Bibliográficas
Manuel Chust; Claudia Rosas Lauro (eds.) (2019) Los miedos sin patria. Temores revolucionarios en las independencias iberoamericanas
Claves. Revista de Historia
Universidad de la República, Uruguay
ISSN-e: 2393-6584
Periodicidad: Semestral
vol. 7, núm. 12, 2021
Chust Manuel, Rosas Lauro Claudia. Los miedos sin patria. Temores revolucionarios en las independencias iberoamericanas. 2019. Madrid. Sílex Universidad. 623pp. |
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Quienes hacen investigación histórica saben que ciertos asuntos del pasado, ese país extraño del que hablara David Lowenthal, resultan particularmente escurridizos desde el mismo momento en que se intenta identificarlos. Entre ellos están las emociones y los sentimientos colectivos, temas difusos, a veces inasibles, que con éxito dispar han sido analizados por diferentes vertientes de historia social, historia cultural, historia de las mentalidades, de la vida privada, de las religiones y del arte.
Ese interés no es nuevo en la historiografía atlántica. Durante las décadas de 1930-1940, varias publicaciones de Georges Lefebvre, Marc Bloch y Lucien Febvre —a las que podríamos añadir, con sesgo más antropológico y sociológico, escritos de Norbert Elias y Marcel Mauss—, echaron los cimientos de lo que sería una vasta y plural producción posterior. Desde entonces el miedo, sobre todo en su estrecha asociación con procesos violentos e inciertos como las revoluciones, ha ganado terreno como objeto de estudios históricos. En el último medio siglo se ha ido configurando el campo de la emocionología y la comunidad emocional; Barbara Rosenwein, Peter Stearns o William Reddy, entre otros, se ocupan de las emociones en cuanto construcciones culturales interactuantes con el cambio social en universos tan diferentes entre sí como la Europa medieval y la Norteamérica de entreguerras. Del mismo modo, la historia de las mentalidades, la historia del dolor o la historia de los cuerpos han realizado aportaciones decisivas: Jean Delumeau, Arlette Farge, Alain Corbin, Joanna Bourke, Pilar Gonzalbo Aizpuru o Javier Moscoso son solo algunos exponentes representativos. Más recientemente, como ha señalado María Bjerg en «Una genealogía de la historia de las emociones» (2019), el diálogo entre la historia y otras ciencias sociales ha favorecido los cuestionamientos al universalismo de las emociones y a la idea de que estas tienen una índole puramente psíquica e individual. Para la nueva óptica construccionista, los sentimientos y las emociones son elementos social y culturalmente situados que han adquirido estatus de categoría analítica y autonomía como tema de indagaciones históricas. Todo ello, combinado con la amplia transformación historiográfica producida en la coyuntura de los bicentenarios, genera condiciones propicias para la aparición de libros como el que aquí se reseña.
Los miedos sin patria. Temores revolucionarios en las independencias iberoamericanas, es una obra ambiciosa. Lo es por la amplitud espacio-temporal de su objetivo —el mundo iberoamericano desde 1780 hasta 1830— y por su extensión, más de seiscientas páginas que contienen veinticuatro artículos. Sus editores cuentan con una destacada producción en el área y con trayectorias complementarias en lo que a este libro refiere: Claudia Rosas Lauro (Pontificia Universidad Católica del Perú) publicó, entre varias obras afines, El odio y el perdón en el Perú. Siglos xvi al xxi(2009), y Manuel Chust (Universitat Jaume I, Castellón) ha centrado su labor académica en el reformismo borbónico y, más aún, en la crisis monárquica y las independencias de Hispanoamérica.
El título revela un prudente uso de los plurales: miedos, temores e independencias sugieren heterogeneidad dentro de la unidad temática convocante, lo que efectivamente se comprueba con la lectura. El amplio arco de propuestas abarca distintas formas del temor, coloreadas con los tonos de cada proceso regional y temporal: desde los miedos a la revolución social y al ascenso de amplios sectores explotados, hasta la incertidumbre generada por el declive monárquico y la irrupción de nuevas y desconocidas (o mal conocidas) formas anárquicas de republicanismo; desde el pánico ocasionado por las amenazas exteriores (ataques de otras potencias coloniales o peligro de expediciones ibéricas de reconquista) a las violencias de las guerras u otros enfrentamientos. Los análisis ofrecen pruebas claras de que las combinaciones entre temores abundaban, dando lugar a los encadenamientos que Rosas Lauro denomina tren de miedos. La atención no se concentra únicamente en las elites y otros sectores que más podían perder con la alteración del statu quo, sino también en las incertidumbres y angustias de quienes promovieron los cambios revolucionarios o se vieron envueltos en su vorágine. Según se informa en el prefacio, el libro no se originó en un congreso, simposio u otra instancia de discusión colectiva, sino que cada participante fue invitado a enviar su colaboración. Esto nos ayuda a contextualizar tanto el alto grado de autonomía que tienen los artículos como la existencia de ciertas reiteraciones (un ejemplo: las alusiones a la postura de Delumeau y la diferenciación que hace este autor entre miedo y angustia).
