CLAVES. REVISTA DE HISTORIA
VOL. 11, N.° 20 ENERO JUNIO 2025
ISSN 2393-6584 - MONTEVIDEO, URUGUAY
SECCIÓN FOROS Y EVENTOS
José Pedro Barrán (1934-2009)
La Historia como hazaña por la libertad
Su vida y obra en muestra producida por la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Con la presencia de su esposa Alicia Casas de Barrán y de su hijo Pedro y
familia, el 11 de noviembre de 2024 se inauguró en el hall del piso de la FHCE-
Udelar una exposición sobre José Pedro Barrán, docente e investigador en esta
institución por más de dos décadas. La exhibición recorre los principales aportes
de su producción historiográfica referida a una amplia variedad de temas y
períodos de la historia de Uruguay, abordados con perspectivas innovadoras que
abrieron nuevos campos de estudio y conservan plena vigencia hasta el presente.
En reconocimiento a esa destacada trayectoria y a sus valiosas
contribuciones y enseñanzas,
Claves. Revista de Historia
reproduce los contenidos de la
muestra en esta sección de eventos
(en dos partes), como forma de
hacer llegar a sus lectores destellos
ilustrativos de la trascendencia de
su
legado
en
la
historiografía
uruguaya y regional.
Imágenes: La Prof. Ana Frega con
familiares de José P. Barrán y Alicia
Casas de Barrán. (UCE/FHCE)
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA
La
historia
como
hazaña
por
la
libertad
La
historia
como
hazaña
por
la
libertad
José Pedro Barrán Montaldo nació en Fray Bentos el 26 de febrero de 1934. Su
infancia transcurrió en una estancia rural en Paysandú, donde vivió hasta los
ocho años, cuando se mudó con su familia a Montevideo. Al igual que su
hermana Teresa recibió formación católica, aunque fue agnóstico la mayor parte
de su vida. Provenía de una familia acomodada, pero los problemas económicos
lo llevaron a trabajar como cadete de oficina en una empresa belga desde los 15
años. Cursó primaria en la escuela República Argentina, secundaria en el liceo
Zorrilla y preparatorios en el liceo nocturno, donde por primera vez tomó
contacto con ideas de izquierda. Ingresó en 1953 al recientemente creado
Instituto de Profesores Artigas (IPA), de donde egresó como docente de Historia
en 1958 para trabajar en la Enseñanza Secundaria.
En su adolescencia practicó natación en las piscinas abiertas de Trouville y, como
socio del club de la Guardia Nueva, se volvun apasionado del tango y más tarde
de la música clásica. Sus amigos recuerdan la asiduidad con la que concurría a los
cines y teatros de Montevideo en los años cincuenta y sesenta, así como su afición
por las librerías y la lectura de Marcha.
Entre 1960 y 1964, trabajó junto al historiador Juan Pivel Devoto, director del
Museo Histórico Nacional y a quien consideraba su gran maestro. Lo hizo junto a
Benjamín Nahum, relevando documentos de la historia económica de
los siglos XVIII y XIX preservados en el Archivo General de la Nación.
Barrán y Nahum publicaron su primera obra conjunta, Bases
económicas de la revolución artiguista, en 1964.
Durante la década de 1960 escribió reseñas y críticas historiográficas
en el semanario Marcha e integró el grupo de trabajo Historia y
presente, junto a los historiadores Blanca París, Juan Antonio Oddone,
Roque Faraone, Lucía Sala y Julio Rodríguez, entre otros. En ese
contexto, Barrán y Nahum profundizaron en la
historia económica y entre 1967 y 1978 publicaron los
siete tomos de la voluminosa Historia rural del
Uruguay moderno.
A fines de los sesenta, conoció a Alicia Casas en el
departamento de investigaciones de la Biblioteca
Nacional, con quien se casó y tuvieron
a su hijo Pedro.
La dictadura lo destituyó de todos sus
cargos públicos en 1978 y le prohibió
trabajar en la enseñanza privada. En
ese contexto se dedicó a dar clases
particulares en su casa e ingresó,
junto a Nahum, al Centro de
Todas las fotografías son el del libro Epílogos y legados. Escritos inéditos, testimonios, Editorial Banda Oriental,
Montevideo, 2010: Jo Pedro con su madre, 1935 | En ela de su primera comunión, 12 de diciembre de 1942 | Con
El Morrongo, que vivió con ellos 25 años, 1993 | Con Alicia, su esposa, en Las Flores, 1984 | Con Pedro, su hijo, en las
Torres
Gemelas,
en
Nueva
York,
1996
La
historia
como
hazaña
por
la
libertad
Investigaciones Económicas (Cinve), donde obtuvieron financiamiento externo
que posibilitó parte de la investigación recogida en los ocho volúmenes de Batlle,
los estancieros y el Imperio Británico, publicados entre 1979 y 1987.
