Tema Central
Red internacional de intelectuales en la prensa afrouruguaya (1933-1948)
Red internacional de intelectuales en la prensa afrouruguaya (1933-1948)
Claves. Revista de Historia, vol. 5, núm. 9, 2019
Universidad de la República
Recepción: 29 Agosto 2019
Aprobación: 15 Noviembre 2019
Resumen: La prensa afrouruguaya registra el intercambio que mantuvo con intelectuales y activistas de diversas áreas. Principalmente vínculos literarios y de afinidad en luchas antirracistas y antifascistas fuera del Uruguay en el periodo 1933-1948, con los cuales configuraron una verdadera red que, entre otros logros, dio mayor sostén a la colectividad afrouruguaya. En este artículo se hará un acercamiento a la misma, por medio de la observación hacia algunas conexiones aparecidas en esta prensa, casi todas incluidas en la revista Nuestra Raza. Los vínculos a revisar, lejos de ser los únicos, son suficientes para ilustrar de qué modo funcionaba esta red en el periodo escogido. Se tratarán las conexiones relacionados con: el caso Scottsboro, Langston Hughes, la edición de Negro. Anthology, de Nancy Cunard, Jean Price-Mars, Pierre Moraviah-Morpeau, Nicolás Guillen y José Villegas Recinos. Asimismo, se hace mención a cuatro reconocimientos honoríficos provenientes del exterior que confirman la buena recepción en el exterior de la prensa afrouruguaya.
Palabras clave: Afrouruguayos, prensa, intelectuales, red.
Abstract: The Afro-Uruguayan press records the exchange it had with intellectuals and activists from various areas. Mainly literary and affinity links in anti-racist and anti-fascist struggles outside of Uruguay in the period 1933-1948, with whom they formed a true network that, among other achievements, gave greater support to the Afro Uruguaian community. In this article we will approach this network by observing some connections that appeared in this press, almost all were included in the magazine Nuestra Raza. The links to review, wich in anycase are the only ones, they are enough to illustrate how this network worked in the chosen period. The following connections will be treated are: the Scottsboro case, Langston Hughes, the edition of Negro. Anthology, by Nancy Cunard, Jean Price-Mars, Pierre Moraviah-Morpeau, Nicolás Guillen y José Villegas Recinos. Additionally, Mention is also made of four honorary awards from abroad that confirm the good reception of the Afro-Uruguayan press abroad.
Keywords: Afro-Uruguayans, press, intellectuals, network.
1. Introducción
La población afrodescendiente ha jugado un papel fundamental en la formación de la nación uruguaya. Desde los tiempos coloniales, primero, con sus aportes culturales y su trabajo –esclavizado y explotado—, pasando por el papel desempeñado en las guerras de independencia, regionales y nacionales, en la consolidación del estado uruguayo, hasta nuestros días con su participación en las diferentes áreas que hacen el país.
Cuando el estado nacional ya estaba consolidado, un grupo de personas de esta población se organizó para tener una prensa con la cual formar una opinión pública propia. Esta prensa se inició en 1872 con el periódico La Conservación, bajo la dirección de Andrés Seco y Marcos Padin y continuó produciendo muchas otras publicaciones hasta llegar a nuestros días con los diferentes soportes de comunicación existentes.[1] Tuvo como antecedentes dos publicaciones afroargentinas de Buenos Aires, La Raza Africana o el Demócrata Negro y El Proletario, ambas de 1858[2], y continuó produciendo en permanente vínculo con la sociedad afroargentina con su amplia producción de publicaciones, conformando desde temprano una verdadera red rioplatense afrodescendiente que, entre sus objetivos primordiales bregó por la defensa de derechos por la igualdad ciudadana ante sociedades excluyentes hacia sus afrodescendientes[3].
La producción de publicaciones es numerosa. Forma parte de las cuatro colectividades afrolatinoamericanas que escribieron periódicos. A saber: Brasil, Argentina, Cuba y Uruguay. Por la cantidad de ejemplares afrouruguayos, desde 1872 hasta 1950—más de 25—,[4] el historiador George Andrews, la ubica en segundo lugar en América Latina, después de Brasil y en el primero, en números relativos –en proporción a la población. (Andrews 2010 20).
Su lectura es invaluable y constituye el corpus más completo sobre el pensamiento afrouruguayo. A partir de ella, es posible extraer datos de distintos tópicos; tales como la conformación y actividades de los diversos colectivos de la comunidad, la literatura y artes afrouruguayas, la producción de todo tipo de ideas y opiniones, sus luchas contra el racismo y el despotismo a nivel nacional e internacional, su conexión con intelectuales de otras partes del mundo.
Sobre este último asunto trata el siguiente artículo. Las personas que de diferentes formas participaron del mundo de publicaciones tuvieron vínculos con intelectuales y activistas, afrodescendientes, o no, fuera del Uruguay configurando una verdadera red, o mejor aún: redes que dieron soporte a la colectividad afrouruguaya ubicada dentro de una sociedad nacional hostil hacia ella. Los vínculos con algunos de estos intelectuales permitieron nuevos espacios de difusión en el plano internacional, en el cual les fue posible intercambiar más allá de los límites de una realidad nacional discriminadora y racista, sus inquietudes y denuncias como colectivo, así como definir un posicionamiento político dentro del contexto mundial.
