CLAVES. REVISTA DE HISTORIA
VOL. 10, N.° 19 JULIO DICIEMBRE 2024
ISSN 2393-6584 - MONTEVIDEO, URUGUAY
Pp. 1 - 5
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA
Mariana Rosetti (2023)
Letrados de la independencia.
Polémicas y discursos
formadores
Buenos Aires, CLACSO, 323 pp.
Wilson González Demuro
1
Universidad de la República
Uruguay
El presente libro, adaptación de la tesis defendida por Mariana Rosetti
para obtener su título de Doctora en Letras, constituye un aporte muy
significativo al conocimiento de los debates públicos de finales del siglo XVIII y
comienzos del XIX y también al diálogo entre dos campos no siempre bien
avenidos, el literario y el historiográfico. Es la culminación de un prolongado
interés por la historia literaria e intelectual hispanoamericana de ese período, con
particular atención al espacio novohispano. Su objeto de atención primordial
aunque no exclusiva— son dos figuras centrales del México colonial tardío: fray
Servando Teresa de Mier y José Fernández de Lizardi. Las trayectorias diversas
pero también convergentes de ambos individuos permiten abordar, según la
1
Wilson González Demuro es Profesor de Historia (Instituto de Profesores «Artigas»), Magíster en
Ciencias Humanas, opción Historia Rioplatense y doctorando en Historia en la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República. En esta misma institución es
Profesor Agregado en Régimen de Dedicación Total en el Departamento de Historia Americana y
docente de grado y posgrado. Es autor de múltiples artículos en revistas académicas, de capítulos de
libros y del libro La prensa de Montevideo, 1814-1825. Imprentas, periódicos y debates públicos en
tiempos de revolución, Montevideo, CSIC-Universidad de la República, 2018.
MARIANA ROSETTI (2023). LETRADOS DE LA INDEPENCIA
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autora, «las interrelaciones retóricas, genéricas y culturales entre las
producciones y propuestas realizadas en el período independentista», etapa que
dio lugar a «nuevos acercamientos y apropiaciones de los discursos pedagógicos
y públicos por parte de los letrados criollos». Esta forma de analizar histórica e
historiográficamente la poliédrica figura del letrado aporta elementos cuya
validez excede el ámbito mexicano y convierten a Letrados de la independencia
en un libro de historia propiamente americana. Estamos ante una documentada
y sobre todo innovadora reflexión sobre los lazos entre la nueva cultura
hispanoamericana dieciochesca, las singularidades del grupo de intelectuales que
le dio vida y las claves de su participación en la forja de nuevas comunidades
políticas. Identifica al grupo de letrados criollos críticos como sector ubicado a
medio andar entre el más tradicional letrado colonial, de perfil burocrático y
urbano, y el publicista empeñoso y confrontativo que ganó terreno con la crisis
terminal del régimen monárquico en América.
El texto se organiza en nueve partes: un prólogo breve a cargo de Elías Palti
(historiador clave en la formación de la investigadora y en la preparación de su
tesis), cinco capítulos más otro de conclusiones, un posfacio también breve,
redactado por Iván Escamilla y una extensa bibliografía final. Palti contextualiza
los temas de la obra: instalada la decadencia del régimen monárquico, los letrados
formados en universidades coloniales se veían enfrentados a dilemas propios y
colectivos ante los que se sentían impelidos a dar respuestas de difícil
elaboración. Por diferentes caminos, Mier y Lizardi aportaron tanto a la
construcción de una esfera pública heterogénea y con aspiraciones de amplitud,
como a la construcción del discurso patriótico y crítico. No lo hicieron como
intelectuales “promedio”, sino como hombres que en su excepcionalidad
definieron el perfil del grupo.
El capítulo 1 trata de la forma en que se delimitó el tema y los autores,
obras y categorías de análisis con las que se discute en términos propositivos.
Presenta los dos personajes centrales y distintos abordajes historiográficos sobre
la “cuestión letrada” (Halperin, Palti, Ángel Rama, Benedict Anderson, Rafael
Rojas, María Palazón Mayoral, Liliana Weinberg, entre otros). Fija, además, el
rumbo a seguir: examinar dos experiencias vitales «desde una perspectiva
interdisciplinaria donde confluyen la literatura con la historia política, la
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historia cultural y la historia conceptual». Con esta mixtura de metodologías y
abordajes teóricos como herramienta, se detectan y se rebaten varios “sentidos
comunes” ya poco sostenibles pero aún arraigados en la historiografía y la
literatura sobre la emancipación. Uno de ellos es el que Rosetti denomina
«sintagma estático de la ‘imaginación colonizada’», alusión a la creencia de que
a finales del período colonial era improbable la existencia de un pensamiento
americano autónomo. En este punto tiene especial interés la relectura crítica de
la noción de ciudad letrada” acuñada por Rama. El capítulo también delimita
otro asunto central del libro: el de los discursos formadores, o en palabras de
la autora— «las expresiones públicas de carácter pedagógico-moral
vehiculizadas por los letrados criollos a través de la opinión pública». Estas
expresiones abarcaron varias «tramas» específicas pero imbricadas:
«periodística, religiosa, literaria, histórica y política».
