cada persona y sociedad optar por el olvido a partir de las subjetividades que siempre rodean la experiencia de la enfermedad.
Otro papel deberá asumir quienes ejercer la labor del análisis histórico en su afán de interpretar racionalmente la experiencia de la covid-19. Ese trabajo está en curso, como lo demuestra la activa participación de historiadores e historiadoras que han expresado sus opiniones en la prensa, podcast, medios digitales, nacionales e internacionales, a fin de intentar inteligir qué representa la actual pandemia, cuál es su origen y cuál será nuestro futuro. Una reacción similar se registró en el 2009 en el contexto latinoamericano a propósito de la irrupción de la pandemia de gripe porcina que trajo a colación a nivel colectivo la aún insuperable vivencia de 1918. Así, las pesquisas académicas de Adrián Carbonetti (Argentina), Miguel Ángel Cuenya, Lourdes Márquez Morfin y América Molina del Villar (México), Liliana Henao-Kaffure y Mario Hernández-Álvarez, Abel Martínez Martin, Fred Manrique y Bernardo Meléndez (Colombia), Ana María Botey (Costa Rica), entre otros nombres de colegas destacados, activaron un debate sobre el papel histórico que en sus respectivos contextos sanitarios, sociales y políticos había ejercido la influenza española de 1918. Además, proporcionaron un punto de referencia para tener en cuenta ante la inminente llegada de otra pandemia, tal como parte de la comunidad sanitaria y científica anunció desde la década del noventa, a modo de un «oráculo de la influenza», y que tuvo una materialización concreta a partir de 1999, año en que la OMS organizó un plan contra una eventual pandemia de influenza.
En virtud de esa trayectoria, creemos que es un deber profesional y académico mantener activa la discusión, haciendo gala de las virtudes que poder el conocimiento histórico, a saber, su capacidad integradora y su función interpretativa. Ello debido a cierta propensión reinante a examinar la pandemia a partir del imperio del número, cuestión que se comprende si se atiende a la necesidad de cuantificar los efectos de la enfermedad viral y el afán de realizar proyecciones para intentar anticipar soluciones que nos libren de la urgencia sanitaria. Sin embargo, como muy bien ha indicado el antropólogo y médico Carlo Caduff (King’s College), existe la obligación de superar todo aquel modelo que no atienda a los efectos económicos y sociales que encierra una pandemia de la magnitud de la covid-19. En gran medida, su invitación recoge claramente el itinerario que ya en el siglo XIX se trazó a partir de la medicina social y que en el siglo xx se incorporó al elenco de ideas que fueron parte de la discusión en torno a las teorías del desarrollo social que emergieron tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. La célebre reunión de Alma Ata, cuna del moderno modelo de atención primaria de salud, efectuada en el año 1978, fue tal vez el último gran impulso del siglo XX que apostó por un enfoque integral en salud.
Para la historia de la salud y la medicina es un desafío intelectual que posee un linaje. En la década del cuarenta el célebre historiador Henry Sigerist, uno de los voceros de la medicina social de la primera mitad del siglo XX, manifestó en su clásica obra, Civilización y enfermedad, la indisoluble relación que existía entre las condiciones materiales y culturales y la evolución de nuestro concepto de salud y la epidemiología de cada época. En consecuencia, el desafío de la comunidad historiográfica tiene un sólido respaldo para brindar a la sociedad en la que se inserta marcos explicativos que en primer lugar contribuyan paulatinamente a reestablecer certezas tras el desconcierto que genera la pandemia; y, en segundo término, invite con la evidencia que brinda el ejercicio del análisis histórico, los equilibrios y desequilibrios que han esbozado la relación entre sociedad y microbios a través de los siglos.