En 1985, con el retorno de la democracia, fue nombrado profesor titular del
Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Universidad de la República, en el que se desempeñó como
director durante dos décadas hasta su retiro en 2004. Desde finales de los
ochenta pasó de la coautoría con Nahum a la labor unipersonal y de una historia
socioeconómica a una más sociocultural, al interesarse por la intimidad y las
mentalidades. La obra bisagra de esta transición, publicada en dos tomos entre
1989 y 1990, fue Historia de la sensibilidad en el Uruguay, verdadero best-seller
para un libro de historia.
En los noventa coordinó junto a Gerardo Caetano y Teresa Porzecanski los tres
tomos de Historias de la vida privada en el Uruguay. Reconocido por el gran
público, maestro de varias generaciones de estudiantes universitarios y de
nuevos investigadores, publitres tomos de Medicina y sociedad en el Uruguay
del Novecientos, a los que siguieron La espiritualización de la riqueza. Catolicismo
y economía en Uruguay 1730-1900, Amor y transgresión en
Montevideo, 1917-1927 y Los conservadores uruguayos 1870-1933.
En 2005, durante el primer gobierno del Frente Amplio, fue
nombrado vicepresidente del Consejo Directivo Central (Codicen)
de la Administración Nacional de la Educación Pública (ANEP),
cargo al que renunció al año siguiente por motivos de salud.
También contribuyó al fortalecimiento de la comunidad científica de
Uruguay al participar en la conducción del Fondo Nacional de
Investigadores y del actual Sistema Nacional de
Investigadores (sNI). Con Gerardo Caetano supervisó la
investigación histórica sobre uruguayos detenidos
desaparecidos durante la última dictadura coordinada por
Álvaro Rico por encargo de la Presidencia de la República.
En 2007, la Universidad de la República le otorgó el título de
Doctor Honoris Causa y en 2009 recibdel Ministerio de
Educación y Cultural el Gran Premio Nacional a la Labor
Intelectual. En 2008 publicó su última obra,
Intimidad, divorcio y nueva moral en el Uruguay del
Novecientos, por la que ganó de forma póstuma el
premio Bartolomé Hidalgo de la Cámara Uruguaya
del Libro.
José Pedro Barrán falleció el 11 de setiembre de 2009
en Montevideo.
Todas las fotografías son el del libro Epílogos y legados. Escritos inéditos,
testimonios, Editorial Banda Oriental, Montevideo, 2010: José Pedro en la
terraza del departamento en el que vivía en Nueva York, 2004 | Mirando un
confesionario en una iglesia de Porto Alegre, 1998 | Título de Doctor
Honoris
Causa en el Paraninfo de la Universidad de la República junto a Tabaré
Vázquez, Rodrigo Arocena y Alicia Casas.
«Batlle se vio a mismo
como un hombre de
progreso, los obreros lo
consideraron “un amigo”, el
patronato industrial y
británico lo creyó “un
socialista”, los socialistas, un
burgués de buena voluntad,
los blancos, un autócrata
demagogo, y el historiador
lo juzga un reformador.
Cada una de estas miradas
es falsa y verdadera al
mismo tiempo por parcial, y
son todas juntas las que dan
idea cabal del personaje, el
movimiento que protagonizó
y su época.»
(Batlle, los estancieros… Tomo II, pp. 7-8)
De izquierda a derecha:
José Batlle y
Ordez y
Baltasar Brum en
una visita al presidente Feliciano
Viera para felicitarlo por la sanción de la nueva constitucn, c. 1918.
