CLAVES. REVISTA DE HISTORIA
VOL. 11, N.° 21 JULIO DICIEMBRE 2025
ISSN 2393-6584 - MONTEVIDEO, URUGUAY
Pp. 1 -4
Andrea Antuña (2025)
Festejar la patria
Celebraciones en el Uruguay
independiente (1858-1911)
Montevideo, Linardi y Risso,
188 páginas.
Nicolás Duffau
1
Universidad de la República
Uruguay
DOI: https://doi.org/10.25032/crh.v11i21.2652
El 14 de octubre de 1919 una ley de fiestas cívicas propuso conmemorar el
25 de agosto de 1825 como día celebratorio de la Independencia del Uruguay.
Esta decisión sirvió para que se expresaran las posturas entre independentistas y
quienes defendían la idea de 1825 como el año de unión a las Provincias Unidas
del Río de la Plata. Asimismo, hubo voces que plantearon que la autonomía se
alcanzó luego de la firma de la Convención Preliminar de Paz en 1828, gracias a
1
Nicolás Duffau es doctor en Filosofía y Letras, mención Historia, por la Universidad de Buenos
Aires, magíster en Ciencias Humanas, opción Historia Rioplatense, y licenciado en Ciencias
Históricas, opción Investigación, por la Universidad de la República (Udelar). Actualmente se
desempeña como profesor titular grado 5 (en régimen de dedicación total) de Historia Americana
en el Instituto de Ciencias Históricas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
de la Udelar. Integra el nivel II del Sistema Nacional de Investigadores de la ANII (Agencia
Nacional de Investigación e Innovación). Junto con Ana Frega, es coordinador académico del
grupo de investigación financiado CSIC I+D «Crisis revolucionaria y procesos de construcción
estatal en el Río de la Plata». Entre 2023 y 2025 fue coordinador del convenio entre la Facultad
de Humanidades y la Intendencia de Montevideo en ocasión de las celebraciones por los
trescientos años del proceso fundacional de la ciudad. Es autor de libros, capítulos de libros y
artículos académicos diversos.
ANDREA ANTUÑA (2025): FESTEJAR LA PATRIA
- 2 CLAVES. REVISTA DE HISTORIA, VOL. 11, N.º 21 (JULIO DICIEMBRE 2025) - ISSN 2393-6584
la mediación de Gran Bretaña, y otros que insistieron en la aprobación de un
primer texto constitucional en 1830 como garante de la independencia total. Este
momento de debate ha sido el más visitado por la historiografía uruguaya (con
aportes relevantes como los de Carlos Demasi, Gerardo Caetano, Tomás Sansón,
Ana Frega, José Rilla, entre otros). Por el contrario, las conmemoraciones previas
han recibido menos atención historiográfica, tal vez porque la discusión pública
no resultó tan vehemente como en la tercera década del XX.
El libro de Andrea Antuña llena en parte ese vacío historiográfico al iniciar
el análisis con el proceso de celebración de la independencia del año 1858 y cerrar
con los festejos del centenario de la Batalla de las Piedras en 1911, que sirvió para
zurcir definitivamente el relato que estableció la relación histórica entre José
Artigas y la independencia del Uruguay. El eje del interés de Antuña es la
monumentalización de las conmemoraciones independentistas, pero no lo hace a
través de una estatua o un mausoleo, sino que sigue el derrotero de las
construcciones efímeras (de yeso, madera, cartón) como ser los arcos que se
utilizaban por unos días y que mayoritariamente se destruían al final de cada
celebración. Estas arquitecturas efímeras son la excusa que la autora utiliza para
recorrer el largo proceso de constitución de la nacionalidad uruguaya, los
distintos momentos que jalonaron la formación de una idea de fecha patria y los
artefactos culturales utilizados para construir ese relato conmemorativo.
Es interesante la estrategia metodológica a la que Antuña recurre, ya que
intenta demostrar la sociabilidad, los intercambios y prácticas colectivas que se
forjaron alrededor de las celebraciones y que incluyeron, por ejemplo, a los
sectores populares a través de las campañas de recaudación de fondos o el
involucramiento de artesanos y artistas en los festejos en general y en la
elaboración de las obras efímeras.
El libro se divide en tres capítulos. En el primero, Antuña estudia los tres
días que entre el 4 y el 6 de octubre de 1858 fueron utilizados para conmemorar
la ratificación de la Convención Preliminar de Paz de 1828. El 25 de agosto de
1825 no formó parte de las fechas a celebrar (pues no integraba la ley de fiestas
cívicas de 1834) y fue lo que la autora llama, una fecha nómada que ingresó al
repertorio de celebraciones públicas luego de la ley de feriados del 10 de mayo de
NICOLÁS DUFFAU
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA - 3 -
1860. Aunque fue recién en la década de 1880 que el 25 de agosto se vinculó
definitivamente al discurso nacionalista y se manifestó en manuales históricos,
música o representaciones pictóricas.