Los trabajos se ordenan según un criterio cronológico. La estrategia puede ser discutible para un proyecto de esta naturaleza, en particular por la magnitud geográfica del objeto abordado, pero los editores entienden que optar «por la cronología antes que por el espacio» facilita «estudiar las independencias como un proceso histórico, dinámico, continental e interconectado siguiendo el hilo conductor de los miedos». Otra de las finalidades expresas es discutir la centralidad que habitualmente se asigna al quiebre de 1789 en detrimento de dos procesos que, según Chust y Rosas Lauro, reclaman mayor dedicación: la revolución haitiana de los años 1790 y la crisis monárquica ibérica de 1807-1810.
En paralelo con la secuencia temporal escogida, y pese a que los artículos no están distribuidos en partes o secciones, es posible identificar al menos un par de bloques informales, uno de ellos temático (esbozado por los editores en el prefacio) y el otro espacial. Dentro del primero podemos hacer agrupamientos sobre varios miedos: a la subversión y a la africanización social, a las nuevas formas de participación política y construcción estatal, a lo indígena o a la pluralidad de violencias de aquella época. En materia de espacios, encontramos análisis que remiten en mayor medida a las áreas novohispana y neogranadina, luego a la rioplatense, incorporándose también otros sobre España, Chile, Brasil, Perú y la región altoperuana.
El volumen se inicia con dos introducciones: la primera, a cargo de Chust y Rosas Lauro, conceptualiza el miedo en clave histórica y revisa la literatura existente en la materia; a continuación, Brian Hamnett despliega un panorama general sobre los temores y las revoluciones en Iberoamérica y señala, además, la poca atención que han recibido en los estudios clásicos, más afectos a las polarizaciones independentismo/reacción o héroes/villanos-traidores. Luego, Pedro Rújula muestra hasta qué punto la libertad de imprenta consagrada en Cádiz tuvo como contracara el temor a la pérdida del monopolio estatal sobre la producción de los discursos públicos. Se centra en el ámbito español peninsular, pero su argumentación tiene validez para el caso americano.
Como se dijo, el grupo más numeroso de trabajos refiere al ámbito caribeño y su entorno continental, correspondiente a los virreinatos novohispano y neogranadino. El conjunto de reacciones provocadas por la resistencia y los levantamientos de las poblaciones de origen afro desde la insurrección de Saint Domingue son examinados desde diferentes perspectivas por Javier Laviña, Juan Marchena y Arturo Taracena/Juan Carlos Sarazúa, quienes dialogan, por afinidad temática, con el aporte de Luiz Geraldo Silva sobre Brasil. Los artículos de Consuelo Naranjo y María Teresa Cortés exploran cómo el miedo a la sublevación derivó en una «racialización» de la cuestión social, de tal modo que el esclavo pasó a ser africano o simplemente negro. Cortés y Miquel Izard comentan las formas en que las historias nacionales invisibilizaron la agencia social y política de las capas subordinadas. A su vez, las contribuciones de Ángel Almarza, Justo Cuño y Pablo Rodríguez dan cuenta del miedo generado por los procesos electorales en la Nueva Granada revolucionaria, y del uso político del terror en episodios tan significativos como la guerra a muerte impulsada por Simón Bolívar o la represión desatada por la expedición pacificadora de Pablo Morillo. En una línea cercana, Marco Antonio Landavazo indaga los temores cruzados que cundieron en Nueva España a partir de la acción simultánea de indígenas y criollos revolucionarios, agentes napoleónicos y defensores del régimen monárquico español.
Cabe destacar, por último, un agrupamiento más reducido de trabajos sobre el área rioplatense. Allí se avanza en temas como el temor de los comerciantes montevideanos a la revolución y los varios miedos suscitados por la crisis revolucionaria en la campaña oriental (Mariano Schlez, Ana Ribeiro), los «temores colectivos» que en Buenos Aires afectaron a «la elite, las clases populares y al grupo de los españoles de la ciudad» (Gabriel Di Meglio y Mariana Pérez), o el revelador estudio de Gustavo L. Paz sobre el cura Juan Ignacio Gorriti y su peripecia de dos décadas entre la revolución y el rosismo. Otras colaboraciones se enfocan en la cuestión de la alteridad y el miedo o el terror a la extraordinaria capacidad de movilización de las poblaciones indígenas (Rosas Lauro, Melchor Campos García, María Luisa Soux), y en los temores de dos clases dirigentes, la de Chile, ante la posibilidad de que la plebe se encaramase en el poder gracias a la república (Rafael Sagredo) y la de Guayaquil, frente al peligro que representaban los corsarios insurgentes con Guillermo Brown al frente (Sabrina Guerra). Al final de este largo recorrido, Gabriel Cid se introduce en los aspectos religiosos —quizás menos presentes en el libro de lo que podría suponerse—, con un sugerente análisis de los nexos entre revolución y miedo al apocalipsis.
Por encima de los desniveles que son frecuentes en obras colectivas de este porte, el resultado de Los miedos sin patria es interesante y novedoso. Importa su esfuerzo en procura de un análisis global, que echa luz sobre zonas tradicionalmente poco transitadas por las historias de la emancipación y es capaz de articular con otras propuestas de la nueva historiografía sobre el período. ♦