CLAVES. REVISTA DE HISTORIA
VOL. 10, N.° 19 JULIO DICIEMBRE 2024
ISSN 2393-6584 - MONTEVIDEO, URUGUAY
Rosismo y antirrosismo en los Dramas del Terror
de Eduardo Gutiérrez y sus nuevas versiones a
través de los diversos contextos de edición (1881-
1940)
Rosismo and antirrosismo in the Eduardo Gutiérrez’s
Terror Dramas and its new versions through their various
editing contexts (1881-1940)
María Julia Blanco
1
Universidad Nacional de Rosario
Argentina
Alejandro Eujanian
2
Universidad Nacional de Rosario
IECH/CONICET, Argentina
DOI: https://doi.org/10.25032/crh.10i19.2337
Recibido: 5/6/2024
Aceptado: 17/10/2024
Resumen: En este artículo exploramos las proyecciones del rosismo en la
historia política y cultural Argentina entre fines del siglo XIX y las primeras
décadas del siglo XX. Para ello abordamos la obra de Eduardo Gutiérrez titulada
Dramas del Terror, que fueron publicados como folletín en el periódico La Patria
Argentina, entre diciembre de 1881 y diciembre de 1882. Las sucesivas
1
María Julia Blanco. Profesora y Licenciada en Historia (UNR) y Magister es Sociología de la
Cultura y Análisis Cultural (UNSAM). Docente, investigadora y realizadora audiovisual en el área
de la historiografía vinculada a la historia cultural, intelectual y a la historia del libro y la edición.
Experiencia en investigación en las áreas mencionadas, utilizando metodología interdisciplinaria
de las ciencias sociales. Se dedica a la docencia en materias de grado y posgrado y al documental
en temas vinculados a la relación pasado y presente. Actualmente participa del PID-UNR sobre
proyecciones del rosismo en la cultura y la política nacional.
2
Alejandro Eujanian. Doctor en Humanidades y Artes mención historia- por la UNR y titular
de la cátedra de Historia de la historiografía latinoamericana y argentina de la Facultad de
Humanidades y Artes de la misma universidad. Investigador y miembro del ComiAcadémico
del Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH/CONICET-UNR). Ha publicado
diversos artículos en libros y revistas especializadas sobre temas vinculados a las representaciones
del pasado y la historia de la historiografía argentina. Entre sus libros se encuentran: El pasado
en el péndulo de la política. Rosas, la provincia y la nación en el debate político de Buenos Aires,
1852-1861 (Editorial UNQ, 2015); Halperín Donghi y sus mundos, coordinado junto a Marcela
Ternavasio (FHUMYAR, 2016); Variaciones del Reformismo, junto a Ana Clarisa Agüero
(FHUMYAR, 2018).
ROSISMO Y ANTIRROSISMO EN LOS ‘DRAMAS DEL TERROR’…
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reediciones de sus libros y las nuevas versiones realizadas por otros autores nos
servirán como vectores para recuperar la presencia de Rosas y su época en
contextos históricos diferentes, así como su condición de insumo para agentes
culturales que adaptaron sus relatos a nuevos lenguajes y dispositivos culturales.
El recorte temporal se extiende hasta la década de 1930, cuando las temáticas
rosistas nutrieron el mercado cultural antes de la aparición del revisionismo
histórico, y las reediciones de los Dramas del Terror, devenidos en Dramas de la
Tiranía, alcanzaron una renovada popularidad.
Palabras clave: Eduardo Gutiérrez, Juan Manuel de Rosas, Dramas del Terror,
mercado editorial.
Abstract: In this article we explore the projections of rosismo in Argentine
political and cultural history between the end of the 19th century and the early
decades of the 20th century. To do this, we address the work of Eduardo Gutiérrez
entitled Dramas del Terror, which were published as a serial in the newspaper
La Patria Argentina, between December 1881 and December 1882. We will make
use of the successive reprinting and new editions of his books and the new
versions made by other authors as vectors to retrieve the presence of Rosas and
his time in different historical contexts, as well as an input for cultural agents who
adapted his stories to renewed languages and cultural devices. The time cut
extends to the 1930s, when rosista themes nourished the cultural market before
the appearance of historical revisionism, and the reissues of the Dramas of
Terror, which were relabeled Dramas of Tyranny, achieved renewed popularity.