Biblioteca Nacional de Uruguay. Sección Materiales Especiales
Caricatura de JoBatlle y Ordez, hecha a tinta por Gilberto del Castillo,
s/f. Biblioteca Nacional de Uruguay. Seccn Materiales Especiales [ver en
BN: I_3381]
Manifestacnobrera en Montevideo, 30 de mayo de 1905. Manifestación
obrera en Montevideo, 30 de mayo de 1905. Archivo Fotográfico del
Museo
Histórico
Nacional
Las reformas impulsadas por José Batlle y Ordóñez a comienzos del siglo
xx fueron centrales en la agenda de estudio de Barrán. El batllismo
aparece todavía en segundo plano en la Historia rural del Uruguay
moderno, investigación escrita con Nahum. Pero pasa a ser la temática
central en Batlle, los estancieros y el Imperio Británico, obra publicada en
ocho tomos entre 1979 y 1985. El título es ilustrativo del enfoque que
propone estudiar tanto al reformismo batllista como a sus dos principales
antagonistas: los intereses británicos y el conservadurismo de la clase alta
rural uruguaya.
La obra se centra en las reformas promovidas por Batlle y Ordoñez desde
1903 hasta 1916, año de freno del impulso reformista debido a sus
contradicciones internas y a la reaccn conservadora de la clase alta rural.
Aunque Barrán y Nahum ordenaron los ocho tomos en orden
cronológico, la obra se anudó en torno a las seis grandes reformas que
impulsó el batllismo (económicas, sociales, rurales, fiscales, políticas y
morales) y que resistieron sus antagonistas.
El primer tomo, no obstante, dedicado al Uruguay del Novecientos,
indagó en los cambios del último cuarto del siglo XIX e incorporó
encuadres económicos, sociales y demográficos novedosos. Aunque el
batllismo nació en la «cuna de oro» del Estado, en los restantes tomos se
analiza de qué manera se convirtió en un movimiento político reformista
de base urbana y popular, vanguardista y estatizante, cuyos componentes
anticlericales, igualitaristas y liberalistas en favor de una creciente clase
media y de los obreros urbanos, pusieron en cuestión las bases
conservadoras del Uruguay moderno. El último tomo, finalmente, plantea
algunas razones de la reacción conservadora triunfante en 1916, liderada
por fracciones partidarias, gremiales rurales, cámaras empresariales e
Iglesia Católica.
La investigación se basó en fuentes novedosas, entre las que sobresalen los
archivos diplomáticos del Foreign Office británico, y profundizó en
tópicos trabajados en textos anteriores, como el problema del latifundio, el
conservadurismo y el cosmopolitismo, o la tensión entre lo urbano y lo
rural. La influencia de esta obra ha sido significativa en los investigadores
y las nuevas generaciones de uruguayos escolarizadas desde el retorno a la
democracia en Uruguay.
EL REFORMISMO DE «DON PEP BATLLE
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«La identificación del
“esfuerzo propio” con la
virtud, y de la “sensualidad”
y los “placeres materiales”
con el vicio, recordaban los
valores católicos. Lo
novedoso era su uso
político-geográfico.
Las “clases conservadores y
los partidos políticos afines
legitimaban de este modo
sus ideas y sus intereses ante
toda la sociedad, pues
defendían y a la vez eran lo
virtuoso, mientras sus
enemigos, el batllismo y las
izquierdas, defendían y a la
vez eran, lo vicioso,
representaban tanto a la
holganza del funcionario
público y del “político
profesional” que vivían del
presupuesto estatal, como a
la envidia del pobre
resentido y haragán frente al
rico “feliz”, trabajador y
sano de espíritu.»
(Los conservadores uruguayos, p. 137)
De izquierda a derecha:
Luis
Alb erto
de
Herrera
en
el
acto
de
votar,
s/f.
Biblioteca
Nacional
de
Uruguay.
Seccn
Materiales
Especiales.
Caricatura que representa a Feliciano Viera. Revista La Mosca, n.º 1227,
o
XXIV
,
25
de
octubre
de
1914.
El presidente Ga briel Terra con el ministro de interior Francisco G higliani
y el jefe policía cnel. Alfredo Baldo mir Ferrari.
(Caras y Caretas, Bs.A s., 20.2.1932. n. 17 42)
.
Una línea de investigación que recorrió transversalmente buena parte de
la obra de Barrán fue el abordaje del pensamiento y la acción de los
conservadores uruguayos en el último cuarto del siglo XIX y hasta 19 .
Iglesia católica y burguesía en el Uruguay de la modernización y Los
conservadores uruguayos (publicados en 1988 y 2004, respectivamente)
fueron los dos textos dedicados a este tópico.
En su estudio se ocupó de la jerarquía católica que, aunque republicana,
consideraba que los «excesos de la libertad» debían frenarse mediante la
doctrina católica. Portadora de una «doctrina de la dominación social»,
la Iglesia predicó con matices internos un abordaje de la cuestión
social centrado en la resignación obrera y el freno al desorden.
