«si alguna vez América Latina decidiera
unirse para promover su independencia
económica efectiva y la sociedad más
justa a que todos aspiramos, sólo
naciones por completo soberanas y
conscientes del principio de la
autodeterminación de los pueblos, serían
capaces de dar ese paso. Es volver,
entonces sí, a un
auténtico artiguismo. La
soberanía particular de los pueblos,
como objeto único de la Revolución para
proceder luego a su integración.»
(¿Independencia, anexión, integración?, p. 135)
«En resumen, la nación oriental
pudo
haber comenzado a nacer en 1813,
pero lo que nacía en 1813 pudo haber
sido
también un
localismo
sólo
con sabor
a nación, como terminó siendo el de las
provincias de la actual Argentina antes
de 1860. Lo que es menos opinable es
que en ese embrión de nación de 1813
ya germinaban los principios de la
democracia
política
que
luego
marcarían
nuestro
orgullo
nacional.»
(Respuesta a la Comisión de Educación y Cultura del
Senado sobre proyecto de revisión de feriados
nacionales, en José Pedro Barrán. Epílogos y legados,
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental,
2010, p. 125)
Las reflexiones de José Pedro Barrán sobre la figura de José Artigas, la
independencia frente a Brasil o la formación del sentimiento nacional,
aunque no constituyeron el núcleo de su labor historiográfica, trazaron
caminos para enriquecer la comprensión del proceso de conformación
del Uruguay. Con matices o énfasis distintos, a lo largo de su
trayectoria Barrán fue afirmando sus ideas sobre el proceso de
independencia y la formación de la nación.
Abordó estos temas, principalmente, en Bases económicas de la
Revolución Artiguista, su primer libro con Benjamín Nahum (1a. ed. en
1964), en la introducción al folleto «¿Independencia, anexión,
integración?» publicado en la colección Enciclopedia Uruguaya en
1968 y en su artículo «La independencia y el miedo a la revolución
social en 1825» editado en el semanario Brecha (11/10/1985) y en la
Revista de la Biblioteca Nacional (1986). También aportó el
relevamiento de los informes del primer cónsul británico en
Montevideo, Thomas Samuel Hood publicados en 1999, a través de los
cuales se aprecia el itinerario cambiante de las ideas independentistas
en la década de 1820.
Barrán reconoce una fuerte influencia del nacionalismo de Juan Pivel
Devoto, a la vez que incorpora una aproximación desde «lo social»,
que permite percibir la complejidad del proceso. En forma resumida,
Barrán considera que más que la reconstrucción de una «patria
grande», cuya existencia previa era discutible, el federalismo artiguista
debe ser leído en clave de justicia interregional y americanismo:
fortalecer «las soberanías particulares de los pueblos» y promover la
unión de esos pueblos sobre la base de la igualdad. Respecto a la
década de 1820, Barrán identifica en el bando «patriota» la existencia
de un partido «independentista» de base popular, y en ese sentido
presumiblemente mayoritario, así como otro, integrado por las elites
urbanas, que postulaba la unión a las Provincias Unidas del Río de la
Plata como garantía del orden y la estabilidad. El desarrollo de la
guerra, los cambios en la correlación de fuerzas en las Provincias
Unidas, «las ambiciones de los estancieros porteños por las tierras
orientales» y la mediación británica condujeron a «otro realineamiento
de fuerzas sociales y políticas» en 1828 y «todos terminaron apoyando
la independencia absoluta, transformada por esas nuevas
circunstancias, en garantía de estabilidad y control por los orientales
de su propia riqueza» («La independencia y el miedo…», p. 76). La
creación de un Estado independiente era uno de los futuros posibles; el
Estado surgió antes que la nación, que se fue forjando a lo largo del
siglo XIX y comienzos del siglo XX.
De izquierda a derecha: Bandera de los 33 Orientales, 1946. Placa 1038,
Museo Histórico Nacional.
Guillermo Rodríguez (1889-1959).
Escena del Éxodo del Pueblo Oriental, alrededor de 1923. Museo Histórico
Nacional, Montevideo.