El capítulo toma en cuenta a los artesanos o artistas (algunos de los cuales
pasarían a integrar en forma posterior el canon pictórico del Uruguay) que
pensaron propuestas escenográficas para representar la patria y su consiguiente
relato nacional. Este análisis de quiénes desde sus oficios, pero también desde el
anonimato, colaboraron con los festejos es un excelente ejemplo para pensar en
la capilaridad del relato nacionalista. Es decir, que cada persona colaborara desde
su metier fue una forma de incluir a una población en su mayor parte extranjera
y analfabeta en conmemoraciones que inicialmente podían ver como exóticas o
ajenas. Esa liturgia festiva fue uno de los primeros vehículos, que junto a los
catecismos históricos y geográficos pensados para la minoría que recibía
instrucción formal, sirvieron para inculcar los nuevos valores patrios, al tiempo
que sirvieron como un artefacto cultural para reclamar paz, concordia y unión en
un contexto de cuestionamiento a la figura del presidente Gabriel Antonio Pereira
(1856-1860), levantamientos armados e injerencia brasileña y bonaerense.
El uso de arcos, pilares, banderas, era una forma de relacionar los festejos
locales con celebraciones ya conocidas por los migrantes europeos que estaban
acostumbrados a este tipo de artefactos culturales en sus lugares de origen. Este
aspecto se trata en el segundo capítulo que demuestra como las celebraciones de
la unificación italiana el 20 de setiembre de 1871 y cuatricentenario del arribo de
Cristóbal Colón a lo que luego sería el continente americano, sirvieron como
pilotos o prueba para los festejos de la independencia en la década de 1890. En
esos tres episodios, Antuña estudia una especie de sincretismo que rescató
elementos de fenómenos que no tenían una directa relación ni entre ni con la
independencia del Uruguay, pero fueron utilizados para la transmisión de valores
que los grupos gobernantes consideraban fundamentales para la construcción de
ciudadanía. La alabanza de la nación tomó elementos alusivos a la labor de
Giuseppe Garibaldi o a Cristóbal Colón para mostrar una historia occidental
común con valores ―como justicia, democracia o fraternidad― que unían a los
orientales de la primera mitad del siglo XIX, con los italianos del risorgimento o
los «conquistadores» vistos en ese momento como defensores de la civilización.
ANDREA ANTUÑA (2025): FESTEJAR LA PATRIA
- 4 CLAVES. REVISTA DE HISTORIA, VOL. 11, N.º 21 (JULIO DICIEMBRE 2025) - ISSN 2393-6584
La autora rescata un elemento poco explorado por los análisis
historiográficos sobre las conmemoraciones: la inserción de los festejos como
parte de una cultura del entretenimiento que montaba escenografías, iluminaba
la ciudad o permitía la participación de bandas musicales por las calles en
escenarios oficiales o improvisados.
El último capítulo, dedicado a las celebraciones por el centenario de la
batalla de Las Piedras en 1911, evidencia esa síntesis que relacionó el artiguismo
y la independencia nacional. Fue el último festejo «barroco» y efímero ya que
hubo un interés estatal por incidir directamente en los festejos e iniciar una
monumentalización duradera y planes urbanos que buscaron dar cuenta del
avance técnico y el progreso de un Uruguay que atravesó las reformas legales,
laborales, políticas, sociales, culturales y constitucionales que impulsó el primer
batllismo. La modernidad iba de la mano con el abandono de cualquier conflicto
interior (el asesinato del presidente Juan Idiarte Borda el 25 de agosto de 1897,
los levantamientos armados de ese año y de 1904) y la construcción de símbolos
de unidad nacional.
En suma, el libro de Antuña aparece en un momento oportuno; en 2025
viviremos un nuevo impulso de discusiones bicentenarias que una vez más
pondrán en entredicho el relato nacional, la identidad colectiva y las
comunidades imaginadas. Asimismo, es un precedente historiográfico de
importancia para comprender la función simbólica de las conmemoraciones
pasadas que permiten pensar y proyectar por qué y cómo celebramos en el
presente y lo haremos en el futuro. Y es también un excelente ejemplo para dar
cuenta de la tensión permanente entre la construcción de un relato
historiográfico de tipo académico y cómo la investigación bien hecha evidencia
los usos y abusos que se han hecho sobre el pasado. ◊