El acercamiento a las redes permite, sobre todo, entender cuáles eran las líneas que les interesaban y cómo circulaban la información y el conocimiento que intercambiaban con ellos. La muestra se hará tomando como fuentes dichas publicaciones –principalmente la revista Nuestra Raza[5], por ser la que más se involucró en el periodo a estudiar—, en el periodo 1933-1948 y su contexto particular: Uruguay ubicado en torno a la Segunda Guerra Mundial. Por cuestiones de límites metodológicos, de la gran cantidad de vínculos existentes para el periodo, se priorizaron conexiones de ida y vuelta. Es decir, casos en que las personas generaron una comunicación de recepciones y respuestas. Al tener un número de vínculos que fácilmente llegaría a la centena, la selección, deja de afuera los vínculos nacionales y los de América del Sur, los cuales darían para un capítulo o libro completo.[6]
Sobre el tema, el investigador estadunidense George Andrews –antes citado— publicó en 2010 su artículo “Afro-World: African-Diaspora Thought and Practice in Montevideo, Uruguay, 1830-2000”, en el que hace referencia a vínculos de la colectividad afrouruguaya en tanto diáspora africana.[7] Algunos de los casos citados por el investigador estadunidense coinciden con los de este artículo[8]. Su análisis diaspórico toma un periodo de larga duración (1830-2000) y apunta a la identidad del colectivo afrouruguayo desde sus orígenes africanos a lo largo de casi dos siglos hasta la contemporaneidad, lo cual se diferencia en parte con el enfoque de este artículo que, desde las redes intelectuales trabaja con periodos cortos muy pegados al contexto y se detiene en la clase como categoría de análisis para comprender el proceso identitario de la colectividad afrouruguaya en un cruce identitario entre lo racial y la clase, que puede entenderse como interseccional según la definición de Kimberlé Crenshaw en que, dentro de las relaciones de poder, varios sistemas de opresión funcionan al mismo tiempo; por ejemplo, el racismo, el capitalismo, el patriarcado.[9]
Además de Nuestra Raza, también se mencionarán otros periódicos afrouruguayos, que, de algún modo, tienen relación con el tema a tratar en este artículo, tales como: La Propaganda[10], La Verdad[11], La Vanguardia[12], Revista Uruguay[13] y C.I.A.P.E.N.[14], de Montevideo, Opinión[15], de Melo y Rumbos[16], de Rocha.
El campo teórico metodológico se inscribe en la historia intelectual y su sub corriente historiográfica sobre redes intelectuales en América Latina[17], que explican el objeto de estudio: los vínculos de la colectividad afrouruguaya con otros intelectuales a nivel transnacional, dentro de una red que los situó en el activismo político y solidario como afrodescendientes y como obreros, dentro de su contexto.
Se presentan los lazos con: el caso Scottsboro, Langston Hughes, la antología Negro. Anthology, de Nancy Cunard, Nicolás Guillen, José Villegas Recinos, Pierre Moraviah-Morpeau y Jean Price-Mars. Asimismo, se hace mención a cuatro reconocimientos honoríficos provenientes del exterior.
En gran parte, la relación que la comunidad afrouruguaya tuvo con estos contactos se debe a la configuración de una comunidad internacional de africanos y afrodescendientes –y de gente que, sin serlo, apoyó—, que, a partir de los años veinte del siglo pasado, comenzó a operar artística y políticamente.[18] Entre los movimientos más conocidos están: el Panafricanismo, el Renacimiento de Harlem; la Negritud de Aimé Césaire, Léopold Sédar Senghor y Leon Damas; el nacionalismo negro trasnacional de Marcus Garvey; a Frente Negra Brasilera, el marxismo negro de Harry Haywood; C.L.R. James, W.E.B. Du Bois, entre otros, conocidos también como el surgimiento del “Nuevo Negro” mencionado por Andrews como clave para entender este proceso.[19]
La red en su aspecto afrodescendiente puede ser entendida como lo que el filósofo camerunés Achille Mbembe llama comunidad racial –consecuencia de la diáspora africana—, la cual funciona como una forma de recuperación de las identidades ancestrales que les fueron negadas a los millones de personas secuestradas de los cientos de etnias del continente africano y a sus descendientes inaugurando en su lugar una especie de gran hermandad en la cual la idea de raza[20] no como una imposición biopolítica, sino como una matriz de lazos identitarios, los une.[21]
2. Contexto histórico y político
La coyuntura mundial atravesaba uno de los momentos más convulsionados de la historia mundial: gobiernos totalitarios en Europa y América Latina, la Guerra Civil Española, la invasión a Etiopía y la inmensa tragedia humana que fue la Segunda Guerra Mundial por los avances fascistas y nazistas.