Analizó, por otra parte, el nacimiento del pensamiento conservador
laico del novecientos, que tuvo como principales representantes a José
Enrique Rodó, Luis Alberto de Herrera, Carlos Reyles, José Irureta
Goyena y Pedro Manini Ríos. Su pensamiento se caracterizó por el
rechazo a lo que entendían como un exceso reformista en el batllismo, al
que le denominaron despectivamente «jacobinismo» y consideraron
junto a otras formas de radicalismo político corruptor de la moral.
Temerosos de la política demagógica y el «predominio del mer o el
«populacho», enaltecían un orden jerárquico encabezado por élites
dotadas de «talento» y «buen criterio».
Buena parte de los representantes del conservadorismo laico
consideraban a la Iglesia una «mala partera del capitalismo», ya que
culpabilizaba la riqueza y exigía su empleo en buenas obras. No
obstante, en el novecientos comprendieron la utilidad social de la
religión católica por su función disciplinadora concreta y palpable,
eficaz ante el «desborde anarquista» que implicaba el crecimiento de la
movilización obrera y el desafío del batllismo.
El análisis de Barrán recorrió el tránsito de la paradójica defensa de las
clases conservadoras a la democracia política y las garantías electorales
como «camino circunstancial» de enfrentamiento al batllismo, hasta su
convencimiento de la necesidad del golpe de Estado de Gabriel Terra en
1933, apoyado principalmente por los colorados antibatllistas y los
herreristas.
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Deizquierda a derecha: Reproducción de copia
fotográfica de la década de 1900 (aprox.)
Archivo
Fotográfico
del
Centro
de
Fotografía
de
Montevideo
Carátula del primer mero de la revista Actualidades, 13
de agosto de 1924. Sitio Anáforas (FIC, Udelar):
anaforas.fic.edu.uy
Oratoria nebre de Luisa Luisi durante el sepelio
de Julio sar Grauert. Montevideo, 1933.
(Archivo Julio C
é
sar Grauert. Biblioteca Nacional, Uruguay)
La historia de intimidad y las disputas sobre las mentalidades y conductas
deseables de mujeres y varones en la vida pública y privada del Uruguay del
Novecientos, fueron abordados de forma pionera por Barrán. En los dos tomos
de la Historia de la sensibilidad en el Uruguay ya había identificado reglas morales
y prácticas «civilizadas» exigidas a los sujetos en un país que al igual que otras
regiones se iba disciplinando y reforzaba las «apariencias».
En Amor y transgresn en Montevideo: 1919-1931, a partir del análisis de archivos
privados, expedientes judiciales y testimonios orales, dejó en evidencia las grietas
abiertas en la moral católica de los años veinte. El divorcio, el control de la
natalidad y el placer en el matrimonio resquebrajaron la moral puritana y
marcaron un período de transición hacia formas más flexibles. El pasaje de
grandes familias al «reinad de la familia nuclear esposa e hijos y a un
«mundo de pareja e «individuos» que reclamaban intimidad y derecho a
mantener en secreto su vida privada frente a los controles públicos del Estado o la
Iglesia Católica. Esta también es la primera obra de un historiador que aborda la
homosexualidad, su condena, fobia y penalización, en relación a los cambios en
las relaciones heterosexuales, aunque examine fundamentalmente componentes
psicológicos individuales.
En su último libro, Intimidad, divorcio y nueva moral en el Uruguay del
novecientos, profundizó en las dos morales o formas de ser y estar en el mundo,
que estuvieron en disputas en las primeras décadas del siglo xx.
Barrán planteó que la moral católica tradicional, la de los deberes, el sacrificio, la
confesión y las prohibiciones sexuales, fue desafiada por una nueva moral
privada y laica, la de los derechos, que apostó al ideal individualista de la
autorrealización, el bienestar material, el secreto de lo íntimo y el placer sexual
liberado de la procreación, aunque vinculado al amor de pareja (heterosexual),
bases de la moral contemporánea.