Keywords: Eduardo Gutiérrez, Juan Manuel de Rosas, Terror dramas,
publishing market.
1. Introducción
La posteridad de Juan Manuel de Rosas, es decir, el modo en el que debía
ser recordado, fue un tema que preocupó a la dirigencia del Estado de Buenos
Aires después de 1852, cuando el derrocamiento del ex gobernador de la provincia
y líder de la Confederación Argentina parecía dar comienzo a una nueva era que
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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA - 3 -
desterraba al personaje y su gobierno a un destino improbable, el olvido y la
eterna condena. Respecto a su condena, José Mármol elaboró un anatema que se
revelaría exitoso por 127 años: «Ni el polvo de sus huesos la América tendrá».
Ello fue así hasta 1989, cuando Carlos Menem, entre los gestos tendientes a lo
que llamaba la reconciliación nacional, habilitó el retorno de sus restos. El olvido
de las disputas del pasado lejano se unía al olvido del pasado reciente, con el
indulto a militares y civiles responsables del terrorismo de Estado, jefes de
organizaciones armadas, la guerra de Malvinas y las sublevaciones carapintadas
(Stortini 2007).
Durante aquellos años, la preocupación por el modo en el que debía ser
recordado Rosas y la clausura de cualquier intento de rehabilitación muestran
que su condena era más fácil de garantizar que su olvido. Cómo explicar esa
persistencia, y más aún, lo que Adolfo Prieto propuso explorar como la proyección
del rosismo en el debate político y cultural contemporáneo (Prieto 1959), ya sea
como símbolo melancólico de un pasado de grandeza y orgullo nacional, como
modelo de un republicanismo plebiscitario alternativo a la democracia liberal,
como uno de los polos de una argentina oscilante entre el liberalismo y el
autoritarismo; o como representación de un todo, un tiempo o una época durante
la cual el rojo punzó dejó de ser divisa de una causa y una identidad política para
transformarse en representación del terror.
En cualquier caso, desde aquel momento, ni sus críticos ni sus defensores
parecen estar dispuestos a olvidar o a renunciar a los valores, principios morales
y conceptos políticos a los que su figura se encuentra asociada ¿A qué se debe la
persistencia a lo largo del tiempo de una figura histórica que nunca formó parte
del panteón nacional? ¿Cómo explicar la proyección de su recuerdo en diversos
tiempos, espacios y contextos de confrontación política, a través de diversos
lenguajes y artefactos culturales?
3
Estas preguntas siguen vigentes a pesar de los
avances en el campo historiográfico (Fradkin y Gelman 2008; Ternavasio 2021)
y especialmente en la historia de la historiografía respecto del fenómeno
3
Recientemente, Rosas retornó a la batalla político-cultural cuando la historiadora Marcela
Ternavasio señaló la inadecuada identificación de Javier Milei con J. B. Alberdi, señalando por su
modo de hacer política y ejercer el poder que se asemejaba a Juan Manuel de Rosas (La Nación,
11-2-2024 y 2-3-2024; Infobae, 5-3-2024).
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revisionista y su éxito entre públicos amplios (Halperin Donghi 1970; Quattrocchi
de Woisson 1995; Cattaruzza 2009; Goebel 2013). Más escasas, en cambio, han
sido las investigaciones sobre la cuestión rosista más allá de sus usos políticos
(Prieto 1959, Bertoni 2001; Area 2006; Cattaruzza y Eujanian 2010).
Analizado en general como un tema relativo a la historia política y de la
historiografía, nuestra intención es considerar el problema de su persistencia en
el marco de procesos relativos a la dinámica del mercado y la industria cultural.
