CLAVES. REVISTA DE HISTORIA
VOL. 11, N.° 21 JULIO DICIEMBRE 2025
ISSN 2393-6584 - MONTEVIDEO, URUGUAY
Pp. 1 -5
Daniel Palma Alvarado
(2023)
Pacos. Policías, Estado y
sociedad en Chile (desde el
siglo XIX hasta 1927)
Santiago, UAH ediciones, pp.
319.
Daniel Fessler
1
Universidad de la República, Uruguay
DOI: https://doi.org/10.25032/crh.v11i21.2649
La publicación del libro de Daniel Palma Alvarado Pacos. Policías,
Estado y sociedad en Chile (desde el siglo XIX hasta 1917) editado en
2023 por la Universidad Alberto Hurtado sintetiza los avances de una línea de
investigación sobre la historia social de la policía chilena que el autor ha venido
sosteniendo. Una primera impresión, podría llevar a pensar que ha ido
abandonando su preocupación por el estudio de la delincuencia y los delincuentes
y que ha tenido en Ladrones. Historia social y cultural del robo, 1870 1920 su
1
Daniel Fessler es Licenciado en Ciencias Históricas, Magister en Ciencias Humanas (Opción
Historia Rioplatense) y Doctor en Historia por la Universidad de la República (Uruguay).
Investigador activo del Sistema Nacional de Investigadores. Integrante del «Programa de estudio
sobre control socio jurídico de infancia y adolescencia en Uruguay. Estudios sobre infracción
adolescente» en Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Es autor, entre otras
obras, de Derecho Penal y castigo en Uruguay (1878 1907), Delito y castigo en Uruguay (1907
1934) y Cárcel y reformatorio. La construcción de un sistema penitenciario moderno. Ha sido
ganador del Premio Nacional de Literatura (obra inédita) y del premio Bartolomé Hidalgo.
Obtuvo el reconocimiento la Legión del Libro otorgado por la Cámara Uruguaya del Libro.
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expresión más notable. Sin embargo, la presente obra evidencia la porosidad
existente entre policías y delincuentes de la que Palma Alvarado da cuenta. El
autor apuesta a una definición más compleja de la policía que trascienda la
condición de mero instrumento de represión al servicio de las clases dominantes
abordando una multiplicidad de aristas que contemplan aspectos como su
inserción en el aparato estatal, las tensiones entre la norma y su cumplimiento y
la construcción de una cultura policial y de un sentido de cuerpo. La pesquisa
recupera un amplio repertorio documental que revela un exhaustivo trabajo de
archivo y de análisis de prensa comercial y corporativa.
En la introducción rastrea la génesis del término paco, tan identitario de
la policía trasandina, cuya utilización oscilará desde un tono que sintetizaba el
rechazo social a la disposición del cuerpo para asumirlo casi como una sinonimia.
En el primer capítulo, se explora el origen de la primera fuerza policial chilena a
partir del Cuerpo de Serenos que cumplirá tanto funciones municipales como
aquellas relativas a la seguridad que los habría constituido en verdaderos
«vigilantes nocturnos». El autor ubica sobre mediados del siglo XIX la
conformación de una «primera policía nocturna» establecida de forma
permanente y que se consolidaría en la década de 1840. Un momento en que ganó
terreno la idea de instrumentar la coordinación entre los servicios que operaban
durante el día con los de la noche. En este bloque se detiene en la precariedad
material en que se movieron los serenos, tanto en su función, debido a las
carencias en su equipamiento, como de unas condiciones vitales marcadas por las
características del trabajo y las magras remuneraciones. Durante el período
crecieron las demandas que reclamaron la mejora del funcionamiento y la
constitución de una «verdadera policía de ciudad» que atendiera la seguridad de
la población.
En el capítulo segundo, Palma Alvarado se adentra en el proceso de
configuración de la policía durante el siglo XIX tomando como base el proceso de
la de Santiago lo que le permite trazar un recorrido desde el ya mencionado
Cuerpo de Serenos a la Policía, la consolidación de una policía nocturna y la
necesidad de avanzar en un Cuerpo de Policías Diurnos. Impulsado por el
Ministerio del Interior su desarrollo generaría la existencia de un «paralelismo
policial» de fuerzas que actuarían inarticuladamente como parte de un camino
DANIEL FESSLER
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA
hacia la constitución de una institución reglada y enfocada en el orden y la
seguridad. El apartado se cierra con el estudio de la incorporación del uso político
de la fuerza y su papel represivo en medio del crecimiento de la cuestión social.
En el tercer capítulo analiza a las policías rurales en la segunda mitad del
siglo XIX avanzando así en un terreno poco explorado. La ausencia policial llevó
a que se derivase la responsabilidad a las intendencias, delegando la seguridad de
las áreas suburbanas y rurales a los escalafones más bajos de la administración.