En el Uruguay, como en el resto de América Latina, las distintas organizaciones y movimientos sociales se vieron afectados e interpelados a participar y tomar posición. El país vivía un clima represivo bajo la dictadura de Gabriel Terra en la década de los treinta y el colectivo afrouruguayo no estuvo nunca ajeno. Las personas del entorno de las publicaciones, rechazaron por unanimidad el totalitarismo en Europa y el local, e hicieron énfasis en la denuncia a la invasión a Etiopía[22] por parte de Mussolini manifestando su total apoyo a la resistencia del pueblo etíope y su rey Haile Selassie. Asimismo, se dio el momento de mayor comunicación con personas y organizaciones afrodescendientes a nivel nacional e internacional que, asimismo, luchaban contra el imperialismo y el fascismo, generando una verdadera red en la que una gran comunidad racial cobró vida.[23]
En este contexto los colectivos de lucha afrodescendientes y africanos reflexionaron sobre diversos puntos que los interpelaban en tanto negros y definiendo posicionamientos políticos abiertamente declarados. Por este camino, hay coincidencias notables en varios puntos de los discursos afrouruguayos a la hora de pensarse a sí mismos con los de sus pares de Afrolatinoamérica[24] y de los movimientos Negros de Estados Unidos, lo cual da cuenta de una conciencia histórica de negritud a nivel mundo, de esa comunidad racial a la que se refiere Mbembe y a la diáspora que menciona Andrews. Conciencia que toca varios temas: las raíces africanas, la recuperación de la historia, la defensa de sus derechos, la lucha contra el racismo en sus respectivos países y en el mundo, contra el fascismo, el nazismo y el imperialismo.
Entre las ideas que circularon se pensó la raza en su relación con la clase. El racismo hacia el afrodescendiente ¿era por su situación social de pobre o por un prejuicio hacia el aspecto físico o cultural del negro? ¿Por qué un negro debía ser antifascista? Estas interrogantes estuvieron presentes en las reflexiones de la comunidad afrouruguaya a la par de las distintas acciones emprendidas contra la exclusión, la discriminación, el prejuicio, el racismo y el despotismo.
La colectividad a que se hace referencia fue organizada por mujeres y hombres de los cuales algunos tuvieron un papel de líderes e intelectuales.[25] En este sentido vale la inquietud de Andrews en Afro World, que se cuestiona qué tanto las personas que produjeron los periódicos coincidieron en sus ideas con el resto de la población afrouruguaya. (Andrews 2010 106). En este artículo se hace referencia al colectivo como aquella parte de la población afrouruguaya que se organizó y asumió políticamente su identificación, a pesar de que entre sus miembros no tenían las mismas opiniones o líneas ideológicas.
3. El caso Scottsboro
Desde el número uno –agosto de 1933—, Nuestra Raza contaba con un equipo de redactores amplio: Ventura y Pilar Barrios, Tulio Gutiérrez, Elemo Cabral, Sandalio Gutiérrez, Feliciano A. Barrios, Carlos Cardozo Ferreira, que aumentó a medida que avanzaron. En ese mismo número se incluyó una noticia sobre el caso de Scottsboro: “Scottsboro. La lucha de razas”[26], de la autoría de un autor que firma V (¿Ventura Barrios?). A partir de este caso, de repercusión mundial, los redactores de la revista se involucraron en varias acciones, opiniones y reflexiones.
En Alabama nueve jóvenes afroamericanos, dos de ellos menores de edad fueron acusados de intento de violación a dos jóvenes “blancas” y condenados a muerte. Las organizaciones gremiales en Estados Unidos, en Uruguay y en el mundo entero protestaron en bloque. En el Uruguay, distintas organizaciones se pronunciaron en contra de la acusación y, a partir de la iniciativa de la colectividad afrouruguaya, se formó un comité de apoyo a los nueve jóvenes. Una adhesión importante fue la del Sindicato Gráfico, al que pertenecían tres integrantes del equipo de Nuestra Raza.[27] Decía El Obrero Gráfico, portavoz del sindicato, que el caso tenía similitud con el de los “camaradas” Sacco y Vanzetti[28]. Para el órgano sindical el problema era de clase, sin embargo, reconocía el racismo. La colectividad por medio de la publicación Nuestra Raza también razonaba el conflicto en tanto negros y en tanto obreros; la identificación era con ambas dimensiones.[29]
El Comité Scottsboro del Uruguay fue creado por la colectividad en mayo de 1934, nucleó a gente de “todas las tendencias”. Su actividad consistió en varias acciones. Entre ellas, la realización de actos, edición de folletos, una conferencia en la calle con volanteadas para explicarle el conflicto a la gente y una carta al presidente de los Estados Unidos firmada por “100 intelectuales”[30], en la que se exige la liberación de los jóvenes:[31]
Las publicaciones afrouruguayas desde siempre habían condenado el racismo en los Estados Unidos y se habían horrorizado con los linchamientos, lo cual probaba el grado de antidemocracia que tenía el país del norte. Por otra parte –y sobre todo en La Vanguardia— habían condenado rotundamente el imperialismo “yankee” y sus invasiones en países latinoamericanos, imperialismo que asociaban al racismo como dos variables del mismo sistema de opresión.
4. Negro. Anthology, de Nancy Cunard
La amplia obra de casi 900 páginas Negro. Antholgoy, editada por la escritora inglesa Nancy Cunard, publicó una serie de artículos y objetos gráficos, muchos de ellos inéditos, de la comunidad internacional de africanos y afrodescendientes con textos sobre diversos temas, música, historia, militancia, antropología, lucha racial, etcétera, que incluía autores del mundo entero, algunos reconocidos como Booker Washington, Langston Hughes, Nancy Cunard, Nicolás Guillén, Jacques Roumain, W.E.B. Du Bois, Mario de Andrade y otros que llegaban por primera vez a la edición. La antología de Cunard es una obra fundante en la producción diaspórica africana y afrodescendiente, además de su importancia en tanto texto de denuncia.