Para ello abordamos como uno de los vectores de esa persistencia la obra de
Eduardo Gutiérrez titulada Dramas del Terror, publicada como folletín de La
Patria Argentina, entre diciembre de 1881 y diciembre de 1882, y como libros en
diversas ediciones a partir de ese año. Las sucesivas reediciones de sus libros, así
como sus nuevas versiones, nos permitirán observar la presencia del tema de
Rosas y su época en contextos históricos diferentes, intervenidos por editores e
ilustradores para captar lectores que probablemente construyeron a partir de
ellos una primera imagen de Rosas y de la historia argentina; así como su
condición de insumo por agentes que adaptaron sus relatos a nuevos lenguajes y
dispositivos hasta comienzos de la década de 1930, cuando las temáticas rosistas
nutrieron el mercado cultural antes de la aparición del revisionismo histórico.
Los trabajos que han puesto su atención en Eduardo Gutiérrez y el folletín
se han centrado sobre todo en el momento de su emergencia, como testimonio de
la expansión del público lector, y la aparición de nuevas prácticas, circuitos y
espacios de lectura (Prieto 1988; Zanetti 1997; Espósito 2003; Pas 2018; Sosa
2020); de la construcción de la cultura popular (Acree 2013 y 2021) y la
diversificación y consolidación del mercado del libro en el último cuarto del siglo
XIX (Pastormerlo 2006); en el marco de las transformaciones sociales
producidas por efecto de la inmigración, la urbanización y la modernización de la
prensa (Pas 2016; Rivera 1967). Por otra parte, ha sido estudiado su lugar en la
emergencia de la novela en la Argentina (Laera 2004); en el contexto del
criollismo (Prieto 1988) y con relación a los relatos sobre bandidos, como
fundador de una narrativa social (Dabove 2010). Mientras, en el campo
historiográfico ha sido señalada su potencia crítica en la historia nacional
(Cattaruzza y Eujanian 2003, Adamovsky 2017).
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Sin embargo, se ha prestado menos atención a sus Dramas del terror
dentro del conjunto de su obra, al menos desde el punto de vista del mérito
historiográfico o literario. Fueron leídos por Jorge Rivera en el contexto del
fracaso de la revolución de 1880 (Rivera 1967), o para destacar sus diferencias
con la saga que dedicó al Chacho Peñaloza (Salas-Carrillo 2011) y con respecto a
sus libros sobre caudillos y bandidos rurales (Adamovsky 2019, 137-139). Por
nuestra parte, consideramos sus continuas reediciones como una fórmula
editorial, utilizada por editores que en diversos contextos adaptaron los textos
para nuevos consumidores (Chartier 1996, 32-33). Las editoriales que incluyeron
los Dramas de Gutiérrez en sus catálogos son un indicio no solo de la continuidad
del rosismo en diversas generaciones que se incorporaban como lectores, sino que
además se encuentran en la base de su rehabilitación en el mercado cultural entre
fines de la década de 1920 y comienzos de la cada de 1930, como antesala y
condición de posibilidad de la emergencia del revisionismo rosista.
Para comprender los deslizamientos e interferencias de sentido de los
textos a lo largo de 50 años es necesario considerar las literaturas rosistas, a favor
y en su contra, no solo en sus aspectos políticos o historiográficos, sino como un
producto destinado a un mercado que por diversos motivos pareciera apreciarlas.
Por ello, no se trata de si el criollismo creció al amparo del revisionismo (Saítta
2019) o si propuso interpretaciones críticas de este (Rea 2013); incluso si lo
anticipó (Adamovsky 2019, 147-152). Cuando el revisionismo comenzó su
recorrido historiográfico e institucional el auge comercial de la temática rosista
comenzaba su declive, aun cuando editores y escritores lo siguieran cultivando.