Esa tarea puede tener traducciones prácticas plausibles. En efecto, en la actual contingencia que ha generado el coronavirus, muchos países han recibido la atención mundial por generar respuestas sanitarias efectivas ante la pandemia. Uno de ellos ha sido la de Nueva Zelandia, la cual comenzó a gestar un plan contra la influenza desde comienzos del presente siglo. En el año 2017 el Ministerio de Salud de ese país actualizó ese plan que contempla un examen de los errores cometidos por el gobierno neozelandés ante la gripe española de 1918. Tal como señaló al diario The New York Times en el mes de abril el historiador local Geoffrey Rice, impulsor de un memorial en honor a sus compatriotas que fallecieron en la pandemia de influenza, el gobierno de Jacinda Arden dispuso de una sensibilidad histórica para tomar nota de lo ocurrido en 1918 y alistarse para un inminente evento microbiano de proporciones colosales.
El reto para nuestra disciplina está abierto. No es objetable que gran parte de la comunidad académica se vuelque a sus deberes docentes e investigativos en razón de la misión educativa que cumplen en la sociedad de la que forman parte. No obstante, tan meritorio como ello es estimular el debate público sobre la relevancia que reviste una mirada integral de la salud, en atención al indisoluble vínculo que posee con la sociedad, la naturaleza y la cultura. En ese sentido, es fundamental contar con un trabajo investigativo activo que brinde la evidencia propia del análisis histórico, para de ese modo facilitar un sentido posible a la intrincada experiencia que encarnan las pandemias. Ciertamente, ese curso de acción tiene que sortear una suerte de presentismo reinante en los ámbitos en los cuales de adoptan las decisiones políticas. No obstante, creemos que es un deber hacer notar que la pandemia de la covid-19 es una demostración patente, por un lado, de la histórica fragilidad que denota nuestra relación con los microbios, quienes han modelado este mundo desde hace millones de años; y, por otro lado, que el significado de la salud trasciende a los modelos epidemiológicos y médicos reinantes a partir de los cuales habitualmente ella es definida.
La historia y la memoria del coronavirus recién alzan su vuelo.♦
Obras citadas
Botey Sobrado, Ana María, «La tardía epidemia de influenza o gripe ‘española’ y sus desenlaces en Costa Rica (1918-1920)», Americania. Revista de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, 6, julio-diciembre de 2017, pp. 77-109.
Caduff, Carlo, The Pandemic Perhaps. Dramatics events in a Public Culture of Danger, Oakland, University California of Press, 2015.
Carbonetti, Adrián, «Historia de una epidemia olvidada: la pandemia de gripe española en la Argentina, 1918-1919», Desacatos, Vol. 32, enero-abril de 2010, pp. 159-174.
Crosby, Alfred, America’s Forgotten Pandemic: The Influenza de 1918, Cambridge, Cambridge University Press, 1989.
Cuenya, Miguel Ángel, «Reflexiones en torno a la pandemia de influenza de 1918. El caso de la ciudad de Puebla», Desacatos, Vol. 32, enero-abril de 2010, pp. 145-158.
Henao-Caffure, Liliana y Mario Hernández Álvarez, «La pandemia de gripe de 1918: un caso de subsunción de lo biológico en lo social», Americania. Revista de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, 6, julio-diciembre de 2017, pp. 8-52.
Márquez Morfin, Lourdes y América Molina del Villar, «El otoño de 1918: las repercusiones de la pandemia de gripe en la ciudad de México», Desacatos, Vol. 32, enero-abril de 2010, pp. 121-144.
Martínez Martin, Abel Fernando, Fred Gustavo Manrique Abril y Bernardo Francisco Meléndez Álvarez, «La pandemia de gripa de 1918 en Bogotá», Dynamis, Vol. 27, 2007, pp. 287-307.
Phillips, Howard y David Killingray, The Spanish Influenza Pandemic. New Perspectives, Londres, Routledge, 2003.
Porras-Gallo, Isabel y Ryan Davis, The Spanish Influenza Pandemic of 1918-1919: Perspectives from the Iberian Peninsula and the Americas, Rochester, University Rochester Press, 2014.
Rosemberg, Charles, «What is an Epidemic? AIDS in Historical Perspective», Daedalus, 2016 (1989), Vol. 118, N.º 2, pp. 1-17
Sigerist, Henry, Civilización y enfermedad, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1946.
Spinney, Laura, The Pale Ride. The Spanish Flu of 1918 and How It, Changed The World, Nueva York, Public Affairs, 2017.