El divorcio y el control de la natalidad fueron sus principales novedades,
impulsadas por el anticlericalismo del batllismo radical que apostaba a un «país
model y vanguardista. Aunque las «clases acomodadas» fueron las primeras en
practicar estas novedades, se opusieron a las leyes que pudieran masificarlas,
temieron que socavaran el orden familiar tradicional y ataron esta hostilidad a la
lucha política contra todas las reformas batllistas. Sin embargo, Barrán sostiene
que la nueva moral se fue «despartidizando» (dede ser sinónimo de «batllista»)
e infiltrando en todos los sectores sociales, hasta transformarse en la moral
dominante de Uruguay. Estos estudios de Barrán, influidos por la historiografía
francesa y por autores como Michel Foucault, supusieron para Uruguay una
novedad y una apertura a nuevas líneas de investigación sobre lo social.
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«Hemos estudiado también las
consecuencias sociales de
todo este devenir: el ovino,
que facilitó la pequeña
propiedad ganadera; el
cercamiento, que creó una
desocupación tecnológica y
aumentó el poder económico
de la clase alta rural. El
estudio de nuestros mercados
exteriores nos ha demandado
una preferente atención ya que
nuestras producciones sicas
carne y lana fueron
decisivas en la consolidación
del “crecimiento hacia afuera”
del Uruguay, que se ató
definitivamente a la economía
europea luego de concluido
este proceso de la
modernización
rural.»
(Historia rural, Tomo 1; pp. 8-9)
De izquierda a derecha:
Campamento de las fuerzas revolucionarias durante la
guerra civil de 1904. Al centro el General Basilio Muñoz,
año 1904. Autor: s.d. Aristotipo. 10 x 15. Museo
Histórico Nacional, caja 41, foto 57
Ferrocarril Midland-Uruguay en las inmediaciones de
Paysandú, foto de la Escuela Nacional de Artes y Oficios,
1894. Archivo Fotográfico del Museo Histórico Nacional.
La historia rural fue uno de los primeros temas que abordó Barrán junto con
Benjamín Nahum. En Bases económicas de la revolución artiguista (1964)
ambos autores ensayaron un enfoque del artiguismo desde el ángulo
económico y social, poniendo el foco en la estructura rural.
La obra canónica fue la Historia rural del Uruguay moderno, publicada en
siete tomos entre 1967 y 1978. El período de estudio abarcó desde el fin de la
Guerra Grande en 1851 al inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, fecha
en que la exportación de carne congelada en frigoríficos superó al tasajo de
los saladeros.
La investigación de más de tres mil páginas se centró en la reafirmación de la
autoridad del Estado durante los gobiernos militaristas de Latorre y Santos
(1776-1886), para concretar lo que llamaron la «modernización» de Uruguay.
La idea alude a la concreción de una serie de cambios estructurales
(alambramiento de los campos, auge de la explotación ovina o «revolución
lanar», mestizaje del ganado, nuevos empresarios rurales, medios de
transporte y comunicación como el telégrafo, el correo y el ferrocarril, entre
otros) que adaptaron al país a las exigencias de las potencias industriales
europeas.
Una nueva clase alta rural, nucleada en torno a la Asociación Rural del
Uruguay creada en 1871, buscó asegurar el orden y afirmar la propiedad
privada sobre tierras y ganados, al impulsar reformas funcionales a sus
intereses. Lo que llamaron la «modernización» del medio rural exigía el
fortalecimiento del Estado (ejército, armamento, disciplina,
profesionalización), para garantizar el auge de estancieros, comerciantes,
banqueros e inversores británicos. La obra también estudió los costos sociales
de esa «modernización» en los sectores populares y fue pionera al estudiar las
revoluciones blancas de 1897 y 1904 desde el punto de vista social.
Barrán y Nahum reconocieron el impacto que provocó la convulsionada
década del sesenta en su investigación, así como la escuela francesa de los
Annales, el desarrollismo y la concepción centro-periferia que predominaba
en las ciencias sociales. La obsesión batllista contra el latifundio, el
antiimperialismo de la izquierda o el avance del autoritarismo también fueron
parte del clima de época que enmarcó su investigación. La Historia rural
profundizó algunas claves de la interpretación nacionalista de Juan Pivel
Devoto, pero también planteó líneas de investigación innovadoras (la
mentalidad ganadera, el impacto del ferrocarril, el enfoque social de las
revoluciones), que le dieron gran repercusión a la obra.
«si alguna vez América Latina decidiera
unirse para promover su independencia
económica efectiva y la sociedad más
justa a que todos aspiramos, sólo
naciones por completo soberanas y
conscientes del principio de la
autodeterminación de los pueblos, serían
capaces de dar ese paso. Es volver,
entonces sí, a un
auténtico artiguismo. La
soberaa particular de los pueblos,
como objeto único de la Revolución para
proceder luego a su integración.»