En los hechos, frente a la debilidad estatal, el combate al delito quedaría
esencialmente en manos de los grandes propietarios a través del financiamiento
de grupos armados. Es por ello. que la aprobación de la Ley de Policía Rural de
1881 representa para el autor una inflexión al crear cuerpos de policía destinados
a cubrir un entramado más fino en las zonas rurales. 1896 significó «un antes y
un después» con la creación de las Policías Fiscales para las capitales provinciales
y cabeceras departamentales y el Cuerpo de Gendarmes de las Colonias para las
provincias del sur y que operaron con un modelo de disciplina castrense.
El capítulo cuarto examina a las Policías Fiscales y el papel que cumplieron
las revistas corporativas en la conformación de una cultura policial promovida
desde arriba y su papel en el desafío de crear una verdadera carrera policial. Su
punto de partida fue el Boletín de la Policía de Santiago publicado desde de 1901
como una iniciativa de los mandos de la Policía Fiscal destinada a la
profesionalización del cuerpo. A continuación, se detiene en la revista Ilustración
Policial que procuró ampliar la base de sus lectores tanto en lo relativo a la
diversidad de su público como a su alcance nacional. En su propuesta predominó
un modelo periodístico más moderno, con un diseño atractivo y una ampliación
de los contenidos que incluyó la publicación de demandas gremiales, coberturas
de eventos y reportajes que proporcionando «múltiples pisas» sobre su
funcionamiento permiten avanzar en la historia social de la policía.
En el capítulo quinto, recupera la presencia de la delincuencia para
analizar el papel de la policía santiaguina ubicándola en un contexto marcado por
la coordinación regional. La policía chilena no será la excepción al señalar las
mutaciones de una delincuencia que se ha profesionalizado. En paralelo, la
policía debería avanzar hacía una modernización acorde a las transformaciones
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del mundo del crimen. El núcleo se cierra con el análisis del eventual vínculo de
los funcionarios policiales y las actividades ilegales. El capítulo VI avanza en la
indagación de la relación de la policía con los sectores populares enmarcada en la
llamada «cuestión social». El apartado se destaca por desplazar la mirada sobre
la fuerza desde las organizaciones sociales, sindicales y políticas al interior mismo
de la policía, ahondando en sus respuestas frente a la vivencia de un extendido
rechazo popular. Los intentos por revertir esta situación vendrían acompañados
de la promoción de un desarrollo que las equipare a las policías consideradas
modélicas y de cierta manera establecer políticas que fortalezcan su autoridad y
favorezcan el reconocimiento. Para ello, desplegará a inicios de la década de 1920
lo que define como una campaña de acercamiento entre la policía y el pueblo.
Una segunda línea, apuntará a la compleja relación con la clase obrera que
pivoteará entre el reconocimiento de lo que se interpreta como reivindicaciones
legítimas y el rechazo de aquellos «elementos» descalificados por sus vínculos
con las corrientes anarquistas y socialistas. Estos serían rechazados al operar
alterando el orden siendo objeto de control y represión por las policías
sudamericanas en el marco de los esfuerzos por coordinar la lucha contra la
delincuencia trasnacional. El alineamiento terminaría por resquebrajar los
esfuerzos por trasmitir una imagen de imparcialidad en los conflictos entre el
capital y el trabajo con un posicionamiento en sintonía con la definición del
activismo ácrata como amenaza y el endurecimiento represivo que representaría
el alejamiento de las tentativas de acercamiento y el predominio de la prédica de
control del desborde social.
El libro se cierre con el capítulo que pone el foco en los policías como
trabajadores apartándose de la visión clásica que los reduce a servidores de las
clases dominantes. Ello posibilita al autor extenderse en sus condiciones vitales y
analizar sus demandas. Salarios y costo de vida, exigencias laborales sumados a
la preocupación por las perspectivas de un retiro que auguraba un horizonte de
pobreza. Un panorama que habría estado acompañado por un crecimiento de la
criminalidad que multiplicó las exigencias (y las críticas) a la policía. El apartado
analiza una organización dirigida a la mejora de su situación por medio de
acciones concretas para reducir el costo de vida (cooperativas de consumo, planes
de acceso a la vivienda). Las reivindicaciones que pueden ser asociadas a su
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condición de trabajadores, vinieron acompañadas por las demandas de la
regulación de una carrera que rompiera con un sistema de promoción ligado a las
influencias personales y políticas. Sobre mediados de la década de 1920 se
producirá un cambio radical en la estructura policial que culminaría con un nuevo
cuerpo militarizado bajo el nombre de Carabineros de Chile.
El libro de Palma Alvarado representa un avance en la construcción de una
historia social de la policía chilena que ha venido avanzando con trabajos como
los de Vania Cardenas y Cristián Palacios. Estos se insertan a su vez, en los
progresos registrados por la historiografía latinoamericana que pautan la ruptura
con las clásicas historias institucionales.