La pregunta, a la inversa, es si pudo haber sido el criollismo de temática rosista
una de sus fuentes o mediaciones necesarias, que crearon un clima favorable a la
recepción del revisionismo a partir de la segunda mitad de la década de 1930. Con
Rosas o contra Rosas, la época de Rosas fue desde fines del siglo XIX un producto
comercial, un tema atractivo en el museo, la música, el teatro, el cine y la radio,
que condicionó los modos, enfoques, tópicos predominantes que modelaron la
recepción del revisionismo rosista a fines de 1930.
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2. Eduardo Gutiérrez y las primeras ediciones de los Dramas del
Terror
La mayoría de los libros de Gutiérrez se publicaron como folletín al pie de
la primera página de La Patria Argentina, periódico opositor al gobierno de Julio
Argentino Roca fundado por sus hermanos, José María y Ricardo, que circuló
entre 1879 y 1885 (Román 2003; Sosa 2020). Casi de inmediato fueron impresos
como libros que los lectores podían adquirir en la administración del diario.
El conjunto de sus libros fue clasificado originalmente en colecciones:
Dramas policiales, Dramas criminales, Dramas militares y Dramas cómicos.
Respecto de esas clasificaciones, los Dramas del Terror se presentan como un
conjunto autónomo. Años después, Jorge Rivera los incluyó en el corpus de sus
dramas históricos junto a los tres libros del Chacho Peñaloza y La muerte en
Buenos Aires (Rivera 1967), con la voluntad de reordenar aquello que el autor
había tenido la intención de distinguir. Por otro lado, se trata de una clasificación
anacrónica para una época en la que las fronteras entre la historia y la ficción
histórica no estaban delimitadas con claridad, como lo muestra el debate que
paralelamente sostuvieron Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.
Se publicaron como Dramas del Terror en formato de folletín entre el 27
de diciembre de 1881 y el 29 de diciembre de 1882, cuando Gutiérrez ya había
adquirido popularidad con Un capitán de ladrones, Juan Moreira, Juan Cuello,
El tigre de Quequén y Hormiga negra. A lo largo de ese año, a medida que
culminaba cada sección, se fueron publicando en formato de libro hasta
conformar cinco volúmenes de cerca de 100 páginas cada uno, a doble columna,
sin títulos específicos para distinguir cada uno de los tomos, salvo el tercero, La
mazorca, que se mantuvo en las ediciones posteriores.
En 1882 y 1883, salió impreso en Montevideo en dos tomos ilustrados con
trece láminas.
4
El primero reunía los tres primeros libros de la primera edición y
el segundo los dos últimos. Nos interesa prestar atención a esta edición, porque
de ella se conservan las primeras ilustraciones, que funcionan como indicios del
4
Eduardo Gutiérrez, Dramas del Terror. Don Juan Manuel de Rosas, Montevideo, Centro de
publicaciones, T. I, Libros 1 al 3, 1882 y T. II, Libros 4 y 5, 1883. De aquí en más todas las citas
corresponden a esta edición, citada: T., L., página.
MARÍA JULIA BLANCO; ALEJANDRO EUJANIAN
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN, UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA - 7 -
recorrido que se le propone al lector y como hitos que identifican momentos de
inflexión en la trama o que representan visualmente las escenas de horror que
sintetizan un momento dramático, pero sobre todo sangriento. Por otro lado,
poner énfasis en las ilustraciones nos permite reconocer a partir de ellas ciertas
continuidades con las versiones posteriores, que recuperaron algunas de las
escenas tal como fueron representadas en ella. Finalmente, esta edición es un
indicio de que el fenómeno de Gutiérrez se extendió a un espacio de circulación
más amplio que Buenos Aires y su campaña, que incluyó al menos Córdoba, Santa
Fe, Entre Ríos y Uruguay. El Uruguay de Montevideo obtuvo los derechos para
publicar «mis pobres romances», por 300 patacones cada uno. El interés, según
Issac de Tezanos, no se debía solo al éxito comercial que había tenido en Buenos
Aires, sino a que sus personajes reflejaban costumbres nacionales idénticas en
ambos márgenes del Río de la Plata.