En esta antología de vanguardia aparecieron artículos –traducidos al inglés de tres escritores uruguayos que formaban parte del mundo de la prensa afrouruguaya. Dos de la autoría de los afrouruguayos Elemo Cabral y Marcelino Bottaro. “La raza negra en el Uruguay”, del primero y “Candombes y rituales” del segundo. Ambos textos aparecen en la sección “West Indies and South America”. Asimismo, del investigador uruguayo Pereda Valdés se presentan tres textos: “The Negroes in Brazil” (“Los negros en Brasil”), en la sección de América del Sur; “A Note on Blues”, en la sección sobre música de los Estados Unidos; y en el capítulo de poesía: “Song of de Washboard” (“Canto de las lavanderas”).
Interesante es esta inclusión del Uruguay, que aparece junto a varios países caribeños y a Brasil ante la ausencia de países latinoamericanos de mayor densidad afrodescendiente como Colombia, Venezuela o Panamá, por ejemplo. O, que, de la inmensidad del Brasil y sus fuertes componentes afrodescendientes, solo aparezcan tres artículos en su sección, de los cuales uno fue escrito por el uruguayo Pereda Valdés, quien dada su participación con tres textos a la antología revela el interés del investigador por temáticas afrodescendientes.
Nuestra Raza anunciaba la aparición de Negro y la inclusión de los aportes de sus tres colegas:
“Una Antología sobre la raza negra.
Los tres escritores formaban parte de la producción de la prensa de afrodescendientes en el Uruguay. Marcelino Bottaro había comenzado en La Propaganda de su segunda época (1911-1912), Elemo Cabral desde la misma y también con La Verdad (1911-1914) y, luego, en La Vanguardia. Para ese momento, ambos colaboraban en Nuestra Raza y Cabral, además, lo hacía con otras publicaciones afrouruguayas. A su vez, Pereda Valdés colaboraba con la revista y con las actividades intelectuales del colectivo.[34]
Esta inclusión de la colectividad afrouruguaya en Negro se debe en gran parte al trabajo de sus escritores, pero, evidentemente, al del tacuaremboense Pereda Valdés y su esfuerzo por conectar al colectivo dentro de la comunidad racial internacional, trabajo que venía haciendo desde su relación con Salvador Betervide y el periódico La Vanguardia (1928-1929). [35]
5. Langston Hughes
Digno de mención es la presencia del escritor y activista Langston Hughes.[36] Entre los escritores contemporáneos del colectivo, es el afroestadunidense más veces mencionado y, seguramente junto con Booker Washington, el más admirado de los escritores de ese país. (Andrews 2010 99-100). Fue también quien mereció del poeta, fundador y colaborador de Nuestra Raza, Pilar Barrios, un poema en su honor: “Voces”. En determinado momento, la admiración por el poeta se convierte en un intercambio real entre la revista y él, desde la militancia.
En enero de 1935, en el mismo número dieciocho, Nuestra Raza publica dos cartas de Hughes: una para la revista y otra para Pereda Valdés. La primera, pidiendo apoyo para la liberación del escritor haitiano Jacques Roumain en prisión bajo la presidencia de Sténio Vincent y la otra, una epístola personal, muy interesante, que incluye detalles sobre las redes de la comunidad internacional.
Nuestra Raza se adhiere, así, por la vía de Hughes, al apoyo por la liberación de Roumain “hermano en el color”, en prisión –su segundo encarcelamiento— e, indirectamente, se conecta con activistas del mundo entero.
“Jacques Romain, poeta y novelista de color, y uno de los mejores escritores actuales de Haití, acaba de ser sentenciando en Port-au-Prince, Haití a dos años de cárcel por haber circulado allí una revista francesa de liberación negra titulada “Cri des Negros” [sic][37] (…) Es uno de los pocos haitianos que perteneciendo a la más alta clase social; comprende y se compadece de la situación de sus paisanos oprimidos en aquella isla que constituye su patria, y que ha tratado de escribir sobre la situación de aquéllos, y de mejorar la triste condición del 90 por ciento del pueblo haitiano, explotado por los grandes monopolios de café y por las manipulaciones de la finanza extranjera.
El autor de “Yo también soy América” y “Hermano en el color”, habla en nombre de una hermandad racial que no es esencialista. Es decir, no apela a una negritud ontológica, sino histórica, social y clasista. Al mismo tiempo revela su capacidad organizativa al lograr coordinar acciones a nivel internacional. Como lo afirma Andrews, su postura política, así como la del poeta Nicolás Guillén, comunistas prosoviéticos, es cercana a la línea política de Nuestra Raza que defendió causas comunes.
La otra carta de Hughes revela las otras dos conexiones mencionadas anteriormente, el caso Scottsboro y la antología Negro, de Cunard. Asimismo, puede verse una nueva e importante dimensión de la conexión: el conocimiento que Hughes posee del trabajo del colectivo afrouruguayo, de su creación del comité de apoyo a los nueve jóvenes de Scottsboro y del trabajo de Elemo Cabral, lo cual debió haber sido un motivo de gran satisfacción para Cabral.