(¿Independencia, anexión, integración?, p. 135)
«En resumen, la nación oriental
pudo
haber comenzado a nacer en 1813,
pero lo que naa en 1813 pudo haber
sido
también un
localismo
sólo
con sabor
a nación, como terminó siendo el de las
provincias de la actual Argentina antes
de 1860. Lo que es menos opinable es
que en ese embrión de nación de 1813
ya germinaban los principios de la
democracia
política
que
luego
marcarían
nuestro
orgullo
nacional
(Respuesta a la Comisn de Educacn y Cultura del
Senado sobre proyecto de revisión de feriados
nacionales, en José Pedro Barrán. Epílogos y legados,
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental,
2010, p. 125)
Las reflexiones de JoPedro Barrán sobre la figura de José Artigas, la
independencia frente a Brasil o la formación del sentimiento nacional,
aunque no constituyeron el núcleo de su labor historiográfica, trazaron
caminos para enriquecer la comprensn del proceso de conformación
del Uruguay. Con matices o énfasis distintos, a lo largo de su
trayectoria Barrán fue afirmando sus ideas sobre el proceso de
independencia y la formación de la nación.
Abordó estos temas, principalmente, en Bases económicas de la
Revolución Artiguista, su primer libro con Benjamín Nahum (1a. ed. en
1964), en la introducción al folleto «¿Independencia, anexión,
integración?» publicado en la colección Enciclopedia Uruguaya en
1968 y en su artículo «La independencia y el miedo a la revolución
social en 182 editado en el semanario Brecha (11/10/1985) y en la
Revista de la Biblioteca Nacional (1986). También aportó el
relevamiento de los informes del primer cónsul británico en
Montevideo, Thomas Samuel Hood publicados en 1999, a través de los
cuales se aprecia el itinerario cambiante de las ideas independentistas
en la década de 1820.
Barrán reconoce una fuerte influencia del nacionalismo de Juan Pivel
Devoto, a la vez que incorpora una aproximación desde «lo social»,
que permite percibir la complejidad del proceso. En forma resumida,
Barrán considera que más que la reconstrucción de una «patria
grande», cuya existencia previa era discutible, el federalismo artiguista
debe ser leído en clave de justicia interregional y americanismo:
fortalecer «las soberanías particulares de los pueblo y promover la
unión de esos pueblos sobre la base de la igualdad. Respecto a la
década de 1820, Barrán identifica en el bando «patriota» la existencia
de un partido «independentista» de base popular, y en ese sentido
presumiblemente mayoritario, así como otro, integrado por las elites
urbanas, que postulaba la unión a las Provincias Unidas del Río de la
Plata como garantía del orden y la estabilidad. El desarrollo de la
guerra, los cambios en la correlación de fuerzas en las Provincias
Unidas, «las ambiciones de los estancieros porteños por las tierras
orientale y la mediación británica condujeron a «otro realineamiento
de fuerzas sociales y políticas» en 1828 y «todos terminaron apoyando
la independencia absoluta, transformada por esas nuevas
circunstancias, en garantía de estabilidad y control por los orientales
de su propia riqueza» («La independencia y el miedo…», p. 76). La
creación de un Estado independiente era uno de los futuros posibles; el
Estado surgió antes que la nación, que se fue forjando a lo largo del
siglo XIX y comienzos del siglo XX.
De izquierda a derecha: Bandera de los 33 Orientales, 1946. Placa 1038,
Museo Histórico Nacional.
Guillermo Rodríguez (1889-1959).
Escena del Éxodo del Pueblo Oriental, alrededor de 1923. Museo Histórico
Nacional, Montevideo.
«Así, en líneas generales, el
poder médico participó de
las formas de ser del poder
burgués y del poder
masculino, como hubiera
confirmado cualquier
paciente pobre del Hospital
Maciel o una loca del
Vilardebó.
Pero erraría el que pensase
que el acuerdo entre los
poderes fue total. De la
naturaleza de cualquier
poder deriva su tendencia a
considerarse absoluto y a
burlar límites o rivales de su
accionar. El poder médico,
en consecuencia, fue tanto
una parte del orden
establecido como un todo
que pretendió regir al
conjunto de la sociedad, a
veces, como observaremos,
ultrapasando los deseos de
los sectores dominantes.»