5
Por otro lado, Issac de Tezanos pertenecía
al partido colorado, que tradicionalmente había sido aliado de los liberales
unitarios de Buenos Aires durante y después del gobierno de Juan Manuel de
Rosas.
El primer libro narra la infancia y juventud del protagonista. En este relato,
Juan Manuel de Rosas es el personaje principal de la biografía de un hombre que
desde su infancia muestra cualidades para el liderazgo y virtudes morales que lo
convirtieron en un patrón de estancia ejemplar, comandante de los Colorados del
Monte la fuerza que garantizaba la paz de la frontera sur contra el indio, y
héroe providencial durante la crisis del año 1820, cuya acción permitió restaurar
el orden en la provincia de Buenos Aires y puso fin a la invasión de los caudillos
de Santa Fe y Entre Ríos. El segundo libro conserva esta épica ascendente hasta
que en Puente de Márquez negocia con el general unitario Lavalle la convocatoria
a elecciones con la presentación de una lista de unidad que debía poner fin a la
guerra civil.
Es recién con la traición de ese pacto y el comienzo de su primera
gobernación en la provincia de Buenos Aires, que su personaje va adquiriendo
rasgos de un tirano que utiliza métodos cada vez más violentos para imponer su
5
«Nuestros folletines en Montevideo». La Patria Argentina, 5 de noviembre de 1880, p. 1
(Dubatti 1987).
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autoridad. Lo que sigue es su renuncia a la reelección en 1832, los conflictos al
interior del partido federal, su partida al llamado desierto en 1833 para asegurar
la frontera contra el indio, la revolución que en Buenos Aires dirigió su esposa,
Encarnación Ezcurra, y el asesinato de Facundo Quiroga, como «preludio» a un
segundo gobierno, más sanguinario que el anterior.
En los dos primeros libros, la calificación de Rosas como tirano y su
gobierno como tiranía son poco frecuentes. Su uso se acentúa durante el período
del terror, entre 1839 y 1842, al que se refieren la mayor parte de los episodios de
sangre protagonizados por la Mazorca en los tres libros siguientes. En esta etapa,
el uso del calificativo de tirano y tiranía es muchas veces acompañado de adjetivos
como monstruo, bárbaro, funesto o célebre. En tanto que en muy pocas ocasiones
es utilizada para describir una forma de gobierno, y cuando ello sucede es
caracterizada por el uso del terror y la suma del poder público.
Por otro lado, a partir de su segundo gobierno en 1835 el protagonismo se
desplaza de Rosas a la Mazorca y la Sociedad Popular Restauradora. En cuanto a
Rosas, como había sucedido con la prensa antirrosista durante el exilio, se
transforma en una figura omnipresente, que en bambalinas dirige, ordena o
tolera las acciones de su banda de criminales. Es recién a partir de ese momento
que se puede considerar la continuidad de los Dramas del terror con «la máquina
de matar de Moreira» (Zuccotti 2000), pero hasta ese viraje en la trama y la
estrategia narrativa, Rosas era el personaje principal de una biografía política que
desemboca en una serie de episodios de crímenes cometidos por bandidos que,
en el caso del sereno Moreira, anticipan las raíces de un linaje que culmina con
su hijo Juan.
La misma deriva de la biografía a los episodios del terror se observa en las
láminas que acompañaban la edición de Montevideo y nutrieron la imaginación
de los ilustradores de ediciones y versiones posteriores. En todas ellas, se
mantiene el retrato de Rosas que sirvió de presentación para el primer tomo. Se
trata del gobernador en traje de gala con charreteras, banda cruzada sobre el
pecho y la condecoración con forma de sol que recibió por su campaña al desierto.
Lo mismo sucede con el retrato de Encarnación Ezcurra (véase figura 1). En
ambos casos, los libros pusieron en circulación representaciones elaboradas por