Algunos meses después, Nuestra Raza comenta que cada vez le llegan más informes de la gente que se adhiere al movimiento por la libertad de Roumain, iniciado por el poeta afroestadunidense: “Es reconfortante ver como los intelectuales han respondido al llamado del escritor Lawston Hughes, –patrocinador de esta cruzada en pro de la libertad de pensamiento – reivindicando asi, los derechos inalienables del altivo poeta negro”.[40]
Más adelante el intercambio con Hughes viene de la pluma del poeta, fundador y colaborador de Nuestra Raza, Pilar Barrios, quien le dedicó al poeta el poema “Voces”, elocuente en el sentimiento que implica pertenecer a la comunidad negra, hermanada y en lucha. Barrios no deja de lado tampoco el cruce raza y clase que caracteriza el pensamiento del colectivo afrouruguayo y con el que Hughes también empatizaba.
“Langston Hughes hermano:
hermano de raza
y también por ser hombre y humano,
mi admiración te alcanza
yo quiero que a tu voz, de por sí ya vibrante,
que jinete en un potro
rebelde y piafante
recorre la tierra,
se unan cientos, millares de voces
de modo que adquiera
proporciones de vientos veloces,
de tal ímpetu y fuerza
que sean como el eco, la vibrante y sonora estridencia
de un clarín gigantesco.
Voces claras, voces amplias,
Voces briosas, encendidas
que se eleven y se esparzan.
Voces firmes, sostenidas
(…)
Id luchador incansable,
Generoso trota mundos
De la tierra
Y de los mares,
Sobre tu potro rebelde
Designando tus cantares.
Que tu voz ardiente y férrea
Demarcadora de rumbos,
Sepa que en estos lugares y en este rincón de América
Que baña el río de la Plata,
Hay conscientes multitudes
Y voces que se levantan,
Y anhelos, ansias, e inquietudes
Y conciencia proletaria”[41]
La conexión de Nuestra Raza con Hughes continuó y, en diciembre de 1946, el autor de “Yo también soy América” toma uno de sus poemas “El arado de la libertad” y lo envía a la revista con una dedicatoria. Así lo publicaba Nuestra Raza: “Por gentileza del Sr. Canziani hemos tenido el placer de recibir desde Boston (Estados Unidos) un poema de Langston Hughes dedicado ‘sinceramente para NUESTRA RAZA, a 8 de diciembre de 1946’”.[42] El poema fue traducido por Celia F. de Britos, simpatizante de Nuestra Raza y publicado en dos números.
De pronto, tomando solo los intercambios con Hughes ya es posible entender en qué consistía esta red internacional. Varios lazos quedan en evidencia: Hughes, de Estados Unidos, Roumain, de Haití, Cunard, de Inglaterra, Nuestra Raza, de Uruguay, Pereda Valdés un activo participante no afrodescendiente. No deben quedar de afuera los datos sobre la red que son conocidos a partir de la prisión de Roumain, que fue preso por circular una revista editada en París por trabajadores africanos, fundada por un senegalés: Tiemoko Garan Kouyaté.
6. Jean Price Mars
Desde Haití, la aparición de haitianos en la red, además de la presencia indirecta de Jacques Roumain, ya visto, estuvo marcada por otras figuras que lo hicieron de forma directa. Son los casos de Jean Price Mar y Pierre Moraviah Morpeau.
Del primero, Jean Price-Mars, se publicó en Nuestra Raza una carta para Pereda Valdés. Price-Mars, reconocido intelectual, defensor del indigenismo haitiano[43], luchador contra la invasión estadunidense en Haití y autor de la importante obra Ainsi parla l’oncle (Así habla el tío) expresa su sorpresa al conocer la existencia de la colectividad afrouruguaya, de la cual tuvo conocimiento a partir de los libros de Pereda Valdés, que el mismo autor le envió.
Price-Mars es otro autor que, descartando los esencialismos negros, aplaude el estudio de lo racial como un fenómeno histórico relacionado con la clase. Este punto del autor uruguayo, le atrae: “Habéis situado la cuestión sobre el plano de las clases descartando la noción desconcertante de raza que fascina a los etnólogos. Este punto de vista ilumina el problema con una luz nueva”.[45]
7. Pierre Moraviah Morpeau
El otro escritor haitiano que se conectó con la revista fue el sociólogo y comunicador radial Pierre Moraviah Morpeau, entusiasta activista latinoamericanista, quien se tornó colaborador de Nuestra Raza. Escribió varias veces demostrando su conocimiento de la historia uruguaya y de las problemáticas del colectivo afrouruguayo del momento, lo cual aprendía en gran parte gracias a la lectura de la publicación. La vía de conexión fue por medio del poeta salvadoreño José Villegas Recinos, de quien se hará referencia más adelante, quien, sin ser afrodescendiente, se había convertido en colaborador de la revista Nuestra Raza, desde El Salvador.
El sociólogo haitiano había viajado por América Latina y tenía una audición de radio cultural en Haití en la cual presentó a su audiencia la noticia de la existencia de la comunidad afrouruguaya y algo de su historia.
El sociólogo cerraba su carta con un mensaje de hermandad a “nuestra raza” con los “negros” del Uruguay en el que saludaba también a la comunidad afro de la ciudad de Melo y la publicación Orientación.