(Medicina y sociedad Tomo I, p. 14)
Laboratorio Antropométrico de la Facultad de Medicina,
foto tomada de la Biblioteca de Facultad de Medicina,
Universidad de la República.
Entre 1992 y 1995 Barrán publicó los tres tomos de Medicina y
sociedad en el Uruguay del Novecientos, un análisis del ascenso
del «poder médico» desde el último cuarto del siglo XIX hasta la
década de 19 0. Barrán planteó que en ese largo Novecientos la
sociedad uruguaya se medicalizó a través de un proceso triple
que implicó el rol creciente del médico en el tratamiento de la
enfermedad, la conversión de la salud en uno de los valores
supremos de la sociedad y la incorporación en la vida cotidiana
de conductas, valores e imágenes derivados del saber médico. En
el primer tomo, sostuvo que «[a] partir de 1900 la sociedad
uruguaya convirtió a la salud en valor supremo. De él derivó un
poder opaco pero absoluto, el del médico, y un sometimiento
inconfesado pero total, el del paciente. Esta novedad cultural
definió a la modernidad tanto como, en otro plano, la libertad
política y la lucha por el igualitarismo social». (Barrán: 1992, 238)
De este modo, el discurso médico progresó en forma notable
hasta convertirse en un lenguaje dominante, que logró
establecerse como el único saber reconocido como científico. Esa
validación y el aumento de los servicios sanitarios estatales a
través de la fundación de hospitales, asilos y distintas casas de
internación permitieron a los médicos intervenir en la vida
pública y privada de los uruguayos.
La ascendencia de los médicos favoreció su intervención en la
cotidianeidad mediante prescripciones relativas al estilo de vida
de la población en especial de los sectores populares, al
examen permanente de las conductas alimenticias, al consumo
de alcohol y a la vida sexual. Pero los dicos fueron más allá de
su área específica de trabajo, y plantearon distintas
consideraciones relacionadas con la enseñanza primaria, el rol de
las mujeres en los hogares y la sociedad y fueron activos
partícipes de distintas propuestas de reforma social y sanitaria
elaboradas desde comienzos del siglo XX. De este modo, otro
aspecto del proceso de medicalización fue la activa participación
política de los médicos, ya fuera en distintos colectivos políticos
o sociales, a través de iniciativas impulsadas en el Poder
Legislativo o el Ejecutivo y ocupando cargos como diputados,
senadores, ministros o directivos de instituciones públicas.
De izquierda a derecha
Bañistas en la Playa Ramírez, 1916, Archivo del Centro de Fotografía de Montevideo
Aula de una escuela pública, foto del Álbum de fotografías del Instituto Normal de Se-
:
ñoritas e Instituto Normal de Varones, 1893. Biblioteca Nacional de Uruguay. Sección
Materiales Especiales.
Sobre este texto: Testamento de Soledad Rey, Protocolos de la Escribanía A. R. Pereira
y A. Somoza, 3 de octubre de 1890, Archivo General de la Nación, Archivo Judicial.
La Historia de la sensibilidad en el Uruguay, cuyo primer
tomo se publicó en 1989, ha sido probablemente uno de los
libros más influyentes de la historiografía uruguaya. En este
estudio Barrán se distanció de su obra anterior, más
vinculada a una historia social, económica y política
tradicional, explorando picos que lo acercaron a la historia
de la cultura y las mentalidades. Sin embargo, la adopción de
este nuevo enfoque no significó necesariamente una ruptura
con su trayectoria anterior, ya que algunos de los problemas
que despertaron su interés en obras previas continuaron
siendo objeto de su atención. La afirmación del Estado, de las
pautas sociales de la burguesía, las formas de ejercicio del
poder por parte de los sectores dirigentes, o la
modernización de las estructuras económicas son asuntos
que están presentes en su historia de la sensibilidad. De
hecho, Barrán señala en sus primeras páginas que existe en
su historia de la sensibilidad una fuerte interdependencia
con la historia social y política, pero advierte también que no
se trata de meros fenómenos derivados de las estructuras
sociales, o de aquello que es funcional a los sectores
dirigentes. El vínculo es más complejo y menos automático.
El ambicioso proyecto de Barrán se construyó a partir de su
inmersión en una gran diversidad de documentos a menudo
no considerados por la historiografía, entre los que
sobresalen las fuentes literarias.
