Nicolas Duffau
Daniel James, Mirta Zaida Lobato (2024)
Paisajes del pasado. Relatos e imágenes de una comunidad obrera
Buenos Aires, EDHASA, 574 páginas.
Nicolás Duffau
Universidad de la República, Uruguay
Quienes nos dedicamos a la investigación histórica tenemos permitido decir que un libro de ficción narrativa o poética es hermoso, pero pocas veces hacemos lo mismo con el trabajo de algún colega (sin importar la época y el lugar). Pues bien, permítanme subvertir esa convención y sostener que el libro más reciente de Daniel James y Mirta Zaida Lobato es un texto hermoso. Y lo es porque combina un contenido teórico-metodológico de excelencia, con un análisis documental impecable, logra decir algo novedoso y al mismo tiempo abre nuevas y sugerentes interrogantes para continuar profundizando en la tan manida idea de dar voz a los sin voz.
Ante la imposibilidad de reconstruir las grandes narrativas sociales e históricas de las que participaron los sectores trabajadores, James y Lobato se preguntan por las pistas —y los silencios— presentes en las narrativas comunitarias y locales, elaboradas sobre todo a partir del relato de sectores sociales que, por lo general, no dejan testimonio. Los autores increpan sus fuentes de información, las distintas significaciones y simbolismos presentes en un documento histórico y cuestionan a lo largo del texto las potencialidades y los límites de los archivos que permiten recuperar la historia de los grupos trabajadores. El libro vale por la reconstrucción fáctica, pero es al mismo tiempo una guía metodológica sobre cómo trabajan (o deberían trabajar) quienes se dedican a la investigación histórica.
El texto funciona también como una especie de bitácora y autobiografía de dos historiadores que durante cuarenta años recorrieron la localidad de Berisso, unieron geografías transoceánicas y zurcieron distintas historias de vida. El contraste entre presente y pasado, otro mérito del libro, parte de una pregunta de investigación muy sencilla: ¿qué pasa cuando el capital se va? ¿Qué ocurre con los pueblos que sufren la desindustrialización? ¿Qué imágenes y relatos del pasado persisten en esa otrora comunidad obrera?
El primer capítulo del libro aborda el rol de la calle Nueva York, columna vertebral del desarrollo urbano de Berisso, con un gran peso simbólico pues su derrotero es una metáfora de la historia obrera y de las zonas industriales de la Argentina. En el capítulo se analiza a los habitantes berissenses que, cual personajes obreros de James Joyce, cubren en su vida cotidiana una territorialidad que nunca pierde su eje de la calle Nueva York. Esa espacialidad es el gran escenario de la vida en Berisso: pasan por esa calle las relaciones comerciales, las organizaciones sociales, la educación sentimental.
Del cenit de la época industrial de Berisso hoy la calle Nueva York se extiende como una cicatriz que da cuenta del proceso de desindustrialización que destruyó la vida económica local, pero también los lazos sociales y comunitarios que se erigían en torno a los dos grandes emprendimientos frigoríficos, Swift y Armour, corazón industrial de La Plata. Los autores muestran el contraste entre una época de esplendor (con comercios, clubes, bares, fondas, sociedades nacionales) a un panorama ruinoso con negocios cerrados, persianas bajas y los esqueletos industriales demolidos o derrumbados. La desindustrialización provoca tensiones sociales y generacionales entre los «antiguos» habitantes de la zona, vinculados al mundo del trabajo (y sus modalidades de organización y protesta) y los jóvenes desocupados del presente, que también forman parte de redes sociales, por ejemplo, piqueteras.
Esas tensiones sociales se recrean en el segundo capítulo del libro al estudiar otro aspecto identitario de Berisso: la relevancia de los desplazamientos internacionales que llevan a que la localidad sea considerada la capital migratoria de la Argentina. Para estudiar esas conexiones se estudian las trayectorias de varias familias migrantes, en especial de Europa del Este. Los autores estudian gestos emocionales y físicos como escribir una carta o tomarse una fotografía para enviar a los familiares que se encuentran dentro o fuera del territorio argentino. El epistolario y los álbumes fotográficos pasan a ser parte de la narración. Es decir, fotos olvidadas en una caja de zapatos son puestas en orden y permiten entrecruzar los recuerdos de la tierra abandonada (pero no olvidada) y las características de nuevos lugares, que moldearon —en esa mezcla de materialidad y sentimientos— nuevas etnicidades y lecturas políticas que surgieron en la tierra de acogida.
Esas nuevas formas de etnicidad surgidas en Berisso también están presentes en el capítulo tres, que estudia otra migración: la interna, a partir de los desplazamientos desde Santiago del Estero. James y Lobato se interrogan por esos otros migrantes, que por lo general no forman parte de la idea de «capital de la inmigración», pero que conformaron la localidad berissense y fueron la base de la constitución del movimiento peronista a escala territorial. A la postre conocidos como «cabecitas negras», estos migrantes internos, la mayor parte proveniente de parajes rurales, son un elemento central para comprender el complejo proceso histórico de formación de una identidad local que combinó la ruralidad del «interior» argentino con prácticas y costumbres europeas.
El último capítulo del libro estudia la compleja conformación identitaria a partir del análisis de la constitución de una narrativa e historia pública local, así como los intentos por reafirmar y perpetuar una visión sobre el pasado. Con esa consigna se estudian los proyectos patrimoniales e históricos —oficiales, oficiosos y vecinales—, que apuntaron y apuntan a rescatar la historia de Berisso, recuperar la identidad y construir un nuevo sentido de pertenencia. Cuando «el capital se va» no queda un espacio vacío; por el contrario, permanecen personas, instituciones, edificios, calles, como la Nueva York, que permiten resignificar la materialidad y preservar la historia de la zona.
De ese relato forman parte tradiciones inventadas, que son ejemplos de la hibridez cultural de Berisso, que combina prácticas «foráneas» (aunque son locales) con elementos del folklore argentino. Existe una profusa bibliografía sobre la hibridez cultural y patrimonial, pero en el caso estudiado por James y Lobato, vemos en acción ese proceso que mezcla episodios históricos con reconstrucciones memorialistas, tradiciones supuestamente europeas con el aporte de la migración interna, elementos emocionales que aluden a un tiempo pasado que fue mejor, a la constitución de imaginarios rituales, que estimularon la acción de agentes locales e impulsaron procesos de recordación.
Comenzamos esta reseña sosteniendo que el libro de James y Lobato era un libro «hermoso», porque sus autores evidencian cómo construyeron el conocimiento, interpelan sus documentos y el medio social en el que surgieron, ponen en cuestión permanente la labor de la investigación histórica, transfieren la emotividad, las alegrías y sinsabores de cuarenta años de trabajo, entre otros puntos fuertes. Pero hay un elemento más que es importante señalar: la oportunidad de un libro que nos habla de los mundos del trabajo, de la vida comunitaria, de la empatía social hacia el diferente, en un contexto argentino actual en el que se insiste en la importancia del individuo sobre el colectivo, se apunta a destruir (vía represiva y discursiva) en tejido social construido y sostenido por un amplio espectro de organizaciones sociales, y se alude al futuro como la única temporalidad que importa. El libro de James y Lobato demuestra la relevancia de comprender los acontecimientos históricos, de recuperar lo comunitario, de respetar las identidades sociales y nos advierte con sólidos argumentos sobre la necesidad de evitar la catástrofe del olvido y las maniqueas interpretaciones del pasado. ◊