La publicación afrouruguaya Orientación (1941-1944) venía luchando por ponerle a una de las calles de la ciudad de Melo, el nombre de Ansina, combatiente de los ejércitos de José Artigas y símbolo de héroe afrouruguayo, por excelencia[48]. Esta iniciativa que ni siquiera la conocía gran parte de la población nacional, la estaba difundiendo un haitiano en una radio de Puerto Príncipe a su audiencia.
Moraviah recibía la revista en Puerto Príncipe y por su emisora daba a conocer algunas de las noticias que le parecían interesantes. Envió un total de seis cartas a Nuestra Raza en las que reiteraba su simpatía y conocimiento de las actividades principales y de la historia de los afrouruguayos, y, a su vez, comentaba algunos aspectos de la historia haitiana poniendo siempre en alto el nombre de Jean-Jacques Dessalines.
Fue a partir de Moraviah que algunos núcleos y personas en Haití conocieron el trabajo del colectivo afrouruguayo y sus publicaciones, así como por su medio llegó información del país caribeño. Por ejemplo, en la portada del número 156 aparece un dibujo de la Ciudadela de Laferriére, de Abel Guadalupe con un epígrafe que realza el papel heroico del pueblo haitiano.
En honor a ello, desde Haití, se distingue al director de la revista Nuestra Raza (no se especifica si es Ventura Barrios o Elemo Cabral o es un honor para compartir entre ambos) con un reconocimiento especial de la publicación Guardia de Honor del Libertador:
Como puede apreciarse, la sorpresa es ver el nombre de Ansina al lado de los conocidos Libertadores, algo solamente posible en el intercambio de información de ambas partes.
Al mismo tiempo, se acompaña la noticia con una carta del propio Pierre Moraviah quien felicita al colectivo afrouruguayo. Puede verse una visión latinoamericanista que desde “el continente Indo-afroamericano”, como, en ocasiones lo llama incluye a Ansina dentro de “los negros partidarios de la libertad” que “forjaron la América y merecen ser honrados en una República Negra”:
De destaque es su posición desde la negritud haitiana enfatizada en que Haití, el único país latinoamericano que definió su identidad nacional racialmente como “negra” también es el único país que afirma su memoria de libertad con el símbolo de la negritud que desde la esclavitud tumbó al colonialismo francés. De esta lectura, la perspectiva de Moraviah, a diferencia de Price-Mars o Hughes no toca el tema de la clase, sino que va más por una línea de defensa a los nacionalismos desde una perspectiva latinoamericanista.
Quizá en gran parte por esta relación con Moraviah, Nuestra Raza publicó varias notas interesantes sobre Haití, sobre su historia, su arte, sus personajes. Más de una vez incluyó noticias e imágenes del destacado pintor G. Ramponeau, autor de “La vendedora de cocos”, del cual cubrió la nota de su exposición primero en Nueva York en 1938 y, luego, la de uno de sus cuadros, en Montevideo en 1941. Se observa que en la mención reiterada hacia Haití y su historia hay un enfoque histórico diferente al de la historiografía uruguaya que no tiene interés en conocer la historia haitiana.
También el destaque a la figura de Jacques Roumain es una apropiación del colectivo en sintonía con las redes a las que están vinculados. A dos años de la muerte del intelectual haitiano, el escritor afrouruguayo Julio Guadalupe hizo una extensa nota radial que fue publicada en Nuestra Raza. Para Guadalupe el desconocimiento que en el Río de la Plata se tenía de este “coloso” se derivaba de los pocos intercambios “interamericanos”.[51]
8. José Villegas Recinos
Desde la literatura y sin ser afrodescendiente, José Villegas Recinos –así como lo hicieron varios mujeres y hombres que colaboraban con las publicaciones generalmente con trabajo inéditos—, mostró un gusto especial por temas relacionados con la comunidad. Se conectó por primera vez en julio de 1941 por medio de una carta en la cual presenta su interés en colaborar con la revista: “Estoy con Vds. y deseo colaborar en la revista que defiende los ideales de la raza pujante que dio en la antiquedad [sic] hombres de eximia sabiduría”[52]. Dice, además, que, a pesar de su “ascendencia blanca”, es partidario de la unidad americana, en la cual deben fraternizar “todas las razas”.[53]
Nuestra Raza publicó veintidós trabajos de Villegas Recinos, una carta, un fragmento de carta, un anuncio sobre la nueva publicación de uno de sus libros y dos referencias indirectas sobre él, a partir de otro colaborador, el ya mencionado haitiano Pierre Moraviah Morpeau.
De esos trabajos, uno es un cuento y los demás son poemas. Con relación a la temática, tanto el cuento como ocho de los poemas están relacionados con afrodescendientes, lo cual revela que no era solo apoyo, sino un gusto especial por estas culturas. En una de las cartas que envió, Villegas Recinos dice que él en la escuela donde daba clases, compartía la revista con la biblioteca y era leída por sus alumnos.
El poeta salvadoreño terminaba su carta con los saludos para todos los “demás colaboradores”, en una evidente inclusión de su papel de colaborador, y firmaba como en sus poemas “José Villegas Recinos, Sonsonate, El Salvador”.