Foto: Lorem ipsum dolor sit amet
Su historia fue la de la imposición de la sensibilidad
«civilizada» sobre otra «bárbara», de nuevas formas de
disciplinamiento desde el último cuarto del siglo xix y
afianzadas en el Novecientos. La sensibilidad «bárbara»,
en una necesariamente laxa periodización, fue ubicada
por Barrán entre 1800 y 1860. Se caracterizó por los
“excesos” en la sexualidad, en el juego, en el tiempo
dedicado al ocio y el festejo público fiestas religiosas,
carnaval, en buena medida tolerado por un clero
permisivo. Se caracterizó también por el ejercicio
generalizado de la violencia física por parte de los
padres, de los maestros, pero también del Estado; por la
exposición pública de esa violencia sobre los cuerpos así
como la exhibición de la muerte.
El disciplinamiento de la sensibilidad «civilizada», por el
contrario, hizo culto del trabajo y del ahorro, censuró
no sin resistencias el ocio y reprimió la sexualidad y el
goce desenfrenado de las fiestas blicas. Buscó imponer
a las mujeres una más rígida reclusión en el hogar y a los
niños y jóvenes una mayor vigilancia, al tiempo que
renegó de la exhibición pública de la violencia y la
muerte. Maestros, médicos y uns celoso clero fueron
algunos de los agentes que impusieron ese
disciplinamiento más a través del pudor, la culpa, la
vergüenza y menos a través de la violencia.
La línea de investigación abierta por este trabajo
pionero fue continuada por el propio autor en otras
obras. Una de ellas fue La espiritualización de la riqueza,
publicada en 1998. Ese libro se sustenta en un detenido
y minucioso análisis de una fuente poco trabajada, los
testamentos de quienes se acercaban al momento de su
muerte. Se ocupa nuevamente de un cambio en la
sensibilidad, al analizar cómo la sociedad de finales del
siglo xix pasó a concebir a la riqueza como algo que
debía tener una utilidad terrenal sin que esto fuera
vergonzante. Con esto se distanció de una sensibilidad
previa que llamaba a «espiritualizar» parte de la riqueza
a través de donaciones a la Iglesia y limosnas a los
pobres.
«Enntesis simplificadora, el
hombre “bárbarousó y
admitió el castigo del cuerpo
del niño, del delincuente, del
marginado, de los animales,
mientras el “civilizado
conde y se erizó ante las
penassicas y utilizó en su
lugar la represión del alma.
La sociedad “bárbara”
prefería y admitía vencer; la
“civilizada prefería y
admitía convencer. Ambas
utilizaron la policía, el
ejército, la familia, la
escuela y la Iglesia, pero la
“bárbara” confió sobre todo
en el vigilante y el soldado,
y la “civilizada” en el padre,
el maestro, el cura y una
nueva autoridad que se
vinculó al prestigio de su
saber: eldico.»
(Historia de la sensibilidad... Tomo II, p. 81)
De izquierda a derecha:
Tablado de carnaval en Montevideo, c. 1917, Archivo del Centro de Fotografía de
Montevideo
Galería de lectura y descanso del Internado Normal de Señoritas, foto del Álbum de
fotografías del Instituto Normal de Señoritas e Instituto Normal de Varones, 1893, Biblioteca
Nacional de Uruguay. Sección Materiales Especiales.
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Investigación y textos
Fernando Adrover
Magdalena Broquetas
Nicolás Duffau
Ana Frega
Marcos Rey
Diseño gráfico
Nairí Aharonián sobre idea de Natalia Rodríguez
Guion y realización audiovisual
Nicolás Hannay y Ana Martínez Olivari
Agradecimientos
Maximiliano Basile, Inés Cuadro, Roberto Pereira, Clara von Sanden,
Andrés Azpiroz, Daniel Sosa, Museo Histórico Nacional,
Centro de Fotografía de Montevideo, Sección de Materiales Especiales
de la Biblioteca Nacional, Ediciones de la Banda Oriental, Dirección
Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales (IMPo),
Alicia Casas de Barrán, Pedro Barrán, Gianela Ponte, Ernesto Beretta,
Adriana Clavelli, Biblioteca de la FHCE, Biblioteca de la FCEA,
Henry Finch, Irene Taño, Ignacio Soto, Gerardo Caetano,
Rodrigo Arocena, Vania Markarián, Ana María Rodríguez (Mafalda),
Carlos Demasi, Peter Winn, Matías Bernaola