El capítulo 2 se concentra en el estudio de la “tradición guadalupana”, con
Mier como protagonista principal. La que ha sido hasta el presente una de las
claves del andamiaje de tradiciones mexicanas, es para Rosetti «el bastión de
lucha del heterogéneo sector criollo que la ha considerado emblema y escudo
frente a las problemáticas políticas y económicas implementadas por la Corona
española para con los americanos». Debido a ello fue abrazada por
independentistas radicales y conservadores, pero el libro se concentra en mostrar
cómo al fraile nacido en Monterrey se interesó menos por la cuestión escatológica
que por el componente identitario y autonómico de dicho fenómeno político-
cultural. El escrito más espectacular producido por Mier en torno a esta cuestión
—su famoso sermón de diciembre de 1794, por el que fue acusado de blasfemia,
excomulgado, puesto en prisión y luego desterrado— aparece aquí como pieza
fundamental del amplio movimiento que dio origen al conjunto de piezas
documentales, prácticas y tradiciones que se conocen como museo guadalupano.
La prensa periódica y los géneros discursivos y literarios que a su través se
desarrollaron en el tránsito entre dos siglos, son temas destacados del tercer
capítulo. Es también un momento en el que Fernández de Lizardi adquiere mayor
relieve en la narración. La prensa y las imprentas estimularon la «apertura y [la]
politización de la palabra pública», puntualiza la autora, en «letrados que
tuvieron la oportunidad de pensarse como publicistas» y luego devinieron
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patriotas. Rosetti examina varios procesos de escritura y divulgación que tuvieron
implicancias políticas, literarias y léxicas. La mayor atención se dirige hacia tres
articulaciones: el género epistolar en cuanto vehículo estratégico del “decir
letrado; la génesis y administración de la opinión pública en crecimiento, y el rol
decisivo de la prensa, ejemplificado en la polémica entre Mier y el publicista
liberal español JoMaría Blanco (“Blanco White”), o entre Lizardi y el periodista
Juan María Lacunza. Dentro del cúmulo de fuentes citadas, destaca un folleto
publicado por Lizardi con el título Quien llama al toro sufra la cornada, que la
autora describe como un verdadero «manual de instrucciones» para «el buen
poeta, la crítica y el letrado criollo» a finales del período colonial.
El cuarto capítulo trata el problema de la recepción del discurso letrado.
Uno de los textos analizados a tal efecto es la Historia de la revolución de la
Nueva España, publicada por Mier en 1813. Esta obra, dirigida al público inglés
—de quien el religioso esperaba apoyo para sus actividades políticas—, da cuenta
del esfuerzo por acopiar y organizar variada documentación con el propósito de
cuestionar la idea de que el reclamo de los americanos llevaba implícita la ruptura
con la monarquía. A propósito de receptores, Rosetti trabaja con dos tipos de
lector imaginados por Mier, el salvaje y el sensato, relacionados respectivamente
con la lectura de prensa y de textos históricos. Sin embargo, subraya que esa
distinción no fue más que «una máscara estratégica de enunciación» usada por
el fraile; la Historia de la revolución se nutrió, al fin y al cabo, de muchos
materiales periodísticos. Esa narrativa histórica funcionó, además, como un
«laboratorio de experimentación» cuyo acento en la denuncia la acercó «a una
retórica del desagravio criollo frente a las injusticias burocráticas vividas con
el correr de los años coloniales».
El quinto capítulo se ocupa de otra faceta del grupo de intelectuales
coloniales: la de los letrados en viaje” (forzado o no) que se apropiaron de
tradiciones narrativas europeas para reformularlas en función de sus intereses y
posibilidades. Rosetti se detiene en el caso de Mier y otro letrado ilustre, Simón
Rodríguez, ambos desterrados en Francia y ejerciendo como traductores de
Atala, novela de Chateaubriand sobre el viaje de un joven francés que busca
refugio en América. La opción por esa obra viabilizaba la reflexión sobre temas
básicos del debate que sostenían ilustrados europeos y americanos en torno al
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problema del “atraso americano” y las posibilidades de superar la dicotomía
salvaje/civilizado. Esta aproximación al campo de las traducciones profundiza en
dos categorías, «desplazamientos» y «ventriloquía cultural», ambas referidas a
los fenómenos de imitación creativa y “traición” del texto traducido como
acciones opuestas a la mera copia del original. El capítulo también dedica varias
páginas a la praxis periodístico-satírica de Lizardi, un escritor camaleónico
(novelista, poeta, panfletista, periodista) del que se rescatan no solo su interés en
la moralidad y el didactismo político-social, sino también su veta satírica y su
apelación a la picaresca como denuncia del desfasaje entre viejos y nuevos
valores. En obras como El Periquillo Sarniento (1816) y Vida y hechos del famoso
caballero Don Catrín de la Fachenda (1832) encontramos criollos que en su afán
de ascender socialmente según los esquemas del Antiguo Régimen, chocan contra
dos obstáculos: la oquedad de los sectores altos y el peligro de tomar atajos.
Es oportuno finalizar esta reseña con la última oración del posfacio de
Escamilla: «por fortuna y gracias a libros como el que el lector tiene entre
manos, el letrado, el hombre de saber, el erudito americano, ha vuelto en buena
medida a ser un desconocido aguardando a ser descubierto bajo una nueva luz
que, lo digo con cierto atrevimiento, creo que solo podrá venir de miradas que,
sin importar su origen, estén dispuestas a enraizarse en este Nuevo Mundo.” El
pasaje citado es algo extenso pero condensa acertadamente el conjunto de
sensaciones, inquietudes e invitaciones al diálogo que permanecen luego de
completar el viaje histórico, literario, intelectual y periodístico que nos propone
este recomendable libro. ◊