9. Nicolás Guillén
Un contacto que marcó definitivamente al colectivo afrouruguayo fue un representante de la comunidad afrocubana, el gran poeta y activista Nicolás Guillén, quien, además de la lectura y difusión de sus poemas por los integrantes de la prensa afrouruguaya, compartió personalmente intercambios con el colectivo, en sus visitas al Uruguay durante el año 1947, como parte de su gira por Sudamérica iniciada en 1945. [55]
Cuando el poeta del son arribó por primera vez a Montevideo, nadie se esperaba que recorrería medio Uruguay, ni que ganaría a la quiniela.[56] Para la época que visitó el país, Guillén ya era Guillén. Verdadero embajador de la cultura cubana y combatiente antifascista, autor de cientos de poemas, de libros, de artículos para diarios y revistas, conferencias, había adquirido una fama notable. Un variado perfil identitario: poeta, cubano, negro/mulato y comunista lo acercaba a diferentes grupos. Por eso, en su agenda hubo reuniones con distintos sectores de la intelectualidad uruguaya, eventos en el Ateneo, la Universidad, la Biblioteca Nacional, participación del acto del 1° de Mayo, charlas en el interior del país (San José, Fray Bentos, Mercedes, Paysandú, Salto, Durazno, Minas, Treinta y Tres) en sindicatos, liceos, centros culturales, etcétera,[57] y los encuentros con el colectivo afrouruguayo, que ansiosamente lo esperaba y para ello se venía organizando desde un año antes.
Aunque de la relación que tuvo con el colectivo hay poca información de los medios, son de destaque las dejadas por la prensa de la colectividad en las revistas Uruguay y Nuestra Raza –que le dedicó un número completo[58]—, y el relato que treintaicinco años más tarde dejó Guillén en Páginas Vueltas, obra donde selecciona experiencias de su vida; entre ellas, el impacto que le dejó este encuentro.
Lo acogieron con admiración y verdadero afecto, como un hermano muy grande. Ceferino Nieres lamentaba que, a su llegada a Montevideo, en el recorrido que le hicieron por la ciudad, ninguna persona de la “raza” estuvo ahí para acompañarlo: “Los blancos fueron los primeros que acompañaron a Guillén a visitar los barrios montevideanos, donde él, aunque huérfano de la compañía de uno de su raza, nos defiende donde quiera con su estirpe de intelectual y su prestancia de hombre de bien”.[59]
Entre las actividades que compartió con el colectivo afrouruguayo en Montevideo, hubo dos eventos en el C.I.A.P.E.N. (Círculo de Intelectuales, Autores, Escritores y Periodistas Negros), una reunión en casa de la poeta Virginia Brindis de Salas y una exposición del pintor Ramón Pereyra.
En el C.I.A.P.E.N. se le hizo una gran recepción el 6 de marzo en una reunión artística de música y poesía celebrada en el “clásico sótano de la calle Joaquín de Salterain”, que contó con la participación de varios artistas afrouruguayos como los músicos Pedro Ferreira, la recitadora Renée Lys, actores del Teatro Negro, Juan Dermas y Tifón Macedo y los poetas Virginia Brindis de Salas, Cledia N. de Zeballos, Pilar Barrios y José Roberto Suárez, además del artista afrobrasilero, Balduino de Oliveira.[60]
El segundo evento de C.I.A.P.E.N. fue en junio y tuvo dos conmemoraciones: la despedida de Guillén y los quince años de la revista Nuestra Raza. En el mismo se le hizo entrega al poeta del ejemplar recién publicado de El son entero con las dedicatorias de varias intelectuales afrouruguayos.[61]
La recepción en la casa de Virginia Brindis de Salas, el 20 de febrero, contó con “destacadas figuras intelectuales sociales”.[62] Guillén dejó constancia de esta reunión en Páginas Vueltas: “Con una gentileza no exenta de ingenuidad y ternura me ofreció una pequeña recepción en su casa, que en realidad me emocionó”.[63]
En su paso por la ciudad de San José, el poeta cubano visitó el Centro Eloy Santos,[64] el 28 de febrero, donde dictó la conferencia ya dada en Chile: “Un poeta esclavo: Juan Francisco Manzano”.[65]
La exposición del pintor afrouruguayo Ramón Pereira tuvo la suerte de contar con la presencia de Guillén en su inauguración, realizada el 13 de mayo en el Club de Empleados Bancarios, en la que el autor de Sóngoro Cosongo recitó algunos de sus poemas.[66] Sobre Pereyra, dirá Guillen algunas décadas después: “Conocí a un joven negro de indudable talento plástico (era pintor), pero no pudo pasar jamás de mandadero en una institución bancaria. Se llamaba Ramón Pereira, era modesto y puro, y murió muy joven, poco después de una exposición en que yo hablé.[67]
La participación de Guillén fue decisiva y el autor demostrando una gran energía e interés al participar de varias actividades con el colectivo, además de sus conferencias, información sobre la situación de otros colectivos en Cuba, de la historia de los afrocubanos, de su poesía, de estos encuentros, se rescatan dos puntos de peso. Por un lado, recobró fuerza la idea de una confederación “negra”, que ya había sido propuesta en 1941 para lograrla a nivel nacional y que, César Techera el director del periódico Rumbos, de Rocha, proponía para la región. [68] Ahora en las reuniones e intercambios con Guillén, el militante, se pensó en una confederación continental afrodescendiente, al ejemplo de la cubana, que como recuerda Andrews, tenía sus orígenes en la Confederación organizada por el afrocubano y revolucionario Juan Gualberto Gómez, a fines del siglo XIX.[69]
Por otra parte, la percepción que tuvo Guillén sobre el colectivo fue un aporte importante para la autopercepción de dicho colectivo. Vale la pena citarlo, sobre todo por la vigencia del comentario:
Más adelante observa que las personas de la colectividad que conoció le insistieron sobre la imposibilidad de sus miembros a la ascensión a altos puestos: “Sería absolutamente absurdo pensar que un negro puede ser senador, verbigracia, jefe de negociado, en un ministro, alto jefe en el ejército, funcionario de un municipio, embajador, en fin. Durante mis días uruguayos se me habló con insistencia por parte de los mismos negros”.[71]
Y, aunque el poeta dijo no saber cuál era la solución, sugirió claramente el camino: “Soy incapaz de aconsejar a la población negra uruguaya acerca de cuál debe ser el carácter de su lucha, cómo debe comportarse ante su destino, como debe luchar contra sus enemigos solapados, que hoy lo explotan, lo desprecian y lo marginan”.[72] Y más adelante: “Por supuesto que no voy a caerme yo de un nido y fingir desconocimiento de las verdaderas raíces de este problema. Yo estoy seguro de que el movimiento revolucionario que crece por día en el mundo, alcanzará sin duda, no solo en el Uruguay, sino también a los países que se encuentran en la misma situación”.[73]
10. Reconocimientos del exterior
Las últimas referencias que se citarán de la red internacional son cuatro reconocimientos de organizaciones extranjeras. Uno hacia la publicación Rumbos, de la ciudad de Rocha, dos a la revista Nuestra Raza y uno para Democracia, de Rocha.
Iris
Nuestra Raza, además de recibir también el diploma de la Biblioteca de Avellaneda en 1940, recibió en agosto de 1942, otro, proveniente de Matanzas, Cuba.
El diploma otorgado por la biblioteca de Matanzas fue carátula del número 111 de Nuestra Raza:
Por su parte, Eusebio Villalba, director del periódico Democracia de Rocha recibió del Comité Cultural Argentino, en noviembre de 1945, la designación de Miembro de Honor de dicho comité por indicación del escritor Félix Real Torralba, de la Editorial Atlántida, quienes “conocedores de los preclaros valores intelectuales que honran y prestigian su nombre (…) ha decidido este Directorio proclamarle a usted MIEMBRO DE HONOR y en breve le será expedido el correspondiente Diploma”.[75]
11. Algunas conclusiones
A partir de esta muestra se observa que las redes en las que la colectividad estuvo involucrada le permitieron participar de actividades y de acceso a conocimientos e informaciones que no obtenían en su espacio nacional. A su vez, incluyó, a personas que sin ser afrodescendientes se adhirieron a sus causas intercambiando opiniones que, desde sus lugares también coincidían con las ideas de muchos afrouruguayos; lo cual da cuenta de un juego de intereses e identificaciones, complejo, que no solamente tuvo identificación con lo racial, sino con variables como la clase, o el combate a los totalitarismos o al imperialismo, o la adhesión al latinoamericanismo. Fueron los casos de Ildefonso Pereda Valdés, Nancy Cunard o José Villegas Recinos, por ejemplo, que, sin ser afrodescendientes, se convirtieron en claves conectores de redes aportando a la diáspora sus propios circuitos de otras identificaciones que colocan a la diáspora en el juego de la interseccionalidad, en que varios sistemas de opresión funcionan al mismo tiempo: en los casos expuestos, por el clasismo y el racismo. La colectividad afrouruguaya, principalmente en torno a Nuestra Raza participó, así, en varias luchas a la vez que implicaban el combate al racismo, al capitalismo, al fascismo, al colonialismo, al nazismo, al franquismo y al imperialismo.
Queda, asimismo, de relieve, la importancia de acceder al conocimiento producido por grupos subalternos y sus enfoques desde la posición que ocupan. Para los productores de la prensa afrouruguaya las teorías surgen de la realidad que viven como sujetos racializados compartida con sus pares por el mundo y su objeto de estudio son ellos mismos desde su propia perspectiva.
El contexto de la Segunda Guerra mundial es nuclear para entender las acciones emprendidas. La comunidad afrodescendiente internacional durante este periodo dio frutos a lo largo del mundo y fue imparable la circulación de noticias, datos, información, opiniones, sentimientos, conocimiento y activismo, organizados en una red que no paraba de crecer por medio del trabajo de sus miembros. En este sentido, es relevante el conjunto de ideas que surgieron a partir de los intercambios intelectuales con gente de otras latitudes al pensar la problemática racial y su relación con otras variables como la clase o con el posicionamiento político contra el fascismo, contrario al universalismo que practicaban.
Todo lo cual demostraba que el trabajo que venían haciendo desde fines del siglo XIX cuando se fundó La Conservación no había sido una quimera de un simple colectivo de un pequeño país, sino la respuesta lógica a una violencia histórica que los unía a una comunidad inmensa que, a su vez, buscaba respuestas para su condición de exclusión en sus respectivas sociedades. ♦
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Notas